Leamos la BIBLIA

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¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.





Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio.





Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: - «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y , venimos a adorarlo. » Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: - «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.”» Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: - «ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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EPIFANIA DEL SEÑOR

FIESTA DE LOS MAGOS

¿Quiénes eran los Magos?

Este es un día mágico, lleno de fantasías e ilusiones, especialmente para los niños y sus familiares que, en la víspera por la noche recibieron el regalo de los Reyes.
¿Quiénes eran estos personajes que aparecen en la leyenda como portadores de la alegría que alimenta los sueños?
El evangelio según San Mateo, donde se narra esta pequeña historia, nos dice que eran unos magos que venidos de Oriente hacia Jerusalén y guiados por una estrella buscaban al recién nacido Rey de los judíos.
El evangelista no precisa su número ni su raza ni su nombre ni su nacionalidad. Tampoco dice que fueran reyes, sino simplemente magos, identificables en aquel entonces con astrónomos, supuestamente de Persia.
Orígenes, escritor cristiano del s.III afirma que eran tres, puesto que San Mateo cita tan sólo tres regalos, pero no deja de ser una hipótesis sin base histórica.
Tertuliano, también del s.III los convirtió en reyes mediante una afirmación gratuita que tuvo mucho éxito y que ha perdurado hasta nuestros días..
En un mosaico bizantino del s.VI aparece dibujado Baltasar, un hombre de larga barba oscura, de unos 35 años y con un recipiente de mirra en las manos; Melchor es mostrado como un joven imberbe, llevando una bandeja de incienso y Gaspar, de unos 50 años , luenga cabellera cana y larga barba, ofrece una canasta de oro. Los tres eran de raza blanca.
San Beda el Venerable, afirma hacia el año 700 que Melchor era un anciano de larga cabellera cana y una gran barba. Lleva el oro. Gaspar, imberbe y de rostro pálido, adora a Jesús con incienso y Baltasar, de tez morena, ofrece mirra..
Hasta el s.XVI no se adjudicó a Baltasar la raza negra. Fue obra de unos artistas que pintaron al óleo el famoso cuadro de la Adoración de los Magos que simboliza, según sus autores a Sem, Cam y Jafet, los tres hijos del patriarca Noé, que simbolizan a las tres razas humanas que poblaban por entonces el mundo que se conocía: blanca, negra y amarilla.
Lo de los juguetes y regalos que han engrosado una serie de tradiciones en numerosos países viene a confirmar el ambiente festivo que se vive en torno a los niños, primeros depositarios del afecto familiar.
Nunca habría sospechado San Mateo que su relato despertase de tal forma el fervor popular.

Mensaje del evangelio

En cualquier caso existe una finalidad muy palpable en el evangelio: Jesús, el Mesías prometido por Dios al pueblo judío y esperado largamente por éste, no fue aceptado por la mayoría de los suyos y sí por los gentiles, representados en los Magos. Así, el oro que se ofrece a los reyes, el incienso con el que se tributa adoración a Dios y la mirra, que se aplica a los cadáveres para retrasar su putrefacción, simbolizan a Jesús que es reconocido como Rey, como Dios y como Hombre.
Anuncio de la salvación universal

Jesús, fiel a las promesas de Dios, predica en primer lugar la Buena Noticia al pueblo judío. Desde Dan hasta Berseba recorría pueblos, aldeas y ciudades proclamando la llegada del Reino de Dios. Su afán era llegar a Jerusalén para culminar la misión que su Padre, Dios, le había encomendado con la Muerte en la Cruz y la Resurrección.
Desde entonces Jerusalén, fin de una etapa de la revelación de Dios, se convierte en punto de partida para el anuncio salvador a todos los pueblos.

Por eso Jesús les invita a salir a Galilea, donde acaece la Ascensión en lo alto de un monte y donde reciben sus últimas recomendaciones: ”id por el mundo, predicad el evangelio a todos los hombres, bautizadles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñadles a guardar cuanto yo os he mandado, porque estaré siempre con vosotros hasta el fin de los tiempos” (Mt. 18,16-fin)

Con esto se confirma que el Señor no es egoísta ni racista. Quiere, como ya había preconizado Isaías que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Son múltiples las profecías que nos hablan de este acontecimiento: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del heraldo que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria!” (Is. 50,7).

Hoy hemos escuchado un cántico de regocijo y de fiesta. “Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; La gloria del Señor amanece sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra; la oscuridad, los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora... Tus hijos llegan de lejos. Te inundará una multitud de camellos... Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor” Is.60,1-3,6).

También se nos recuerda estos días el salmo 97,3: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”

Nuestra estrella

Los difíciles tiempos que nos toca vivir en España a causa de la crisis económica y de las actitudes de un Gobierno más preocupado en destruir el sistema tradicional de valores y la misma estructura familiar que en afrontar los problema reales de la nación, están sembrando el desconcierto en mucha gente. También, todo hay que decirlo, está despertando las conciencias de colectivos importantes, alarmados por la deriva que padecemos.
Siempre han existido problemas; los mismos Magos anduvieron un tiempo sin guía ni rumbo por Jerusalén, hasta encontrar de nuevo su estrella
Al igual que los Magos, cada uno de nosotros tiene su estrella. A veces se oculta y terminamos perdiéndonos en las encrucijadas de la vida y tenemos que reiniciar una fatigosa búsqueda. Pero el Señor no nos abandona, aunque parece que se olvida de nosotros en las noches oscuras del alma, que describía San Juan de la Cruz. Ahí está, sin embargo, su luz, oculta por las nubes de un mundo materialista, incapaz de mirar hacia arriba y contemplar el resplandor que nos lleva a lo desconocido.

No podemos claudicar en la prueba, porque no estamos solos. Otros han vivido experiencias similares y nos pueden guiar. Es la lucha diaria, la búsqueda que termina en éxito. Vuelve de nuevo la luz y recobramos la confianza.

Ya escribía Pascal que “sólo hay dos clases de hombres razonables. Los que sirven a Dios porque le conocen y los que buscan a Dios porque no le conocen”

Esta fue la historia de los Magos, hombres inquietos, insatisfechos, que dejaron la comodidad de su propio hogar - como Abraham - para lanzarse a la aventura, a la llamada del corazón.

Nadie que haya experimentado la cercanía de Dios vuelve la vista atrás, al encuentro de falsas seguridades, sino que corre el riesgo de regresar por otro camino.
Si el fiel cristiano, si la Iglesia quiere abrirse caminos hacia el futuro, deberá avanzar por otras rutas alternativas, abiertas por Jesús. La rutina termina en apatías y mediocridades, precursoras del desánimo y el aburrimiento. No es lo que Dios quiere para cada uno de nosotros.

“Hoy todos seguimos buscando estrella” - decía Javier Gafo - Se llaman técnica, dinero, bienestar, droga, sexo, política, cultura... Y llenamos nuestros cofres, pero siempre están vacíos. Hasta hemos dejado de mirar al cielo, pero la estrella sigue en lo alto... Ábrenos, Señor, nuestros ojos, vacíanos nuestros cofres... Que veamos detenerse nuestra estrella ante el Niño, junto a su bella y bendita madre. Y que nuestros corazones queden llenos de una inmensa alegría”.

Miremos hacia las estrellas y corramos el riesgo de seguir su horizonte que, aunque el camino sea largo, merecerá la pena. El Señor es nuestro regalo que nadie ni nada nos podrá arrebatar.
 
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Queridos hermanos: Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio. Queridos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. Vosotros, hijos míos, sois de Dios y lo habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.





En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.» Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: - «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Trasjordania.

Palabra del Señor.
 
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Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Di Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que D envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por me de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados.





En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma. Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: - «Estamos en despoblado, y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer.» El les replicó: - «Dadles vosotros de comer.» Ellos le preguntaron: - «¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?» Él les dijo: - «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Cuando lo averiguaron le dijeron: - «Cinco, y dos peces.» Él les mandó que hicieran recostarse a la gente sobre la hierba en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces. Los que comieron eran cinco mil hombres.

Palabra del Señor.
 
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Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»





En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: - «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»





En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: -«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» Jesús le contestó: -«Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere. » Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. y vino una voz del cielo que decía: -«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»

Palabra del Señor.


Más abajo encontrareis la HOMILÍA correspondiente a estas lecturas.
 
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BAUTISMO DEL SEÑOR

Hoy acaba el tiempo de Navidad.

La liturgia da un salto de 30 años y nos ubica en Galilea, al comienzo de la vida pública de Jesús, que se abre con un hecho singular y sorprendente, el Bautismo de Jesús, fuera del templo de Jerusalén, marco habitual de los grandes acontecimientos religiosos de Israel. La narración evangélica corresponde a San Lucas, aunque el relato viene también en los otros dos sinópticos: San Mateo y San Marcos.
La escena se desarrolla en el río Jordán, dentro de un bautismo general organizado por Juan el Bautista.
Jesús, confundido entre la muchedumbre, se adentra en el agua de la vida, signo de limpieza y purificación para el judaísmo, como si fuese un pecador más, con la sencillez propia del que es consciente de un cambio, de una conversión tan necesaria para el corazón humano.

Manifestación de Dios y del Espíritu en forma de paloma

Esta alusión es común a los Sinópticos, que abundan en las mismas expresiones: ”La voz de Dios” “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto, escuchadle”
Con el Bautismo abre Jesús la era mesiánica que culminará con un bautismo de sangre en la cruz.
Aquí, ungido por la fuerza del Espíritu y sellado por la voluntad del Padre, recibe Jesús el espaldarazo definitivo y la confirmación de la misión para la que ha sido enviado.
Toda su vida pública a partir de este momento será abandonarse a esta voluntad divina.
Por eso se retira al desierto para prepararse para esta sagrada misión, y subirá posteriormente a Nazaret antes de lanzarse de lleno a predicación de la Buena Noticia.
En la sinagoga del pueblo donde se había criado reafirmará su condición mesiánica al asumir en su persona la profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para dé la buena noticia a los pobres... (Is. 61,1-2).

La misión de Jesús

La primera lectura sobre el Siervo de Yahvé (Is. 42, 1-4.6-7) nos dice que la misión será implantar el derecho y la ley de Dios llevando la luz a los más pobres y necesitados.
El compromiso bautismal arrastra a Jesús a una “lucha” sin cuartel contra la injusticia y el pecado. No se arredra ni acobarda ante los poderosos, explotadores y manipuladores del pueblo. Se conmueve ante los sencillos de corazón y ante los pecadores arrepentidos; se hace solidario con los enfermos, especialmente con los leprosos; se muestra sensible ante las mujeres, muy marginadas en aquel tiempo, y tierno con los niños a quienes acoge con amor. Pero es duro con los escribas y fariseos, teóricos conocedores de la Ley, porque no cumplen lo que predican.
Su coherencia y rectitud suscitan las envidias, recelos y odios de los gobernantes, porque desenmascara sus viles actitudes. Se la “tienen jurada” y buscan la ocasión de deshacerse de El.

La cosa empezó en Galilea

San Pedro hace alusión al bautismo de Jesús, el Ungido por Dios, que “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Act. 10,38).

También nosotros hemos sido investidos a través del bautismo para seguir el mismo camino de Jesús: morir al pecado para resucitar con El a una vida nueva.

La “cosa” nuestra probablemente se inició a las pocas semanas de nacer cuando nuestros padres nos trajeron a la iglesia para “cristianarnos” según la costumbre de la época.
Ellos asumieron el compromiso de educarnos en la fe, de guiarnos por la senda del bien,
De acostumbrarnos se a respetar, rezar y amar.

La fe, en este sentido, ha sido un regalo, una herencia de incalculable valor que nunca agradeceremos suficientemente.
Ser conscientes del bautismo recibido nos impulsa a un reto extraordinario: luchar contra los males de nuestra sociedad.

Llevo desde hace años la responsabilidad de la pastoral bautismal, de novios y matrimonial en mi parroquia y he de confesar que, salvo honrosas excepciones, padres, novios y parejas adolecen de una falta lamentable de formación religiosas y moral. Estamos en una sociedad mayormente pagana, aunque conservemos ritos, costumbres y tradiciones cristianas. Para muchos bautizar es una costumbre más como casarse en la Iglesia- digo “en la iglesia”, no “por la Iglesia”, asistir a la imposición de la ceniza o la procesión del Domingo de Ramos. Quedan ascuas encendidas en la hoguera de sus sueños, pero envueltas en ignorancia y múltiples tópicos negativos que condicionan la escucha atenta y eficaz.
Sin embargo, detecto últimamente mejor buena voluntad y capacidad receptiva del mensaje cristiano.
Siempre coloco a los niños de la familia del bautizando(a) alrededor de l apila bautismal, no para que salgan en la foto, sino para que retengan en la memoria este acontecimiento y valoren su importancia.
Albergo la esperanza de que la sociedad cristiana del futuro sea mejor que la nuestra.

Hombres y mujeres nuevos

El progreso económico sin precedentes en las últimas décadas, acompañado de un capitalismo salvaje y el relativismo moral, ha dejado desguarnecida de soportes morales a mucha gente al abandonar, al mismo tiempo la práctica religiosa.
La crisis económica actual está pasando factura y dejando al descubierto las carencias que padecemos a nivel moral y social.

Por esta razón urge, como en los tiempos de Juan el Bautista y Jesús un profundo cambio regenerativo de nuestro cristianismo a la carta, viciado quizás por los atractivos consumistas.
Necesitamos morir al hombre viejo, esclavizado por la carne y las pasiones mundanas, para dar entrada al hombre nuevo nacido de la gracia y del Espíritu, y abierto a las exigencias evangélicas.
Nada de medias tintas; que “cada cual hable de corazón a su hermano”- decía San Pablo- y ahuyente de su vida el conformismo, la apatía, la avaricia, el pasotismo, la frivolidad...
Al reafirmar nuestro bautismo asumimos también la misma misión de Jesús y parecidos compromisos. No es una tarea fácil, pero el mundo cambiará en la medida que cada uno de los cristianos cambiemos nuestra vieja condición pecadora y dejemos actuar a Dios en nuestra vida.

Ayer leía en un periódico nacional un artículo sobre las triquiñuelas, métodos y adoctrinamiento terrorista que realiza ETA con sus jóvenes cachorros a través de lavados mentales, inyecciones de fanatismo y slogans reivindicativos para mantener el idealismo político de los presos y el espíritu combativo de sus bases.
Si esto hace para lograr unos objetivos políticos y entrenan a los suyos para matar.
¿Qué podemos hacer nosotros para sembrar el bien y la concordia?

Renovemos juntos los compromisos bautismales y proclamemos nuestra fe en el Hijo de Dios “que nos salva de las tinieblas para llevarnos al reino de su luz admirable”…
 
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En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.»





Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: -«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: -«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Palabra del Señor.
 
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Hermanos: Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero, del que estamos hablando; de ello dan fe estas palabras: «¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que mires por él? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, todo lo sometiste bajo sus pies.» En efecto, puesto a someterle todo, nada dejó fuera de su dominio. Pero ahora no vemos todavía que todo le esté sometido. Al que Dios habla hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al gula de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.»





En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: -« ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: -«Cállate y sal de él.» El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: -«¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor.
 
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Hermanos: Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberé a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenia que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.





En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: -«Todo el mundo te busca.» Él les respondió: -«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Palabra del Señor.
 
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Como dice el Espíritu Santo: «Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón, como cuando la rebelión, cuando la prueba del desierto, donde me pusieron a prueba vuestros padres y me tentaron, a pesar de haber visto mis obras durante cuarenta años; por eso me indigné contra aquella generación, y dije: “Siempre tienen el corazón extraviado; no han conocido mis caminos, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso.”» ¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo. Animaos, por el contrario, los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy», para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado. En efecto, somos partícipes de Cristo, si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.





En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: -«Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: -«Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: -«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu, purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a el de todas partes.

Palabra del Señor.
 
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Hermanos: Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea que ha perdido la oportunidad. También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que ellos; pero el mensaje que oyeron de nada les sirvió, porque no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado. En efecto, entramos en el descanso los creyentes, de acuerdo con lo dicho: «He jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso», y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo. Acerca del día séptimo se dijo: «Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que habla hecho.» En nuestro pasaje añade: «No entrarán en mi descanso.» Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, siguiendo aquel ejemplo de rebeldía.





Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: -«Hijo, tus pecados quedan perdonados.» Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: -«Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?» Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: -«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico “tus pecados quedan perdonados” o decirle “levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados... » Entonces le dijo al paralítico: -«Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla -y vete a tu casa. » Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: -«Nunca hemos visto una cosa igual.»

Palabra del Señor.