Re: La Sanidad
“Bendice, alma mía , a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias...” (Salmo 103:2-3)
“quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero... y por cuya herida fuisteis sanados.” (1 Pedro 2:24)
A través del sufrimiento, el sacrificio, la muerte y la resurrección de Jesucristo, el mundo ya tiene acceso a una redención que toca cada aspecto de la vida; espíritu, alma y cuerpo. Dios mismo ha pagado el precio por la rebelión que dejó al hombre cortado de la vida divina, y por la fe que es por oír la palabra de Dios, el hombre es heredero de los “beneficios” de la salvación.
Uno de los beneficios más preciosos que existe para el cristiano es la sanidad física. Durante los tres años y medio de su ministerio antes de su muerte, Jesús se preocupaba por la salud de aquellos que le seguían. Una y otra vez la Biblia declara que él sanaba a todos los que venían a él, y en varias ocasiones Jesús declaró que fue la fe del enfermo la que le sanó. Los enfermos de aquella época, como los enfermos de hoy en día necesitaban una fe firme, bien cimentada en lo que es la voluntad de Dios. Sin esta certeza es imposible recibir la respuesta que uno busca. “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6-7).
La fe que sana se basa en la revelación de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz, así como la fe que salva se basa en el mismo momento de redención. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores... Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (sanados)” (Isaías 53:4-5). Lo que sucedió en la cruz no representa una redención parcial o incompleta. Todo lo malo que Adán desató por su rebelión, Jesús deshizo por su obediencia hasta la muerte. La sanidad física no es un sueño que solamente existe para algunos privilegiados, sino es el derecho de cada hijo de Dios y forma una parte importante de los beneficios que no debemos olvidar.
Sin embargo, muchos cristianos no se gozan de una fe tan cierta en cuanto a su salud. Son muchos los que sufren año tras año, seguros en su salvación, pero dudosos en la posibilidad que Dios los quiera sanar. La duda no puede conseguir los beneficios de nuestra salvación. Porque, “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
Lamentablemente, algunos han decidido que la sanidad física no es un beneficio vigente para el creyente. Inventan argumentos que siembran la duda en el corazón de los cristianos, y una vez sembrada, la duda ahoga la fe que puede conseguir el beneficio de la sanidad de parte del Señor. Uno de los argumentos más usados en contra de la sanidad tiene que ver con el aguijón de Pablo, mencionado en 2 Corintios, capítulo 12. Leamos:
“Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo... donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar... Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: ‘Bástate me gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.’ Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Cor. 12:2,4,7-9).
La interpretación de algunos de este pasaje es así: por la grandeza de lo que Pablo escuchó en el tercer cielo, y para que Pablo no se exaltase en esta experiencia, Dios le mandó un aguijón en su carne, esto es, una enfermedad. Pablo rogó al Señor tres veces para que fuese librado de la enfermedad pero el Señor, en otras palabras, le dijo que tenía que soportar la aflicción y así gloriarse en su debilidad.
Si esta es la interpretación correcta, entonces Pablo representa una excepción al principio de la sanidad física. Eso quiere decir que Dios en su soberanía puede anular una porción de la redención hecho por Cristo y establecer reglas distintas en algunos casos.
La conclusión es obvia. Si Dios puede hacer una excepción en la vida de Pablo, puede hacer lo mismo en la vida tuya y mía, también. Tal vez la enfermedad sea una prueba del Señor. Tal vez Dios quiera que yo le glorifique a través de mi debilidad física. Tal vez no tenga el derecho de pedir la sanidad en cada caso. Si existe la más mínima duda en el corazón del enfermo, entonces la fe para ser sanado no puede existir. La duda destruye la fe.
Esta teología nos lleva a una conclusión inevitable. No es posible orar en fe por los enfermos, ni recibir la sanidad por fe, mientras existe la posibilidad que la enfermedad sea una obra del Señor. Una sola duda puede destruir completamente la certeza de uno de los beneficios ganados por la cruz de Jesucristo.
Si alguien atacara la doctrina de la salvación en la misma manera, implicando que en algunos casos el Señor no esté obligado a salvar al pecador arrepentido, el mundo evangélico lo rechazaría sin pensarlo dos veces. Pero, cuando hablamos de la sanidad física, muchos aceptan la idea de una redención parcial, incompleta o débil. Ellos dicen que Dios no sana a todos, o que es imposible saber si la sanidad es su voluntad en cada caso.
Si es así, ¿qué haremos con el mandato divino dado a la iglesia en el libro de Santiago? “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará...” (Santiago 5:14-15). La palabra “alguno” incluye a todos aquellos en la iglesia. Y la “oración de fe” implica una certeza que no deja lugar para la duda. Hoy en día es difícil encontrar a alguien en la iglesia que no está enfermo. Nos hemos olvidado de uno de los beneficios más preciosos que existe, esto es, la sanidad física.
¿Y qué del aguijón de Pablo? ¿Existe una explicación bíblica que puede traer fe al corazón? Gracias al Señor, la respuesta es, “sí.” Pablo fue “arrebatado al paraíso”, donde oyó palabras inefables. Aún cuando él no fue permitido expresar las mismas palabras que había escuchado, sabemos de que se trató “la grandeza de las revelaciones.” “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1:11-12). Pablo había recibido una revelación soberana del evangelio, y la autoridad para predicar este evangelio en todo lugar. Pablo fue elegido por Dios, que le había apartado desde el vientre de su madre para que él predicase entre los gentiles. (Gálatas 1:15-16)
Antes de que sigamos, hagamos algunas preguntas. ¿Quién llevó a Pablo al tercer cielo? Dios. ¿Para qué? Para enseñarle el evangelio. ¿Por qué? Para que Pablo pudiera predicar, según la revelación, el evangelio a los gentiles. ¿Quién va a sufrir daño como resultado del ministerio del Pablo? El diablo. Entonces, ¿quién va a hacer todo lo posible para desanimar, obstaculizar y arruinar el impacto de la revelación que Pablo había recibido? El diablo.
Temeroso del significado de la revelación, y para que esta revelación no sea exaltada y aceptada en todo lugar, el diablo le mandó a Pablo un aguijón en la carne, esto es, un mensajero de Satanás para abofetearle. La palabra “mensajero” es la misma palabra traducida como “ángel” en el Nuevo Testamento, y se refiere en este caso a un demonio.
La frase, “aguijón en la carne”, era un dicho en aquel tiempo similar al dicho de hoy en día, “un dolor de cabeza”, esto es, una molestia. El mismo concepto aparece en el Antiguo Testamento en tres ocasiones:
“Y si no echareis a los moradores del país de delante de vosotros, sucederá que los que dejareis de ellos serán por aguijones en vuestros ojos y por espinas en vuestros costados, y os afligirán sobre la tierra en que vosotros habitareis” (Números 33:55).
“... sabed que Jehová vuestro Dios no arrojará más a estas naciones delante de vosotros, sino que os serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos, hasta que perezcáis de esta buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado” (Josué 23:13).
“Por tanto, yo también digo: No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero” (Jueces 2:3).
En cada caso, Dios usa el simbolismo para ilustrar lo que el enemigo hará si Israel no lo echa fuera de la tierra. Serán por aguijones y por espinas en sus costados. No es un lenguaje literal, y en ninguna forma implica que la nación de Israel sufrirá de las enfermedades. No se trata de una enfermedad, sino de la molestia crónica del enemigo.
Es lo mismo en el caso de Pablo. La Biblia no dice que Dios enfermó a Pablo para mantenerle humilde, sino que Satanás le envió a un demonio para abofetearle en su ministerio. La palabra “abofetear” en el griego significa, “pegar y dar puñetazos.” Pablo mismo habla de las molestias que había experimentado.
“... en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez;... si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad” (2 Cor. 11:23-27,30).
Yo creo que solamente un mensajero de Satanás podría causar tantos problemas en la vida de un solo hombre. Es interesante notar que en todas las molestias que Pablo había experimentado, él no mencionó las enfermedades. Es notable por su ausencia. Y el declaró que todas sus experiencias difíciles representaron su debilidad.
“Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; por que cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10). La debilidad de Pablo no era una enfermedad, sino un mensajero de Satanás que le perseguía constantemente para obstaculizar en cualquier forma el avance del evangelio.
Y, ¿qué de su petición que el Señor le quite el aguijón? Ya hemos establecido que el aguijón no se trataba de una enfermedad, sino de un mensajero de Satanás. ¿Es bíblico pedir que el Señor nos quite al diablo? No. ¿Existe una promesa en el Nuevo Pacto que declara que podemos ser libres de las molestias del enemigo? No. Por eso, Dios le dijo, “Bástate mi gracia.” Esta respuesta no significa que Pablo simplemente tenía que soportar los ataques de Satanás hasta el fin. Significa que la gracia de Dios es suficiente para alcanzar la victoria en cada circunstancia. ¿Qué significa la gracia del Señor? Veamos una definición que se encuentra en la misma carta de Pablo: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundeís para toda buena obra” (2 Cor. 9:8). La gracia de Dios representa la abundancia de Dios para cumplir con toda buena obra. “Bástate mi gracia.” Esto es, “bástate la abundancia de los recursos que te he provisto abundantemente para cumplir con el mandato que te he dado.”
Jesús le había dado a Pablo la misma autoridad que nos ha dado a nosotros. “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10:19).
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7) Pablo tenía acceso al mismo escudo de la fe por lo cual podría apagar todo los dardos de fuego del enemigo. (Efesios 6:16)
Jesús oró por sus discípulos antes de su crucifixión en esta manera; “No ruego que los quites del mundo sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). Pablo poseía los recursos espirituales necesarios para dominar la obra del mensajero de Satanás en su vida. Pero no fue lícito pedir que el Señor lo quitara de él. Su gracia es suficiente.
Mira lo que dice Pablo en su última carta, un poco antes de su muerte. “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe... el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por me fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león” (2 Tim. 4:7, 17). ¡Aleluya! Pablo encontró que la gracia del Señor fue suficiente. El cumplió su misión y fue librado de la boca del mensajero de Satanás.
A pesar de la evidencia bíblica que hemos presentado, algunos siguen en su lucha para el derecho de estar enfermo. Si pueden establecer que existía una enfermedad crónica en la vida de Pablo, entonces ellos también pueden excusar su propia falta de fe y sembrar la misma duda en otros hermanos. Un versículo que algunos usan para “enfermar” a Pablo otra vez se encuentra en Gálatas. “Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio” (Gálatas 4:13).
Esta palabra, “enfermedad”, es la misma palabra que Pablo usa en Romanos 8:26 cuando dice, “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”, y en 2 Corintios 13:4, “Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios.” Obviamente, Jesús no fue crucificado en enfermedad.
Es la misma palabra que Pablo usa cuando dice, “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10). Si la palabra “débil” significa “enfermo”, entonces la palabra “fuerte”, debe significar “sano”. Obviamente no tiene sentido.
La “debilidad” en el cuerpo de Pablo se puede encontrar en el libro de Hechos 4:19-21. Fue en el momento que Pablo anunció el evangelio a los Gálatas al principio. El fue apedreado y dejado por muerto, pero por la gracia de Dios, se levantó y seguía predicando en la región. Sin duda, su cuerpo tenía que recuperarse de esta experiencia y quedó “débil” por un tiempo.
En el mismo pasaje de Gálatas 4, encontramos lo siguiente: “Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos” (Gálatas 4:15). Algunos declaran que el apóstol obviamente sufría de una enfermedad de los ojos la cual le dejó casi ciego durante su ministerio. Es interesante que Pablo inspiró la fe en otros para recibir sanidad y que él tenía un ministerio de poder y prodigios mientras andaba casi ciego. Es más interesante que el mismo Pablo nunca mencionó tal enfermedad en las lista de sus debilidades (2 Cor. 11:23-30). Tal vez es porque la enfermedad no existía.
“Sacar vuestros ojos” es nada mas que un dicho, similar al dicho, “yo cortaría mi brazo derecho para ti.” No significa que estás enfermo en tu brazo, ni que yo literalmente voy a cortarme el mío. Es una expresión que demuestra la voluntad de los Gálatas para hacer cualquiera cosa para Pablo, para ayudarlo en su “debilidad”, esto es la recuperación de sus fuerzas después de estar apedreado.
Finalmente, algunos enseñan que Gálatas 6:11 representa la prueba final en cuanto a la enfermedad de Pablo. Obviamente estaba casi ciego porque dice, “Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano.” La palabra, “grande”, tiene que ver con la cantidad y no el tamaño de las letras. La palabra “letra” significa una carta, documento o libro (Juan 5:47). El versículo en el griego lee así: “Mirad la larga carta os escribo de mi propia mano.” No fue la costumbre de Pablo escribir sus propias cartas. El normalmente dictaba a un escriba. En este caso, Pablo escribió con su propia mano para destacar algunos puntos importantes. El simplemente estaba enfatizando la importancia de la carta por el hecho que la había escrito con su propia mano.
Es importante notar que el aguijón de Pablo no obstaculizó la fe de muchos para recibir sanidad a través de su ministerio. ¿Por qué lo usan hoy en día para robar la fe de algunos para ser sano?
El aguijón de Pablo jamás le incapacitó en su ministerio. El declaró, “he trabajado más que todos” (1 Cor. 15:10). ¡No tiene sentido que un hombre enfermo era capaz que trabajar más que todos los demás predicadores sanos!
El aguijón de Pablo no le impidió de acabar su carrera (2 Tim. 4:7). Sin embargo, son muchos que enseñan que el aguijón era una enfermedad, y creen que su enfermedad es semejante a la de Pablo, pero ellos no son capaces de acabar sus carreras, y terminan sus vidas y ministerios fracasados.
Gracias al Señor, la sanidad es un beneficio todavía vigente para el cuerpo de Cristo. Los argumentos de algunos incrédulos no pueden cambiar la eterna verdad de nuestra redención, espíritu, alma y cuerpo a través de la cruz de Jesucristo. La fe para ser sanado es por el oír la palabra acerca de la sanidad. No pierdas la confianza. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
“Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo me ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias.”
(Salmo 103:1-3)