Contemplando mi vida pasada, veo que el amanecer de todo provino de Dios, efectivamente de Dios. Yo no utilicé ninguna antorcha para iluminar al sol, sino que el sol me alumbró. Yo no di comienzo a mi vida espiritual; no, yo más bien daba patadas y forcejeaba contra las cosas del Espíritu. Cuando Él me atrajo hacia Sí durante un tiempo, yo no corrí tras Él; había un odio natural en mi alma hacia todo lo santo y lo bueno. Los requerimientos de amor dirigidos a mí, se desperdiciaban; las advertencias se las llevaba el viento; los truenos eran despreciados. En cuanto a los susurros de Su amor, ellos eran rechazados como si fuesen menos que nada y vanidad.
Pero ahora puedo decir que estoy seguro que, en lo que a mí concierne, "Él solamente es mi salvación." Fue Él quien hizo volver mi corazón y me hizo ponerme de rodillas ante Él. Ciertamente yo puedo decir, conjuntamente con Doddridge y Toplady:
"La Gracia enseñó a mi alma a orar,
E hizo que mis ojos derramaran lágrimas."
Y llegando a este punto puedo agregar:
"Únicamente la Gracia me ha preservado hasta ahora,
Y no permitirá que me aleje."
Puedo recordar muy bien la manera en que aprendí las doctrinas de la Gracia en un solo instante. Nací arminiano, como todos nosotros lo somos por naturaleza; todavía creía en las viejas cosas que había escuchado continuamente desde el púlpito y no veía la Gracia de Dios. Cuando venía a Cristo pensaba que yo lo estaba haciendo todo por mí mismo y aunque yo buscaba al Señor sinceramente, no tenía la menor idea que el Señor me estaba buscando a mí. Yo no creo que el joven converso esté consciente de esto al inicio. Puedo recordar exactamente el día y la hora cuando recibí por primera vez en mi alma esas verdades; cuando fueron grabadas en mi corazón con un hierro candente, como dice Juan Bunyan, y puedo recordar cómo sentí que había crecido súbitamente de ser un niño para convertirme en un hombre adulto; que había logrado progresar en el conocimiento de la Escritura al haber encontrado, de una vez por todas, la clave de la verdad de Dios.
Una noche de un día de la semana, cuando me encontraba en la casa de Dios, no estaba tan concentrado en el sermón del predicador, pues no creía lo que decía. Entonces me vino un pensamiento: ¿cómo llegaste a ser un cristiano? Yo busqué al Señor. Pero ¿cómo fue que comenzaste a buscar al Señor? La verdad pasó por mi mente en un instante como un relámpago: yo no hubiera buscado al Señor sin haber recibido previamente una influencia que me hiciera buscarlo. Yo oré, pensé yo, pero entonces me pregunté: ¿cómo fue que comencé a orar? Fui inducido a orar al leer las Escrituras. Y ¿cómo fue que comencé a leer las Escrituras? Es cierto que las leí, pero ¿qué fue lo que me llevó a leerlas? Entonces, en un instante, pude ver que Dios está en el fondo de todo y que Él era el autor de mi fe, y así la doctrina de la gracia completa se abrió ante mí y de esa doctrina no me he apartado hasta este día y deseo que mi confesión constante sea ésta: "yo atribuyo mi cambio enteramente a Dios."
C.H. Spurgeon
NOTA: ESTE MENSAJE ESTÁ TOMADO DE LA
AUTOBIOGRAFÍA DE C. H. SPURGEON, VOLUMEN UNO.