¿La salvación... puede perderse?.

¿La salvación... puede perderse?.

  • No. Una vez que se acepta a Jesús como Señor y Salvador, la salvación es de una vez y para siempre.

    Votos: 35 50,0%
  • Sí, la salvación puede perderse.

    Votos: 35 50,0%

  • Votantes totales
    70
¿Alguno de los que han escrito en este epígrafe ha pecado después de haberse convertido a Cristo?
 
Estimada Panchita

Revisando algunas de sus respuestas, permítame decirle que:

El Señor Jesucristo ha Revelado su Doctrina: (revise también por favor el Evangelio de Juan, en especial Juan 6)

“Mis ovejas OYEN mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:27-30)

Esta enseñanza es inquebrantable, fiel y verdadera, nos enseña como leer y entender no solo las parábolas, sin hacer doctrina de lo que corresponde a exhortación cristiana, porque siendo nosotros ovejas con claro y definido Propietario, oímos Su Voz, Él nos conoce, le seguimos, nos da Vida Eterna en la seguridad bendita de Su Total y Absoluta Potencia, porque Él es Uno con El Padre. (Revise también Efesios, relativo a las arras del Espíritu Santo como garantía de redención)

Por lo anterior, la abundante y buena exhortación que hay en toda la Escritura, es necesario que se lea en la Doctrina que Cristo Revela, ya que los únicos que pueden obedecer a la exhortación, por ejemplo de velar, son los que El Padre ha entregado a Cristo, porque únicamente estos, por causa del Espíritu Santo, pueden oír su voz y ponerla por obra.

En Cristo
Rogelio
 
Estimado Jetonius

Estimado Jetonius

Un saludo en Cristo Jesús:

Leí tu respuesta al artículo que incluí de Rocío Salazar pero se me hace dificil contestar algo tan largo necesito tiempo y reflexionar sobre lo que tú contestas.

pero acerca del reposo ésto es algo que quiero compartirte y disculpa que no de respuesta a lo anterior en éste momento.

CAPÍTULO III
A DESCANSAR
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mt. 11:28)
Para ser salvos tenemos que ir a Dios. Pero no podemos hacerlo tal como somos: culpables y corrompidos con el pecado; por eso debemos ir a Jesús para, a través suyo, llegar a Dios. Porque Jesús es la revelación del Dios de nuestra salvación, y puede salvar plenamente a los que se acercan a Dios por él. Y todo el que quiera venir, puede hacerlo, teniendo la seguridad de que no será echado fuera.
Ahora bien, ¿quiénes son los que quieren venir a este Jesús, el Cristo de la Biblia? Con independencia de cómo se explique el hecho en sí, es evidente que no todos tienen el deseo de hacerlo, pues si lo tuvieran, vendrían. Sin embargo, la Escritura y la experiencia enseñan que no todos son salvos. Y cuando se les predica el evangelio sin distinción, de inmediato se percibe que muchos rechazan a Cristo, no quieren tener nada con él, y lo aborrecen y crucifican de nuevo; mientras que otros, por el contrario, lo reciben y se les da potestad de ser hechos hijos de Dios. Cristo está puesto para caída y levantamiento de muchos, no sólo en Israel, sino en todos los tiempos y entre todas las naciones (Lc. 2:34). Es una señal que será contradicha, y los pensamientos de muchos corazones serán revelados por él (Lc. 2:34,35). La palabra de la cruz es locura para unos, y poder de Dios para otros (la Co. 1:18). El Cristo crucificado es piedra de tropiezo para muchos, mientras que para otros es sabiduría de Dios (la Co. 1:23,24). Y los que predican el evangelio son olor de vida para vida a algunos, y a otros olor de muerte para muerte (2a Co. 2:15,16). El es la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; sobre la que muchos son edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo; mas para otros es piedra de tropiezo y roca que hace caer (la P. 2:58). Así fue cuando él mismo predicó el evangelio del reino en la tierra, y la misma separación entre los hombres sigue causando el evangelio hasta hoy.
¿Cómo se explica esta diferencia? ¿Qué hay en Jesús, el Cristo de la Escritura, para que unos estimen como estiércol todas las cosas en comparación con el conocimiento de su Señor, mientras otros le desprecian y rechazan y aborrecen más que a nada en el mundo? ¿Qué hay en los hombres para que expresen valoraciones tan radicalmente distintas, y asuman posiciones tan diametralmente opuestas? Todo el que quiera, puede venir. Seguro. Pero no todos quieren. ¿Por qué unos sí y otros no?
Para contestar a estas cuestiones necesitamos mirar más de cerca al Cristo de la Escritura, y examinar a los hombres en relación con él. ¿Quién es? ¿quién proclama ser este Jesús? ¿Qué promete a los que van a él, y qué deben realmente buscar, desear y amar?
Prestemos atención especial a esos pasajes en los que el Señor llama a los pecadores a venir a él. Uno de estos es el bien conocido de Mateo 11:28: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar".
Es evidente que el Salvador se presenta aquí a sí mismo como el Dadordedescanso. Nótese, además, que esta declaración es positiva e ilimitada. Es positiva en su promesa: Os haré descansar. Precisamente por afirmaciones como esta se distingue Cristo de todos los demás: él habla con autoridad, no como los escribas. Cristo no dice: Os instruiré en el arte de garantizaros descanso por vosotros mismos; o, yo os enseñaré dónde podéis encontrarlo. No. Él dice positivamente: Os haré descansar. Además, es una declaración no limitada por el tiempo o el espacio, pues aún hoy sigue con nosotros. Fue pronunciada hace casi dos mil años en el pequeño Canaán, pero permanece oyéndose en todo el mundo. Es la única palabra con autoridad y poder que se oye en medio de un mundo lleno de intranquilidad, guerras, aborrecimientos, derramamientos de sangre y destrucción. (Venid a mí, y os haré descansar!
Puede que alguien piense que todo el mundo, especialmente en una situación como la actual, con el desgarro y el hastío de la guerra, atenderá esta llamada y se volverá a Cristo por descanso. Es cierto que estamos en guerra, la peor y más sangrienta de cuantas se han librado; pero ¿no luchamos por la paz, para que la paz mundial venga cuando termine el enfrentamiento? ¿No estamos buscando, hablando y planificando una paz real, justa y duradera para el mundo? Bien, entonces la solución parece fácil. Tenemos la voz que con autoridad proclama hasta los fines del mundo: "Venid a mí, y os daré descanso". En una situación tan dolorosa, ¡seguramente todos irán para que les cumpla su promesa! No. No es tan simple.
¿Es esta paz, este descanso humano, lo que Cristo promete?
La Escritura habla frecuentemente del reposo; y la idea es siempre la misma en esencia. En seis días creó Dios el mundo y el séptimo reposó. Ese es el reposo de Dios, su sabbat, su entrar en el gozo de su obra terminada. Y santificó ese día para el hombre, para que él también pudiera entrar en el reposo de Dios. La tierra de Canaán en la cual Yahvéh introdujo a su pueblo Israel era el reposo: allí viviría el pueblo en la comunión del pacto con el Señor su Dios. Y les ordenó guardar el sábado, el reposo de Dios. Sin embargo, también ha jurado que no entrarán en su reposo y están bajo su ira, todos los que divagan de corazón y no conocen sus caminos (Sal. 95:10-11). El pueblo hallará descanso para su alma en el camino de los mandamientos de Yahvéh (Jer. 6:16). La primera parte del capítulo cuarto de la carta a los Hebreos está dedicada enteramente a la cuestión del reposo. Allí aprendemos que ni el reposo de la creación en el día séptimo, ni el de Canaán, fueron terminantes y perfectos. Dios ha preparado otro mejor, más rico y permanente para su pueblo: el reposo en Cristo, el sábado eterno que queda para los redimidos. Ahora es el tiempo de procurar entrar en ese reposo (He. 4:111). De ese descanso habla la voz desde el cielo en Apocalipsis 14:13: "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". Es el estado opuesto al del impío que adora a la bestia y su imagen, el humo de cuyo tormento "sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche" (Ap. 14:11). Desde el principio la Escritura habla de este reposo como la realización de la promesa de Dios a su pueblo; y es del que habla el Salvador cuando dice: Venid a mí, y descansad.
¿Qué, pues, es el reposo, y cuál ese en particular que se nos presenta en la Escritura como el objeto final de la salvación?
Reposo no es lo mismo que ociosidad o mera inactividad. Porque, por un lado, un estado de estricta inactividad es imposible para el hombre, pues su espíritu siempre está ocupado, y es fácil que se recueste perezosamente en la cama sin obtener el descanso apetecido. Por otra parte, un estado de plena e intensa actividad es compatible con el reposo perfecto. En esa imagen tan bella y simbólica del estado de gloria presentada en Apocalipsis 4, leemos que los cuatro seres vivientes que están alrededor del trono de Dios y del Cordero "no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir" (vs. 8). ¿Quién no entiende que en esta glorificación constante del Altísimo se encuentra el disfrute del verdadero reposo? Aun el mismo descanso de nuestro día de reposo semanal no consiste en la mera cesación de todo trabajo, sino más bien en llenar el día hasta rebosar con la actividad de buscar el reino de Dios. Por lo tanto, el holgazán que pierde su tiempo el primer día de la semana, es más profanador del sábado que quien emplea el día en vender o labrar.
El reposo implica que una cierta tarea ha concluido, que la obra está completa y terminada, que el propósito se ha cumplido y se ha obtenido el fin apetecido, y ahora se entra en el disfrute de la obra acabada. Es ese estado de alma y cuerpo, de mente y corazón, en el que la más intensa actividad es, al mismo tiempo, perfecto reposo, y el trabajo es gozo perfecto.
Para el hombre este reposo consiste en la adecuada comunión con Dios. Como dijo Agustín: "Nuestro corazón está sin reposo, hasta que no descansa en ti". Porque el hombre fue creado a imagen de Dios, en verdadero conocimiento y santidad, dotado con el conocimiento de Dios que es vida, para que en esta semejanza pudiera ser el amigo de Dios, entrar en su más íntima comunión, disfrutar su favor y gustar que el Señor es bueno. Esta comunión suponía constante actividad, amando al Señor su Dios con todo su corazón, con toda su mente, con toda su alma y con todas sus fuerzas, y servir al Altísimo con todo su ser en gozosa y voluntaria obediencia. En ese estado puso Dios al hombre en el primer paraíso; un estado de rectitud, reposo e intensa actividad, de gozo y de paz, de vida y gloria, en el que continuamente procuraba el fin de tener comunión con Dios en el camino de la plena obediencia de amor. El ciclo semanal de seis días y uno, era un símbolo y sello para el hombre de esa perfecta relación de trabajo y reposo.
Pero el hombre no quiso a Dios. Cayó de su reposo y se precipitó en el desasosiego incurable del diablo. Rechazó la Palabra de su Dios y siguió la mentira de la serpiente. Rehusó caminar en la senda de la obediencia, sólo en la cual era posible obtener y gustar la bendita comunión con Dios, y se convirtió en desterrado, culpable y digno de muerte, objeto de la ira de Dios, bajo la cual pereció, con su entendimiento entenebrecido, corrupto de corazón y perverso de voluntad, enemigo de Dios, buscando reposo donde sólo se puede encontrar iniquidad, paz donde sólo hay guerra, y vida donde está la muerte. Atrayendo sobre sí tal carga de culpa que nunca la podrá expiar, sino que la incrementará cada día. Fue encadenado con grilletes de pecado y corrupción que nunca podrá romper, y quedó sometido al poder de la muerte, de la que nunca se podrá librar. Extraviado, inquieto, sin Dios en el mundo, es "como la mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo Dios, para el impío" (Is. 57:20,21).
Dios ha provisto, no obstante, un mejor descanso para su pueblo: el reposo de su pacto y reino eterno, en el que tendrá su tabernáculo con ellos para siempre en gloria celestial. Esa obra de Dios por la cual nos saca de nuestra senda de iniquidad a la gloria de su sábado eterno, es la maravilla de la gracia y la salvación. Porque este reposo final y eterno sólo se puede obtener por medio de una obediencia tal que sea capaz de vencer y borrar el pecado. La justicia de Dios debe ser satisfecha, el pecado expiado y establecido un fundamento de justicia. El pecador tiene que ser redimido, liberado del poder y dominio del pecado y la muerte, y revestido con una nueva justicia y una nueva vida para que tenga el derecho y el poder de comer del árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios. El reposo verdadero es, pues, cese del pecado: ese estado en el que el poder del pecado y de la muerte ha sido derrotado para siempre, y se ha logrado la justicia perfecta y la vida eterna en el tabernáculo celestial de Dios.
Ese reposo está en Cristo. Nunca podríamos cumplir la tarea de expiar nuestros pecados ni liberarnos del yugo de corrupción y del dominio de la muerte. Estamos aplastados por el pecado y no podernos movernos, y aunque intentásemos expiarlo, todo sería en vano. La obra es de Dios. Suyo es el reposo. El cumplió la obra en Cristo, su unigénito Hijo. Cristo es el reposo en sí mismo porque él es Enmanuel: Dios con nosotros; la naturaleza humana y la divina unidas para siempre en su bendita persona. Él mereció el reposo porque tomó todos nuestros pecados sobre sus poderosos hombros y cargó con el castigo en el madero maldito. La obra fue realizada: "Consumado es". Quitó toda nuestra culpa, venció el poder de la muerte y nos colocó en la gloria de su Resurrección. Subió a lo alto y recibió la promesa del Espíritu; así que él es el Espíritu vivificante, capaz de sacarnos del pecado a la justicia, de la muerte a la vida eterna. Y desde lo alto dice: "venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar".
¿Irán a Cristo? ¿Tiene alguien el deseo y la voluntad para entrar en su reposo? De sí mismo ¡nadie! Porque el querer ir está motivado por el anhelo de volver a Dios, y el hombre es su enemigo; implica la consciencia y el reconocimiento de que se está trabajado y cargado con un yugo de pecado que nunca puede quitarse. Querer ir supone reconocer que estamos aplastados y desesperados por el pecado y la muerte, y que todo nuestro esfuerzo es en vano. Significa reconocer que por nosotros mismos es imposible entrar en el reposo; implica que nuestros ojos estén puestos en Jesús como el Dadordedescanso, y que le anhelemos esperando que nos lleve a Dios y su reposo. Que deseamos estar a bien con Dios, y no sabemos cómo; queremos dejar el pecado, y no podemos; queremos ir a la casa del Padre, y no sabemos. Solamente Cristo sabe y es capaz, ¡él es nuestra única esperanza! Todo eso significa querer ir a Cristo.
Pero el hombre natural no tiene de sí mismo este querer. Está trabajado y cargado, cierto, mas no del pecado como tal. Su conflicto es con la inquietud, la guerra, la destrucción, el derramamiento de sangre, la enfermedad, la angustia y la muerte. Y su esfuerzo está enfocado a eliminar esas trabas que fastidian su bienestar. Quiere establecer la paz y la felicidad y hacer un mundo mejor, pero no reconoce que su problema es su pecado, y que su inquietud y falta de reposo está causada por haber despreciado a Dios. No quiere cesar del pecado ni buscar a Dios. Busca el reposo y la paz precisamente en la esfera del pecado. Hace la guerra hablando bellas palabras de paz; presumiendo de justicia, aborrece la de Dios, y destruye el mundo, mientras proclama uno mejor. Realmente no quiere entrar en el reposo de Dios, ni venir a Cristo.
Mas ahora Cristo dice: ¡Ven! Y cuando él habla, ¿quién puede resistirse? Si hablo yo, si habla un simple hombre, si un predicador ruega, invita y persuade, eso no tiene ningún valor. Lo oyes con tu oído natural, lo ves con tus ojos naturales, y comprendes el significado, pero tu corazón está lejos, y rechazas a Cristo. Con ello demuestras que eres ciego, sordo y corrupto, agravando así tu culpabilidad. Pero no, no es la voz de un pecador, ¡es Cristo el que habla! El que una vez dijo ante la tumba de Lázaro: ¡Ven fuera!, también habla hoy por su Palabra y su Espíritu. Y por el poder de su Palabra recibes ojos para ver, oídos para oír y una mente iluminada para comprender tu miseria, el anhelo de ser libre y entrar en el reposo de Dios, y la voluntad para ir a Cristo. Y todo el que quiere puede ir sin temor. La promesa es tuya y nunca fallará: "Ven, y yo te haré descansar".
**

Perdí el nombre del autor del artículo. Luego lo coloco si lo encuentro.

Bendiciones :corazon:
 
Originalmente enviado por: ccfftt
¿Alguno de los que han escrito en este epígrafe ha pecado después de haberse convertido a Cristo?





Yo misma, por poner un ejemplo. Y creo que bastante más a menudo de lo que yo misma me creo. :(


Pero ahí está mi Abogado, la Palabra y el Consolador, para redarguirme de pecado, corregirme y defenderme ante el trono de la Gracia.
 
Panchita dice:

Por ejemplo: ¿qué me decís de la parábola de las diez vírgenes?, se puede llegar a interpretar como que la salvación puede perderse...


Fíjate en el contexto de ese texto:


Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes (Mateo 25:1)



¿Cuándo es entonces ?......¡¡¡ la Venida del Hijo del Hombre !!! (unos versículos más atrás)


Puedes usar otros textos para argumentar, pero este de las diez vírgenes está en un contexto escatologico, del tiempo del fin. ;)


Además, si te fijas, no habla de que esas vírgenes se condenen, sino de que no entran a las bodas


Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
 
Hola a todos,


Este tema hace mucho que no lo he hablado. La última vez que lo hice fue ante 2 gobernantes eclesiásticos (creo recordar que eran dos) en las Islas Británicas, y no salí muy bien parado.

No salí bien parado porque tomé un bando, y me cegué al otro.

Seamos honestos con el tema.

Aquí se han expuesto dos posturas, y las dos posturas están claramente expuestas en la Escritura. No se puede arrimar el hombre a una e ignorar la otra, ni viceversa, ¡pues ambas están ahí!

ASí que por un lado, Cristo dice de Sus Ovejas, que nadie las arrebata de Su Mano, y por otro lado se nos encomia a lo largo y ancho del NT a velar, a ser prudentes, A PROCURAR la Salvación, y a ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA, porque ancho es el camino que lleva a la perdición, etc..

En la Luz de la que dispongo hoy, digo esto.

La vida cristiana, como la veo hoy, es algo que tenemos que procurar, y cada día. La "Salvación" hay que buscarla, hay que procurarla. Es una aventura, una búsqueda. Debemos velar. Tenemos que velar en nuestro interior. Prestar oídos a Él, a lo que dice. A lo que ya está revelado. El camino está para caminarlo, no para sentarse en acera y ver a los otros pasar. El que se dice cristiano tiene ante sí una aventura que ha de vivir.

Esto es así, y la Escritura lo enseña muy, muy claramente.

Luego está la otra enseñanza (contra la que yo luché). Esa enseñanza no puede cogerse ni con la punta de los dedos hasta que uno vive en la primera enseñanza. Cuando se invierten los papeles, lo que ocurre es una cosa muy sencilla, y es contra lo que yo una vez alcé la voz (para ser seguidamente acallado a golpe de maza y martillo).

El que tiene la segunda enseñanza, y no la primera, se estanca, cristaliza, se atasca, y no avanza. No sé por qué esto es así, pero es una realidad muy palpable a nivel de la institución religiosa, por ejemplo. Los religiosos tienen todo tan "atado", que conforme a un versículo extraido de la Biblia, crean una especie de Torre de Babel contra la que no se puede luchar, porque si lo haces, te atacarán a muerte.

Esa es mi Luz hoy.


Quizás, sólo quizás, el error empieza cuando se concibe como un "estado" inamovible, un título nobiliario, o una estampita que se cuelga de la camisa.

...cuando, a Dios gracias, la Salvación es una Persona.

Samuel de Roa



Contestando a Rogelio,D.

1. ¿Persevera el verdadero creyente, por qué de sí mismo decide que debe perseverar, y en ello se glorifica a sí mismo?


Usted obia lo "in-obviable", que el hombre fue creado con voluntad propia, voluntad contra la cual ni siquiera Dios puede imponerse (ya le gustaría a usted que sí)

El que persevera, de sí lo hace. El que no, de sí no lo hace. El que persevera, no se glorifica a sí mismo (¿usted oye campanas y no sabe ni de donde provienen), sino que glorifica a Dios, quien nos dice que perseveremos.


2. ¿Persevera el verdadero creyente porque es convencido tierna y amorosamente, en su corazón, por el Espíritu Santo, de manera que perseverando honra y rinde Gloria a Dios por Su Misericordia?

Buff, qué enrevesado.

Dios no está continuamente convenciendo "tierna y amorosamente" a que perseveremos. El principio de obediencia divina, niega su punto de vista del asunto.

Es decir, ¿usted obedece a Dios porque Él le convence "amorosa y tiernamente" que le obedezca, o le obedece usted porque le ama?

Tercia un abismo entre el que obedece porque ama a Dios, y entre el que obedece porque el Papá le compra después una golosina, o la Game Boy.

Uno de ellos, es hijo.

El otro es un bastardo malcriado.


Saludos, aforado

PD: "Egfi" te ruego que te pongas en contacto con [email protected]. Agradecido.







En Cristo
Rogelio



Avisa a
 
Aclaro el punto

Aclaro el punto

Hola de nuevo.

Aclaro un punto.

El que tiene la segunda enseñanza, y no la primera, se estanca, cristaliza, se atasca, y no avanza. No sé por qué esto es así, pero es una realidad muy palpable a nivel de la institución religiosa, por ejemplo. Los religiosos tienen todo tan "atado", que conforme a un versículo extraido de la Biblia, crean una especie de Torre de Babel contra la que no se puede luchar, porque si lo haces, te atacarán a muerte.


La segunda enseñanza es la de que "la Salvación no se pierde."


Saludos
 
Samuel dice:

El que tiene la segunda enseñanza, y no la primera, se estanca, cristaliza, se atasca, y no avanza. No sé por qué esto es así, pero es una realidad muy palpable a nivel de la institución religiosa, por ejemplo. Los religiosos tienen todo tan "atado", que conforme a un versículo extraido de la Biblia, crean una especie de Torre de Babel contra la que no se puede luchar, porque si lo haces, te atacarán a muerte.



La segunda enseñanza es la de que "la Salvación no se pierde."




Y sin embargo, anteriormente has dicho:

...cuando, a Dios gracias, la Salvación es una Persona.




:confused:

:confused:

:confused:



Tú dices:

El que tiene la segunda enseñanza................





Y Dios dice:

El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:12)




¿No dará lo mismo tener una enseñanza que la otra?


Lo realmente importante es TENER AL HIJO Y SER TENIDO POR EL, ¿o no? ;)
 
Originalmente enviado por: Maripaz
Samuel dice:



Y sin embargo, anteriormente has dicho:



:confused:

:confused:

:confused:


Tú dices:




Y Dios dice:

El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:12)




¿No dará lo mismo tener una enseñanza que la otra?


Lo realmente importante es TENER AL HIJO Y SER TENIDO POR EL, ¿o no? ;)
¡Amén!

Guardados en su mano y en la del Padre y "en Cristo" Nos ha dado vida eterna y ésta permanece para siempre.

¡Gloria al Señor!
 
Originalmente enviado por Carlos

¿Alguno de los que han escrito en este epígrafe ha pecado después de haberse convertido a Cristo?


Originalmente enviado por Pablo Santomauro

¿Yo? Para nada, ché ........


Originalmente enviado por Maripaz

Yo misma, por poner un ejemplo. Y creo que bastante más a menudo de lo que yo misma me creo.


Pero ahí está mi Abogado, la Palabra y el Consolador, para redarguirme de pecado, corregirme y defenderme ante el trono de la Gracia

(Antes que nada, gracias por sus palabras en el otro epígrafe)

Volviendo al tema, aquí en Venezuela no he conocido un cristiano que me asegure que nunca ha pecado después de convertido, todos los que conozco en un momento u otro han reconocido que pecan mucho más a menudo de lo que quisieran, de hecho hermanos, ustedes dos han reconocido, al igual que lo hago yo, que muchas veces hemos pecado, pero por lo que veo, pareciera que existen algunos cristianos que creen que nunca han pecado después de convertido.

Usan mucho algunos pasajes aplicándolos a la creencia de la pérdida de la salvación, ejemplo:
Hebreos 6:4-6
Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.

Hebreos 10:26,27
Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios


Pues si realmente esos pasajes hablan de la pérdida de la salvación, les tengo entonces malas noticias, y estas son que estamos todos perdidos, incluyéndolos a ellos, y debemos entonces olvidarnos de todo e irnos a nuestras casas a esperar nuestro horrendo final porque dejan bien claro (si hablan de la pérdida de la salvación) que es IMPOSIBLE y que YA NO QUEDA MÁS SACRIFICIO POR EL PECADO.

Bíblicamente ha quedado demostrado que el hombre (nosotros todos) somos incapaces de ser perfectos por nuestros propios medios, que somos incapaces de hacer todo el tiempo el bien.

No hay justo ni aun uno.

No hay quien haga lo bueno.

Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Hechos 15:10
Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?


Sabemos que por el contexto de Hechos 15:10 está hablando de imposiciones de la Ley, pero pregunto ¿qué cosa no encerró la Ley bajo pecado?
En La Ley, adulterar era pecado, en la gracia también
En La Ley, matar era pecado, en la gracia también
En La Ley, fornicar era pecado, en la gracia también
En La Ley, la idolatría era pecado, en la gracia también
En La Ley, el no amar era pecado, en la gracia también

Y si los padres (los antepasados) de los apóstoles ni ellos mismos pudieron llevar esa carga, ¿seremos mejores nosotros para si llevarla?, ¿será que nosotros si podemos cumplir a la perfección la Ley de Dios?.

Si alguien está libre de pecado, que lance la primera piedra

Gracias doy a Dios por el versículo que sigue a Hechos 15:10
Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.

Y esto no es para decir: Bueno pequemos entonces porque estamos bajo la gracia
 
Saludos MAripaz,

El que tiene la segunda enseñanza en primer lugar, es decir, el que pone en un trono "nadie arrebatará mis ovejas de mi lado" y "predestinados antes de la fundación del mundo" antes de la búsqueda interior, la rendición interior, el anhelo interior, el velar del interior...

... esos que tienen toda su vida atada a un versículo con el cual niegan la aventura cristiana que es conocer a Cristo por medio de procurar cada día a ese Cristo (a esa Salvación)... esos se estancan espritualmente.


Supongo que ahora lo podremos entender mejor.




DTS
 
Originalmente enviado por: ccfftt
¿Alguno de los que han escrito en este epígrafe ha pecado después de haberse convertido a Cristo?



Por supuesto!!!: Vos, yo, él, ella... TODOS, ABSOLUTAMENTE TODOS.
Parafraseando a un amigo mío "todos podemos conjugar el verbo pecar"... yo peco, tu pecas, el papa peca...
Por supuesto que hay que diferenciar los pecados aislados de vivir en la práctica constante del pecado...un cristiano nacido de nuevo no puede ser un inmoral ni un amoral ya que el Espíritu Santo que mora en él lo convence de pecado, de castigo y de juicio.
Dios te bendiga abundantemente :beso:
 
Originalmente enviado por: Maripaz
Panchita dice:




Fíjate en el contexto de ese texto:


Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes (Mateo 25:1)



¿Cuándo es entonces ?......¡¡¡ la Venida del Hijo del Hombre !!! (unos versículos más atrás)


Puedes usar otros textos para argumentar, pero este de las diez vírgenes está en un contexto escatologico, del tiempo del fin. ;)


Además, si te fijas, no habla de que esas vírgenes se condenen, sino de que no entran a las bodas


Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! 12Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.


¿Y cual es la diferencia?, ¿no se trata de una parábola en la cual el esposo representaría al mismo Jesús y la boda representaría las bodas del cordero (Jesús) con la iglesia representadas en las diez vírgenes?, yo me pregunto: si esas vírgenes quedan afuera, si no entran a las bodas del cordero, no están condenadas?. Si no entran a las bodas del cordero, SALVAS NO ESTÁN...:confused:
 
El estudio que voy a pegar, lo puedes meditar guiado por el Espíritu Santo que es el que nos guía a toda verdad.

Como es larguito pero no ocupa mucho espacio en el disco duro y lo puedes comprimir acá no lo hago para que lo puedas leer si quieres.

No lo escribí yo y respeto al que tenga otra interpretación Bíblica pero si me gustaría que lo leyeras. Lo puedes guardar y luego leerlo desconectado de internet.

Con amor

:corazon:

Capítulo 5
LA SOBERANÍA DE DIOS
EN LA SALVACIÓN
“¡Oh la profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y el conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Rom.11:33).
“LA SALVACION pertenece a Jehová” (Jon.2:10), pero el Señor no salva a todos. ¿Por qué no? Salva, sí, a algunos; y si salva a algunos, ¿por qué no a otros?. ¿Quizá porque son demasiado pecadores y depravados? No; pues el apóstol escribió: “Fiel es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1Tim.1:15). Por tanto, si Dios salvó al “primero” de los pecadores, no hay razón para que ninguno sea excluido por causa de su depravación. ¿Por qué, pues, no salva Dios a todos? ¿Quizá porque algunos tienen el corazón demasiado duro para ser ganados? No; porque aun de aquellos que tienen el corazón más pequeño, se ha escrito que Dios “De la carne de ellos quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Eze.11:19), Entonces, ¿será porque son tan obstinados? tan intratables, tan rebeldes, que Dios no puede atraerlos a Sí?. Antes de responder a esta pregunta formulemos otra; recurriremos a la experiencia de algunos, por lo menos, de los que forman el pueblo de Dios.
Amigo, ¿no es cierto que hubo un tiempo en que andabas en consejo de malos, estabas en camino de pecadores, te sentabas en silla de escarnecedores, y con ellos decías: “No queremos que este reine sobre nosotros” (Luc.19:14)? Es más, ¿acaso no hubo un tiempo en que tú “No querías venir a Cristo para tener vida” (Juan 5:40)?. Es más ¿acaso no hubo un tiempo en que unías tu voz a la de los que decían a Dios: “Apártate de nosotros, no queremos el conocimiento de tus caminos” “¿Quién es el Todopoderoso para que le sirvamos?” (Job. 2l:14,15) Avergonzado, tienes que confesar que lo hubo, Pero, ¿cómo es posible que ahora todo haya cambiado? ¿Qué fue lo que te trajo de tu altiva propia suficiencia a ser un humilde suplicante, de ser uno que estaba en enemistad con Dios a uno que está en paz con El, de la desobediencia a la sujeción, del odio al amor? Como “nacido del Espíritu”, responderás con prontitud: Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1Cor.15:10). Entonces, ¿no comprendes que el que otros rebeldes no sean salvos también no se debe a falta de poder por parte de Dios, ni a Su negativa a forzar al hombre? Si Dios pudo someter tu voluntad y conquistar tu corazón, y eso además sin interferir tu responsabilidad moral, ¿no puede hacer lo mismo con otros? Ciertamente que sí. Entonces, ¡Cuán inconsecuente, cuán ilógico, cuán necio es por tu parte intentar explicar el actual proceder de los impíos y su destino final, argumentar que Dios no puede salvarlos, que ellos no le dejan! ¿Acaso dices: “Pero llegó un momento en que yo quise, estuve dispuesto a recibir a Cristo como mi Salvador? Cierto que así ocurrió, pero fue el Señor quien te hizo querer (Sal.11):3; Fil.2:13). Por qué pues -dirás- no hace que todos los pecadores quieran? Pues, ¿por qué ha de ser, sino por el hecho de que El es soberano y hace lo que le agrada? Pero volvamos a la encuesta inicial.
¿Por qué no todos son salvos, particularmente todos los que oyen el Evangelio? ¿Respondes aún: Porque la mayoría rehúsa creer? Bien, es cierto, pero eso es solamente una parte de la verdad. Es la verdad vista desde el aspecto humano. Pero hay también un aspecto divino, aspecto que requiere ser tenido muy en cuenta, pues de los contrario Dios sería despojado de la gloria que se le debe. Los no salvos se pierden porque rehúsan creer, mientras los demás se salvan porque creen. Bien, pero, ¿porque creen? ¿Qué es lo que hace que unos pongan su confianza en Cristo y otros no? ¿Quizá porque los que se salvan son más inteligentes que sus semejantes, y más rápidos en discernir la necesidad de su salvación? Desechemos tal pensamiento, pues, “quién te distingue?” ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías como si no hubieras recibido? (1Cor.4:7). Es Dios mismo quién hace distinción entre el escogido y el no escogido, pues el mismo ha mandado escribir: “No obstante , sabemos que el Hijo de Dios está presente y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero” (1Juan 5:20).
La fe es un don de Dios, y “porque no es de todos la fe” (2Tes.3:2); por lo tanto, vemos que Dios no otorga este don a todos. ¿A quienes, pues, concede este favor salvador? A sus elegidos: “creyeron cuantos estaban designados para la vida eterna” (Hech.13:48). Por esto leemos de “según la fe de los escogidos de Dios” (Tito 1:1). Pero, ¿es Dios soberano en la distribución de sus favores? ¿Acaso no tiene derecho a serlo? ¿Hay aún quien “murmura contra el padre de la familia“? Valgan, entonces sus propias palabras como respuesta: “No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío?” (Mat.20:15). Dios es soberano en la concesión de sus dones, tanto en la esfera natural como en la espiritual. Hay aquí, una declaración general de los hechos; pasemos ahora a particularizar.
1. La soberanía de Dios padre en la salvación.
Quizá el pasaje de la Escritura que más enfáticamente afirma la soberanía absoluta de Dios respecto a la determinación del destino de sus criaturas, es el capítulo nueve de Romanos. No vamos a tratar de repasar aquí el capítulo entero, sino que nos limitaremos a los versículos 21-23: ¿O no tiene autoridad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro para uso común? ¿Y qué hay se Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira que han sido preparados para destrucción? ¿Y qué hay si El hizo esto, para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia que había preparado de antemano para gloria” Estos versículos presentan a la humanidad caída tan inerte y tan impotente como una masa de barro sin vida. Este texto bíblico es rico en contenido. Demuestra que “no hay diferencia” esencial entre los escogidos: son barro de “la misma masa”, lo cual concuerda con Efesios 2:3, donde se nos dice que todos por naturaleza somos “hijos de ira“. Nos enseña que el destino final de todo individuo lo decide la voluntad de Dios, y bienaventurada cosa es que así sea, pues si se dejara a nuestra voluntad acabaríamos en el lago de fuego. Declara que Dios mismo hace una distinción de los destinos respectivos que dedica a cada una de sus criaturas, pues un vaso es hecho para honra y otro para vergüenza“; algunos son “vasos de ira preparados para muerte”, otros son “vasos de misericordia, que El ha preparado para gloria“.
Admitimos francamente la humillación que supone para el orgulloso corazón de la criatura el contemplar a la humanidad entera en manos de Dios como barro en manos del alfarero; pero así es precisamente como las Escrituras de la Verdad presentan el caso. En esta época de jactancia humana, orgullo intelectual y deificación del hombre, es necesario insistir en que el alfarero hace sus vasos para sí. Que luche el hombre con su Hacedor cuanto quiera, que no por eso dejara de ser otra cosa sino barro en manos del Alfarero Celestial; y El forma sus vasos para sus propios fines y conforme le agrada, aunque sabemos que procederá justamente con sus criaturas, que el juez de toda la tierra ha de hacer lo que es justo. Dios afirma que tiene derecho indiscutible de hacer lo que quiera con lo que es suyo.
No solamente Dios tiene derecho a hacer lo que quiera con las criaturas salidas de sus propias manos, sino que en realidad lo hace, según vemos, más evidentemente que en cualquier otra parte, en la gracia de la predestinación. Antes de la fundación del mundo Dios hizo una selección, una elección. Ante sus ojos omniscientes estaba toda la raza de Adán, y de ella escogió un pueblo y lo predestinó “para la adopción de hijos” lo predestinó “para ser conforme a la imagen de su Hijo”, lo “ordenó” para vida eterna. Muchos son los textos bíblicos que ponen de realce esta bendita verdad, siete de los cuales van a ocupar nuestra atención.
“Creyeron todos cuantos estaban destinados para vida eterna” (Hech.13:48). Se han empleado todos los artificios del ingenio humano para restar poder al agudo filo de este texto y descartar con explicaciones fáciles al sentido evidente de estas palabras; pero todo ha sido en vano, ya que nada podrá jamás reconciliar este pasaje y otros semejantes con la mente del hombre natural. “Creyeron todos cuantos estaban destinados para vida eterna”, Aprendemos aquí cuatro cosas: Primeramente, que creer es consecuencia y no causa decreto de Dios. En segundo lugar, que sólo un número limitado ha sido “designado para vida eterna” pues si todos los hombres sin excepción hubieran sido así ordenados por Dios, entonces las palabras “todos cuantos” constituyen una especificación carente de significado. En tercer lugar, que esta “designación” de Dios nos consiste en meros privilegios externos, sino que es para “vida eterna“; nos es designación para un servicio, sin para la salvación misma. En cuarto lugar, “todos cuantos” -ni uno menos- así han sido designados por Dios para vida eterna creerán con toda certeza.
El comentario que el amado hermano C.H. Spurgeon, hizo sobre el pasaje anteriormente citado, merece toda nuestra consideración. Dice así: “Se han hecho ciertas tentativas para demostrar que estas palabras no enseñan la predestinación, pero tales tentativas violan el lenguaje tan claramente, que no voy a malgastar el tiempo en replicar a ellas... Leo así: “Creyeron todos cuantos estaban designados para vida eterna” y no he de retorcer el texto, sino glorificar la gracia de Dios, atribuyéndole todos los casos de personas que creen... ¿No es Dios quien da disposición para creer? Si hay hombres dispuestos a poseer la vida eterna, ¿no es El en todos los casos quien lo dispone? ¿Es injusto que Dios de gracia? Si es justo que la dé, ¿es injusto que se haya propuesto darla? ¿Quisieras que la diera por accidente? Si es justo que tenga el propósito de dar gracias hoy, era justo que se lo propusiera antes de esta fecha, y por tanto, dado que El no cambia, desde la eternidad“.
“Así también aun en este tiempo presente se ha levantado un remanente según la elección de gracia. Y si es por la gracia, no procede de las obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia“(Rom.11:5,6). Las palabras “así también”, al principio de esta cita, nos remiten al versículo anterior donde se nos dice: “He dejado para mi siete mil hombres que no han doblado la rodilla delante de Baal“. Nótese particularmente la palabra “dejado“. En los días de Elías había siete mil (una pequeñita minoría) que habían sido divinamente preservados de la idolatría y traídos al conocimiento del verdadero Dios. Esta preservación e iluminación no provenía de ningún mérito que hubiera en ellos, sino exclusivamente de la especial influencia e intervención de Dios. ¡Cuán altamente favorecidas fueron tales personas al ser así “dejadas” para Dios! Ahora bien, dice el apóstol, de la manera que había “un remanente” en los días de Elías, “dejado para Dios”, también lo hay en la actual dispensación.
“Remanente por la elección de gracia“. Aquí se sigue la causa de la elección hasta su misma fuente. La base sobre la cual Dios escogió a este “remanente” no era la fe prevista en él, porque una elección fundada en la previsión de buenas obras estaría exactamente tan basada en las obras como cualquier otra, y en tal caso no sería “de gracia“; pues, según dice el apóstol, si por gracia, luego no es por las obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia“. Todo lo cual significa que la gracia y las obras son opuestas, que no tienen nada en común, y que, como el aceite y el agua, jamás podrán mezclarse. De esta manera, la idea de bondad en la propia naturaleza prevista en los escogidos, o de cualquier cosa meritoria efectuada por ellos, queda rigurosamente excluida. “Remanente por la elección de gracia”, significa una elección incondicional, resultado del favor soberano de Dios. En resumen, es una elección absolutamente gratuita.
“Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento: No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Más bien Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte. Dios ha elegido lo vil del mundo y lo menospreciado; lo que nos es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte delante de Dios” (1Cor.1:26-29). Por tres veces en este pasaje se hace referencia a la elección de Dios, y elección supone necesariamente selección, es decir, tomar a unos y dejar a otros. Quien escoge aquí es Dios mismo. Se da una definición del número escogido: “no muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles, son llamados“. Esto es cuanto al hecho de la elección de Dios; a continuación obsérvense los objetos de su elección.
Aquellos de quienes se ha hablado como escogidos de Dios son “lo débil del mundo, lo vil del mundo, y lo menospreciado“. Pero ¿por qué? Para demostrar y engrandecer Su gracia. Tanto los caminos de Dios como sus pensamientos están en absoluta contraposición a los del hombre. La mente carnal hubiera supuesto que la selección habría de hacerse de entre las filas de los opulentos e influyentes, los amables y cultos, de modo que el cristianismo ganara la aprobación y el aplauso del mundo por su pompa y su gloria carnal. Pero ¡ah! “lo que entre los hombres es sublime, delante de Dios es abominación” (Luc.16:15) Dios escoge lo “vil“. Así lo hizo en tiempos del Antiguo Testamento. La nación que escogió para ser depositaria de Sus sagrados oráculos y canal por el cual vendría la Simiente prometida, no fue el antiguo Egipto, ni la imponente Babilonia, ni la altamente civilizada y culta Grecia. No; el pueblo sobre el que Jehová puso su amor y consideró como “la niña de Su ojo” fue el de los despreciados hebreos. Así lo hizo también cuando nuestro Señor habitó entre los hombres. Aquellos a quienes recibió en su agradable intimidad y encargó que salieran como embajadores Suyos, eran, en su mayor parte, pescadores “ignorantes“. Así a sido siempre desde entonces. Y el propósito de la elección de Dios, la razón de ser de la selección, es “que ninguna carne se gloríe en su presencia“. No habiendo nada remunerable en los objetos que El eligió, toda la alabanza ha de ser tributada libremente a las riquezas abundantes de Su infinita gracia.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Asimismo nos escogió en él desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él . En amor nos predestino por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad. En el también recibimos herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que realiza todas las cosas conforme al consejo de su voluntad” (Ef.1:3-5,11). Asimismo descubrimos aquí el motivo que le impulsó. Fue por amor que nos predestinó para la adopción de hijos por Jesucristo a sí mismo“; declaración que refuta la frecuente e impía acusación de que es tiránico e injusto que Dios decida el destino eterno de sus criaturas antes de que nazcan. Finalmente, se informa aquí que en cuanto a esto no tuvo consejo con nadie, sino que somos “predestinados según el puro afecto de su voluntad“.
“Pero nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe en la verdad“. (2Tes.2:13). Hay aquí tres cosas que merecen especial atención. Primeramente, el hecho de que se nos dice explícitamente que los elegidos de Dios son “escogidos para salvación“. No podría darse un lenguaje más explícito. ¡Cuán sumariamente eliminan estas palabra los sofismas1 y equívocos de los que pretenden que la elección se refiere solamente a privilegios externos o categoría en el servicio! Es para “salvación” que Dios nos ha escogido. En segundo lugar, se nos advierte aquí que la elección para salvación no menosprecia el empleo de los medios apropiados: la salvación se alcanza por medio de la “santificación del Espíritu y fe de la verdad“. No es cierto que, porque Dios ha escogido a uno para salvación, este sea salvo a la fuerza, tanto si cree como si no: en ninguna parte lo representan así las Escrituras. El mismo Dios que predestinó el fin, designó también los medios; el mismo Dios que “escogió para salvación”, decretó que su propósito habría de realizarse a través de la obra del Espíritu y la fe de la verdad. En tercer lugar, que Dios nos haya escogido para salvación, es causa profunda de fervientes alabanzas. Nótese cuán enérgicamente lo expresa el apóstol: Debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación“. En lugar de retroceder horrorizado ante la doctrina de la predestinación, el creyente, cuando ve esta bendita verdad según se muestra en la Palabra, descubre un motivo sin par de gratitud y acción de gracias, sólo superado por el don inexplicable de la bendita Persona del Redentor.
“Fue él quien nos salvó y nos llamó con santo llamamiento, no conforme a nuestras obras, sino conforme a su propio propósito y gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo“. (2Tim.1:9), ¡Cuán claro y preciso es el lenguaje de la Sagrada Escritura! Es el hombre quien, con sus palabras, oscurece el consejo. Es imposible presentar el caso más claramente, o más enérgicamente que como se manifiesta aquí. Nuestra salvación no es “conforme a nuestras obras“; es decir, no es debida a nada que haya en nosotros, ni recompensa de algo que nosotros hayamos hecho, sino que es el resultado del propio “intento y gracia” de Dios, gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo. Es por gracia que somos salvos, y en el propósito de Dios esta gracia nos fue otorgada, no solamente antes de que viéramos la luz, o de que Adán cayera, sino aun antes de aquel lejano “principio” de Génesis 1:1; Y en esto se funda el consuelo inexpugnable del pueblo de Dios. ¡Si su elección a sido desde la eternidad durará hasta la eternidad!.
“Elegidos conforme al previo conocimiento de Dios Padre por la santificación del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre” (1Ped.1:2). Nuevamente vemos aquí que la elección del Padre precede a la obra del espíritu Santo en los que son salvos, y a su obediencia por fe. De esta forma, apoyándose en el soberano afecto del Todopoderoso, la elección es preservada por completo de todo intento humano. “el previo conocimiento de Dios el Padre” nos se refiere aquí a su previo conocimiento de todas las cosas, sino a que en la mente de Dios todos los santos estaban eternamente presentes en Cristo. Dios no “previó” que ciertas personas cuando oyeran el Evangelio lo creerían independientemente del hecho de haberlas “designado” para vida eterna“. Lo que el previo conocimiento de Dios vio en todos los hombres fue amor al pecado y odio hacia El. El “previo conocimiento” de Dios está basado en sus propios decretos, según se desprende claramente de Hechos 2:23; “A éste, que fue entregado por el predeterminado consejo y el previo conocimiento de Dios, vosotros matasteis clavándole en una cruz por manos de inicuos“; nótese el orden aquí: primeramente el “predeterminado consejo” (su decreto), y en segundo lugar “y previo conocimiento“. De nuevo en Romanos 8:28,29; “Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo”, la primera palabra aquí, “sabemos”, nos remite al versículo precedente, que en su última cláusula dice: “a los que son llamados conforme a su propósito“; éstos son los que “antes conoció y predestinó“. Finalmente es necesario indicar que, cuando leemos en la Escritura que Dios “conoce” a ciertas personas, esta palabra se usa en el sentido de conocer con aprobación y amor: “Pero si alguien ama a Dios, tal persona es conocida por él” (1Cor.8:3). A los hipócritas, Cristo dirá un día: “Nunca os conocí“; nunca los amó. “Elegidos según el previo conocimiento de dios Padre” significa, pues, escogidos por El como objeto especial de su aprobación y amor.
Resumiendo las enseñanzas de estos siete pasajes aprendemos: Que Dios “ha designado para vida eterna” a ciertas personas; y que, como consecuencia de su designación, ellos, a su debido tiempo, “creen“. Que la designación para salvación que Dios hace de sus elegidos no se debe a nada bueno ni a mérito alguno en ellos, sino exclusivamente a su “gracia“. Que Dios ha escogido a propósito los objetos más inadecuados para ser los recipientes de sus favores especiales, “a fin de que nadie se jacte delante de Dios“. Que Dios escogió a su pueblo en Cristo antes de la fundación del mundo, no porque fueran santos, sino para que “fuesen santos y sin mancha delante del él“. Que habiendo elegido a muchos para salvación, decretó también los medios por los cuales su eterno consejo había de prevalecer. Que la propia “gracia” por la cual somos salvos nos fue “dada en Cristo Jesús antes de la fundación del mundo” en el propósito de Dios. Que mucho antes de ser efectivamente creados, los elegidos de Dios estaban presentes en su mente, y eran “ya conocidos” por El, es decir, eran objeto definido de su eterno amor.
Antes de pasar a la siguiente división de este capítulo, es conveniente que digamos unas palabras mas respecto a las personas objeto de la gracia de la predestinación. Volvemos a este terreno, porque es en esta punto donde la doctrina de la soberanía de Dios en la predestinación de ciertos individuos para salvación es más frecuentemente atacada. Los que pervierten esta verdad procuran invariablemente hallar alguna causa aparte de la voluntad de Dios que lo mueva a conceder la salvación a los pecadores. Se atribuye a la criatura una cosa u otra que le dé derecho a recibir misericordia de manos del Creador. Volvemos entonces a la pregunta: ¿Por qué escogió Dios a quienes escogió?
¿Qué había en los propios elegidos para que atrajeran a ellos el corazón de Dios? ¿Fue porque poseían ciertas virtudes?, ¿porque tenían corazones generosos, temperamento apacible, hablar sincero? Resumiendo, ¿los escogió Dios porque eran “buenos“? No; pues nuestro Señor dijo: “Hay uno solo que es bueno, Dios” (Mat.19:17). ¿Fue a causa de alguna buena obra que hubiesen hecho? No; pues está escrito: “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Rom.3:12). ¿Fue porque demostraron interés y celo en buscar a Dios? No; pues también está escrito: “No hay quien busque a Dios” (Rom.3:11). ¿Fue porque Dios previó que creerían? No; pues, como pueden creer en Cristo los que están “muertos en delitos y pecados“? ¿Cómo podía Dios conocer previamente que algunos hombres serían creyentes, cuando la fe era imposible para ellos? La Escritura declara que “Creemos por la gracia” (Hech.18:27, versión revisada 1960). La fe es el don de Dios, y fuera de este don nadie creería. La causa de Su elección, pues, se fundamenta en El y no en los objetos elegidos. Escogió a quienes escogió simplemente porque decidió escogerlos.
“Hijos somos por divina elección,
Los que en Cristo Jesús salvados fuimos;
Por eterno designio e intención
La gracia soberana recibimos.
¡Tu amor, Señor, y tu misericordia
Otorgan a la vez favor y gloria!”
(De The Gospel Magazine,1777)

2. La soberanía de Dios Hijo en la salvación.
¿Por quién murió Cristo? Seguramente no hace falta argumentar sobre el hecho de que el Padre tenía un propósito concreto al entregarlo a la muerte, o que Dios Hijo tenía un designio definido ante El al poner su vida: “dice el Señor que hace estas cosas, que son conocidas desde la eternidad” (Hech.15:18). ¿Cuál era, pues, el propósito del Padre y el designio de Hijo? Respondemos: Cristo murió por “los escogidos de Dios“.
No olvidemos el hecho de que el designio limitado en la muerte de Cristo ha sido tema de muchas controversias -¿hay alguna gran verdad revelada en la Escritura que no lo haya sido?-. Ni olvidemos tampoco que todo lo que está relacionado con la persona y la obra de nuestro bendito Señor ha de ser tratado con la máxima reverencia, y que un “Así dice Jehová” ha de ser usado en apoyo de todas las afirmaciones que hagamos. Nuestra apelación será a la Ley y el Testimonio.
¿Por quién murió Cristo? ¿Quienes eran aquellos quienes se propuso redimir en el derramamiento de Su sangre? No hay duda de que El Señor Jesús tenía un designio absoluto en El cuando fue a la cruz. Si lo tenía, se deduce por necesidad que el alcance abarcado por dicho propósito tenía un límite, pues una determinación o propósito absoluto de Dios es preciso que se cumpla. Si la determinación absoluta de Cristo abarcara a toda la humanidad, entonces toda la humanidad ciertamente se salvaría. Para escapar a esta inevitable conclusión, muchos han afirmado que no había tal determinación absoluta ante Cristo, que en su muerte se hizo una mera provisión condicional de salvación para toda la humanidad. La refutación de semejante afirmación se halla en las promesas hechas por el Padre a su Hijo antes que él fuera a la cruz, más aún, antes de su encarnación. Las escrituras del Antiguo Testamento presentan al Padre prometiendo al Hijo cierta recompensa por sus sufrimientos en sustitución por los pecadores. Al llegar a este punto nos limitaremos a una o dos declaraciones registradas en el conocidísimo capítulo 53 de Isaías. Allí encontramos que la Palabra dice: “Cuando se haya puesto su vida como sacrificio por la culpa, verá descendencia. Vivirá por días sin fin, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. A causa de la angustia de su alma, vera la luz y quedará satisfecho. Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos” (vs.10 y 11). Sin embargo, aquí debemos detenernos y preguntar: ¿Cómo podría ser cierto que Cristo “verá descendencia” y que “A causa de la angustia de su alma, verá la luz y quedará satisfecho”, a menos que la salvación de ciertos miembros de la raza humana hubiera sudo divinamente decretada y por tanto fuera segura? ¿Cómo podría ser cierto que Cristo “justificaría a muchos”, si no había una provisión efectiva de que algunos le recibirían como su Salvador? Por otro lado, insistir en que el Señor Jesús se propuso realmente la salvación de toda la humanidad, es acusarle de aquello que ningún ser humano inteligente debe cometer, por ejemplo proponerse algo que en virtud de su omnisciencia sabía que nunca ocurriría. Por ello, la única alternativa que nos queda es que, en lo referente al propósito predeterminado de su muerte, Cristo murió solamente por los elegidos. Resumiéndolo en una frase, que esperamos será inteligible para todo lector, diremos que Cristo no murió para hacer posible la salvación de toda la humanidad, sino para hacer segura la salvación de todos los que el Padre le ha dado. Cristo murió, no simplemente para hacer que los pecados fuesen perdonables, sino “para quitar el pecado” mediante el sacrificio de sí mismo” (Heb.9:26).
1.- El designio limitado de la expiación se deduce, necesariamente, de la elección eterna de ciertos individuos para salvación hecha por el Padre. Las Escrituras nos cuentan que, antes que el Señor se encarnara, dijo: “¡Heme aquí para hacer, oh Dios tu voluntad!” (Heb.10:7), y después de haberse encarnado declaró: “Porque yo he descendido del cielo, no para hacer la voluntad mía, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). Por tanto, si Dios desde el principio había escogido a ciertas personas para salvación, se concluye que, por estar la voluntad de Cristo de perfecto acuerdo con la voluntad del Padre, no procuraría ampliar su elección. Lo que acabamos de decir no es simplemente una deducción meritoria nuestra, sino que está en estrecha armonía con las enseñanzas explícitas de la Palabra. Una y otra vez nuestro Señor se refirió aquellos que el Padre le había “dado” y por los cuales tenía especial interés. Así dijo: “Todo lo que el Padre me da vendrá a mi, y al que a mi viene, jamás le echaré fuera. Y ésta es la voluntad del que me envió : que yo no pierda nada de todo lo que me ha dado, sino que lo resucite en el día final” (Juan 6:37,39). Y asimismo: “Jesús habló de estas cosas, y levantando los ojos al cielo, dijo: <Padre, la hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Tuyos eran, y me los diste; y han guardado tu palabra...Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque tuyos son. Padre quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo>” (Juan 17:1,2,6,9,24). Antes de la constitución del mundo, el Padre predestinó un pueblo para ser hecho conforme a la imagen de su Hijo, y la muerte y resurrección del Señor Jesús tuvo por objeto llevar a cabo el propósito divino.
2.-La propia naturaleza de la expiación demuestra que, en su aplicación a los pecadores, estaba limitada en el propósito de Dios. La expiación de Cristo puede considerarse desde dos puntos de vista principales: para con Dios y para con el hombre.. Para con Dios, la obra de Cristo en la cruz fue una propiciación, un aplacamiento de la ira divina, una satisfacción dada a la justicia y a la santidad divinas. Para con el hombre, fue una sustitución, por la que el inocente tomó lugar del culpable, por la que el justo murió por el injusto. Sin embargo una estricta sustitución por la que una persona ocupa el lugar de otras y recibe voluntariamente el castigo le da, por parte del sustituto y por parte de aquel que ha de ser propiciado, el reconocimiento concreto de las personas por las que dicho sustituto actúa, cuyos pecados lleva, y cuyas obligaciones legales cumple. Y si el legislador acepta la satisfacción que el sustituto hace, aquellos en cuyo lugar el sustituto actúa, cuyo lugar El ocupa, han de ser necesariamente absueltos. Si estoy en deuda y no puedo pagarla, y otro se presenta y paga a mi acreedor todo el importe, y se le entrega un recibo que así lo declara, a ojos de la ley mi acreedor ya no tiene derecho alguno sobre mí. En la cruz, el Señor Jesús se dio en rescate, y la tumba vacía tres días después dio testimonio de que este rescate había sido aceptado por Dios.. El asunto que deseamos plantear aquí es: ¿Por quién fue ofrecido este rescate? Si fue ofrecido por toda la humanidad, la deuda en que todo hombre ha incurrido ha quedado saldada. Si Cristo llevó en su propio cuerpo en el madero los pecados de todos los hombres sin excepción, ninguno perecerá. Si Cristo fue “hecho maldición” por toda la raza de Adán, ninguno será finalmente condenado. “Dios no puede exigir el pago dos veces, primero de la mano de mi Sustituto agonizante, y más tarde de la mía“. Pero Cristo no satisfizo la deuda de todos los hombres sin excepción; hay algunos que serán “echados en prisión“2 (comp. 1Ped.3:19 donde aparece la misma palabra griega para “prisión“), y “jamás saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante” (Mat.5:26), lo cual jamás ocurrirá. Cristo no llevó los pecados de toda la humanidad, pues hay algunos que “mueren en su pecado” (Juan 8:21), y cuyo “pecado permanece” (Juan 9:41). Cristo no fue “hecho maldición” por toda la raza de Adán, pues hay algunos a quienes dirá: “apartaos de mi, malditos” (Mat.25:41). Decir que Cristo murió por todos sin excepción, decir que se hizo sustituto y fiador de toda la raza humana, decir que padeció en lugar de toda la humanidad y en favor de ella, es decir que “llevó la maldición de muchos que ahora la llevan personalmente; que padeció el castigo por muchos que ahora levantan sus ojos en el infierno, estando en tormentos; que pagó el precio de la redención por muchos que, sin embargo, aún pagarán en su propia angustia eterna “la paga del pecado, que es muerte” (G.S.Bishop). Debemos decir, como dice la Escritura, que Cristo fue herido por las transgresiones del pueblo de Dios, decir que dio su vida por las ovejas, que dio su vida en rescate por muchos, es decir que el realizo una expiación que expía plenamente; que pagó un precio que rescata eficazmente; que fue puesto como propiciación que realmente propicia; y que es un Salvador que en verdad salva.
3.-Intimamente relacionada con lo que acabamos de decir, es Dios” y en confirmación de ello, está la enseñanza de la escritura referente al sacerdocio de nuestro Señor. Sabemos que Cristo intercede ahora como Gran Sumo Sacerdote. Pero ¿por quién intercede?; por toda la raza humana, o solamente por su propio pueblo? La respuesta que el Nuevo Testamento da a esta pregunta es tan clara como un rayo de sol. Nuestro Salvador ha entrado en el cielo personalmente “para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios” (Heb.9:24), es decir, por los que son “participantes del llamamiento celestial” (Heb.3:1). Y asimismo está escrito: “Por esto también puede salvar por completo a los que por medio de El se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos.” (Heb.7:25). Esto concuerda estrictamente con el tipo del Antiguo Testamento. Después de dar muerte al animal del sacrificio, Aarón entraba en el lugar Santísimo como representante del pueblo de Dios: eran los nombres de las tribus de Israel los que estaban grabados en su pectoral, y era representando los intereses de ellos que aparecía delante de Dios. Con esto concuerdan las palabras de nuestro Señor en Juan 17:9: “Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque tuyos son“. Otro texto que merece cuidadosa atención en este aspecto se haya en Romanos 8. En el versículo 33 se formula la siguiente pregunta: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?; y a continuación sigue la respuesta inspirada: “El que justifica es Dios“. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún. el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros“. ¡Nótese particularmente que la muerte e intercesión de Cristo tiene un mismo objeto! Como fue en el tipo, también es el antitipo: la expiación y la súplica son coextensivas. Por tanto, si Cristo intercede sólo por los escogidos, y “no por el mundo”, es que murió solamente por ellos.
4.- El número de los que comparten los beneficios de la muerte de Cristo está determinado, no solamente por la naturaleza de la expiación y el sacerdocio de Cristo, sino también por su poder. Si se reconoce que Aquél que murió en la cruz era Dios manifestado en carne, se deduce de modo inevitable que Cristo llevaría a cabo su intento; que lo que se propuso lo logrará; que conseguirá aquello en que puso su voluntad y ánimo. Si el Señor Jesús posee toda potestad en los cielos y en la tierra, nadie puede entonces resistir eficazmente a Su voluntad. Quizá se diga: Esto es cierto en sentido abstracto, pero Cristo se niega a ejercer este poder, ya que jamás forzará a nadie a recibirle como Salvador. En cierto sentido esto es verdad, pero en otro es positivamente falso. La salvación de cualquier pecador entra, a pesar de todo, dentro de la esfera del poder divino. Por naturaleza, el pecador está enemistado con Dios, y nada sino el poder divino actuando en él puede vencer esta enemistad; por esto está escrito: “Nadie puede venir a mi, a menos que el Padre que me envió lo traiga” (Juan 6:44). Es el poder divino venciendo la enemistad innata del pecador lo que hace que este quiera venir a Cristo para tener vida. Mas esta enemistad no es vencida en todos; ¿por qué? ¿Es acaso porque la enemistad es demasiado rebelde para ser superada? ¿Hay quizá corazones tan endurecidos contra Cristo, que El es incapaz de forzar la entrada? Responder en sentido afirmativo sería negar su omnipotencia. En último análisis no es cuestión de que el pecador quiera o no quiera, pues por naturaleza ninguno quiere. El querer venir a Cristo es el resultado final del poder divino actuando en el corazón y la voluntad del hombre, y venciendo la enemistad” humana inherente y crónica, como está escrito: “En el día de tu poder, tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en la hermosura de la santidad” (Sal.110:3). Decir que Cristo no puede ganar para si a los que no quieren es negar que le ha sido dada toda potestad en los cielos y en la tierra. Decir que Cristo no puede usar su poder sin destruir la responsabilidad del hombre, es dar por sentado lo discutible, pues El ha usado este poder suyo y ha hecho que quisieran los que han venido a El. Y si hizo esto sin destruir su responsabilidad, ¿por qué “no puede” hacerlo con otros? Si puede ganar el corazón de un pecador para sí, ¿por qué no el de otro? Decir, como generalmente se hace que los otros no le dejan es poner en tela de juicio Su suficiencia. Todo esto es cuestión de Su voluntad. Si el Señor Jesús ha decretado, deseado, resuelto la salvación de toda la humanidad, es que toda la raza humana será salva, pues de lo contrario, carecería del poder suficiente para hacer que se cumpliesen Sus propósitos; y en tal caso, nunca podría decirse “A causa de la angustia de su alma, verá luz y quedará satisfecho“. La cuestión que se debate afecta a la Deidad misma del Salvador, pues un Salvador derrotado no puede ser Dios.
Habiendo repasado algunos de los principios generales que exigen que creamos que la muerte de Cristo fue limitada en su designio, pasamos ahora a considerar algunas de las declaraciones explícitas de la Escritura que lo afirma de modo expreso. En aquel maravilloso e incomparable capitulo 53 de Isaías, Dios nos dice en relación a Su Hijo “Por medio de la opresión y del juicio fue quitado. Y respecto a su generación, ¿quién la contará?. Porque él fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la transgresión de mi pueblo fue herido” (v.8). En perfecta armonía con esto fue la palabra del ángel a José” y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat.1:21), es decir, no únicamente a Israel, sino a todos los que el Padre le había “dado“. Nuestro Señor declaró: “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mat.20:28) Pero ¿por qué se dice “por muchos”, si todos sin excepción están redimidos? Fue a “Su pueblo” a quien “redimió” (Luc.1:68). Fue por “las ovejas”, y no por “los cabritos”, que el Buen Pastor dio Su vida (Juan 10:11). Fue la “Iglesia de Dios” lo que compró con Su propia sangre (Hech.20:28).
Si hay un texto en que especialmente desearíamos basar esta posición es el de Juan 11:49-52. Se nos dice que “Caifás, uno de ellos, sumo pontífice aquel año, les dijo: <Vosotros no sabéis nada, no consideráis que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que perezca toda la nación>. Pero esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo sacerdote de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban esparcidos“. Se nos dice aquí que Caifás ” no lo dijo de sí mismo” -es decir, como en tiempos del Antiguo Testamento (véase 2Ped.1:21)-, su profecía no tenía su origen en él, sino que habló siendo movido del Espíritu Santo; de esta manera, el valor de lo que dijo queda cuidadosamente preservado, y garantizada la procedencia divina de esta revelación. Además, se nos declara aquí concretamente que Cristo murió por “aquella nación”, es decir, Israel, y también por el Un Cuerpo, Su Iglesia, pues es en la Iglesia que los hijos de Dios (“derramados” entre las naciones) están siendo ahora “juntados en uno“. ¿Y no es notable que los miembros de la Iglesia sean aquí llamados “hijos de Dios” aun antes que Cristo muriese, y por tanto antes de que comenzara a edificar Su Iglesia? La inmensa mayoría de ellos aún no habían nacido, pero eran considerados como “hijos de Dios“; hijos de Dios porque habían sido escogidos en Cristo antes de la fundación del mundo, y por tanto “predestinados para ser adoptados hijos por Jesucristo mismo” (Ef.1:4,5). De manera semejante, Cristo dijo: “Tengo (no dice “tendré“) otras ovejas que no son de este redil” (Juan 10:16).
Si hubo un momento en que el verdadero designio de la Cruz llenaba de manera suprema el corazón y las palabras de nuestro bendito Salvador, fue durante la última semana de su ministerio en la tierra. ¿Qué dicen, pues, los textos que tratan de esta porción de su ministerio en relación con lo que estamos estudiando? Dicen: “sabiendo Jesús que había llegado su hora para pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1). “Por ellos yo me santifico a mi mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad” (Juan 17:19); lo cual significa que, por causa de los suyos, los que el Padre le había “dado”, se separó para la muerte en la cruz. Uno desea preguntar: ¿Por qué tal distinción de términos si Cristo murió por todos los hombres sin discriminación?.
Antes de concluir esta sección del presente capitulo consideraremos brevemente unos cuantos de aquellos pasajes que más enérgicamente parecen enseñar un designio ilimitado en la muerte de Cristo. En 2Corintios 5:14 leemos: “Uno murió por todos“. Pero esto no es todo lo que la porción afirma. Si se examina cuidadosamente el versículo y todo el pasaje de donde se citan estas palabras, se descubrirá que, en vez de enseñar una expiación ilimitada, constituye un enfático argumento de que hay un designio ilimitado en la muerte de Cristo. El versículo entero dice: “Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron“. Conviene indicar que en el texto griego hay un artículo determinado antes del último “todos”, y que el verbo aquí está en tiempo aoristo y por tanto debe decir: “Considerando esto, que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron“. El apóstol está aquí sacando una conclusión, según se deduce de las palabras “considerando esto“: Que si...luego todos...” Lo que quiere decir que aquellos por quienes uno murió son considerados, judicialmente, como habiendo muerto también. El versículo siguiente prosigue diciendo: “Y el murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos“. No solamente murió, sino que “resucitó”, cosa que también hicieron “todos” aquellos por quienes murió, pues aquí se dicen que “viven“. Aquellos en lugar de quienes un sustituto actúa son considerados legalmente como si actuasen ellos en persona. Ante la ley, el sustituto y aquellos a quienes representa son una misma cosa. Así es a los ojos de Dios. Cristo fue identificado con su pueblo y su pueblo fue identificado con El; por lo cual, cuando El murió, ellos murieron (judicialmente), y cuando resucitó, ellos resucitaron también. Pero además se nos dice en este pasaje (v.17) Que si algunos está en Cristo, nueva criatura es; ha recibido una nueva vida, no sólo ante los ojos de la ley, sino también efectivamente; por lo cual, los “todos” por quienes Cristo murió reciben aquí el mandato de vivir en adelante no ya para sí, “mas para aquel que murió y resucitó por ellos“. Dicho de otro modo, los que pertenecen a este “todos”, por quienes Cristo murió, son exhortados aquí a manifestar prácticamente en sus vidas diarias lo que ahora son ante la ley: han de vivir “para Cristo que murió por ellos“. Así se nos define el “uno murió por todos“. Los todos por quienes Cristo murió son “los que viven”, y a quienes aquí se manda que vivan “para El“. Este pasaje enseña, pues, tres verdades importantes que, para mejor mostrar su alcance, mencionaremos en orden inverso: se exhorta aquí a ciertas personas a no vivir ya para ellas sino para Cristo. Aquellos a quienes va dirigida esta exhortación son “los que viven”, es decir, viven espiritualmente, o sea a los hijos de Dios, pues únicamente ellos de entre toda la humanidad, poseen vida espiritual, estando los demás muertos en delitos y pecados. Los que en verdad así viven son aquellos,, “los todos”, por quienes Cristo murió y resucitó. Este pasaje enseña, por tanto, que Cristo murió por todo su pueblo, los escogidos, los que el Padre le Dios. Que como resultado de Su muerte (resurrección “por ellos“), “viven” (SIENDO LOS ESCOGIDOS LOS únicos que “viven” realmente de esta manera); y que esta vida que ya tienen a través de Cristo ha de ser vivida “para El“; el amor de Cristo debe ahora “impulsarles“.
“Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres (no dice “el hombre”, pues esto habría sido un término general y significado la humanidad. ¡Qué precisión la de la Sagrada Escritura), Jesucristo hombre“; “quién se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1Tim.2:5,6). Lo que quisiéramos comentar ahora son las palabras “quién se dio a sí mismo en rescate por todos“. En la Biblia la palabra “todos” (cuando se aplica a la humanidad) se emplea en dos sentidos: absoluto y relativo. En algunos pasajes significa todos sin excepción; en otros significa todos sin distinción. El contexto y la comparación con textos paralelos son los que han de decidir cuál de estos significados tiene en un pasaje dado. El hecho de que la palabra “todos” se usa en un sentido relativo y restringido, y en tal caso significa todos sin distinción y no todos sin excepción, se deduce claramente de cierto número de textos, entre los cuales escogemos dos o tres como muestra. “Y salía a él toda la provincia de Judea y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando su pecados” (Mar.1:5). ¿Significa esto que todo hombre, mujer y niño de “toda la provincia de Judea, y los de Jerusalén” eran bautizados por Juan en el Jordán? Claro que no. Lucas 7:30 dice claramente: “Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios para ellos, no siendo bautizados por él“. Entonces, ¿qué significa “y eran todos bautizados por él? Respondemos que no significa todos sin excepción, sino todos sin distinción, es decir, toda clase de hombres. La misma explicación se aplica a Lucas 3:21. Leemos ahora: “Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo venía a él; y sentado les enseñaba” (Juan 8:2) ¿hemos de entender esta expresión absoluta o relativamente? ¿Significa “todo el pueblo” todos sin excepción, o todos sin distinción, es decir, toda clase de personas? Evidentemente lo segundo ya que el templo no podía acomodar a todos los que estaban en Jerusalén en aquel momento, o sea en la Fiesta de los Tabernáculos. Asimismo leemos en Hechos 22:15: “Porque serás testigo suyo ante los todos hombres de lo que has visto y oído“. Evidentemente “todos los hombres” no significa aquí todos los miembros de la raza humana. Afirmemos, pues, que las palabras “quién se dio a sí mismo en rescate por todos” (1Tim.2:6), significan todos sin distinción, y no todos sin excepción. El se dio a sí mismo en precio del rescate por todas las nacionalidades, de todas las generaciones, de todas las clases, en resumen por todos los elegidos, según leemos en Apocalipsis 5:9; “Porque tu fuiste inmolado y con tu sangre has redimido para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación“. El hecho de que esto no es una definición arbitraria del “todos” de nuestro pasaje se demuestra en Mateo 20:28, donde leemos: “De la misma manera, el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”, limitación que carecería por completo de significado si El se hubiera dado a sí mismo en precio del rescate por todos sin excepción. Además, han de tenerse en cuenta aquí las palabras que limitan “de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo“. Si Cristo se dio a sí mismo en precio del rescate por toda la raza humana, ¿en qué sentido será esto “testimonio a su debido tiempo”, si multitud de hombres se perderán, de cierto, eternamente?. Pero si nuestro texto significa que Cristo se dio a sí mismo en precio del rescate por los escogidos de Dios, por todos sin distinción de nacionalidad, posición social, moralidad, edad o sexo, entonces, el significado de estas palabras calificativas es perfectamente inteligible, pues “a su debido tiempo” esto será “testimonio” en la salvación real y efectiva de cada uno de ellos.
“Sin embargo, vemos a Jesús, quien por poco tiempo fue hecho menor que los ángeles, coronado de gloria y honra por el padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Heb.2:9). Este pasaje no ha de detenernos mucho tiempo. En el texto griego, la frase está expresada en forma abstracta; “todos” no quiere decir “todos los hombres”, pues no hay ninguna palabra que corresponda a “hombre“. Algunos suponen que debería decir “todas las cosas” (es decir: “gustó la muerte por todas las cosas“), pero consideramos que esto sería una equivocación. Nuestra opinión es que las palabras que siguen a continuación explican nuestro texto: “Porque le convenía a Dios -por causa de quien y por medio de quien son todas las cosas- perfeccionar al Autor de la salvación de ellos“. Aquí el apóstol habla de “hijos”, y nosotros sugerimos la elipsis3 de la palabra “hijos” de la siguiente manera: “Gustó la muerte por todos”, añadiéndose a continuación “los hijos” en bastardilla. Así, en vez de enseñar el designio ilimitado en la muerte de Cristo, (Heb.2:9,10). Está en perfecto acuerdo con las demás porciones que hemos citado, y que ponen de relieve el propósito restringido de la expiación: fue por los “hijos” y no por la raza humana que nuestro Señor “gustó la muerte“.
Al terminar esta sección del presente capítulo, digamos que la única limitación en la expiación por la cual hemos contendido, es la limitación que procede de la soberanía pura, una limitación, no de valor y virtud, sino de designio y aplicación. Pasemos ahora a considerar...
1. La soberanía del Espíritu Santo en la salvación.
Puesto que el Espíritu Santo es una de las tres personas de la bendita Trinidad, se refiere necesariamente que simpatiza plenamente con la voluntad y el designio de las otras Personas de la Divinidad. El propósito eterno del Padre en la elección, el designio limitado en la muerte del Hijo, el alcance restringido de las operaciones del Espíritu Santo, concuerdan perfectamente. Si el Padre escogió a ciertas personas antes de la fundación del mundo y las dio a su Hijo, y si fue por ellas precisamente que Cristo se dio a sí mismo en precio de rescate, el Espíritu Santo no va a estar ahora actuando para “traer el mundo a Cristo“. La misión del Espíritu Santo en el mundo hoy es aplicar los beneficios del sacrificio redentor de Cristo. El asunto que ahora va a ocuparnos no es la extensión del poder del Espíritu Santo (sobre este punto no puede caber la menor duda de que es infinito); lo que procuraremos demostrar es que su poder y operaciones son dirigidos por la sabiduría y la soberanía divinas.
Acabamos de decir que el poder y las operaciones del Espíritu Santo son dirigidas por la sabiduría divina y su soberanía indiscutible. En prueba de esta afirmación, apelamos primeramente a las palabras de nuestro Señor a Nicodemo en Juan 3:8. “El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de donde viene, ni a donde vaya: así es todo aquel que es nacido del Espíritu“. La comparación es doble: PRIMERAMENTE: Ambos son soberanos en sus acciones; y EN SEGUNDO LUGAR: ambos son misteriosos en sus operaciones.
La comparación se indica en la palabra “así“. El primer punto de comparación se observa en las palabras “donde quiere” o “gusta“; y el segundo se halla en las palabras “no sabes“. Como este último no es el que ahora interesa, pasaremos inmediatamente a considerar el primero.
“El viento de donde quiere sopla... así es todo aquel que es nacido del Espíritu“. El viento es un elemento que el hombre no puede sujetar ni detener. El viento no consulta la voluntad del hombre ni puede ser regulado por sus inventos. El viento sopla cuando quiere, donde quiere y como quiere. El viento es controlado por la sabiduría divina, pero, en lo que afecta al hombre, es absolutamente soberano en sus operaciones. Así sucede con el Espíritu. A veces el viento sopla tan suavemente que apenas mueve una hoja, mientras en otras ocasiones lo hace con tal violencia que su rugido puede oírse en la lejanía. Lo mismo ocurre con el nuevo nacimiento: en algunos casos el Espíritu Santo procede tan apaciblemente, que su obra es imperceptible para los espectadores humanos; en otros, su acción es tan poderosa, radical y revolucionaria, que sus operaciones son manifiestas a muchos. A veces el viento es puramente local en su alcance; en otras ocasiones su fuerza azota vastas áreas. Así es con el Espíritu: Hoy actúa en una o dos almas, mañana, como en Pentecostés, puede contristar el corazón de toda una multitud.. Pero ya actúa en pocos o en muchos, no consulta a hombre alguno. Actúa como desea. El nuevo nacimiento es debido a la voluntad soberana del Espíritu.
Cada una de las tres Personas de la bendita Trinidad tiene que ver con nuestra salvación: con el padre, la predestinación; con el Hijo, la propiciación; con el Espíritu, la regeneración. El Padre nos escogió; el Hijo murió por nosotros; el Espíritu nos da vida. El Padre pensó en nosotros; el Hijo derramo su sangre por nosotros, el Espíritu efectúa su obra dentro de nosotros. Es de la obra del Espíritu Santo que nos estamos ocupando ahora; de su obra en el nuevo nacimiento, y particularmente de sus operaciones soberanas en este hecho. El Padre quiso nuestro nuevo nacimiento; el Hijo lo hizo posible (por su “trabajo“); pero es el Espíritu quien lo llevó a cabo para que “sea nacido del Espíritu” (Juan 3:6).
El nuevo nacimiento es exclusivamente obra de Dios Espíritu Santo, y el hombre no tiene arte ni parte en su hecho. Esto se debe a la misma naturaleza del caso. El nacimiento excluye totalmente la idea de un esfuerzo o trabajo por parte del que nace. Personalmente no tenemos que ver con nuestro nacimiento espiritual mucho más que lo que tuvimos con el natural. El nuevo nacimiento es una resurrección espiritual, un “pasar de muerte a vida” (Juan 5:24), y, evidentemente, la resurrección está totalmente fuera del dominio del hombre. Un cadáver no puede reanimarse a si mismo, por lo cual está escrito: “El Espíritu, es el que da vida; la carne nada aprovecha” (Juan 6:63). Pero el Espíritu no “da vida” a todo el mundo; ¿por qué?. La respuesta que suele darse a esta pregunta es: Porque no todo el mundo pone su confianza en Cristo. Se da por sentado que el Espíritu Santo da vida solamente a los que creen. Pero esto es poner el carro antes que el caballo. La fe no es la causa del nuevo nacimiento, sino la consecuencia del mismo. Esto no debiera precisar de argumentaciones. La fe (en dios) es una planta exótica, algo que no se da en el corazón del hombre. Si la fe fuese producto natural del corazón, ejercicio de un principio común a la naturaleza humana, jamás se habría escrito “No es de todos la fe” (2Tes.2:3). La fe es una gracia espiritual, y puesto que los no regenerados están espiritualmente muertos, “muertos en delitos y pecados”, se sigue la imposibilidad de que la fe proceda de ellos, pues un hombre muerto no puede creer nada. “Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios” (Rom.8:8); pero podrían, si fuera posible que la carne creyera. Con este texto que acabamos de citar compárese Hebreos 11:6. “Y sin fe es imposible agradar a Dios“. ¿Puede Dios “agradarse” o estar satisfecho con algo que no tenga su origen en Sí mismo?.
El hecho de que la obra del Espíritu Santo precede a nuestra fe lo determina sin que podamos llamarnos a engaño 2Tes.2:13: “De que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe en la verdad“. Nótese que “santificación del Espíritu” viene primero y hace posible la “fe en la verdad“. ¿Qué es, pues, la “santificación del Espíritu“? Respondemos: El nuevo nacimiento. En la Escritura, la “santificación” significa siempre “separación”, separación de algo y hacia algo o hacia alguien. Ampliemos ahora nuestra afirmación de que la “santificación del Espíritu” corresponde al nuevo nacimiento e indica el efecto de éste en cuanto a la posición de uno.
He aquí un siervo de Dios que predica el Evangelio a una congregación en la que hay un centenar de personas no salvas. Les presenta su estado de ruina y perdición según lo declara la Escritura; les habla de Dios, de Su carácter y de Sus justas exigencias; les explica que Cristo las satisface, que el Justo muere por el injusto, y les declara que por “este hombre” se predica ahora el perdón de los pecados. Termina insistiendo a los perdidos a que crean lo que Dios ha dicho en Su Palabra y reciban a su Hijo como único y suficiente Salvador. Ya acabó la reunión; la congregación se dispersa; noventa y nueve de los no salvos han rehusado venir a Cristo para que tengan vida, y salen hacia la noche sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero uno de los inconversos, el que completa los cien, ha oído la Palabra de vida; la simiente sembrada ha caído en terreno que había sido preparado por Dios; cree las Buenas Nuevas, y va a su casa gozándose en que su nombre está escrito en los cielos. “Ha nacido de nuevo”, y exactamente como un bebé recién nacido en el mundo natural, empieza su vida agarrándose instintivamente, en su impotencia, a su madre; así, esta alma recién nacida se ha aferrado a Cristo. De la misma manera que leemos: “Abrió el Señor” el corazón de Lidia “para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hech.16:14), así, en el caso que hemos supuesto, el Espíritu Santo dio vida a este pecador antes de que creyera el mensaje del Evangelio4. He aquí , pues, la “santificación del Espíritu“: esta alma que ha nacido de nuevo, en virtud de su nuevo nacimiento ha sido separada de las otras noventa y nueve. Los nacidos de nuevo son apartados por el Espíritu de los que están muertos en delitos y pecados.
Pero continuemos con 2Tes.2:13: “Pero nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe en la verdad“. El orden que siguen aquí los pensamientos es importantísimo y muy instructivo. Primeramente, la elección eterna de Dios; en segundo lugar, la santificación del Espíritu; y en tercer lugar, fe en la verdad. Precisamente se hayan en el mismo orden que en 1Ped.1:2: “elegidos conforme el previo conocimiento de Dios Padre por la santificación del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre“. Damos por sentado que la “obediencia” aquí es la “obediencia de la fe” (Rom.1:5), que se apropia las virtudes de la sangre derramada del Señor Jesús. Vemos, pues, que antes de la “obediencia” (de la fe, véase Heb.5:9), viene la obra del Espíritu que nos aparta, y antes aún, y como origen, la elección de Dios Padre. Los “santificados del espíritu” serán, pues, aquellos a quienes “Dios haya escogido desde el principio para salvación” 2Tes.2:13), los “elegidos” según la presciencia de Dios padre” (1Ped.1:2).
El Espíritu Santo es soberano en sus operaciones, y su misión salvadora se limita a los escogidos de Dios: éstos son a quienes El “consuela”, “sella”, guía a toda verdad, y a quienes muestra las cosas que han de venir.5 La obra del Espíritu es necesaria para el cumplimiento total del propósito eterno de Dios. Hablando hipotéticamente (presuponiendo), pero con reverencia, Si Dios no hubiese hecho más que entregar a Cristo a la muerte por los pecadores, ni uno solo se salvaría jamás. Para que un pecador vea la necesidad que tiene de un Salvador y quiera recibir al Salvador que necesita, se precisa indispensablemente, sobre él y en él, la obra del Espíritu Santo. Si Dios no hubiera hecho más que entregar a Cristo a la muerte por los pecadores, y luego enviar a sus siervos a proclamar la salvación por Cristo, dejando que los pecadores de por sí la aceptaran o rechazaran según ellos quisieran, todos la habrían rechazado; porque en lo íntimo todos los hombres odian a Dios y están en enemistad con El (Rom.8:7). Por consiguiente, es necesario que haya una obra del Espíritu Santo para traer al pecador a Cristo, para vencer su oposición natural, y para inducirle a aceptar la provisión que Dios ha hecho. Por naturaleza, los elegidos de Dios son hijos de ira como los demás (Ef.2:3), y como tales, sus corazones están enemistados con Dios. Pero esta “enemistad” de ellos es vencida por el Espíritu, y como consecuencia de Su obra regeneradora creen en Cristo. ¿No es, pues, evidente que la razón de que otros sean dejados fuera del reino de Dios no es solamente porque no quieren entrar, sino también porque el Espíritu Santo no ha procedido así con ellos? ¿No es manifiesto que el Espíritu Santo es soberano en el ejercicio de su poder, y que así como el viento “de donde quiere sopla” también el Espíritu Santo actúa donde quiere?.
En resumen: Hemos procurado demostrar la perfecta armonía de los caminos de Dios: que cada una de las Personas de la Divinidad actúa de acuerdo con las Demás. Dios Padre eligió a unos para salvación, Dios Hijo murió por los escogidos, y Dios Espíritu Santo los vivifica. Bien podemos cantar:
“Load a Dios que derrama bendición a raudales;
Loadle tierra toda, alzad un canto;
Loadle todas huestes celestiales;
Load al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.”
***
 
Una pregunta

Una pregunta

Amados en el Señor:

¿Alquien me sabe decir de donde salieron esas caritas que yo no coloque y veo varias en el texto?
 
Panchita.

No entrar a la cena y a las bodas es quedarse a pasar por el gobierno del inicuo, dejarse o abstenerse de ser marcado, a su tiempo "disfrutar" de la guerra de Armagedon y luego de la ira de Dios, hasta que Satan caiga sobre la Tierra y sea apresado, y entonces descienda Jesus con su Esposa, esa virgen arrebatada....del tizon, que fue salvada de esa gran tribulacion.

¿Por que esas 5 virgenes que se quedan no querran quedarse?

¿Sera que a esas virgenes les agradara formar parte del llanto y del del crujir de dientes?

No desdeñes las Parabolas, son grandes explicaciones con una informacion integral que lo dice todo. Jesus no vino a confundirnos, sino a revelarnos la verdad porque quiere que todos los hombre accedan a la verdad y sean salvos, esa es una carta magna, para quien tiene oidos,, pues que oiga.

Cuando Jesus y las Escrituras dicen que algo que comparan es semejante es para revelar en concreto un secreto, directamente relacionado con lo que comparan.

Si el arrebatamiento no forma parte de la salvacion, ¿entonces a que esperamos?

"Pero todo a su debido tiempo, Cristo; las primicias, luego los que son de Cristo en su venida"...

¿Te gustaria quedarte?

No lo creo, entonces vela y enseña a otros que lo hagan, con la lampara y con aceite en sus lamparas...

Efgi.
 
Rogelio,
en aras de aportar para edificacion creo conveniente felicitarte por ese aporte que has enviado, con la esperanza de que sea evaluado en su apropiada dimension.

Es mas saludable y se arriesga uno menos, el de tener en cuenta que la salvacion depende de nosotros, en el sentido, de perseverar, de velar, ai como el mismo apostol que siendolo aun asi confeso que no consideraba en sus dias que ya la habia alcanzado y escribio que aun insistia en ello procurandola y temiendo ser eliminado habiendo sido heraldo para otros.

Lo que has comentado acerca de que los religiosos lo tienen todo tan atado, pues, mas conciso no has podido ser. Jesus lo dijo cuando les declaro que no entran ni dejan entrar y encima de eso atacan fieramente. Una dia el Señor les dira "Nunca os conoci. Apartaos de mi hacedores de maldad" .

No perdemos nada con perseverar....ni con velar....ni con tener aceite en nuestras lamparas...ni ser parte de esas 5 virgenes...ni ser redimidos, ni experimentar el gozo de la salvacion, en esa cena y en esas bodas del Cordero, nuestro Esposo. Si eso no es salvacion, ¿que es, entonces, condenacion?

En el amor de Yeshua (Jesus)

Efgi.

(Me contactare con luis grabriel, gracias).
 
Rogelio,

Tu si que sabes de lo que yo no se, así que indicame, por favor, ¿dónde dice que “los Hijos de Dios en Cristo indudablemente perseveran y velan”, si el mismo apóstol, siendo apóstol, escribió:

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.

Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.

Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire,

sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre,

no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado (1 Cor. 9.24).

¿Qué le significa esas palabras de todo un apóstol:

“no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" y "Corred de tal manera que lo obtengáis”?


"... y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,

si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos".

"No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto;

sino que prosigo,

por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado;

pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,

prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.


Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” (Fil.3.9).

Rogelio, el apostol nos dice:

Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado,

como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. (2Tim.2).

Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas,

no caeréis jamás.



Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (2P.1)


Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas,

procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.(2P.3)


Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. 23Y alguien le dijo:

Señor, ¿son pocos los que se salvan?

Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta;

porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán", palabras de Jesus.

Después que el padre de familia se haya levantado

y cerrado la puerta,

y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo:

Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.

Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.

Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.

Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.

Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros (Lc. 13.22, Mt. 7.13–14, 21–23).

Me preguntas acerca de que si yo se “lo que es la soberbia natural, esa del se atribuye a sí mismo la Gloria y la honra que no le corresponden”?

Se que es la soberbia, la cual es natural en el hombre natural, claro. En el hombre espiritual esa aberración va desapareciendo, si la tiene muy enconada, en la medida en que va calando la Verdad.

Hermano, ¿sabe usted el significado de GLORIA Y HONRA?

¿Ha leido y analizado esta frase:

“el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:

vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,

pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia (Ro. 2).

Resalto: “vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad”.

Si usted persevera en bien hacer, significa que busca GLORIA y HONRA e INMORTALIDAD, pero si es contencioso… pues, ira y enojo recibirá de Dios y de su Hijo,

porque hay PERSEVERAR

porque eso de que “los Hijos de Dios en Cristo indudablemente perseveran y velan” no va con la realidad del hombre, aun estando en el Camino,

porque de ser asi, ¿para qué lo de PROCURAR?


Hermano, ¿usted no busca GLORIA y HONRA e INMORTALIDAD?

Si no busca esas tres promesas, pues, no tendrá VIDA ETERNA al lado de Jesús.

Me extraña que tu, hermano, conocedor de la Palabra de Dios, me preguntes acerca de “¿qué es eso de arrebatar”, de que si “es una doctrina cristiana?”

Te sugiero, hermano, que leas este aporte que le anexo:


La venida del Señor:

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.

Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras (1 Ts. 4.13-18).

Con su permiso, caro hermano, le repetire este aparte y luego deduzca si es o no doctrina cristiana eso de ARREBATAR:

Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado,

seremos arrebatados

juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.

Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, (¡ESO ES EL ARREBATAMIENTO!)

y estando (¡del ARREBATAMIENTO!)

fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.

Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.

Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.

Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.

Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros (Lc. 13.22, Mt. 7.13–14, 21–23).


En Jesús,
Efgi.
 
Originalmente enviado por: efgi
Panchita.

No entrar a la cena y a las bodas es quedarse a pasar por el gobierno del inicuo, dejarse o abstenerse de ser marcado, a su tiempo "disfrutar" de la guerra de Armagedon y luego de la ira de Dios, hasta que Satan caiga sobre la Tierra y sea apresado, y entonces descienda Jesus con su Esposa, esa virgen arrebatada....del tizon, que fue salvada de esa gran tribulacion.

¿Por que esas 5 virgenes que se quedan no querran quedarse?

¿Sera que a esas virgenes les agradara formar parte del llanto y del del crujir de dientes?

No desdeñes las Parabolas, son grandes explicaciones con una informacion integral que lo dice todo. Jesus no vino a confundirnos, sino a revelarnos la verdad porque quiere que todos los hombre accedan a la verdad y sean salvos, esa es una carta magna, para quien tiene oidos,, pues que oiga.

Cuando Jesus y las Escrituras dicen que algo que comparan es semejante es para revelar en concreto un secreto, directamente relacionado con lo que comparan.

Si el arrebatamiento no forma parte de la salvacion, ¿entonces a que esperamos?

"Pero todo a su debido tiempo, Cristo; las primicias, luego los que son de Cristo en su venida"...

¿Te gustaria quedarte?

No lo creo, entonces vela y enseña a otros que lo hagan, con la lampara y con aceite en sus lamparas...

Efgi.




Gracias Efgi, totalmente de acuerdo contigo.


Aunque salgo dentro de unas horas hacia Argentina, espero que podamos compartir en más de una ocasión lo que forma parte del Reino de Dios.


Bendiciones en el Mesías, el Poderoso de Israel.



En mi firma tienes mi correo, por si quieres escribirme algún día.


Maripaz