Re: LA LEY ESTA ABOLIDA PARA EL QUE ESTA EN CRISTO
¡Vaya! Me alegra que hayas preguntado eso, jeje. Felicidades, excelente pregunta.
¿Qué es la gracia?
Dice la Biblia que todo ser humano por su pecado está destituido de la gracia de Dios (Romanos 3:23), y que a pesar de que Dios hizo perfecto al hombre fue él mismo (el hombre) quien se buscó sus propios problemas (Eclesiastés 9:27). Bajo ese panorama el hombre es pecador y la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23) De manera que el hombre está perdido y su destino es la muerte. Sin embargo Dios ideó un Plan de Salvación IMPULSADO POR EL AMOR QUE TIENE AL SER HUMANO:
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:8)
Dios, en su infinito amor, le pareció bien salvar al ser humano de su condición de pecador a través de UN REGALO, de un obsequio, algo que a pesar de que no lo merezco por ser pecador sin embargo aún así Dios me lo regala:
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
Dádiva = (Del lat. datīva, pl. n. de datīvum, con infl. de debĭta).
1. f. Cosa que se da gratuitamente.
Gracia, mi querido humillado, ES LA BONDAD INMERECIDA que Dios otorga gratuitamente al ser humano a través de la persona de su Hijo Jesús.
Saludos.
La gracia es la decisión de Dios de no condenar al hombre por sus malas acciones. Es el indulto de la pena que concede el juez supremo. Eso es gracia. En la gracia no se cobra lo que normalmente se tiene que cobrar.
La gracia de Dios siempre ha existido, se manifestó desde Adam hasta Moisés. En ese periodo, aunque había pecado, porque el ser humano sequia los deseos de su carne, no se inculpaba a nadie por esos pecados, porque no se había promulgado la ley; y donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
Ro.5:12
12Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
Con la promulgación de la ley en el Sinaí, terminó para los israelitas el periodo de tiempo de la gracia de Dios basada en su misericordia, y comenzó la dispensación de la ley. Con su máxima de ojo por ojo y diente por diente, esta ley trajo muerte y condenación a los israelitas, hasta que llegó Cristo a librarlos del compromiso que ellos hicieron con Dios en Sinaí de cumplir con aquella rigurosa e incumplible ley.
Mientras que los israelitas estaban bajo la bota de la ley, el resto de la humanidad seguía viviendo en la gracia de Dios; aunque vivían impulsados por los deseos de la carne, no se les podía inculpar de pecado porque ellos no tenían una ley que definiera los pecados. Estos hombres vivían en enemistad con Dios, porque los deseos de la carne son enemistad con Dios, pero no eran inculpados de pecado.
Con la llegada de Cristo, o mejor dicho, con su muerte y resurrección, comenzó una nueva dispensación de la gracia de Dios, pero ya no basada solamente en su misericordia sino basada en el sacrificio expiatorio de Cristo. A partir de que Cristo llevó el castigo por el pecado y por los pecados, cumpliendo de esta manera con la justa demanda de la ley del Sinaí, y habiendo pagado por los pecados de aquellos que nunca estuvieron bajo la ley del Sinaí, Dios, el juez supremo, lanzó el proyecto de la reconciliación con el hombre, que está basado es esta máxima: No tomarle en cuenta a los hombres sus pecados.
Ahora bien, a esta gracia no se entra por cualquier lado, a esta gracia solo se entra mediante la fe, es decir, mediante la confianza en que lo único que nos hace aptos para estar en perfecta relación con Dios, es el sacrificio de Cristo.
Los que confiamos en la obra perfecta de Jesucristo, vivimos en estado de gracia, porque estamos cubiertos por la sangre preciosa que derramó Jesús voluntariamente y hemos sido justificados mediante su resurrección.
Si los hombres que vivían antes de la muerte y resurrección de Jesucristo no eran inculpados de pecados, porque ellos no dependían de la ley del Sinaí, ¿qué podemos decir de los que hemos sido lavados por la sangre preciosa del cordero de Dios, recomciliados con el Padre, y justificados por su resurrección?
¡Nosotros vivimos en estado de gracia!
Saludos,
Leal