-Antes de atrevidamente maltratarme mejor cerciórate leyendo en el folleto de la Watch Tower "El Nombre de Dios en las Escrituras Hebreas", y verás que el comentario del Comité de Traducción fue respecto a su forma "El hace que llegue a ser" y no en cuanto a la pronunciación del tetragrama, en lo que tampoco, como es lógico, nada aseguran.
Lo he leído mucho antes que usted señor Ricardo y se muy bien lo que dice.
Copio y pego directamente del folleto "NOMBRE DIVINO":
En hebreo se escribe יהוה. Estas cuatro letras, llamadas el Tetragrámaton, se leen de derecha a izquierda en hebreo, y pueden representarse en muchos idiomas modernos como YHWH, YHVH o JHVH. El nombre de Dios, representado por estas cuatro consonantes, aparece casi 7.000 veces en el “Antiguo Testamento” original, o las Escrituras Hebreas.
Ese nombre es una forma de un verbo hebreo, hawáh (הוה), que significa “llegar a ser”, y de hecho da el sentido de “Él Causa que Llegue a Ser”. Así, pues, el nombre de Dios lo identifica como Aquel que cumple progresivamente sus promesas y realiza infaliblemente sus propósitos. Solo el Dios verdadero podría llevar un nombre tan significativo.
¿Recuerda usted las diferentes maneras como apareció el nombre de Dios en Salmo 83:18, como indicamos en la sección previa (página 5)? Una de aquellas traducciones tenía un simple título (“el Señor”) como sustitutivo para el nombre de Dios. Pero en dos de ellas, que tenían Yahvéh y Yahweh, usted puede ver las cuatro letras del nombre de Dios; lo mismo sucede con la forma Jehová cuando, a veces, se escribe Jehovah. Sin embargo, hay diferencia en la pronunciación de estas diversas formas del nombre. ¿Por qué?
¿Cómo se pronuncia el nombre de Dios?
La verdad es que nadie sabe con certeza cómo se pronunciaba originalmente el nombre de Dios. ¿Por qué no? Pues bien, el primer lenguaje que se usó al escribir la Biblia fue el hebreo, y cuando el idioma hebreo se ponía por escrito los escritores solo escribían consonantes, no vocales. Por eso, cuando los escritores inspirados escribieron el nombre de Dios, naturalmente hicieron lo mismo y solo pusieron por escrito las consonantes.
Mientras el hebreo antiguo fue un idioma de uso cotidiano esto no presentó problema alguno. Los israelitas estaban familiarizados con la pronunciación del Nombre, y cuando lo veían escrito suplían las vocales sin pensarlo (tal como, para un lector de habla española, la abreviatura “afmo.” representa “afectísimo” y “km” representa “kilómetro”).
Esta situación cambió debido a dos sucesos. Primero, entre los judíos surgió la idea supersticiosa de que era malo pronunciar el nombre divino en voz alta; por eso, cuando llegaban a él en su lectura de la Biblia pronunciaban la palabra hebrea ’Adhonaí (“Señor Soberano”). Además, con el transcurso del tiempo el mismísimo idioma hebreo antiguo cesó de usarse en la conversación diaria, y así llegó el tiempo en que la pronunciación original hebrea del nombre de Dios pasó al olvido.
Para impedir que se perdiera la pronunciación del lenguaje hebreo en general, eruditos judíos de la mitad posterior del primer milenio E.C. inventaron un sistema de puntos para representar las vocales que faltaban, y colocaron los puntos alrededor de las consonantes en la Biblia hebrea. Así, ambas cosas, vocales y consonantes, se escribieron, y se conservó la pronunciación como se efectuaba en aquel tiempo.
En lo referente al nombre de Dios, en vez de colocar los signos vocálicos apropiados alrededor de él, en la mayoría de los casos pusieron otros signos vocálicos para recordar al lector que debería decir ’Adhonaí. De esto vino la grafía Iehouah, y, con el tiempo, la pronunciación aceptada del nombre divino en español llegó a ser Jehová. Cuando esta forma de pronunciar el nombre se escribe con “h” final, Jehovah, exhibe los elementos esenciales del nombre de Dios tomados del hebreo original.
¿Cuál pronunciación usará usted?
Sin embargo, ¿de dónde vinieron pronunciaciones como Yahweh y Yahvéh? Éstas son formas sugeridas por eruditos modernos que han tratado de deducir la pronunciación original del nombre de Dios. Algunos —pero no todos— creen que los israelitas de antes del tiempo de Jesús probablemente daban al nombre de Dios la pronunciación Yahweh o Yahvéh. Pero nadie puede estar seguro de eso. Pudiera ser que lo pronunciaran así, y pudiera ser que no.
Con todo, muchas personas prefieren la pronunciación Jehová, escrita a veces también Jehovah. ¿Por qué? Porque tiene un uso generalizado y un aspecto familiar que Yahweh o Yahvéh no tienen. Sin embargo, ¿no sería mejor usar la forma que pudiera estar más cerca de la pronunciación original? Realmente no, porque eso no es lo que se acostumbra hacer con los nombres bíblicos.
Para considerar el ejemplo más prominente, piense en el nombre de Jesús. ¿Sabe usted cómo llamaban a Jesús en la conversación cotidiana su familia y los amigos de él mientras Jesús crecía en Nazaret? La verdad es que ningún ser humano sabe eso con seguridad, aunque puede haber sido algo como Yeshua (o quizá Yehoshua). Ciertamente no era Jesús.
Sin embargo, cuando los relatos de la vida de Jesús fueron escritos en griego, los escritores inspirados no trataron de conservar aquella pronunciación hebrea original. Más bien, vertieron el nombre en griego: Iesóus. Hoy se vierte de diferentes maneras según el lenguaje del lector de la Biblia. Los que leen la Biblia en inglés encuentran Jesus (pronunciación aproximada: Yisos). Los italianos lo escriben Gesù (pronunciación aproximada: Yesú). Y los alemanes lo escriben Jesus (pronunciación aproximada: Yesus).
¿Tenemos que dejar de usar el nombre de Jesús porque la mayoría de nosotros —o hasta todos nosotros— realmente ignoramos cómo se pronunciaba originalmente? Hasta ahora, ningún traductor ha sugerido que se haga eso. Nos agrada usar el nombre, porque éste identifica al Hijo amado de Dios, Jesucristo, quien dio su sangre vital por nosotros. ¿Sería honrar a Jesús el quitar de la Biblia toda mención de su nombre y reemplazarla con un simple título como “Maestro” o “Mediador”? ¡Por supuesto que no! Podemos vernos en relación con Jesús cuando usamos su nombre de la manera como comúnmente se pronuncia en nuestro idioma.
Se pudiera comentar de modo similar en cuanto a todos los nombres que leemos en la Biblia. Los pronunciamos en nuestro propio idioma y no tratamos de imitar la pronunciación original. Así, decimos “Jeremías”, no Yirmeyahu. También decimos Isaías, aunque en su propio día a este profeta probablemente lo conocían como Yesha-yahu. Hasta eruditos que están al tanto de la pronunciación original de estos nombres utilizan la pronunciación moderna, no la antigua, cuando hacen referencia a ellos.
Y lo mismo es verdad respecto al nombre Jehová. Aunque la pronunciación moderna Jehová quizá no sea exactamente la manera como se pronunciaba originalmente el nombre, esto de ninguna manera detrae de la importancia del nombre. Identifica al Creador, el Dios vivo, el Altísimo a quien Jesús dijo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. (Mateo 6:9.)