Quiero traer al conocimiento de "nuestros amigos trinitarios" la siguiente reflexión sobre Mateo 20:20-23, vista bajo el prisma trinitario:
Petición de Santiago y de Juan
20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo.
21 Él le dijo:
—¿Qué quieres?
Ella le dijo:
—Ordena que en tu Reino estos dos hijos míos se sienten el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
22 Entonces Jesús, respondiendo, dijo:
—No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
Ellos le respondieron:
—Podemos.
23 Él les dijo:
—A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre".
Ahora imaginemos a una madre (la madre de Santiago y Juan). ¿Cómo se podría sentir al oír que Jesús (que era el Dios trinitario), estaba siendo tan borde con élla, y tan impertinente?.
Pues si Jesús era Dios: ¿Qué le costaba decirle simplemente a la mujer?...
"Mira, en éste momento no tengo ganas de responderte esta pregunta, o mira, no quiero decirte a ti cómo debe ser la administración de mi gobierno en el reino de los cielos".
Pero no. Pues si Jesús era Dios: ¿porqué le respondió de esa forma tan impertinente, si él ya sabía la respuesta? ¿Tiene esto algún sentido?
¿Porqué se excusó con su "alter ego" (dígase el Padre)?