*_LA BUENA SEMILLA_*
Escrito está:
_(Jesús dijo
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo._
Juan 17:24
( _Jesús) se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú._
Mateo 26:39
*Padre, quiero*
“Padre... quiero”, Jesús dirigió a Dios esta oración por sus discípulos, antes de dejarlos. Estas dos palabras revelan, de manera sorprendente, quién era el que hablaba.
–“Padre”: Jesús, hombre humilde entre los hombres, se dirigió al Dios del cielo en una intimidad perfecta. Lo llamó “Padre”, pues era el Hijo muy amado de Dios.
–“Quiero...”, prosiguió. ¿Qué hombre tiene derecho a decir a Dios: “quiero”? Nadie, ¡excepto Dios el Hijo! Jesús expresó a Dios su voluntad de tener a los suyos con él en el cielo.
Horas más tarde, Jesús estaba de rodillas en un huerto. En medio de una profunda angustia, se dirigió una vez más a su Padre. Pero las palabras no fueron las mismas: “Padre... si es posible”. Jesús, hombre obediente, estaba postrado ante su Dios. Él, el santo y puro, sintió una profunda angustia sabiendo que iba a sufrir en lugar de los suyos el juicio divino sobre el pecado. Sin embargo dijo: “si es posible...”, y luego agregó: “pero no sea como yo quiero, sino como tú”. El “si es posible” respondía al “quiero” que le precedía. Y, de hecho, si quería tener a los suyos junto a él en el cielo, era imposible no pasar por ese sufrimiento.
La obra de Jesús fue cumplida. Ahora, en respuesta al “Padre... quiero”, los creyentes esperan con seguridad estar junto a él en el cielo.
Dicen con agradecimiento: “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hebreos 10:10).