El ojo tuerto de Europa
El ojo tuerto de Europa
El ojo tuerto de Europa
Los Protocolos de los Sabios de la información.
¿Qué ha pasado para que una persona ideológicamente atrasada, que no tiene pensamiento, ni ninguna concepción de la complejidad, y que históricamente no actúa como un líder ni en el mundo musulmán, ni en el árabe, pueda convertirse en un héroe?
La pregunta no la formula ningún pensador pro Israelí, o directamente judío, sino Samí Nair, intelectual árabe francés, en su momento asesor de Mitterrand y, a pesar de su radicalidad en la cuestión palestina, claramente crítico con la deriva intelectual y moral que está llevando al mundo islámico al desastre.
Ciertamente, pues, ¿qué ha pasado? ¿Qué ha ocurrido en el mundo, y en los diversos mundos, desde que Bin Laden lanzó su maléfica fatwa, un lejano 23 de agosto de 1996?
¿Por qué motivo, lo que Salman Rushdie llamó el islamismo paranoico y Jean Francois Revel tildó de nueva ideología criminógena (perfectamente asentada entre el comunismo bárbaro y la barbarie nazi), está subiendo como la espuma y cubriendo la tierra de sangre derramada, de fanatismo nihilista y de nueva y seria amenaza contra la libertad?
Han ocurrido muchas cosas, y a pesar de la recurrente enfermedad del pensamiento europeo, tan patológicamente antiamericano y antiisraelí que no ve mas allá de sus narices, mucho de lo que ha ocurrido tiene que ver con la propia culpa europea y, mutatis mutandis, la mismísima culpa árabe.
¿Error de cálculo en el presente? Gravísimos errores acumulados en el pasado y multiplicación de errores en la actualidad. Hablemos de ellos y, especialmente, del complejo entramado de mentiras sobre las que se sustenta la ceguera actual de muchos intelectuales europeos, mentiras que se han convertido en verdades sobre las que sustentar una nueva forma de intolerancia: la reformulación moderna del Viejo monstruo del antisemitismo.
Israel es el centro de la acusación; Estados Unidos, la causa de todos los males; y lo árabe, el núcleo de todas las victimologías.
Sin embargo, lo único cierto es que la culpa europea esta ahí, camuflada, perfectamente embellecida con vestidos Chanel (el antisemitismo de salón, que señaló el Comisario Europeo contra el Racismo), políticamente correcta en la enorme incorrección moral que es, hoy por hoy, el pensamiento europeo.
Esta es, pues, la traición y la mentira de Europa.
Primera traición y primera mentira: la memoria. Atid azicaron, me habita el futuro del recuerdo, dice la sabiduría del Templo.
Sin embargo, lo único cierto es que Europa ha hecho suya esa maldad que asegura que olvidarse es tener buena memoria.
El olvido ha sido una opción europea, perfectamente escogida para desgracia de la justicia; de hecho, perfectamente coherente con su tendencia suicida a alimentar lo mejor del pensamiento, pero también lo peor del pensamiento. Si fuimos los inventores, propagadores y ejecutores del antisemitismo secular, ¿por qué motivo tendría que ser hoy distinto? Hay algo en el ADN europeo que devora nuestros órganos judíos como si fuera un cáncer voraz, a pesar de ser órganos vitales. Instalados, pues, en el olvido militante, reinventamos el antisemitismo a pesar de no tener ya judíos.
Un antisemitismo sin judíos, dijo de ello Paul Lendvai, y la constatación de tamaña miseria intelectual la tenemos diariamente en muchas ciudades europeas. No se cuán contrastado está el dato que leía en un informe reciente, pero me parece altamente creíble: en estos casi tres años de Intifada ha habido más agresiones en Europa contra sinagogas que en la Kristalnacht.
Además, se ha creado un flujo migratorio de miles de judíos (hasta ahora no reconocidos como refugiados por el Alto Comisionado de la ONU), y la prensa ha iniciado un proceso de demonización contra Israel y contra los judíos, que no tiene precedentes desde el agujero negro del nazismo.
Todo ello no habría sido posible si previamente Europa no hubiera militado, con ímpetu, en el olvido de su propia miseria moral. La primera traición, pues, de Europa es hacia los judíos. Es decir, hacia sí misma. Y es una traición a la memoria trágica y a la culpa que de ella se deriva. Excepto Alemania, que ha hecho un proceso serio de expiación y catarsis colectiva, el resto del continente no ha querido recordar, no ha querido enseñar y, sobretodo, no ha tenido ninguna intención de aprender.
España, por ejemplo, artífice de ese 9 de Av que firmó el edicto de expulsión, y cuna del totalitarismo inquisidor, no solo no practica la autocrítica histórica, sino que hasta existe una corriente que quiere beatificar a Isabel la Católica.
¿El holocausto? Ni un solo niño español ha estudiado la profunda lección moral que surge de la mayor tragedia de la humanidad, de manera que la Shoá se percibe como un hecho lejano, más vinculado a la virtualidad del cine, que no a su propia historia, y por supuesto, exclusivamente judío.
De la desmemoria nace la ignorancia; de la ignorancia renace el prejuicio; y en el prejuicio vuelve a habitar la intolerancia.
¿Quién dijo aquello de que no hay nada más peligroso en el mundo que la ignorancia sincera? Pues Europa tiene un empacho supino de sinceridad imbécil, iletrada y absolutamente desmemoriada.
Es en ese contexto de olvido contumaz, de banalización de los caminos que nos llevaron al odio (desde el corazón mismo del cristianismo hasta el delirio de Stalin de acabar con los médicos judíos, los famosos batas blancas, pasando por la estación final de Auschwitz), en el contexto de relativización del antisemitismo impregnado en el córtex mismo de Europa, es en ese contexto en donde nacen los Saramago y los Theodorakis. ¡Y pensar que nos enamoramos del escritor con el Memorial do convento! ¡Y pensar que lo hicimos del músico viendo Zorba el griego! ¡Quien iba a avisarnos que, bajo la piel intelectual de ambos, palpitaba un corazón despreciable!
Porque estos dos no son antisemitas sin lectura. Estos han leído, han pensado, han analizado, pero cabe preguntarse con qué órgano lo han hecho. La inteligencia del estómago solo sabe navegar entre bilis...
De Saramago no diré más de lo que hemos escrito muchos a lo largo de estos meses, excepto recordar que se formó en la misma escuela de libertad, democracia y tolerancia que su buen amigo Arafat: los pechos amorosos de la KGB... Quien amó a Pol Pot y a Stalin y aún ama a Castro, no tiene mucho para sorprender. Al fin y al cabo, como dice Thierry Saint-Jacques, la izquierda ha enviado a Hitler al infierno, pero se ha cuidado mucho de salvar a Stalin. Cien millones de muertos no tienen quien les escriba... Así pues, ¿como no va a considerar Saramago que seis millones de muertos judíos son una chiquillada olvidable, si nunca ha reconocido a los cien millones muertos por el comunismo? El pueblo judío ya no merece simpatía por los sufrimientos que pasó, dijo alegremente. Y me pregunto, José Saramago ¿en qué preciso momento has tenido tu simpatía por los judíos?, rancio comunista sin sentido crítico, corroído por los dogmas y las consignas, y tan ciego que has amado a dictadores y asesinos que han matado en nombre de la libertad. ¡Vete al carajo!
Al carajo con el amigo Mikis Theodorakis, otra innoble alma. Ha dicho textualmente: esta pequeña nación es la raíz de la maldad. Está llena de vanidad y de una obstinación maldita. Y ha añadido, en un alarde de ignorancia ilustrada, los judíos y los griegos no son comparables, porqué los griegos han tenido eximias personalidades como Pericles, y los judíos solo han tenido patriarcas. ¿Se refiere al Pericles que condenó a muerte a Sócrates? ¿Se refiere al personaje desalmado que Sófocles retrató en Edipo Rey? Y, sobre todo, ¿en qué saco del desprecio coloca a los 140 premios Nobel que le Pueblo Judío ha aportado a la Humanidad?
¿Qué hacemos con Ellie Wiesel, con Elías Canetti, con Bashevis Singer, con Nelly Sachs, con Saul Bellow, con Brodsky, con Imre Kertesz, con Rabin, con los casi 50 Nobel de Medicina, con...? ¿Qué hacemos con la maldad cuando se disfraza de músico mítico y, en nombre de la solidaridad, practica la más rancia de las intolerancias? El español Indalecio Prieto dijo, en plena Guerra Española, nada se puede hacer ante un batallón de fascistas recién comulgados. Y ahí tenemos a Theodorakis, recién comulgado en su fe progresista. En fin, ¿qué hacemos? Hacemos lo que estamos haciendo: despojarle del disfraz, sacarle la careta pretendidamente heroica y mostrar la fealdad del alma que hay en su interior.
Hoy, los Saramago y los Theodorakis son los caballos de Troya del antisemitismo ilustrado europeo. Ya no se trata de la extrema derecha. Se trata de la izquierda épica. Pero es que, como escribió mi buen amigo Marcos Aguinis, hay una izquierda que camina hacia la antimodernidad. He ahí dos buenos ejemplares.
Pero existen, rugen y son creíbles porqué Europa no ha hecho los deberes. El olvido, pues, de la propia culpa es como la indiferencia: son sustento, pan y fundamento de la violencia. La violencia misma, que diría Hermann Broch, y ¿quién podría desmentirlo?
Sobre el olvido y la minimización de la Shoá, se construye un auténtico edificio antisemita, viejo en su pálpito interior, pero nuevo en fórmulas y lenguajes. Un antisemitismo con prestigio, bien visto en universidades y cenáculos, políticamente correcto y progresista y, por supuesto, antisionista.
Es tan extraordinaria su fuerza de convicción que ha aunado, en un solo eje a tres corrientes del pensamiento igualmente patológicas: el populismo nacional - católico, el excomunismo y ese deporte favorito de los europeos que es el antiamericanismo. El antisemitismo, pues, es el lugar común de las diversas versiones de la inteligencia totalitaria. Y está de moda. Quizás porqué, tal como asegura ese interesante pensador del judaísmo secular, Sherwin Wine, ser racional no está de moda. La conclusión es clara. Europa está viviendo un auge sin precedentes desde hace décadas, del antisemitismo secular que siempre la ha marcado y la ha destruido. Su primera traición, traicionando a la memoria, es una traición a sí misma. La Segunda traición es a la verdad. El edifico antisemita actual está construido sobre dos pilares igualmente poderosos. Uno tiene que ver con la cultura de odios y prejuicios que nos marcan como pueblo. Pero el otro pilar es absolutamente necesario para que esos prejuicios tomen alas y echen a volar: la mentira informativa. Y mentir, hoy por hoy, es un verbo que conjugan con igual entusiasmo periodistas e intelectuales, hasta el punto de que, sobre la verdad de Israel y del conflicto árabe-israelí, se ha creado otra verdad paralela que, basada en la distorsión y la falsificación de la historia, está substituyendo a la propia. Tampoco aquí nada es nuevo, ya que todo el antisemitismo histórico y actual tiene que ver con la mentira. Lo diré, pues, con la dureza que la acusación conlleva: Europa, la Europa ilustrada, intelectual, periodística, la Europa que informa día a día sobre Oriente Próximo y que es la responsable del estado de opinión tan vorazmente antiisraelí, está reescribiendo unos nuevos Protocolos de los Sabios de Sión. Los agentes secretos del zarismo son sustituidos por los periodistas de la modernidad; el peligro ancestral del complot judío se verbaliza ahora como complot yankee-israelí; el judío malo de antes es el judío malo de siempre, sólo que ahora su complot se sitúa en Wall Street y tiene ejército. Nunca dejará de sorprenderme y de horrorizarme la fuerza que tienen las viejas maldades. Lo decía así la Liga Anti Difamación (ADL), en un estudio entre adultos de cinco países europeos: es alarmante encontrar en este mundo post-Holocausto y post 11-S, que una de cada cinco personas cree en las viejas calumnias. En España, por ejemplo, el 71% cree en el concepto del lobby financiero judío, lobby que, por supuesto, mueve los hilos del mundo. Así pues, en el principio de los tiempos tuvimos los textos cristianos convirtiendo al pueblo judío en deicida. Creo que hay un tipo impresentable por ahí que quiere hacer de ello una película...
En 1903 tuvimos los Protocolos, arropados por la extrema derecha rusa, que contribuyeron a crear los progroms que asolaron aquel país hasta 1914, así como la matanza de 60.000 judíos en la Guerra civil entre blancos y rojos. En 1920 tuvimos a Henry Ford y su delirante El judío internacional. Y en la Alemania vencida y crispada, bien alimentada por los Protocolos, Hitler escribió su Mein Kampf y Rosenberg y Goebbels se encargaron de propagar el odio y legitimar la persecución. Los resultados son bien conocidos.
Hoy, en la misma Europa donde nació todo, el odio, la persecución y el exterminio, nace una nueva narrativa cuyos estigmas son lejanos, su distorsión es igualmente desacomplejada y sus consecuencias, en cualquier caso, nunca pueden ser buenas.
Esta es la rotunda acusación que hago: el mundo periodístico e intelectual, fundamentalmente de izquierdas, ha escrito unos nuevos Protocolos cuya influencia es elevada y cuya consecuencia es demoledora. Día a día, noticia a noticia, declaración a declaración, hoy no tenemos ese u otro libro feroz, hoy tenemos una hemeroteca llena.
Los Protocolos de los Sabios de la Información son, como los antiguos, maniqueos, criminalizadores y falsos. Su objetivo es Israel. Su motivo, muchos motivos, la mayoría innobles. Su justificación es Sharon. Su excusa, el antisionismo. Su arma, el prestigio. Su propagador, miles de medias. Su gurú, los Saramago. Su aliado, Arafat. Su resultado, el antisemitismo... Este es el decálogo de mentiras y distorsiones en el que basan una realidad paralela, totalmente falsa, pero presentada como cierta. Primer Capítulo del Protocolo: Israel es un estado ilegítimo. De esta convicción parten la mayoría de planteamientos de izquierda actuales. Quienes fueron, por ejemplo, a Durban o a Porto Alegre, auténticos escándalos antisemitas, como los tipificó el Centro Simón Wiesenthal (por cierto, permítanme este inciso para elevar mis honores al alma noble de la eterna compañera de Simón, Cyla Wiesenthal, que hace poco murió), decía que quienes fueron a Durban, saben de qué hablo... Sin embargo, en el listado de países nacidos al albur de la descolonización (entre ellos, casi todos los árabes y algunos tan absurdos que aún se dan de bruces con el sentido común), ¿hay algún estado con una base más moral que la del Estado de Israel? ¿Se pueden acumular más motivos, más dolor, más tragedia, más muertos, más derecho histórico, que el que acumularon los judíos para crear el Estado? Sin embargo, en boca de los voceros del antisionismo, Israel es el único país del mundo que tiene que pedir perdón por existir, el único que no es legítimo y el único que no tiene derecho a defenderse. Segundo Protocolo: Sharon es la madre de todas las maldades. A pesar de que Sharon ha llegado a decir lo que nunca dijo Rabin, que está a favor de un estado palestino (haré las concesiones dolorosas que haga falta, dijo en la Vanguardia española el pasado 16 de noviembre); a pesar de que es el hombre que desocupó Yamit y que cada vez que ha existido un precario principio de diálogo, ha ido más allá de los acuerdos (la última hoja de ruta, por ejemplo); a pesar de los pesares, todo el mundo en Europa cree en dos autos de fe: Sharon es el culpable de la Intifada y es un Genocida. No ha existido nunca en la historia un presidente democrático de un estado democrático que haya sido tan criminalizado como Sharon. De poco sirve que la Segunda Intimada naciera con el pacifista Barak. De nada sirven las matanzas entre árabes que culminaron en Sabra y Chatila: nunca hubiera imaginado ese odio entre árabes, dijo Sharon en el juicio que se le hizo. En el imaginario europeo era necesario que el judío malo medieval tuviera una reencarnación moderna para poder justificar la demonización de todo un pueblo. Sharon se presenta como esa reencarnación y por ello resulta tan útil. Sin embargo, y es una verdad tozuda a pesar de las muchas mentiras, la responsabilidad de los miles de muertos de esta Intimada solo tiene un responsable, y está en el lado palestino. En perfecta coherencia, si Sharon es malvado e Israel es un estado ocupante, la paz no la quieren los judíos. Esta afirmación, dicha con más o menos transparencia, late en el fondo de los artículos que culpan a Israel. Especialmente está presente en muchos colectivos que son antiisraelíes con buena fe, aunque ya se sabe que la buena fe puede promover desastres... Sin embargo, nuevamente la paz ni está hoy, ni ha estado nunca en Tel Aviv. No la estuvo en el '48, ni en el '67, ni en el '73, cuando Israel las conquistó por Derecho de Victoria, después de haber sido agredida. También ahora, como entonces, se defiende de una permanente agresión cuyos agresores viven en Palestina, pero cuyos hilos se mueven a centenares de kilómetros. La paz no está ni en Sharon, ni en Barak, ni la estuvo en Rabin, quien firmó los Acuerdos de Oslo porque Arafat había prometido la paz. Oslo en el '93 con Rabin. Netaniahu en el acuerdo de Hebrón. Barak en el 2000 en Camp David. Y sin embargo, no hay paz. ¿Por qué no quiere Arafat? Sin duda, Arafat es un líder de la guerra, pero el centro de la violencia está en Damasco, en Riad, en Teherán, y estaba en Bagdad. Y mientras estas dictaduras teocráticas, basadas en el despotismo y en una lectura patológica del Corán, muevan los hilos del terrorismo palestino, difícilmente ningún presidente israelí podrá firmar la paz. Israel no ha declarado la guerra, pero se la culpa de la situación. Israel no tiene en sus manos la paz, pero se la culpa de no querer la paz. De ahí cuelgan tres distorsiones más de la verdad. Una, que el pueblo palestino se muere de hambre. Otra, que solo los palestinos son víctimas. La tercera, que Arafat es un resistente heroico. Pero la verdad es muy distinta y se acerca bastante a estos datos: a.. El Banco Mundial ha dado a la ANP el doble por habitante de lo que recibió Europa con el Plan Marshall. a.. La U.E. (que, como denuncia François Zimeray, se niega a investigar) ha dado 330 millones de euros para el sistema educativo palestino. a.. Los informes de corrupción política hablan de millones de dólares desviados a cuentas e inversiones de Arafat, entre ellas, inversiones en la planta embotelladora de Coca Cola en Ramallah, en una empresa de telefonía móvil tunecina, y en fondos importantes en distintos paraísos opacos, entre ellas Islas Caimán. a.. Los oficiales norteamericanos que lo han investigado, estiman que la fortuna personal de Arafat supera los 2 billones de dólares, y de todos es sabido que Suha, su esposa en París, recibe 100.000 dólares mensuales. a.. ¿Qué decir del famoso monopolio de la Corporación del Petróleo General, que compró el combustible de una compañía israelí y lo aguó con querosén? Los propios hombres de Arafat hablan de la pesada comisión que se llevó el Rais. a.. Y todo ello sin hablar de los 50 millones de dólares que Saddam Hussein dio a Arafat por apoyarlo en la Guerra del Golfo, ni de todas las herencias económicas de la OLP, especialmente importantes las donaciones de la KGB y de los saudíes. Sin embargo, es cierto también que el pueblo palestino está en una situación económica deplorable. Pero, ¿es culpa de Israel? Antes de la Intifada, los palestinos tenían el mayor estándar de vida de todos los árabes. Hoy están, según el Banco Mundial, al nivel del Yemen. La corrupción moral y económica de Arafat es de tal magnitud que usa incluso el hambre de su pueblo como arma, mientras acumula fortunas indecibles. La acusación también vale para los países árabes del petrodólar, forrados de dinero, pero que nunca han hecho ni una sola inversión industrial, comercial, infraestructural. Su contribución a la vida de los palestinos es harto más generosa: pagar profusamente al terrorismo. Es un pueblo víctima, sin duda, pero, ¿por culpa de quién? Aparte del hecho histórico que nadie ha matado a más palestinos que los propios árabes, lo cierto es que son víctimas de sus propios líderes, corruptos, envilecidos y fanáticos. Líderes que, como dijo Golda Meir, odian más a los judíos de lo que aman a sus hijos. Víctimas del integrismo islámico, que los destruye como individuos y los convierte en máquinas de matar. Víctimas de unos países árabes que no pueden aceptar un vecino democrático viviendo en paz. Víctimas de una Europa que, criminalizando permanentemente a Israel, les alimenta aún más el odio. Y por cierto, les paga las escuelas donde ese odio se propaga e inculca. La nación islámica necesita esparcir el espíritu de la Jihad y el amor por el autosacrificio, dice, entre otras barbaridades "democráticas" el libro del Ministerio de Educación de la ANP titulado Cultura islámica, obligatorio en 11º grado. Aunque mañana se firmara la paz, ¿qué haríamos con estos miles de niños educados en el odio, amantes de la muerte y adiestrados en el desprecio a la vida? La magnificación de Arafat en Europa es lo peor de lo dicho hasta ahora. Traicionero, violento, autoritario, cruel, corrupto y, sin embargo, amado por Europa. Este hombre que con un ojo lee a Marx y con el otro a Hitler, marcado históricamente por su biografía sangrienta, héroe de los Tres Noes y traidor de Camp David (donde engañó incluso a Clinton), y cuyo gobierno deja por herencia un terrorismo sanguinario, un caos económico, un déficit absoluto de bienestar, mafias y fanatismo, este hombre es un héroe para toda la izquierda, para la mayoría de la prensa y para mucha de la opinión pública europea. Los motivos son múltiples y no es nuevo que Europa se enamore de dictadores fanáticos que enarbolan banderas de libertad. Tampoco lo es que, faltada de épica propia, practique un panarabismo romántico irreal y suicida. Pero además, y no lo olvidemos, Arafat es enemigo de Israel y, hoy por hoy, también de EUA. Europa, en su ceguera, tiene suficiente con ello. El octavo punto de mi particular decálogo tiene que ver con la minimización del terrorismo palestino, consecuencia de ese síndrome de David contra Goliat que practica la prensa europea. Es así, por ejemplo, como una mujer destruida en su individualidad, corroída por el odio y amante de la muerte, y cuya principal hazaña es poner una bomba en un restaurante de Haifa, no es llamada terrorista sino joven abogada resistente. Europa aún no ha tomado una posición de responsabilidad con el terrorismo, y su indiferencia se convierte en un notable aliado de la violencia. Finalmente, dos elementos más que culminan este largo proceso de despropósitos que doy en llamar Los Protocolos de los Sabios de la Información: la mentira como práctica periodística y la configuración de una imagen totalitaria de Israel. Sobre la primera no hace falta decir mucho. Está ahí y llena, todos los días, los periódicos. Solo hace falta, por ejemplo, leer la documentación que ampara a la denuncia que Take a Pen ha hecho ante diversas instancias europeas contra la prensa española: 5 cajas de recortes de diarios, diapositivas, mapas y varios CD, así como grabaciones televisivas. Una documentación brutal que demuestra la sistemática vulneración de los códigos deontológicos del periodismo y la burla a la verdad. Aún hoy ninguno de estos medios ha pedido perdón por la información que dio de Jenín o Belen, ni ninguno no ha dicho, por ejemplo, que Mohammed al-Durrah murió por bala palestina, o que existieron ambulancias con explosivos, etc. . El periodismo de hoy, especialmente el de izquierdas, ha substituido a la información por la propaganda, y a la idea por la consigna. El resultado recuerda la escuela del periodismo soviético... Como tal y en su maniqueísmo de víctimas y verdugos, Europa dibuja una imagen totalitaria de Israel que toma cuerpo con cualquier excusa más o menos oportuna. Como si no fuera atacada, como si no muriera su gente, como si no estuviera en situación histórica de guerra latente, se le niega el derecho a la defensa y cualquier acción es tipificada como antidemocrática. Genocida, apartheid y limpieza étnica son términos usados habitualmente y ello a pesar de que Israel es la única democracia de la zona. La última excusa es el muro de protección. Nuevamente aquí la información cae derrotada por la tergiversación y la mentira. ¿A quién le importa que un terrorista tarde menos en pasar a pie de Kalkiliya a Kfar Saba, de lo que tardarán ustedes en leer este escrito? ¿A quién, los 127 terroristas que pasaron a Israel desde la Ribera Occidental y mataron a 428 israelíes, aparte de los heridos? ¿A quién le importa que 573 terroristas más intentaran pasar? Y, sobre todo, ¿a quien le importa que la valla fortificada de la Franja de Gaza, construida en el 2001, haya conseguido evitar que ni un solo terrorista suicida penetre por allí? Por supuesto, nada se dice de las 42 puertas que permiten el paso de trabajadores, o el hecho que Julián Schvindlerman explicaba en el Miami Herald: en diciembre de 2000 (justo antes de construir la valla de Gaza) trabajaban 3.300 palestinos en la zona industrial Erez. Como resultado de la mejoría de la seguridad, hoy 5.000 palestinos trabajan allí. A quien le importa...
Continuar no tiene sentido porque los ejemplos de distorsión están a millares. Pero esto es lo que hay, hoy, en Europa: la recreación de una auténtica gramática antisemita, con lenguaje renovado, pero basado en prejuicios inmorales tan antiguos como la misma Europa. Europa, sin duda, tiene unos nuevos Protocolos. Los Protocolos del siglo XXI. Finalmente, en su triple traición, Europa traiciona a los ciudadanos de cultura musulmana, y lo hace tanto con su apoyo a sus líderes más despóticos, como con su ceguera ante lo que significa el integrismo islámico. Lo cual es pura dinamita para sus propios intereses. 1.300 millones de personas de profesión islámica no son culpables. Ni lo es, tampoco, la fe que los arropa, antaño ejemplo de convivencia entre religiones y hoy refugio de la intolerancia, el antisemitismo y el antioccidentalismo. Pero es cierto que es en nombre de Alá que hoy se alimentan las ideologías totalitarias, las violencias más tenebrosas y los conflictos armados. No hay que olvidar que, de los casi 30 conflictos abiertos en el mundo, más de 20 tienen motivaciones islamistas, desde Cachemira hasta Chechenia, desde Sudán a Palestina. Lejos quedan los ejemplos de Burguiba en Túnez, o de Mustafá Kemal en Turquía, substituidos por una concepción patológica de la religión, convertida en refugio identitario antidemocrático, ahistórico y ferozmente antioccidental. El término que Freud usó para otro momento trágico de la historia, la marea negra del oscurantismo, sirve nuevamente.
No solo el petróleo no ha sido usado para liberar a los ciudadanos y para crear una sociedad ilustrada, democrática y avanzada, sino que el petróleo ha sido usado como una auténtica arma de destrucción masiva, y ha alimentado al terrorismo, a los conflictos sangrientos y a la multiplicación de las madrazas coránicas. En Pakistán, por ejemplo, hay 7.000 madrazas coránicas que enseñan a unos 600.000 alumnos. Se calcula que la mitad pasará a ser militante radical. Vivimos en una guerra constante, dice Ibdul Rashid Ghazi, mullah de la mezquita Vermella de Islamabad, y las madrazas deben prepararse para la guerra. Usada la religión como arma contra el progreso, cultivada la gente en el odio a Occidente y sometida a regímenes despóticos, hoy tenemos un montón de países enormemente ricos que, sin embargo, son subdesarrollados. En la mayoría de ellos, hay más desigualdad que en los años '50. La corrupción, las elites inmensamente ricas, las administraciones hipertrofiadas, las prácticas fiscales discriminatorias, unos servicios públicos defectuosos, y unos mullah llamando cada día a conquistar el paraíso por la vía de las bombas, son los diversos pirómanos del fuego que hoy arde en el mundo.
Un fuego que usa a los palestinos como gasolina, y a los judíos como carne en la hoguera. La riqueza del petróleo, pues, solo ha servido para encarcelar aún más a los ciudadanos en la cárcel de la ignorancia, el despotismo y el fanatismo.
¿Por qué acuso a Europa de traicionar a los musulmanes? Porque lejos de analizar la raíz de la locura integrista y de señalar las evidentes responsabilidades, minimiza el terrorismo islámico, practica un antiamericanismo balsámico a oídos integristas, magnifica a Arafat y demoniza a los judíos, cuyo simbolismo está estrechamente ligado a los valores de la libertad.
Es decir, creyendo Europa que satisface a los 20 millones de musulmanes que habitan en el continente, en realidad los está condenando. Ahí tenemos, como último ejemplo de ocultación y minización, la acusación que acaba de lanzar el Financial Times contra la Unión Europea, y donde explica que el informe de 112 páginas del European Monitoring Centre of Racism and Xenpohobia (EUMC) de 2001, no ha sido publicado expresamente por la Unión por el miedo que provocan sus conclusiones. El informe detalla, con precisión, la dedicación logística y económica de decenas de ONG´S árabes para potenciar un nuevo antisemitismo en Europa.
El senador americano Robert Wexler envió una carta a Javier Solana pidiendo la publicación del informe. El informe no ha sido publicado. La pregunta, por tanto, es pertinente: ¿A quien beneficia que informaciones de esta naturaleza sean escondidas e incluso negadas? Solo beneficia al miedo. Desde mi punto de vista, hay que liberar al Islam del Islam nihilista, heredero natural de los dos grandes totalitarismos de la historia. Stalin secuestró la idea de justicia, y destruyó a la utopía. Hitler secuestró a la vieja Europa, y también la destruyó. El integrismo secuestra a lo musulmán, y puede destruirlo por mucho tiempo. En el proceso de autodestrucción, se matará y nos matará mucho. Judíos y no judíos. Mientras tanto, Europa hace la siesta, siempre observando al mundo con ese ojo tuerto que le dotó la historia. ¿Qué espera para entender lo substancial? ¿Que haya un atentado en París o Londres? Arden las sinagogas de Neve Shalom y Beth Israel y Turquía quema (por el camino, ya de paso, arde una escuela judía en París), pero en Londres se manifiestan 100.000 personas contra ¿...Arabia Saudita, Pakistán, Sudán, Siria...?. Por supuesto que no. ¡Se manifiestan contra Bush! Ese ojo tuerto, enfermo y patológico, que nunca ve donde tiene el incendio...
El antisemitismo no es una cuestión judía. Ni lo son las bombas contra las sinagogas. Ni lo fue AMIA. Ni lo es cada israelí que muere bajo el totalitarismo terrorista.
El antisemitismo y el terrorismo y el integrismo son una cuestión de libertad. Ustedes, judíos, solo son nuestros canarios. ¿Conocen la metáfora? Los canarios usados en las minas de carbón para medir la contaminación. Cuando morían, la contaminación estaba muy alta. Cuando mueren judíos en el mundo por ser judíos, la contaminación de la democracia es peligrosa. Los judíos son los canarios de la democracia: viven y mueren si vive o muere la libertad. Por ello, siempre que los enemigos de la democracia han crecido, han muerto judíos. Primero judíos. Después todos.
El antisemitismo es un problema de la libertad. Como lo es también ese ojo tuerto europeo que no ve más allá de sus complejos, sus esteriotipos y sus prejuicios. Europa forma parte de la solución. Pero ese huevo de la serpiente que habita en su interior, forma parte del problema.
Autor: Pilar Rahola
Fuente: Lista Hebreos, via <A HREF="http://www.es-israel.org/modules.php?name=News&file=article&sid=726">Es-Israel</A>.