Re: hasta 2300 tardes y mañanas..luego el santuario será purificado
Estimado valdense. Saludos cordiales.
Tú dices:
ISAIAS 44:28 es irrebatible
Y tu Gabriel que citas Esdras 7:13 dinos donde en ese versiculo o en todo el capitulo 7 de esdras o si quieres en todo el libro donde esta un decreto que ordene la """orden para restaurar y reedificar Jerusalem""que es lo unico de que habla Daniel 9:25
1844 es sin duda la peor farsa de la IASD y la mentira que mas verguenza les esta trayendo
Respondo: Ya se ha visto que la vergüenza la pasaron ustedes al traer como erudito a un deshonesto y chismoso representante de los ex adventistas, el cual fue expulsado más de dos ocasiones y no pudo nada en contra de la verdad.
Las palabras del Señor dadas en Isaías 44:28 son irrebatibles, no así vuestra errada interpretación.
“
que dice de Ciro: Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado.” Isaías 44:28.
Dios movió a Ciro como agente suyo para que discerniera las profecías concernientes a él mismo, bien conocidas por Daniel, y le indujo a conceder su libertad al pueblo judío.
Cuando el rey vio las palabras que habían predicho, más de cien años antes que él naciera, la manera en que Babilonia sería tomada; cuando leyó el mensaje que le dirigía el Gobernante del universo: "Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste; para que se sepa desde el nacimiento del sol, y desde donde se pone, que no hay más que yo;" cuando tuvo delante de los ojos la declaración del Dios eterno: "
Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; púsete sobrenombre, aunque no me conociste;" cuando leyó en el registro inspirado: "Yo lo desperté en justicia, y enderezaré todos sus caminos; él edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos, no por precio ni por dones" (Isa. 45: 5, 6, 4, 13), su corazón quedó profundamente conmovido y resolvió cumplir la misión que Dios le había asignado. Dejaría ir libres a los cautivos judíos y les ayudaría a restaurar el templo de Jehová.
En una proclamación escrita que se publicó "por todo su reino," Ciro dio a conocer su deseo de proveer para el regreso de los hebreos y para la reedificación de su templo. El rey reconoció con agradecimiento en esa proclamación pública: "J
ehová Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalem, que está en Judá. ¿Quién hay entre vosotros de todo su pueblo? Sea Dios con él, y suba a Jerusalem, ... y edifique la casa a Jehová Dios de Israel, (él es el Dios,) la cual está en Jerusalem. Y a cualquiera que hubiere quedado de todos los lugares donde peregrinare, los hombres de su lugar le ayuden con plata, y oro, y hacienda, y con bestias; con dones voluntarios." (Esd. 1: 1-4.)
Indicó, además, acerca de la estructura del templo, "
que fuese la casa edificada para lugar en que sacrifiquen sacrificios, y que sus paredes fuesen cubiertas; su altura de sesenta codos, y de sesenta codos su anchura; los órdenes, tres de piedra de mármol, y un orden de madera nueva; y que el gasto sea dado de la casa del rey. Y también los vasos de oro y de plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor sacó del templo que estaba en Jerusalem y los pasó a Babilonia, sean devueltos y vayan al templo que está en Jerusalem." (Esd. 6: 3-5.)
Llegaron noticias de este decreto hasta las provincias más lejanas de los dominios del rey, y por doquiera hubo gran regocijo entre los hijos de la dispersión. Muchos, como Daniel, habían estado estudiando las profecías, y habían estado rogando a Dios que interviniera en favor de Sión según lo había prometido. Y ahora sus oraciones recibían contestación; y con gozo en el corazón podían cantar unidos:
"
Cuando Jehová hiciere tornar la cautividad de Sión, seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se henchirá de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las gentes: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estaremos alegres." (Sal. 126: 1-3.)
"
Entonces se levantaron los cabezas de las familias de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y Levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios." Tal fue el residuo de los buenos, a saber unas cincuenta mil personas de entre los judíos desterrados que resolvieron valerse de la admirable oportunidad que se les ofrecía para "
subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalem." Sus amigos no les permitieron irse con las manos vacías, pues
"todos los que estaban en sus alrededores confortaron las manos de ellos con vasos de plata y de oro, con hacienda y bestias, y con cosas preciosas." A estas y otras muchas ofrendas voluntarias, se añadieron "l
os vasos de la casa de Jehová, que Nabucodonosor había traspasado de Jerusalem.... Sacólos pues Ciro rey de Persia, por mano de Mitrídates tesorero, ... cinco mil y cuatrocientos," para que se usasen en el templo que iba a ser reedificado. (Esd. 1: 5-11.)
A un descendiente del rey David, llamado Zorobabel [conocido también como Sheshbazzar], confió Ciro la responsabilidad de actuar como gobernador de la compañía que volvía a Judea; y con él iba asociado Josué el sumo sacerdote. El largo viaje a través de los desiertos se realizó satisfactoriamente, y la feliz compañía, agradecida a Dios por sus muchas misericordias, emprendió en seguida la obra de restablecer lo que había sido derribado y destruído. "
Los cabezas de los padres" dieron el ejemplo al ofrecer de su substancia para contribuir a los gastos de reedificar el templo; y el pueblo, siguiendo ese ejemplo, dio liberalmente de lo poco que tenía. (Esd. 2: 64-70.)
Con tanta celeridad como era posible, se erigió un altar donde había estado el antiguo altar en el atrio del templo. Para los servicios relacionados con la edificación de ese altar, "
juntóse el pueblo como un solo hombre;" y todos unidos restablecieron los servicios sagrados que se habían interrumpido cuando Jerusalén fue destruída por Nabucodonosor. Antes de separarse para alojarse en las casas que estaban tratando de reconstruir, "
hicieron asimismo la solemnidad de las cabañas." (Esd. 3: 1-6.)
La erección del altar para los holocaustos diarios alentó muchísimo a los pocos fieles que quedaban. De todo corazón participaron en los preparativos necesarios para reedificar el templo, y su valor iba en aumento a medida que esos preparativos progresaban de un mes a otro. Habían estado privados durante muchos años de los indicios visibles de la presencia de Dios. Ahora, rodeados de muchos tristes recuerdos de la apostasía de sus padres, anhelaban tener alguna señal permanente del perdón y del favor divino. Apreciaban la aprobación de Dios más que la recuperación de las propiedades personales y los antiguos privilegios. El Señor había obrado maravillosamente en su favor, y se sentían asegurados de que su presencia estaba con ellos, pero deseaban bendiciones aún mayores. Con gozosa anticipación esperaban el tiempo en que, estando reedificado el templo, podrían contemplar la gloria que resplandeciese desde su interior.
Los obreros empeñados en preparar los materiales de construcción encontraron entre las ruinas algunas de las inmensas piedras que se habían llevado al sitio del templo en los tiempos de Salomón. Las acomodaron para poder usarlas, y se proveyó además mucho material nuevo; de manera que pronto la obra hubo progresado al punto en que debía ponerse la piedra fundamental. Esto se hizo en presencia de muchos miles que se habían congregado para contemplar el progreso de la obra y para expresar su gozo por tener una parte en ella. Mientras se estaba colocando la piedra angular, el pueblo, acompañado por las trompetas de los sacerdotes y los címbalos de los hijos de Asaf, "
cantaban, alabando y confesando a Jehová, y decían: Porque es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel." (Esd. 3: 11.)
La casa que se estaba por reconstruir había sido tema de muchas profecías acerca del favor que Dios deseaba manifestar a Sión, y todos los que asistían a la colocación de la piedra angular debieran haber participado cordialmente del espíritu que correspondía a la ocasión. Sin embargo, una nota discordante se mezclaba con la música y los gritos de alabanza que se oían en ese alegre día. "
Y muchos de los sacerdotes y de los Levitas y de los cabezas de los padres, ancianos que habían visto la casa primera viendo fundar esta casa, lloraban en alta voz." (Vers. 12.)
Era natural que la tristeza embargase el corazón de aquellos ancianos al pensar en los resultados de la larga impenitencia. Si ellos y su generación hubiesen obedecido a Dios y cumplido su propósito para Israel, el templo construido por Salomón no habría sido derribado ni habría sido necesario el cautiverio. Pero, a causa de la ingratitud y la deslealtad que habían manifestado, fueron dispersados entre los paganos.
Las condiciones habían cambiado. Con tierna misericordia, el Señor había vuelto a visitar a su pueblo y le había permitido regresar a su tierra. El pesar por los errores pasados debiera haber sido reemplazado por sentimientos de gran gozo. Dios había obrado en el corazón de Ciro para que les ayudase a edificar el templo, y esto debiera haber arrancado a todos expresiones de profunda gratitud. Pero algunos no discernieron las providencias favorables de Dios. En vez de regocijarse, albergaron pensamientos de descontento y desaliento. Habían visto la gloria del templo de Salomón y se lamentaban por la inferioridad del edificio que se estaba erigiendo.
Las murmuraciones y las quejas, así como las comparaciones desfavorables que se hicieron, ejercieron una influencia deprimente en el ánimo de muchos, y debilitaron las manos de los constructores. Los trabajadores se sintieron inducidos a preguntarse si debían proceder con la construcción de un edificio al que se criticaba con tanta libertad desde el mismo comienzo, y que era causa de tantos lamentos.
Había, sin embargo, en la congregación muchas personas cuya fe y visión más amplias les permitieron considerar esta gloria menor sin tanto descontento. "
Muchos otros daban grandes gritos de alegría. Y no podía discernir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz de lloro del pueblo: porque clamaba el pueblo con grande júbilo, y oíase el ruido hasta de lejos." (Vers. 12, 13.)
Si los que no se regocijaron cuando se colocó la piedra fundamental del templo hubiesen previsto los resultados de su falta de fe en aquel día, se habrían espantado. Lejos estaban de comprender el peso de sus palabras de desaprobación y desilusión; ni sabían cuánto iba a demorar la terminación de la casa de Dios el descontento que habían expresado.
La magnificencia del primer templo y los ritos imponentes de sus servicios religiosos habían sido fuentes de orgullo para Israel antes de su cautiverio; pero con frecuencia su culto carecía de las cualidades que Dios considera como muy esenciales. Ni la gloria del primer templo ni el esplendor de su servicio podían recomendar a los adoradores a Dios; porque ellos no ofrecían lo único que tiene valor a la vista de él. No le traían el sacrificio de un espíritu humilde y contrito.
Cuando se descuidan los principios vitales del reino de Dios es cuando las ceremonias se vuelven numerosas y extravagantes.
Cuando se descuida la edificación del carácter, cuando falta el adorno del alma, cuando se desprecia la sencillez de la piedad, es cuando el orgullo y el amor a la ostentación exigen magníficos edificios para las iglesias, espléndidos adornos e imponentes ceremonias. Pero no se honra a Dios con todo esto. El aprecia a su iglesia, no por sus ventajas exteriores, sino por la sincera piedad que la distingue del mundo. El la estima de acuerdo con el crecimiento de sus miembros en el conocimiento de Cristo y de acuerdo con su progreso en la experiencia espiritual. Busca en ella la manifestación de los principios del amor y de la bondad. La belleza del arte no puede compararse con la hermosura del temperamento y del carácter que han de revelar los representantes de Cristo.
Una congregación puede ser la más pobre de la tierra. Puede carecer de atractivos externos; pero si sus miembros poseen los principios que regían el carácter de Cristo, los ángeles se unirán con ellos en su culto. Las alabanzas y acciones de gracias provenientes de corazones agradecidos ascenderán al cielo como dulce oblación.
"
Alabad a Jehová, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia. Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo." "Cantadle, cantadle salmos: hablad de todas sus maravillas. Gloriaos en su santo nombre: Alégrese el corazón de los que buscan a Jehová." "Porque sació al alma menesterosa, y llenó de bien al alma hambrienta." (Sal. 107: 1, 2;105: 2, 3;107: 9.)
"
Todo lo que es mandado por el Dios del cielo,
sea hecho prontamente para la casa del Dios del cielo;
pues, ¿por qué habría de ser su ira contra el reino del rey y de sus hijos?"
Esdras 7:23.
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.