ALARMA
A(H1N1): amarillismo y oportunismo
Xavier Sáez-Llorens
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La ignorancia hace más daño que la propia maldad, frase de mi profesor de ética. Si agregamos, añado yo, deseo de protagonismo, las consecuencias son aún peores. Más, en salud pública. La culpa no recae solo en la prensa local. Los noticieros internacionales han inducido una desproporcionada alarma colectiva. He escuchado a médicos, también, proferir una gran cantidad de falacias e imprecisiones. Los desaciertos incluyen que la gripe es mortal, que se deben cerrar escuelas o empresas, que hay que cancelar vuelos aéreos, que todos los infectados ameritan internación o terapia y que la vacuna antigripal protege contra el nuevo virus. Fomentar el pánico, basándose en especulaciones o supuestos, debería ser conducta punible. Aclaro conceptos.
Aunque la información inicial de México era preocupante, la ecuación para calcular letalidad utilizaba un denominador erróneo. Un gran número de sujetos había fallecido por causas ajenas a la influenza. Además, solo se cuantificaba a las personas hospitalizadas y a las que buscaban atención por una gripe muy sintomática. Tan pronto se testaron e incluyeron casos leves –la inmensa mayoría–, la mortalidad descendió del 7% a menos del 1%. Un análisis preliminar (Science, mayo 11, 2009), estima que por cada caso documentado de gripe A(H1N1), existen 10–15 infectados en espera de confirmación; es decir, unos 25 mil mexicanos. Estos datos reducirían la fatalidad a menos del 0.1% (1 muerto por cada mil casos), cifra comparable o inferior a la de gripe estacional. En Panamá, 300–400 personas mueren anualmente por complicaciones de la gripe común (1 por día) pero no son publicitadas en los medios. Tristemente, cuando fallezca el primer panameño por la nueva influenza, las portadas periodísticas se teñirán de sangre.
Los organismos sanitarios internacionales (OMS, CDC) no recomiendan cerrar escuelas, empresas o aeropuertos. Estas medidas reducen temporalmente la cantidad de afectados pero no evitan la propagación del virus. Cuba y Argentina se apresuraron en suspender vuelos pero ya hay casos en ambos lugares. Los gérmenes no respetan barreras de ninguna índole. Por experiencia histórica de pandemias previas, 25%–40% de la población se verá afectada, independientemente de lo que hagamos. Habrá varias olas anuales de nuevos casos y el virus mutante circulará en las poblaciones por los próximos 2–3 años. Por tanto, solo podremos mitigar la transmisión del virus (medidas higiénicas, exclusión escolar o laboral de enfermos), reducir el inóculo viral de exposición (mascarillas, alejamiento de personas con síntomas) y prescribir antivirales para aminorar la severidad de la infección, particularmente en grupos de riesgo. La celebración de eventos deportivos a puerta cerrada no tiene asidero científico. Me parece incongruente intentar, por un lado, rebajar histerias mientras se suspenden, por el otro, actividades populares.
Afortunadamente, una vasta mayoría de contagiados experimenta gripe leve, sin necesidad de hospitalización ni medicación. La toma de muestras para diagnóstico y terapia antiviral debe indicarse, exclusivamente, para los pocos individuos que ameriten internación y para los de riesgo (niños menores de 2 años, adultos mayores, asma no controlada, diabetes, artritis reumatoide, cáncer, sida, desnutrición severa y mujeres embarazadas). Si abusamos de estos fármacos, corremos el riesgo de desabastecimiento temprano o surgimiento potencial de resistencia del virus al tratamiento. Cabe, además, la posibilidad que esta cepa mute más en el tiempo y adquiera superior agresividad. Debemos preservar, por tanto, la actividad antiviral de los únicos fármacos efectivos (oseltamivir, zanamivir).
La vacuna actual sirve únicamente contra la gripe estacional y no para la nueva mutante. La vacunación está indicada para sujetos de riesgo. La influenza estacional puede ser más severa que la nueva gripe. Se estima que, a corto plazo, varias empresas desarrollarán vacunas específicas contra el novel A(H1N1). Panamá es el segundo país latinoamericano en número de casos, 39 hasta el 15 de mayo (ningún fallecido). Esto se debe a que contamos, localmente, con la prueba precisa para identificar el virus, intenso tráfico de turistas e inicio de la temporada lluviosa. La nación, además, posee una excelente vigilancia virológica que ha permitido encontrar este virus, de manera aleatoria, en el moco nasal de niños que no pertenecen a la categoría de sospechosos. Es justo reconocer el estupendo trabajo de todo el equipo del Minsa para captar, diagnosticar, informar y manejar los pacientes afectados. La ardua y organizada labor merece elogio ciudadano. Igualmente, debemos sentirnos orgullosos del Instituto Gorgas. El CDC ha avalado la excelencia del centro y su personal en diversas investigaciones epidemiológicas.
Lo que sí es deplorable es percatarse que gente inescrupulosa se aproveche de esta crisis sanitaria para provecho particular. Las mascarillas y lociones alcoholadas han subido substancialmente de precio. Me avergüenza, también, que algunos pocos médicos cobren la vacuna 3–5 veces por encima del costo habitual. Esa inmoralidad irrita y merece sanción ejemplar. En las circunstancias actuales, los insumos y servicios deberían ser más accesibles que nunca. Allí reside la verdadera solidaridad humana. Una palabra que está en boca de muchos, pero que la practican muy pocos.
