Ya, pero no estamos hablando de explícito, sino de implícito. Verá, ¿Cómo supo Isabel, que en el vientre de María, estaba el Señor? María no se lo había dicho, no, pues, recién había llegado y nada aún habían hablado. ¿Cuándo y cómo supo que el niño que estaba en el vientre de María, era su Señor? Después de ser llena del Espíritu Santo. Bien, entonces, pues, ¿quién se lo reveló? ¿Está claro, verdad? Muy bien, ¿de quién estaba lleno Juan, desde antes de nacer, desde el vientre de su madre? Entonces, pues, ¿a quién le reveló el Espíritu Santo que estaba ante él, y por ello se llenó de gozo? A Cristo, que no a María. ¿Claro, verdad? Está implícito, mi estimado, a todas luces está implícito. Tanto a Isabel, como a Juan, a ambos, el Espíritu Santo les reveló la presencia del Señor y Mesías. Pero usted no lo puede ver, porque sus ojos están puestos en la criatura, y su única intención es hallar justificación al culto y exaltación que le brinda a la misma, y, por ello, sus ojos están velados, y no puede entender las escrituras; hasta que el Señor, cuando usted se aparte de la idolatría, le abra los ojos para que pueda entenderlas. Ya se lo dije, la idolatría causa estragos.