Todo hombre está endemoniado y preso, hasta que el evangelio de Cristo lo libera.
Todo hombre vive en el infierno y la muerte espiritual, hasta que lo rescata Cristo.
Una vez rescatado, se vuelve siervo (esclavo) de Dios. Pero esta condición, en realidad, es la de verdadera libertad.
Cuando el hombre se entrega a la voluntad de Dios, es elevado hasta el estado que Dios siempre planeó para él: la santidad, la plenitud de su presencia, la perfección en tanto ser humano.
Un ejemplo concreto de lo que quiero decir:
Una persona con celos patológicos hacia su cónyuge, vive presa de sus celos patológicos. No puede por sí misma salir de su infierno, o exorcizar sus demonios. No goza de libre albedrío.
Una persona liberada por Cristo puede ahora elegir tener los celos o no tenerlos. Y obviamente, elige no tenerlos. Vivir sin celos patológicos es vivir en libertad, a gusto, feliz.