Re: EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE JESUS.
Bueno, y ahora otra vez a tirar de citas y a hacer un máster... Sobre Mateo... Extraido del libro de Deschner - Iglesia antigua - Falsificaciones y engaños.
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Por el contrario, lo cierto es que el apóstol Mateo, discípulo de Jesús, no es el autor del Evangelio de san Mateo (aparecido entre los años 70 y 90 como generalmente se supone). No sabemos todavía cómo consiguió la fama de ser un evangelista. Es evidente que el primer testimonio procede del historiador de la Iglesia Ensebio, que se basa a su vez en el obispo Papias, del que él mismo escribe que «intelectualmente debió ser bastante limitado». El título de «Evangelio de Mateo» procede de época posterior. Lo encontramos por primera vez con Clemente Alejandrino y Tertuliano, que murieron ambos a comienzos del siglo m. Si el apóstol Mateo, contemporáneo de Jesús, testigo aricular y ocular de sus obras, hubiera redactado el Evangelio que se le atribuye ¿hubiera tenido que apoyarse expresamente en Marcos? ¿Era tan desmemoriado? ¿Tenía tan poca inspiración?
Toda la investigación bíblica crítica considera que no hay motivo para que el nombre del apóstol Mateo aparezca sobre el Evangelio, puesto qué éste no se escribió en hebreo, como afirma la tradición de la Iglesia antigua, sino originalmente en griego. No se sabe de nadie que haya visto el original arameo, ni se conoce a nadie que lo haya traducido al griego, ni en los manuscritos ni en las citas se conserva el más mínimo resto de un texto original arameo. Wolfgang Speyer incluye con razón al Evangelio de Mateo entre «las falsificaciones bajo la máscara de revelaciones religiosas». K. Stendahí aventura que ni siquiera se trata de la obra de una única persona sino de una «escuela». Como quiera que sea y según pare" cer casi unánime de todos los investigadores no católicos de la Biblia, ese evangelio no se basa en testigos oculares.
Los teólogos católicos más recientes a menudo dan vueltas penosamente sobre estos hechos. «En caso de que (!) a nuestra versión griega del evangelio de Mateo le hubiese precedido una versión original en arameo [...]», escribe K. H. Sohelkíe. Claro, «en caso de que»... «"en caso de que" -dice Hebbel- es la más germánica de las expresiones.» (Y mi padre solía solventar toda condicional iniciada con «en caso de que» con un dicho muy gráfico que es mejor no citar aquí sino, a lo sumo, en las notas: un estímulo para que también el grueso de mis lectores rebusque entre éstas.) «Un Mateo original arameo debió de escribirse varios decenios antes que el Mateo griego.» Se ve que ni ellos mismos se lo creen. (Y
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Extracto del libro "La formación del cristianismo como fenómeno ideológico"...
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Mateo desarrolla también el retrato del Jesús que sanciona el deber de pagar el tributo
al César, mediante la condenación de todo recurso a la violencia. En el perícope sobre
Getsemaní, Mateo hace decir a Jesús: «vuelve tu espada a la vaina, pues quien usa la espada
morirá por la espada»507. El indudable conato de resistencia que descubren las narraciones
de Marcos y de Lucas resulta, según Mateo, imposible por la lógica misma de la mentalidad
de Jesús, asegurándose así contra la menor ambigüedad en un punto de consecuencias
decisivas para su porfiada semblanza de un Cristo pacifista; lo cual no le impide, de otra
parte, presentar un Jesús apocalípticamente poderoso, capaz de ordenar el envío de «más de
once legiones de ángeles»; si no lo hace es porque debía dejar que «se cumpliesen las
escrituras»508.
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Sobre Juan (extrato del libro de Deschner)
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Desde finales del siglo n, desde Ireneo, aunque al principio no sin controversias, la Iglesia atribuye sin motivo el cuarto Evangelio al apóstol Juan, algo que todos los investigadores críticos ponen en duda desde hace más de doscientos años y para lo que existen multitud de motivos de peso.
Aunque el autor de este cuarto Evangelio, que curiosamente no cita ningún nombre, afirma haberse apoyado en el pecho de Jesús y ser un testigo fiable, asegura y repite enfáticamente «que su testimonio es verdadero», que «ha visto [...] y que su testimonio es verdadero y que sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis [...]». Pero este Evangelio no apareció como muy pronto hasta alrededor del año 100, cuando hacía ya mucho que habían matado al apóstol Juan, hacia el año 44 o, probablemente, en 62.
También el Padre de la Iglesia Ireneo, que fue el primero en afirmar la autoría del apóstol Juan, ha confundido intencionadamente a éste (del que más tarde dice que vivió en Éfeso), como corrresponde a un santo cristiano, con un presbítero Juan de Efeso. Y el autor de la segunda y la tercera epístolas de Juan, que igualmente se atribuyen al apóstol Juan, se proclama al comienzo «el presbítero». (Una confusión similar la hubo también entre el apóstol Felipe y el «diácono» Felipe.) Incluso el papa Dámaso I, en su índice canónico (382) no atribuye dos de las epístolas de Juan al apóstol Juan, sino a «otro Juan, el presbítero». Hasta el propio Padre de la Iglesia Jerónimo negaba que esas segunda y tercera epístolas fueran del apóstol. Cuando el obispo Ireneo asigna a finales del siglo n el Evangelio al apóstol Juan, haya confundido este nombre de manera intencionada o no, se engañó numerosas veces;
afirma así que según los Evangelios y la tradición de Juan, Jesús estuvo enseñando sus doctrinas públicamente veinte años y que fue crucificado cuando contaba cincuenta, bajo el emperador Claudio. ¿Merece algún crédito un testigo tal, que también en otros aspectos poseía una «refinada falta a la verdad» (Eduard Schwartz) pero que enseñaba que: «por doquier la Iglesia predica con la verdad»?
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Sobre los milagros y la evolución desde Marcos hasta Mateo y Lucas.
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«Todos los defectos que aún presentan en Marcos, se eliminan»: Wagenmann, teólogo-, las ediciones aumentadas y corregidas de Marcos, Mateo y Lucas amplifican la transmisión de los milagros, relatando en lugar de una curación dos. O en lugar de la curación de «muchos», hablan de «todos». O de la «multiplicación de los panes» hacen una cantidad doble. O dramatizan la resurrección de los muertos, introduciendo hechos totalmente nuevos con respecto a Marcos. Lo mismo que Juan, el cuarto evangelista, añade otros cuatro grandes milagros que no citan ninguno de sus antecesores: primero la conversión del vino en Cana, donde su Cristo produce seiscientos o setecientos litros, y al final, coronándolo todo, la resurrección de Lázaro, que ya está descomponiéndose, «ya huele».20
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El gusto por la ficción de quienes juegan con estas cosas... Milagros en los apócrifos
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Continuando con las historias canónicas aparecen listas completas de milagros, sin que falte la aseveración de que Jesús ha hecho muchos más milagros. La tendencia va en aumento, hacia lo superlativo. También continúa la tendencia desde el «curó a muchos» del evangelista más antiguo, Marcos, hasta el «curó a todos» de Mateo, más reciente. Y si en la historia de los apóstoles Jesús «ha hecho el bien y ha curado a todos a los que había vencido el diablo», el Pseudo-Clemente dice que Jesús cura «todas las enfermedades». Pero el máximo insuperable lo ofrecen las actas de Juan: «Sus grandiosos y maravillosos hechos deben quedar de momento silenciados, ya que son inexpresables y quizá no se puedan contar ni escuchar nunca».37
Muchos de los primeros milagros eran demasiado simples para los hombres de tiempos posteriores. Por tanto los adornaron, ampliaron y enriquecieron.
Así, en el bautismo de Jesús, donde originalmente, de todos modos, los cielos se abrieron, apareció una paloma del Espíritu Santo y resonó la voz de Dios, ahora tiene lugar también un fenómeno luminoso, el Jordán se retira, lanza hacia lo alto sus aguas y hasta las estrellas claman al Señor y asisten los ángeles. Un escrito protocristiano relata: «Y sobre el Jordán se depositaron (extendieron) nubes blancas y aparecieron muchos ejércitos de espíritus, que cantaban glorias en el aire, y el Jordán detuvo su curso, parándose sus aguas y desde allí se extendió un aroma de olores agradables».38
Y lo mismo que el bautismo de Jesús es maravilloso, naturalmente también lo es el final.
En el Evangelio de Bartolomé, éste ve durante la crucifixión a los ángeles alzarse del cielo y adorar al Señor. No es suficiente, y el discípulo puede oír hasta en los infiernos. «Cuando sobrevinieron las tinieblas miré y vi que habías desaparecido de la cruz; sólo escuche tu voz en el infierno, y cómo allí de pronto se elevó un violento lamento y rechinar de dientes [...].» Siempre la música más hermosa para los oídos cristianos.39