Re: Eucaristía.
Sin entrar en polémicas de sustancias y accidentes que tanto daño han hecho a este sacramento por ser racionalizacciones defectuosas que avivaron las diferencias de las Iglesias, incluso en el ámbito protestante. Yo tengo claras algunas cosas, confiese que fruto de la lectura de la Escritura pero a la luz de la tradición más universal.
Obviamente parto de la doctrina protestante, así ya asumo que a los evangélicos les parecerá que añado cosas que la Biblia no dice (aunque bien nos hace dudar de ellas) y los católicos creerán que me olvido de otras que la tradición si dice, pero que en mi opinión no hay por donde cogerlas. De paso este aríticulo, con toda la humildad, puede que interese más allá de lo que "nseigi" opina, pues es doctrina comúnmente aceptada para muchos protestantes de iglesias históricas.
Lo voy a formular en modo de tesis, porque es asunto es complejo, y así voy rápido (sin preámbulos y florituras) a los problemas centrales. Esto lo clavo simbólicamente en la puerta de las iglesias evangélicas y católicas, jejeje.
1. Los papistas han contribuído más a atrofiar ucho el sacramento de la eucaristía con tanta misa privada y pública, tanta procesión, sagrarios, bendiciones eucarísticas, adoraciones eucarísticas, ayunos y toda una piedad literalmente obsesionada con la presencia de Cristo en el pan y el vino consagrados. Otras realidades como la acción de gracias, la comunión en el cuerpo místico, en la fe en Cristo, el memorial de la muerte y pasión de Cristo quedaron relegadas, mal enseñadas, y antes del CVII oscurecidas en los cánones litúrgicos en latín que nadie entendía y que ni siquiera nadie respondía (en las partes destinadas a ello) excepto los monaguillos.
2. A tal grado llego esta atrofía que antes del CVII estaba permitido asistir sólo a la consagración y comunión, y luego podía si se quiería reenganzachar en otra misa emepezada (de las muchas que sucedían al mismo tiempo en templos y catedrales) ya fuese en capiillas con misa privada o en la general. En la mentalidad católica se impuso la creencia por esta horrenda práctica de que a misa se iba ante todo, sobretodo, y con fallo de lo demás: a comulgar a Cristo y punto. Esto menoscababa la importancia del sacramento y su liturgia que por otro lado era realmente innacesible. Un cura de espaldas farfullaba (cuando no en secreto) una serie de fórmulas ante el altar (que seguía dividido por rejas y otros impedimientos físicos) y con suerte algún acólito o monaguillo le seguía en los responsos.
3. Para los sacerdotes católicos la cosa no era mejor, a las muchas misas que decían, les seguían unas rúbricas terribles en las cuales se estipulaba todo (incluso la forma en la que movían sus manos) y un temor atroz a saltarse o pronunciar mal algo del canon con lo que la Eucaristía podía quedar inválida y estos pecar. Los fieles tampoco se sentían mejor, pues la mayoría por reparos muy grandes o no comulgaban casi nunca (mínimo una vez al año) o bien por culpa del ayuno de casi 24 horas no estaban dispuesto a hacerlo (por miedo a pecar).
4. El punto 1, 2, 3 no refleja más que una obsesión insana con la ciertísima doctrina de la presencia de Cristo pero con la muy deficiente explicación de la transubstanciación que sólo conduce a una observancia defectuosa de la Eucaristía y quien sabe si también a la superstición y la magia.
5. La ICAR hoy en día aún arrastra después del CVII algunos defectos en lo que fue una reforma a medias. Sigue promoviéndose una adoració desmedida en la consagración que no le es propia en tal grado al sacramento. Siguen los sagrarios (que comento después). Y por lo general sigue pesando más la transubstanciación como el gran milagro central de la Eucaristía.
-----
1. Para un protestante histórico la presencia de Cristo en la Eucarístía es real, no es simbólica ni figurada. Pero hay hasta tres expliaciones que dan respuesta a este milagro (aunque ninguna de ellas se presenta hoy en día como un dogma a creer, sino como una aproximación al misterio:
Las tres tiene puntos en la Escritura, la de Calvino es cierta en el sentido de que participamos del cuerpo y sangre de Cristo de una forma milagrosa, como ascediendo místicamente y formando en él un sólo cuerpo. Pero no sirve para hablar de la eucaristía porque a fin de cuentas esto no sólo pasa en la Cena del Señor, sino en cierto modo al creer también. (Juan 6)
La doctrina de la presencia deslocalizada choca con el "este es mi cuerpo" "esta es mi sangre", pero es el punto de unión con los evangélicos, ya que sostiene como ellos que el pan y el vino son símbolos; y rompe al mismo tiempo, porque sostiene que esos símbolos son materia para un sacramento en el que realemente se recibe a Cristo. Es una doctrina media, que salva ciertos problemas escriturales y de la tradición. Aunque abre nuevos.
La doctrina de la consubstanciación es casi como la anterior, pero al menos si toma el pan y el vino como "sagrarios" o "portadores" de esta presencia, con lo que se podría discutir mejor las palabras de la institución de la cena.
2. No tiene sentido los sagrarios, adoraciones y demás devociones al pan y al vino bajo la perspectiva de estas doctrinas.
3. La presencia de Cristo es obviamente in usu, es decir, mientras se celebra el sacramento; luego no tiene sentido hablar de ella una vez terminado el fin para el cual el sacramento esta ordenado que es la comunión, ordenarlo para que luego sea velado y adorado no tiene asiento bíblico alguno. Sólo podría existir la posibilidad de que se llevase a los enfermos en su casa (ya que no se extinguió el fin)
4. En todo caso el énfasis protestante se sitúa en el memorial de la pasión de Cristo y en la comunión en Cristo, en la acción de gracias por su Pasión y la celebración dominical de la resurrección y la vida nueva en su bendita sangre y cuerpo. Rechazando tajantemente que para poder celebrar estas cosas, vivirlas y ser partícipes de ellas sea necesario repetir incruentamente el sacrificio de Cristo, que fue dado una vez por todos y sus efectos son eternos en el tiempo. Aunque en memoria suya estemos ordenados a vivir este encuentro de eucaristía y de gracia de éste modo. Como Israel celebró en su día la Pascua.
Sin entrar en polémicas de sustancias y accidentes que tanto daño han hecho a este sacramento por ser racionalizacciones defectuosas que avivaron las diferencias de las Iglesias, incluso en el ámbito protestante. Yo tengo claras algunas cosas, confiese que fruto de la lectura de la Escritura pero a la luz de la tradición más universal.
Obviamente parto de la doctrina protestante, así ya asumo que a los evangélicos les parecerá que añado cosas que la Biblia no dice (aunque bien nos hace dudar de ellas) y los católicos creerán que me olvido de otras que la tradición si dice, pero que en mi opinión no hay por donde cogerlas. De paso este aríticulo, con toda la humildad, puede que interese más allá de lo que "nseigi" opina, pues es doctrina comúnmente aceptada para muchos protestantes de iglesias históricas.
Lo voy a formular en modo de tesis, porque es asunto es complejo, y así voy rápido (sin preámbulos y florituras) a los problemas centrales. Esto lo clavo simbólicamente en la puerta de las iglesias evangélicas y católicas, jejeje.
1. Los papistas han contribuído más a atrofiar ucho el sacramento de la eucaristía con tanta misa privada y pública, tanta procesión, sagrarios, bendiciones eucarísticas, adoraciones eucarísticas, ayunos y toda una piedad literalmente obsesionada con la presencia de Cristo en el pan y el vino consagrados. Otras realidades como la acción de gracias, la comunión en el cuerpo místico, en la fe en Cristo, el memorial de la muerte y pasión de Cristo quedaron relegadas, mal enseñadas, y antes del CVII oscurecidas en los cánones litúrgicos en latín que nadie entendía y que ni siquiera nadie respondía (en las partes destinadas a ello) excepto los monaguillos.
2. A tal grado llego esta atrofía que antes del CVII estaba permitido asistir sólo a la consagración y comunión, y luego podía si se quiería reenganzachar en otra misa emepezada (de las muchas que sucedían al mismo tiempo en templos y catedrales) ya fuese en capiillas con misa privada o en la general. En la mentalidad católica se impuso la creencia por esta horrenda práctica de que a misa se iba ante todo, sobretodo, y con fallo de lo demás: a comulgar a Cristo y punto. Esto menoscababa la importancia del sacramento y su liturgia que por otro lado era realmente innacesible. Un cura de espaldas farfullaba (cuando no en secreto) una serie de fórmulas ante el altar (que seguía dividido por rejas y otros impedimientos físicos) y con suerte algún acólito o monaguillo le seguía en los responsos.
3. Para los sacerdotes católicos la cosa no era mejor, a las muchas misas que decían, les seguían unas rúbricas terribles en las cuales se estipulaba todo (incluso la forma en la que movían sus manos) y un temor atroz a saltarse o pronunciar mal algo del canon con lo que la Eucaristía podía quedar inválida y estos pecar. Los fieles tampoco se sentían mejor, pues la mayoría por reparos muy grandes o no comulgaban casi nunca (mínimo una vez al año) o bien por culpa del ayuno de casi 24 horas no estaban dispuesto a hacerlo (por miedo a pecar).
4. El punto 1, 2, 3 no refleja más que una obsesión insana con la ciertísima doctrina de la presencia de Cristo pero con la muy deficiente explicación de la transubstanciación que sólo conduce a una observancia defectuosa de la Eucaristía y quien sabe si también a la superstición y la magia.
5. La ICAR hoy en día aún arrastra después del CVII algunos defectos en lo que fue una reforma a medias. Sigue promoviéndose una adoració desmedida en la consagración que no le es propia en tal grado al sacramento. Siguen los sagrarios (que comento después). Y por lo general sigue pesando más la transubstanciación como el gran milagro central de la Eucaristía.
-----
1. Para un protestante histórico la presencia de Cristo en la Eucarístía es real, no es simbólica ni figurada. Pero hay hasta tres expliaciones que dan respuesta a este milagro (aunque ninguna de ellas se presenta hoy en día como un dogma a creer, sino como una aproximación al misterio:
- La consubstanciación: El pan y el vino son lo que son siempre, y a estos se añade la presencia de Cristo, ya bien sea en las mismas especies (Cristo escondido) o en relación a éstas al consagrar o comulgar (Cristo por medio de éstas)
- Presecia deslocalizada del Pan y el Vino que son sus referentes: El pan y el vino son lo que siempre y actúan como materia necesaria para el sacramento (sine qua non) igual que la consagración y la epíclesis. Pero la presencia de Cristo, que es real, esta sacramentalizada fuera del pan y el vino. No es visible (como tampoco lo es para los católicos) y la iglesia se hace partícipe de ésta por la fe. Algunos la han llamado presencia espiritual, pero no es la forma más correcta, pues se sostiene que se recibe a Cristo, en cuerpo, alma y divinidad; mejor hubiese sido dicho "presencia eucarística".
- Por último está la doctrina de Calvino: Se parece a la anterior pero sostiene que Cristo "no baja" ni se "hace presente" en el sacramento, sino que es la Iglesia la que por medio de éste participa de su cuerpo y sangre como "subiendo" por la fe.
Las tres tiene puntos en la Escritura, la de Calvino es cierta en el sentido de que participamos del cuerpo y sangre de Cristo de una forma milagrosa, como ascediendo místicamente y formando en él un sólo cuerpo. Pero no sirve para hablar de la eucaristía porque a fin de cuentas esto no sólo pasa en la Cena del Señor, sino en cierto modo al creer también. (Juan 6)
La doctrina de la presencia deslocalizada choca con el "este es mi cuerpo" "esta es mi sangre", pero es el punto de unión con los evangélicos, ya que sostiene como ellos que el pan y el vino son símbolos; y rompe al mismo tiempo, porque sostiene que esos símbolos son materia para un sacramento en el que realemente se recibe a Cristo. Es una doctrina media, que salva ciertos problemas escriturales y de la tradición. Aunque abre nuevos.
La doctrina de la consubstanciación es casi como la anterior, pero al menos si toma el pan y el vino como "sagrarios" o "portadores" de esta presencia, con lo que se podría discutir mejor las palabras de la institución de la cena.
2. No tiene sentido los sagrarios, adoraciones y demás devociones al pan y al vino bajo la perspectiva de estas doctrinas.
3. La presencia de Cristo es obviamente in usu, es decir, mientras se celebra el sacramento; luego no tiene sentido hablar de ella una vez terminado el fin para el cual el sacramento esta ordenado que es la comunión, ordenarlo para que luego sea velado y adorado no tiene asiento bíblico alguno. Sólo podría existir la posibilidad de que se llevase a los enfermos en su casa (ya que no se extinguió el fin)
4. En todo caso el énfasis protestante se sitúa en el memorial de la pasión de Cristo y en la comunión en Cristo, en la acción de gracias por su Pasión y la celebración dominical de la resurrección y la vida nueva en su bendita sangre y cuerpo. Rechazando tajantemente que para poder celebrar estas cosas, vivirlas y ser partícipes de ellas sea necesario repetir incruentamente el sacrificio de Cristo, que fue dado una vez por todos y sus efectos son eternos en el tiempo. Aunque en memoria suya estemos ordenados a vivir este encuentro de eucaristía y de gracia de éste modo. Como Israel celebró en su día la Pascua.