Estudio cronológico del disparate adventista sobre los sacrificios por el pecado en el santuario israelita
Documentación
El primer escrito atribuible a Ellen White mínimamente detallado en cuanto al tema que nos ocupa apareció en 1884 en la obra titulada The Spirit of Prophecy, tomo 4. En su página 263, la “autora” en cuestión afirma lo siguiente:
“Day by day the repentant sinner brought his offering to the door of the tabernacle, and, placing his hand upon the victim’s head, confessed his sins, thus in figure transferring them to the innocent sacrifice. The animal was then slain, and the blood or the flesh was carried by the priest into the holy place. Thus the sin was, in figure, transferred to the sanctuary”.
Aunque la obra en cuestión no está disponible en español, la traducción del texto anterior es la que sigue:
“Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente a la víctima inocente. Luego se mataba el animal, y la sangre o la carne era llevada por el sacerdote al lugar santo. Así el pecado era transferido figurativamente al santuario”.
La segunda iteración digna de mención de este planteamiento apareció solo cuatro años después, en la edición de 1888 de The Great Controversy. En su página 418, la “autora” en cuestión afirma lo siguiente:
“Day by day the repentant sinner brought his offering to the door of the tabernacle, and placing his hand upon the victim’s head, confessed his sins, thus in figure transferring them from himself to the innocent sacrifice. The animal was then slain… The blood, representing the forfeited life of the sinner, whose guilt the victim bore, was carried by the priest into the holy place and sprinkled before the veil… By this ceremony the sin was, through the blood, transferred in figure to the sanctuary. In some cases the blood was not taken into the holy place; but the flesh was then to be eaten by the priest…
“God hath given it you to bear the iniquity of the congregation.” [LEV. 10:17.] Both ceremonies alike symbolized the transfer of the sin from the penitent to the sanctuary”
La obra en cuestión, como tal, no ha sido traducida al español, pero sí lo fue la edición de 1911 del mismo libro, en la que la cita aparece idénticamente en la misma página 418. En la versión española de El conflicto de los siglos la cita aparece en la página 471, y dice lo siguiente:
“Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el animal… La sangre, que representaba la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo… Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por intermedio de la sangre, al santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía entonces comer la carne… "Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación." (Levítico 10: 17.) Ambas ceremonias simbolizaban por igual la transferencia del pecado del penitente al santuario”.
La tercera iteración digna de mención de este planteamiento apareció solo dos años después, en 1890, en el libro Patriarchs and Prophets . En su página 354, la “autora” en cuestión afirma lo siguiente:
“The repentant sinner brought his offering to the door of the tabernacle, and, placing his hand upon the victim’s head, confessed his sins, thus in figure transferring them from himself to the innocent sacrifice. By his own hand the animal was then slain, and the blood was carried by the priest into the holy place and sprinkled before the veil… By this ceremony the sin was, through the blood, transferred in figure to the sanctuary. In some cases the blood was not taken into the holy place;* but the flesh was then to be eaten by the priest… “God hath given it you to bear the iniquity of the congregation.” Leviticus
10:17. Both ceremonies alike symbolized the transfer of the sin from the penitent to the sanctuary”.
El asterisco está en el original, y apunta a una “nota 6” del apéndice, cuyo contenido se presentará después. En la traducción española de Patriarcas y profetas la cita en cuestión aparece en las páginas 367-368:
“El pecador arrepentido traía, su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y colocando la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados; así, en un sentido figurado, los trasladaba de su propia persona. a la víctima inocente. Con su propia mano mataba entonces el animal, y el sacerdote llevaba la sangre al lugar santo y la rociaba ante el velo… Con esta ceremonia y en un sentido simbólico, el pecado era trasladado al santuario por medio de la sangre. En algunos casos no se llevaba la sangre al lugar santo (véase el Apéndice, nota 9); sino que el sacerdote debía comer la carne… "Diola él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación." (Lev. 10: 17.) Las dos ceremonias simbolizaban igualmente el traslado del pecado del hombre arrepentido al santuario”.
Como puede verse, la “nota 6” inglesa es la “nota 9” española. Esa “nota 6” aparece en la página 761 de la edición inglesa, y afirma lo siguiente:
“When a sin offering was presented for a priest or for the whole congregation, the blood was carried into the holy place and sprinkled before the veil and placed upon the horns of the golden altar. The fat was consumed upon the altar of burnt offering in the court, but the body of the victim was burned without the camp. See Leviticus 4:1-21.
“When, however, the offering was for a ruler of for one of the people, the blood was not taken into the holy place, but the flesh was to be eaten by the priest, as the lord directed Moses: ‘The priest that offereth it for sin shall eat it: in a holy place shall it be eaten, in the court of the tent of meeting.’ Leviticus 6:26, R.V. See also Leviticus 4:22-35”.
La “nota 9” española aparece en la página 826 de la edición en nuestro idioma, y afirma lo siguiente:
“Cuando se ofrecía un sacrificio expiatorio para un sacerdote o para toda la congregación, se llevaba la sangre al lugar santo, y era derramada ante la cortina y puesta sobre los cuernos del altar de oro. El sebo era consumido sobre el altar de holocaustos que estaba en el atrio, pero el cuerpo de la víctima era quemado fuera del campamento. (Véase Lev. 4: 1-21.)
“Sin embargo, si el sacrificio era para un príncipe o para un miembro del pueblo, no se llevaba la sangre al lugar santo, sino que la carne era comida por el sacerdote, tal como el Señor le ordenó a Moisés: "El sacerdote que la ofreciera por expiación, la comerá: en el lugar santo será comida, en el atrio del tabernáculo del testimonio." (Lev. 6: 26. Véase también Lev. 4: 22-35.)”
Evaluación
Vemos que, mal guiada por su dependencia de la traducción del Rey Jacobo (KJV), en 1884 metió la pata hasta la coronilla cuando afirmó que, una vez muerta la víctima del sacrificio por el pecado en el santuario, “la sangre o la carne era llevada por el sacerdote al lugar santo”. Si bien es cierto que en algunos casos, MUY POCOS, parte de la sangre era llevada al lugar santo, la carne de las víctimas cuya sangre no se llevaba al lugar santo NO SE LLEVABA NUNCA al lugar santo, pues este no era ni una cocina ni un comedor. Era llevada a UN lugar santo, pero ese lugar NO era EL lugar santo:
“En el lugar donde se degüella el holocausto, será degollada la ofrenda por el pecado delante de Jehová. Es cosa santísima. 26 La comerá el sacerdote que la ofrezca por el pecado; en lugar santo será comida, en el atrio del Tabernáculo de reunion” (Lev. 6:25, 26).
Se habían dado instrucciones similares para los sacrificios consistentes en cereales:
“Aarón y sus hijos comerán lo que sobre de ella. Sin levadura se comerá en lugar santo; en el atrio del Tabernáculo de reunión lo comerán” (Lev. 6:16).
Participaban de estas comidas todos los familiares varones del sacerdote oficiante, no solo este:
“Todo varón de entre los sacerdotes la comerá. Será comida en lugar santo: es cosa muy santa” (Lev. 7:6).
Así, pues, parece que la “luz menor” alumbraba en 1884 con un haz tan desenfocado y nebuloso que “los hermanos” creyeron necesario darle otra oportunidad. Para 1888 la referencia a “la carne… llevada por el sacerdote al lugar santo” dejó lugar a la versión “reducida” que hablaba solo del transporte de la sangre. Se reconoció, además, que “[e]n ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía entonces comer la carne”. Lamentablemente, a “los hermanos” se les “olvidó” señalar que no se trataba meramente de “ciertos casos”, sino, más bien, de PRÁCTICAMENTE TODOS, pues solo se introducían gotas de sangre de los sacrificios por el pecado ofrecidos por los propios sacerdotes o por pecados de yerro comunales de todo el pueblo, pero NI UNA GOTA de los sacrificios hechos por los ciudadanos comunes o por los jefes tribales (que, lógicamente, representaban una mayoría aplastante con respecto al comparativamente minúsculo número de sacerdotes; tras la muerte de Nadab y Abiú, había tres sacerdotes, y cientos de miles, o millones, de gente del pueblo). A “los hermanos” también se les “olvidó” mencionar que la sangre de sacrificios por el pecado que se metía al lugar santo NUNCA era de “corderos”, sino que era exclusivamente de toro. También se les “olvidó” decir que los ciudadanos comunes y los jefes tribales no ofrecían toros como sacrificio por el pecado, sino cabras (cabritos los jefes tribales) u ovejas.
Posiblemente como resultado de alguna pregunta “impertinente” de algún “hermano” en cuanto a la novedosa “noticia” de que no siempre se introdujese sangre al lugar santo, “los hermanos” decidieron, por fin, añadir un asterisco y una somera nota a lo que Ellen White no osó o no quiso retocar en Patriarcas y profetas. Lógicamente, a “los hermanos” siguió “olvidándoseles” contar toda la verdad sobre el tipo de víctimas que ofrecía cada cual, y ello contribuye a los ataques de histeria que sufren ahora algunos adventistas cuando se señala que NUNCA se ofrecían corderos machos como sacrificio por el pecado en el santuario israelita y cuando se señala que de la sangre de los cabritos, las cabras y las ovejas que se ofrecían como sacrificio por el pecado NUNCA entraba NI UNA GOTA al lugar santo. Ello aniquila la pretensión adventista de que los pecados se “transfiriesen” así “simbólicamente” al santuario, contaminándolo. ¿Cómo podía contaminar algo en el santuario la sangre que NO era introducida en él? Y la que sí se introducía (la de toro), ¿cómo podía contaminar algo de pecado si nadie ha demostrado que hubiese pecado en la sangre?
Documentación
El primer escrito atribuible a Ellen White mínimamente detallado en cuanto al tema que nos ocupa apareció en 1884 en la obra titulada The Spirit of Prophecy, tomo 4. En su página 263, la “autora” en cuestión afirma lo siguiente:
“Day by day the repentant sinner brought his offering to the door of the tabernacle, and, placing his hand upon the victim’s head, confessed his sins, thus in figure transferring them to the innocent sacrifice. The animal was then slain, and the blood or the flesh was carried by the priest into the holy place. Thus the sin was, in figure, transferred to the sanctuary”.
Aunque la obra en cuestión no está disponible en español, la traducción del texto anterior es la que sigue:
“Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente a la víctima inocente. Luego se mataba el animal, y la sangre o la carne era llevada por el sacerdote al lugar santo. Así el pecado era transferido figurativamente al santuario”.
La segunda iteración digna de mención de este planteamiento apareció solo cuatro años después, en la edición de 1888 de The Great Controversy. En su página 418, la “autora” en cuestión afirma lo siguiente:
“Day by day the repentant sinner brought his offering to the door of the tabernacle, and placing his hand upon the victim’s head, confessed his sins, thus in figure transferring them from himself to the innocent sacrifice. The animal was then slain… The blood, representing the forfeited life of the sinner, whose guilt the victim bore, was carried by the priest into the holy place and sprinkled before the veil… By this ceremony the sin was, through the blood, transferred in figure to the sanctuary. In some cases the blood was not taken into the holy place; but the flesh was then to be eaten by the priest…
“God hath given it you to bear the iniquity of the congregation.” [LEV. 10:17.] Both ceremonies alike symbolized the transfer of the sin from the penitent to the sanctuary”
La obra en cuestión, como tal, no ha sido traducida al español, pero sí lo fue la edición de 1911 del mismo libro, en la que la cita aparece idénticamente en la misma página 418. En la versión española de El conflicto de los siglos la cita aparece en la página 471, y dice lo siguiente:
“Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el animal… La sangre, que representaba la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al lugar santo y la salpicaba ante el velo… Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por intermedio de la sangre, al santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía entonces comer la carne… "Dióla él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación." (Levítico 10: 17.) Ambas ceremonias simbolizaban por igual la transferencia del pecado del penitente al santuario”.
La tercera iteración digna de mención de este planteamiento apareció solo dos años después, en 1890, en el libro Patriarchs and Prophets . En su página 354, la “autora” en cuestión afirma lo siguiente:
“The repentant sinner brought his offering to the door of the tabernacle, and, placing his hand upon the victim’s head, confessed his sins, thus in figure transferring them from himself to the innocent sacrifice. By his own hand the animal was then slain, and the blood was carried by the priest into the holy place and sprinkled before the veil… By this ceremony the sin was, through the blood, transferred in figure to the sanctuary. In some cases the blood was not taken into the holy place;* but the flesh was then to be eaten by the priest… “God hath given it you to bear the iniquity of the congregation.” Leviticus
10:17. Both ceremonies alike symbolized the transfer of the sin from the penitent to the sanctuary”.
El asterisco está en el original, y apunta a una “nota 6” del apéndice, cuyo contenido se presentará después. En la traducción española de Patriarcas y profetas la cita en cuestión aparece en las páginas 367-368:
“El pecador arrepentido traía, su ofrenda a la puerta del tabernáculo, y colocando la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados; así, en un sentido figurado, los trasladaba de su propia persona. a la víctima inocente. Con su propia mano mataba entonces el animal, y el sacerdote llevaba la sangre al lugar santo y la rociaba ante el velo… Con esta ceremonia y en un sentido simbólico, el pecado era trasladado al santuario por medio de la sangre. En algunos casos no se llevaba la sangre al lugar santo (véase el Apéndice, nota 9); sino que el sacerdote debía comer la carne… "Diola él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación." (Lev. 10: 17.) Las dos ceremonias simbolizaban igualmente el traslado del pecado del hombre arrepentido al santuario”.
Como puede verse, la “nota 6” inglesa es la “nota 9” española. Esa “nota 6” aparece en la página 761 de la edición inglesa, y afirma lo siguiente:
“When a sin offering was presented for a priest or for the whole congregation, the blood was carried into the holy place and sprinkled before the veil and placed upon the horns of the golden altar. The fat was consumed upon the altar of burnt offering in the court, but the body of the victim was burned without the camp. See Leviticus 4:1-21.
“When, however, the offering was for a ruler of for one of the people, the blood was not taken into the holy place, but the flesh was to be eaten by the priest, as the lord directed Moses: ‘The priest that offereth it for sin shall eat it: in a holy place shall it be eaten, in the court of the tent of meeting.’ Leviticus 6:26, R.V. See also Leviticus 4:22-35”.
La “nota 9” española aparece en la página 826 de la edición en nuestro idioma, y afirma lo siguiente:
“Cuando se ofrecía un sacrificio expiatorio para un sacerdote o para toda la congregación, se llevaba la sangre al lugar santo, y era derramada ante la cortina y puesta sobre los cuernos del altar de oro. El sebo era consumido sobre el altar de holocaustos que estaba en el atrio, pero el cuerpo de la víctima era quemado fuera del campamento. (Véase Lev. 4: 1-21.)
“Sin embargo, si el sacrificio era para un príncipe o para un miembro del pueblo, no se llevaba la sangre al lugar santo, sino que la carne era comida por el sacerdote, tal como el Señor le ordenó a Moisés: "El sacerdote que la ofreciera por expiación, la comerá: en el lugar santo será comida, en el atrio del tabernáculo del testimonio." (Lev. 6: 26. Véase también Lev. 4: 22-35.)”
Evaluación
Vemos que, mal guiada por su dependencia de la traducción del Rey Jacobo (KJV), en 1884 metió la pata hasta la coronilla cuando afirmó que, una vez muerta la víctima del sacrificio por el pecado en el santuario, “la sangre o la carne era llevada por el sacerdote al lugar santo”. Si bien es cierto que en algunos casos, MUY POCOS, parte de la sangre era llevada al lugar santo, la carne de las víctimas cuya sangre no se llevaba al lugar santo NO SE LLEVABA NUNCA al lugar santo, pues este no era ni una cocina ni un comedor. Era llevada a UN lugar santo, pero ese lugar NO era EL lugar santo:
“En el lugar donde se degüella el holocausto, será degollada la ofrenda por el pecado delante de Jehová. Es cosa santísima. 26 La comerá el sacerdote que la ofrezca por el pecado; en lugar santo será comida, en el atrio del Tabernáculo de reunion” (Lev. 6:25, 26).
Se habían dado instrucciones similares para los sacrificios consistentes en cereales:
“Aarón y sus hijos comerán lo que sobre de ella. Sin levadura se comerá en lugar santo; en el atrio del Tabernáculo de reunión lo comerán” (Lev. 6:16).
Participaban de estas comidas todos los familiares varones del sacerdote oficiante, no solo este:
“Todo varón de entre los sacerdotes la comerá. Será comida en lugar santo: es cosa muy santa” (Lev. 7:6).
Así, pues, parece que la “luz menor” alumbraba en 1884 con un haz tan desenfocado y nebuloso que “los hermanos” creyeron necesario darle otra oportunidad. Para 1888 la referencia a “la carne… llevada por el sacerdote al lugar santo” dejó lugar a la versión “reducida” que hablaba solo del transporte de la sangre. Se reconoció, además, que “[e]n ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía entonces comer la carne”. Lamentablemente, a “los hermanos” se les “olvidó” señalar que no se trataba meramente de “ciertos casos”, sino, más bien, de PRÁCTICAMENTE TODOS, pues solo se introducían gotas de sangre de los sacrificios por el pecado ofrecidos por los propios sacerdotes o por pecados de yerro comunales de todo el pueblo, pero NI UNA GOTA de los sacrificios hechos por los ciudadanos comunes o por los jefes tribales (que, lógicamente, representaban una mayoría aplastante con respecto al comparativamente minúsculo número de sacerdotes; tras la muerte de Nadab y Abiú, había tres sacerdotes, y cientos de miles, o millones, de gente del pueblo). A “los hermanos” también se les “olvidó” mencionar que la sangre de sacrificios por el pecado que se metía al lugar santo NUNCA era de “corderos”, sino que era exclusivamente de toro. También se les “olvidó” decir que los ciudadanos comunes y los jefes tribales no ofrecían toros como sacrificio por el pecado, sino cabras (cabritos los jefes tribales) u ovejas.
Posiblemente como resultado de alguna pregunta “impertinente” de algún “hermano” en cuanto a la novedosa “noticia” de que no siempre se introdujese sangre al lugar santo, “los hermanos” decidieron, por fin, añadir un asterisco y una somera nota a lo que Ellen White no osó o no quiso retocar en Patriarcas y profetas. Lógicamente, a “los hermanos” siguió “olvidándoseles” contar toda la verdad sobre el tipo de víctimas que ofrecía cada cual, y ello contribuye a los ataques de histeria que sufren ahora algunos adventistas cuando se señala que NUNCA se ofrecían corderos machos como sacrificio por el pecado en el santuario israelita y cuando se señala que de la sangre de los cabritos, las cabras y las ovejas que se ofrecían como sacrificio por el pecado NUNCA entraba NI UNA GOTA al lugar santo. Ello aniquila la pretensión adventista de que los pecados se “transfiriesen” así “simbólicamente” al santuario, contaminándolo. ¿Cómo podía contaminar algo en el santuario la sangre que NO era introducida en él? Y la que sí se introducía (la de toro), ¿cómo podía contaminar algo de pecado si nadie ha demostrado que hubiese pecado en la sangre?