-Seguramente ustedes mismos presenciaron casos de padres amorosos, que buscando formas de darse a entender mejor con sus pequeñitos, modificaban las palabras con arrumacos o niñerías, logrando el objetivo contrario. Mi esposa y yo nos propusimos desde el principio hablarle a nuestros hijos pronunciando siempre bien las palabras. Hasta hoy, los cuatro hijos hablan y escriben bien.
-Cierta vez pregunté a una hermana española: ¿porqué ustedes no se equivocan al escribir con la ce, la ese o la zeta, así como con la b o la v? Contestó: -Es que también las pronunciamos diferente. ¡!
-Cierta vez pregunté a una hermana española: ¿porqué ustedes no se equivocan al escribir con la ce, la ese o la zeta, así como con la b o la v? Contestó: -Es que también las pronunciamos diferente. ¡!