Los cristianos celebramos el Nacimiento de Jesús porque le amamos y agradecemos que Dios se hiciera Hombre y viviera entre sus hijos para enseñarles los verdaderos mandamientos de Dios. Es igual cuando alguien celebra el Nacimiento de su Hijo. ¿Lo celebra porque lo mande el hijo?... ¿o lo celebra porque ama a su hijo aunque el hijo no se lo recuerde?...
Jesucristo, que es el Hijo, se alegra cuando aquellos que le aman celebran su Nacimiento (su cumpleaños). Y es que recordar todo lo que enseña el Evangelio es maravilloso. Y una de las cosas que enseña el Evangelio es que Dios se hizo Hombre y nació en Belén.
Tú puedes pensar que un hijo no le dice a sus familiares que celebren su nacimiento, pero si los familiares lo celebran, él se alegra. Y esto es lo mismo que pasa con Jesucristo. Nosotros, que somos sus familiares, sentimos que a Él le agrada que celebremos su Nacimiento.
Y en cuanto a que el hijo (Jesucristo) no dijo nada a sus familiares sobre la celebración de su Nacimiento, habría mucho que hablar, porque todas las obras de misericordia y amor vienen de Dios. Y Dios enseña con la Palabra pero también enseña con el Espíritu. ¿Quién mandó a los ángeles, a los pastores y a los sabios de oriente que celebraran en Belén el Nacimiento de Jesucristo? ¿acaso no fue el Espíritu que les movía?... ¿acaso Dios no es Espíritu?...
La escritura nos dice que Dios es Espíritu. Dios se hizo carne, pero sigue siendo Espíritu. Y cuando la carne de Dios no habla, habla el Espíritu. Y las almas nobles llenas del Espíritu Santo, sienten lo que el Espíritu les dice haciéndoselo sentir. Los parientes de María, Elisabet y el niño que ésta llevaba en su vientre (que se llamaría Juan, el bautista), sintieron la grandeza de aquel acontecimiento (el cercano Nacimiento de Jesús), se alegraron de aquel momento. Así dice la escritura:
"En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.
El Espíritu, que es Dios, habla por medio de la carne de sus hijos y sus hijas y les hace sentir tan grandes acontecimientos. Y la virgen María, también celebró la concepción de sus Hijo Jesucristo y así lo expresó:
"Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al Señor;
Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
Santo es su nombre,
Y su misericordia es de generación en generación
A los que le temen.
Hizo proezas con su brazo;
Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos,
Y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes,
Y a los ricos envió vacíos.
Socorrió a Israel su siervo,
Acordándose de la misericordia
De la cual habló a nuestros padres,
Para con Abraham y su descendencia para siempre.
Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa".
(Lucas 1:39-56)
