Re: Elena G. de White y su Doctrina de la Amalgama
Estimado javierandrés. Saludos cordiales.
Tú dices:
La Idea de la amalgama entre hombres y bestias que habla la profeta adventista Elena G de White podemos encontrarla en la gnosis y escuelas de enseñanza esotérica:
Textualmente con las siguientes palabras: “Desgraciadamente algunos seres humanos auténticos, se degeneraron terriblemente y se mesclaron con algunas bestias…” Pagina 8 y 9 Lección 7 Escuela Superior de Enseñanza Esotérica (Iglesia Gnóstica Cristiana Universal).
“De la amalgama entre hombres y bestias resultaron tipos de humanoides que son lo que llamamos hoy las diferentes razas humanas. Además surgieron también de esta amalgama entre hombres y bestias los simios que conocemos.” Pagina 8 y 9 Lección 7 Escuela Superior de Enseñanza Esotérica (Iglesia Gnóstica Cristiana Universal).
Respondo: ¡Falso!.
Te invito a leer uno de los tantos aportes que trajera eduardo martínez rancaño y lo compares con las ideas gnosticas que has aprendido en tu larga travesía por el ancho camino.
"Antes de compartir algunas de las cosas que pienso, debo disculparme, pues no he leído todas las aportaciones que se han hecho a este hilo, ni por parte de su autor ni de los demás participantes. Por ello, es posible que algunas de las cosas que pueda decir ya hayan sido dichas, y mi falta de lectura puede haberme privado de algún punto de vista más válido que lo que yo pueda decir.
Sobre el asunto suscitado por Billy, hay varias sectas modernas que, en efecto, interpretan que esos “hijos de Dios” eran ángeles que mantuvieron relaciones sexuales ilícitas con hembras de nuestra raza. En realidad, esa idea no es, como podrían pensar algunos, un invento de los “testigos de Jehová”, sino que se remonta a la antigüedad, y es de origen judío, y está razonablemente bien documentada en cierta literatura intertestamentaria (Libro de los jubileos, etc.). Según la antigua interpretación de esa literatura, el resultado monstruoso de la descendencia entre una clase especial de ángeles denominada “Vigilantes” y hembras humanas fue una raza de gigantes que acabaron siendo exterminados; los espíritus o las almas de esos seres mestizos se supone que son inmortales, y tal sería el origen de los demonios.
De hecho, en los conocidos pasajes de 2 Ped. 2:4 y Jud. 6 existen elementos que se entienden mejor como una alusión a esa antigua explicación que a nociones más pintorescas que no están bien representadas en la literatura cristiana hasta tiempos muy posteriores (Milton, El paraíso perdido). Por ejemplo, cuando Judas dice: “a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propio hogar, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”, no parece que se aluda a ninguna rebelión, como tal, de tales ángeles contra nadie, ni contra Dios, salvo en el hecho específico de haber abandonado “su propio hogar”, yendo, presumiblemente, y de forma voluntaria, a otra parte. No parece probable que Judas aluda a una supuesta expulsión primigenia de ángeles del cielo por parte de Dios; el texto parece hablar de un abandono voluntario de su supuestamente celeste morada por parte de ciertas criaturas.
Sea como fuere, me parece que la Biblia aporta demasiados pocos datos para ser categóricos en este asunto, que, en realidad, está relacionado no solo con el origen, la naturaleza y la morada de los ángeles, sino también, y sobre todo, con el origen y la naturaleza del hombre. ¿Por qué digo esto último? Porque si, con evidente falta de información, intentamos averiguar exactamente cómo fue aquello desde la teología, tenemos la gran desventaja de que no sabemos nada sobre la “biología” de los habitantes del cielo más allá de nuestra atmósfera. Sin embargo, las madres de aquella raza híbrida eran humanas, y de los humanos sabemos bastante más, por la Biblia, por la experiencia cotidiana y por la historia. Naturalmente, soy consciente de que razonar desde la parte humana, la biológica del Homo sapiens sapiens, puede privarnos de una parte importante de la ecuación, pero, dado que esa parte “teológica” de la ecuación no parece haber sido revelada con claridad, quizá no sea un gran pecado soslayarla de momento.
Aunque los humanos actuales podamos ser negros, blancos, rojos o amarillos, en realidad todos pertenecemos a una única especie, denominada Homo sapiens sapiens. Naturalmente un varón sano de nuestra especie, cualquiera que sea su color, puede tener descendencia con cualquier hembra sana de nuestra especie en edad fértil, sea cual sea su color. En cambio, las leyes conocidas de la biología no permiten un apareamiento fértil de humanos y de otros seres contemporáneos que vivan en este planeta. Sin embargo, la antropología fósil ha mostrado que no siempre fue así. Existentes bastantes pruebas materiales, sobre todo en Israel, España, Inglaterra y otros lugares del Viejo Mundo, de que el Homo sapiens sapiens se cruzó en tiempos remotos con una especie, o subespecie, diferente. Se trata del Homo sapiens neanderthalensis, al que algunos evolucionistas han representado a menudo con aspecto brutal, peludo, etc. En realidad, hoy se sabe que buena parte de esas representaciones son distorsiones de la realidad. Muchos de los primeros esqueletos encontrados de esa raza pertenecieron a individuos enfermos (se cree que de sífilis, raquitismo y otras dolencias), y las deformaciones propias de esas enfermedades dieron origen a las representaciones simiescas de esos seres. Los estudios de ADN realizados en fechas recientes han demostrado que los Neandertales y nosotros compartimos muchos rasgos comunes. También han demostrado que nosotros NO descendemos de ellos, y ellos tampoco descendieron de nuestros antepasados. Así, aunque eran “humanos”, no lo eran como nosotros.
Dicho de otro modo, supongamos que comparamos dos humanos actuales: Uno puede ser un noruego rubio de dos metros de altura, como el resto de su familia; otro puede ser un bosquimano negro como el carbón, de poco más de un metro. Si introdujésemos junto a ellos un hombre de Neanderthal sano vivo, de piel blanca y pelo negro, y 190 cm. de altura, y preguntásemos a cualquiera de nosotros cuál de los tres “desentona”, inmediatamente diríamos que el Neanderthal desentona. ¿Por qué? Porque no es como los otros dos. Los otros dos se parecen muchísimo más entre sí. La cabeza del Neanderthal es enorme. Es mucho más robusto que los otros. Si el tamaño de su cabeza es un índice de su inteligencia, cabría pensar que es también más listo. La estructura de su garganta es también distinta, por lo que su voz no es como la que estamos acostumbrados a oír en un hombre. Pero es un hombre, evidentemente. Y sabemos que en Israel, y en Atapuerca (España) hombres y mujeres como él se mezclaron con mujeres y hombres como nosotros, produciendo una raza mixta, que acabó extinguiéndose, como se extinguieron los Neandertales.
¿Es esta la base real de la historia de los Vigilantes? No lo sé. Sé que los Neandertales existieron, y sé que hubo un cruce entre ellos y algunos hombres “modernos”, y que tanto ellos como su descendencia mixta desaparecieron. En el momento que contemplamos la posibilidad de introducir un factor así en la ecuación, algunas cosas se aclaran, y otras quizá se oscurecen. Porque si los Neandertales eran esos “hijos de Dios”, humanos, pero no como nosotros, ¿quién fue el primero de ellos? ¿Qué historia tuvieron? ¿Tardaron más en caer que Adán? ¿Hubo algunos que no cayeron? ¿Quién acabó con ellos? ¿Las enfermedades? ¿Nuestros antepasados? ¿Pueden haber quedado restos de Neandertales vivos hasta épocas relativamente recientes a los que otras poblaciones humanas hayan podido dar una consideración especial?
Lo más fascinante de todo esto no es que los Neandertales puedan o no tener algo que ver con el misterio de quiénes eran esos “hijos de Dios”. La probabilidad de que no tengan NADA que ver me parece muy alta, pero ellos mismos son un misterio fascinante. Y si la Biblia no habla de ellos, son aún más fascinantes, porque existir existieron; y explicar su existencia desde la intransigencia dogmática es imposible." (EMR).
Bueno. Pienso que no vas a intentar dar una opinión al respecto, pero te señalo que lo que expuso tan brillante y acertadamente Ellen White sobre este punto en cuestión, en nada se parece al planteamiento de la "gnosis" que presentas. Es todo lo contrario y se basa exclusivamente en Génesis capítulo 6.
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.