Un buen ejemplo, Jorge Enrique, de que Dios actúa en los no cristianos, moviéndolos e inspirándolos, es el rey Ciro de Persia.
Hasta la fecha, los judíos lo tienen en alta estima, sin haber sido judío.
Es 99% probable que el rey Ciro haya sido zoroastriano, como es 99% probable que los monarcas británicos sean anglicanos o los españoles sean católicos.
Zoroastro reveló a su pueblo la adoración a un solo Dios Verdadero, más o menos en el mismo tiempo de Abraham. Ya hemos hablado en otro hilo de cómo las enseñanzas de Dios trasmitidas a través de Zoroastro vinieron a influenciar decisivamente el judaísmo durante el exilio en Babilonia y, por ese medio, al futuro cristianismo.
Nota, querido Jorge Enrique, cómo inicia el libro de Esdras (1:1-3):
Para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio de Jeremías, en el primer año del reinado de Ciro de Persia el Señor despertó el espíritu de Ciro para que hiciera pregonar por todo su reino, de palabra y por escrito, lo siguiente:
«Así dice Ciro, rey de los persas: El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha ordenado reconstruir el templo de Jerusalén, que está en Judá. Si hay entre ustedes alguien que sea de su pueblo, que su Dios lo acompañe, y vuelva a Jerusalén, que está en Judá, para reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, pues sólo él es Dios.