Amigo querido:
Es mi convicción que las normas éticas básicas de toda sociedad y cultura son inspiradas por Dios, quien inscribe sus leyes en las conciencias de los hombres. La Palabra de Dios, el Logos, la Luz de Dios, ilumina a todo hombre (Jn 1:4)
14 Aun los gentiles, quienes no cuentan con la ley escrita de Dios, muestran que conocen esa ley cuando, por instinto, la obedecen aunque nunca la hayan oído. 15 Ellos demuestran que tienen la ley de Dios escrita en el corazón, porque su propia conciencia y sus propios pensamientos o los acusan o bien les indican que están haciendo lo correcto. (Rom 2:14,15, NTV)
Dios es el dador de la vida, y el creador de la conciencia.
Es por esta ley inscrita por Dios mismo en el corazón de Cornelio que él sabía "instintivamente" lo que era agradable a Dios.
Al hablarle a los atenienses paganos, Pablo reconoce que adoraban a Dios sin conocerlo, y adjudica a Dios el haber creado las civilizaciones, el haberlas posibilitado no solo para buscar, sino para encontrar a Dios, aunque sea "a tientas". Pablo remata afirmando que en Dios "vivimos, y nos movemos, y somos". Habla en primera persona del plural. No se refiere a los cristianos nada más, sino a él y su audiencia pagana. ¿Por qué entonces habría usted de separar las normas éticas de las sociedades de la voluntad y dirección de Dios?
22 Pablo se puso entonces en medio del Areópago, y dijo: «Varones atenienses, he observado que ustedes son muy religiosos. 23 Porque al pasar y observar sus santuarios, hallé un altar con esta inscripción: «Al Dios no conocido». Pues al Dios que ustedes adoran sin conocerlo, es el Dios que yo les anuncio. 24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, es el Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por manos humanas, 25 ni necesita que nadie le sirva, porque a él no le hace falta nada, pues él es quien da vida y aliento a todos y a todo. 26 De un solo hombre hizo a todo el género humano, para que habiten sobre la faz de la tierra, y les ha prefijado sus tiempos precisos y sus límites para vivir, 27 a fin de que busquen a Dios, y puedan encontrarlo, aunque sea a tientas. Pero lo cierto es que él no está lejos de cada uno de nosotros, 28 porque en él vivimos, y nos movemos, y somos. Ya algunos poetas entre ustedes lo han dicho: “Porque somos linaje suyo.” (Hch 17:22-28)
Los avances científicos (por ejemplo, la secuenciación completa del genoma humano) los avances sociales (por ejemplo, la abolición de la esclavitud en el siglo XIX, o el voto para las mujeres en el XX) o las obras más bellas del arte que elevan nuestro espíritu (por ejemplo, los conciertos de Bach) son inspirados por Dios? ¿O Dios nada tiene que ver en ello?
El ser influido, movido o impulsado por el Espíritu de Dios no significa que Dios atropella el libre albedrío. No significa que uno es marioneta de Dios. El Padre nunca atropelló la voluntad del Hijo, ni Cristo atropelló la voluntad de sus apóstoles.
El libre albedrío, pues, permite al hombre aceptar o rechazar la influencia divina, así como le permite aceptar o rechazar influencias perversas.
Precisamente porque nos damos cuenta que no hay justo a los ojos de Dios, NI UNO SOLO, es que sabemos que es imposible que Cornelio fuera justo antes de oír de Jesús si no es porque Dios lo había ya justificado por su gracia.
No hay una sola persona que las Escrituras llamen "justa", que haya obtenido tal título con base en méritos propios.
La justificación que es por la fe en el poder perdonador y restaurador de Dios pues, puede obtenerse incluso SIN haber escuchado del personaje histórico de Jesús de Nazareth. Esto lo confirma no solo el caso de Cornelio, sino el caso que puso por ejemplo el propio Jesús al darnos el ejemplo del fariseo y el publicano. (Luc 18:9-14)
El fariseo confiaba en sus propios méritos, mientras que el publicano se humillaba y tenía fe en la misericordia de Dios. El publicano no necesitó de invocar al Mesías, o saber de Él para acceder a la justificación por la fe. Leamos:
Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás: 10 «Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos.
El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: “Te agradezco, Dios, que no soy como otros: tramposos, pecadores, adúlteros. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”.
En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”.
Les digo que fue este pecador—y no el fariseo—quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados.