El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Uy, lo mejor es que ya dejo por la paz lo de Constanza, y es que al no poder con ese tema, tuvo que huir a otros temas y copiarlos para aca.

¡¿A poco no es lindo?! Porque a mi me causa ternura.:

¿Ternura? :sacalen:
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Además. dime de un solo romanista de los que pululan en este foro que no copie de catolic.net. Así que lo de verguenza vosotros la teneis toda puesto que nunca la usais.

No tiene sentido copiar y pegar abusando de ello

Mejor pon los enlaces y punto

Sugiero que se te borren todos los copy pastes que no tienen nada que ver conel concilio de Constanza

En verdad me da vergüenza ajena

Pero allá tú y los tuyos
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.


Y LOS TRENES LLEGABAN A TIEMPO


Los efectos del ascenso al poder de Mussolini no se hicieron esperar. La actividad económica se reactivó como por ensalmo. Las tasas de paro e inflación recuperaron sus niveles lógicos. Las calles volvieron a ser seguras y los trenes llegaban a tiempo. Un verdadero paraíso si a uno no le importaban cuestiones como la democracia, la libertad de expresión o vivir en un estado policial sin las mínimas garantías jurídicas.

En cualquier caso, las arcas de la hacienda italiana recuperaron la salud perdida... y quedó claro que Mussolini era el hombre con el que Pío XI tenía que tratar. El 20 de enero de 1923, el cardenal Gasparri, secretario de Estado del Vaticano, mantuvo la primera de una larga serie de entrevistas secretas con Mussolini.

Sin embargo, había una circunstancia que podría dificultar notablemente un entendimiento entre los fascistas y la Santa Sede. Era de dominio público que el Duce era ateo y virulentamente anticlerical. En su juventud había escrito varios textos profundamente antirreligiosos y en su vida personal ni se había casado con su pareja ni había bautizado a sus hijos. Se cuenta que en una ocasión se quitó el reloj y, poniéndolo violentamente sobre la mesa, le dio a Dios un minuto para fulminarle si realmente existía y era todopoderoso. Pese a todo, una vez alcanzado el poder, Mussolini fue consciente de las dificultades de gobernar en Italia de espaldas a la Iglesia católica: «Creo que el catolicismo podría ser utilizado como una de nuestras más potentes fuerzas para la expresión de nuestra identidad italiana en el mundo».13

13. Cooney, John, The American Pope: The Ufe and Times of Francis Cardinal Spellman, Times Books, Nueva York, 1984.

Por otro lado, el ateísmo de Mussolini irritaba a los industriales y financieros que le apoyaban económicamente, lo que hizo que el Duce cambiara de táctica. Los fascistas estaban convencidos del interés social de un sentimiento como el religioso, que es vínculo comunitario en las masas. El propio Mussolini se sintió muy sorprendido en 1922 ante la inmensa multitud que esperaba en la plaza de San Pedro la elección de Pío XI: «Mira esta multitud de todos los países del mundo. ¿Cómo es que los políticos que gobiernan las naciones no se dan cuenta del inmenso valor de esta fuerza internacional, de este poder espiritual universal?». Así que, a pesar de su declarado ateísmo, Mussolini no deseaba destruir lo que existía, sino ir, progresivamente, modificándolo, reinterpretándolo, hasta conseguir que un día se transformase en una cosa muy distinta y en una religión con un contenido muy diferente. Mussolini se refería a esto como: «Roma, donde Cristo es romano».

Tras la Marcha sobre Roma comenzaron a prodigarse algunos gestos de buena voluntad hacia el Vaticano, como la donación al papa de la valiosa Biblioteca Chigi. En la Santa Sede se desconfiaba de Mussolini, pero a la vez se mantenía un prudente silencio sobre su forma de llevar las riendas de Italia. Independientemente de que el Duce mandara a prisión a más de diez mil de sus opositores o que incitase a sus fascistas a «marchar sobre el cadáver podrido de la libertad», en el Vaticano no se podía escuchar palabra alguna en contra del caudillo fascista.


CONTINUARÁ

Esto Dios me lo revelo mediante san Google

http://www.bibliotecapleyades.net/vatican/esp_vatican26a.htm

Biografía no autorizada del vaticano .

Luego sigo
! que grande me siento !
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Lo que sigue va enternecer a todos lo bobalicones.

EL HOMBRE ENVIADO POR LA PROVIDENCIA
En 1924, siguiendo instrucciones expresas del Duce, el líder del Partido Socialista, Giacomo Matteotti, que a la sazón era el más obstinado opositor a las pretensiones absolutistas de Mussolini, fue asesinado por militantes fascistas. La oleada de indignación que recorrió toda Italia fue tan grande que durante esta crisis el Duce estuvo a punto de perder todo lo que había conseguido hasta entonces. Tanto el Partido Popular como el socialista solicitaron formalmente al rey la destitución de Mussolini. Cuando la situación parecía desesperada, al líder fascista le llegó el auxilio de donde probablemente, menos lo esperaba. Socialistas y católicos negociaban una sólida coalición para apartar del poder a Mussolini cuando el papa Pío XI advirtió severamente a los cristianos italianos de que cualquier alianza con los socialistas, incluido su sector más moderado, estaba estrictamente prohibida por la ley moral, según la cual la cooperación con el mal constituye un pecado. El papa no mencionó que tanto en Bélgica como en Alemania esa cooperación (con los socialistas, no con el mal) se estaba produciendo sin que nadie hubiera advertido a los católicos de aquellos países sobre el peligro que corrían.
No hay que desestimar la importancia de esta tácita complicidad. La innegable influencia que tenía el parecer del papa sobre buena parte de la opinión pública italiana hubiera hecho que cualquier comentario sobre el ateísmo, la integridad moral o los métodos violentos de Mussolini pesara como una losa en la pretensión de éste de convertirse en el cesar de la nueva Roma. Consciente de ello, el Duce supo corresponder con extrema generosidad al favor procedente de Roma. Declaró ilegal la masonería, subvencionó con fondos públicos algunas instituciones eclesiásticas que estaban al borde de la quiebra y eximió de obligaciones fiscales a la Iglesia y a sus miembros.
El 31 de octubre de 1926, el cardenal Merry del Val, que había sido secretario de Estado con Pío X y mantenía un puesto de privilegio en el Vaticano, declaró públicamente: «Mi agradecimiento también se dirige hacia él [Mussolini], que sostiene en sus manos las riendas del gobierno en Italia. Con su perspicaz visión de la realidad ha deseado y desea que la religión sea respetada, honrada y practicada. Visiblemente protegido por Dios, ha mejorado sabiamente la fortuna de la nación, incrementando su prestigio en todo el mundo». A lo que el propio papa apostilló el 20 de diciembre de 1926 que «Mussolini es el hombre enviado por la Providencia».
En esta aparente complacencia hacia el Duce había mucho más de corrección política que de sincera admiración. En más de una ocasión, el papa había calificado en privado al dictador de «hijo del diablo». Este sentido de la conveniencia era mutuo. Sin variar un ápice lo que pensaba en su fuero interno, el comportamiento externo de Mussolini hacia la Santa Madre Iglesia experimentó un importante giro. El Duce comenzó a acudir a misa, pasó por la vicaría para dar validez eclesiástica a su unión matrimonial e incluso bautizó a sus hijos, renunciando en su nombre, como todo buen padre cristiano, al «diablo y sus obras». En el terreno estrictamente político, esta nueva relación con el Vaticano quedó patente con medidas legislativas, como los impuestos para las parejas sin hijos o la consideración del adulterio como delito penal.
________________________
Claro que sus relaciones con la Pettaci fueron calumnias bendecidas... a que no sabeis por quien?

Ya veis, el ateo Mussolini convertido al romanismo y poco menos que subido a los altares. Los coros celestiales entonanado alel·luyas a ritmo de rock.
con la asistencia de kalitos, clementinos, lopitos i Cia. S. muy L.
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

EL HOMBRE ENVIADO POR LA PROVIDENCIA
En 1924, siguiendo instrucciones expresas del Duce, el líder del Partido Socialista, Giacomo Matteotti, que a la sazón era el más obstinado opositor a las pretensiones absolutistas de Mussolini, fue asesinado por militantes fascistas. La oleada de indignación que recorrió toda Italia fue tan grande que durante esta crisis el Duce estuvo a punto de perder todo lo que había conseguido hasta entonces. Tanto el Partido Popular como el socialista solicitaron formalmente al rey la destitución de Mussolini.

Cuando la situación parecía desesperada, al líder fascista le llegó el auxilio de donde, probablemente, menos lo esperaba. Socialistas y católicos negociaban una sólida coalición para apartar del poder a Mussolini cuando el papa Pío XI advirtió severamente a los cristianos italianos de que cualquier alianza con los socialistas, incluido su sector más moderado, estaba estrictamente prohibida por la ley moral, según la cual la cooperación con el mal constituye un pecado. El papa no mencionó que tanto en Bélgica como en Alemania esa cooperación (con los socialistas, no con el mal) se estaba produciendo sin que nadie hubiera advertido a los católicos de aquellos países sobre el peligro que corrían.

No hay que desestimar la importancia de esta tácita complicidad. La innegable influencia que tenía el parecer del papa sobre buena parte de la opinión pública italiana hubiera hecho que cualquier comentario sobre el ateísmo, la integridad moral o los métodos violentos de Mussolini pesara como una losa en la pretensión de éste de convertirse en el cesar de la nueva Roma.

Consciente de ello, el Duce supo corresponder con extrema generosidad al favor procedente de Roma. Declaró ilegal la ma sonería, subvencionó con fondos públicos algunas instituciones eclesiásticas que estaban al borde de la quiebra y eximió de obligaciones fiscales a la Iglesia y a sus miembros.

El 31 de octubre de 1926, el cardenal Merry del Val, que había sido secretario de Estado con Pío X y mantenía un puesto de privilegio en el Vaticano, declaró públicamente: «Mi agradeci miento también se dirige hacia él [Mussolini], que sostiene en sus manos las riendas del gobierno en Italia. Con su perspicaz visión de la realidad ha deseado y desea que la religión sea respetada, honrada y practicada. Visiblemente protegido por Dios, ha mejorado sabiamente la fortuna de la nación, incrementando su prestigio en todo el mundo».14 A lo que el propio papa apostilló el 20 de diciembre de 1926 que «Mussolini es el hombre enviado por la Providencia».



14. Manhattan, Avro, The Vatican in Worid Politics, C.A. Watts & Co., Limited, Londres, 1949.

En esta aparente complacencia hacia el Duce había mucho más de corrección política que de sincera admiración. En más de una ocasión, el papa había calificado en privado al dictador de «hijo del diablo». Este sentido de la conveniencia era mutuo. Sin variar un ápice lo que pensaba en su fuero interno, el comportamiento externo de Mussolini hacia la Santa Madre Iglesia experimentó un importante giro. El Duce comenzó a acudir a misa, pasó por la vicaría para dar validez eclesiástica a su unión matrimonial e incluso bautizó a sus hijos, renunciando en su nombre, como todo buen padre cristiano, al «diablo y sus obras». En el terreno estrictamente político, esta nueva relación con el Vaticano quedó patente con medidas legislativas, como los impuestos para las parejas sin hijos o la consideración del adulterio como delito penal.



CONVERSACIONES SECRETAS
Así pues, y a pesar del recelo mutuo, existía en aquel momento un clima favorable para la firma de un concordato, tarea que el papa encomendó al cardenal Gasparri. Tras algunas conversaciones, el dictador manifestó su deseo de compensar a la Iglesia con una más que generosa remuneración por la humillación sufrida durante años por los «papas prisioneros». El primer contacto entre ambas partes había acontecido, sin embargo, mucho antes, el 6 de agosto de 1926, cuando Domenico Barone —emisario de Mussolini— se entrevistó secretamente con el doctor Francesco Pacelli —laico adscrito a la Santa Sede y hermano del futuro papa Pío XII, que por aquel entonces era nuncio en Berlín— para hacerle saber el interés de Mussolini por reabrir la «cuestión romana». Pacelli manifestó al enviado del futuro dictador que si realmente estaba dispuesto a negociar, había dos cuestiones que el papa consideraba imprescindibles como punto de partida: el reconocimiento de la posesión de un Estado soberano bajo la autoridad del pontífice y la igualdad jurídica entre matrimonio civil y religioso.

El Duce dio su consentimiento al inicio de las conversaciones bajo estos términos y las reuniones comenzaron a nivel estrictamente confidencial: el jefe del Gobierno había advertido a los participantes de que la menor indiscreción llevaría, de manera in evitable, a la ruptura de las negociaciones y se consideraría aten tatoria contra la seguridad del Estado, condenando al responsable de la filtración (fuera éste seglar o religioso) a ser desterrado de por vida a las islas Lípari. Buena parte del contenido de las reuniones se centró en regatear las condiciones económicas del acuerdo, que en una primera oferta de Mussolini consistía en la donación por parte del gobierno italiano de alrededor de cincuenta millones de dólares en Obligaciones del Estado. Finalmente, esos cincuenta millones se convirtieron en noventa, es decir, 1.750 millones de liras.

La mañana del lunes 11 de febrero de 1929, las calles de Roma se fueron poblando de un gentío murmurante que parecía desafiar lo que estaba siendo uno de los inviernos más fríos de los últimos años. A pesar del celo puesto tanto por el gobierno como por la Santa Sede, buena parte de los romanos sabían que algo importante iba a suceder en el Vaticano. Cuando el Duce descendió de su Cadillac negro estacionado a un costado de la plaza de San Juan, media hora antes del mediodía, le sorprendió encontrar a una muchedumbre expectante que aguardaba su llegada. Un acceso de ira le sobrevino al comprobar que sus órdenes no se habían cumplido fielmente; es posible que incluso se viera tentado de dar media vuelta en uno de sus célebres raptos temperamentales, pero finalmente decidió subir los peldaños de la escalinata del palacio de Letrán, en cuyo interior el papa Pío XI, y casi todos los miembros del gobierno vaticano, le esperaban desde hacía unos minutos.

Ni la guardia fascista, ni los carabinieri, ni la Guardia Suiza es taban allí. Todo se había organizado de la manera más discreta posible para no llamar la atención. Elegantemente vestido de cha qué, Mussolini ascendió hasta el segundo piso, donde le esperaba el cardenal Gasparri, con quien cruzó un prolongado apretón de manos. Gasparri había tenido que abandonar la cama y todo el acto, unido a lo inclemente del tiempo, iba a ser una verdadera ordalía física para el anciano cardenal.15 No obstante, por nada del mundo iba a perderse la firma, aunque ello le costase la vida, ya que con aquel acto culminaba toda su carrera diplomática. Estaba previsto que la ceremonia se prolongase varias horas, pero el público que aguardaba en el exterior y el precario estado de salud de Gasparri —que tuvo que permanecer sentado durante todo el acto— la redujeron a unos meros cuarenta y cinco minutos.16 La lectura de las actas no comenzó hasta las doce en punto. Tras las firmas, el cardenal obsequió a Mussolini con la pluma de ave con mango de oro que había servido para rubricar el acuerdo. El líder fascista la aceptó complacido: «Será para mí uno de los mejores recuerdos que haya merecido».

15. «Vatican at Peace with Italy After Long Quarrel», San Francisco Chronicle, 12 de febrero de 1929.

16. Cortesi, Arnaldo, «Pope Becomes Ruler oí a State Again», The New York Times, 12 de febrero de 1929.

El tratado se componía de tres apartados principales, aparte de varios anexos y otras disposiciones; el primero, el concordato, regulaba las relaciones entre la Iglesia y el gobierno italiano. En él, se devolvía al Vaticano la completa jurisdicción sobre las organizaciones religiosas en Italia. El catolicismo pasaba a ser la religión oficial del Estado italiano, prohibiendo que otras confesiones religiosas pudieran hacer proselitismo en el país y el gobierno asumía pagar el salario de los sacerdotes con cargo a los presupuestos nacionales. El segundo apartado, el Tratado de Letrán propiamente dicho, establecía la soberanía del Estado Vaticano, con el que automáticamente se establecían relaciones diplomáticas. Aparte del recinto vaticano se concedía a la Santa Sede soberanía sobre tres basílicas de Roma (Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pablo), la residencia de verano del papa (el palacio de Castelgandolfo) y varias fincas por toda Italia. Finalmente, estaba la «Convención Financiera», que de un plumazo llevaba a la Santa Sede de la miseria a la riqueza.

Al día siguiente de la firma, en una rueda de prensa. Pío XI sin tetizó mejor que nadie el alcance del tratado que se había firmado:

«Mi pequeño reino es el más grande del mundo». El fervor que le vantó el acuerdo fue tal que incluso la mesa en que había sido ru bricado comenzó una gira mundial para ser venerada como si de una reliquia se tratara.17 El manto de misterio que se tendió sobre la dilatada negociación sólo pudo ser descorrido con lentitud tras la ceremonia de Letrán. Se supo entonces que el texto del acuerdo había sido impreso en el Vaticano por operarios a los que se mantuvo prisioneros hasta días después del 11 de febrero, y que el papa había corregido personalmente todas las pruebas de imprenta: «Hay casos en que la presencia o ausencia de una coma —le comentó a Gasparri— puede modificar todo el contenido».

17. Considine, John J., «Historie Scene in the Lateran Palace», The Catholic Advócate, Brisbane, Australia, 18 de abril de 1929.

Aquel contenido era tan importante que su trascendencia traspasaba con mucho las diminutas fronteras del Estado Vaticano. Tanto es así que en dos lugares muy alejados del mundo había dos personajes que estaban particularmente atentos a los términos del tratado por razones que nada tenían que ver con el cristianismo. En Alemania, un Adolf Hitler que comenzaba a ser algo más que el jefe de una pandilla de agitadores escribía en el periódico del partido nazi:

«El hecho de que la curia haya hecho las paces con el fascismo muestra que el Vaticano confía en las nuevas realidades políticas mucho más de lo que lo hizo en la antigua democracia liberal, con la que no pudo llegar a un acuerdo [...]. El hecho de que la Iglesia católica haya llegado a un acuerdo con la Italia fascista prueba más allá de toda duda que el mundo de las ideas fascistas está más cerca de la cristiandad que del liberalismo judío o incluso el ateísmo marxista».18

En Estados Unidos, el banquero Thomas William Lamont, uno de los principales agentes de la banca Morgan, estaba mucho menos interesado en las consecuencias políticas del tratado que en los noventa millones de dólares que llevaba aparejados. A fin de cuentas. Pío XI era un viejo amigo de la casa Morgan. Siendo monseñor Ratti prefecto de la Biblioteca Vaticana, el que más tar de se convertiría en papa gestionó la restauración de una valiosa colección de manuscritos coptos propiedad de J. Pierpoint Mor gan.19 Aquellos pergaminos pasarían a ser una de las piezas más preciadas de la mítica «biblioteca negra» del millonario.



18. Hitler, Adolf, Volkischer Beobachter, 22 de febrero de 1929.

19. Chernow, Ron, The House o f Morgan: An American Banking Dynasty and the Rise of Modern finance, Grove Press, Nueva York, 2001.

Comenzaba una época en que las obras del diablo iban a ser salpicadas con agua bendita.

Te ayudo TOBI
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.




Por cierto la obra " Biografía no autorizada del vaticano" tiene como 9 volumenes o sea si me dedicara al copy paste demoraría todo el 2009

mejor les pego el enlace y asi uds bajan a su pc toda esta monumental obra de Santiago camacho

http://www.libros-full.blogspot.com/2008/11/biografia-no-autorizada-del-vaticano.html



http://search.freefind.com/find.html?id=69379949&pid=r&mode=ALL&query=vaticano&t=s
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Por cierto la obra " Biografía no autorizada del vaticano" tiene como 9 volumenes o sea si me dedicara al copy paste demoraría todo el 2009

mejor les pego el enlace y asi uds bajan a su pc toda esta monumental obra de Santiago camacho

http://www.libros-full.blogspot.com/2008/11/biografia-no-autorizada-del-vaticano.html



http://search.freefind.com/find.html?id=69379949&pid=r&mode=ALL&query=vaticano&t=s

Sobre el autor puedo decir que camacho es un brillante periodista

85.jpg


http://www.esferalibros.com/autores/autordetalle.html?autorID=85
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

De 7 truenos:
Sobre el autor puedo decir que camacho es un brillante periodista

Debe serlo puesto que los bobalicones que aparecen por aquí lo han descalificado.

No hay mejor garantia
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

De 7 truenos:


Debe serlo puesto que los bobalicones que aparecen por aquí lo han descalificado.

No hay mejor garantia

Pobres. Tienen que buscar en la basura, pues sólo allí encuentran lo que puede sostener sus fanáticas teorías, por ello ahora buscan en un "periodista" que escribe lo siguiente:

Ya hemos apuntado que la historia de Jesús sería una recombinación de varios
relatos míticos y religiosos, la mayoría orientales, aunque también se aprecian
influencias clásicas y egipcias. Una de las más claras influencias es la del dios Atis. En
tiempos del Imperio, Roma contaba, al menos, con dos santuarios dedicados al culto
del dios frigio Atis11. El primero estaba ubicado desde dos siglos antes de Cristo en el
monte Palatino y constituía el centro de las celebraciones públicas dedicadas a esta
figura sagrada, importada de Anatolia en la época republicana. El segundo, levantado
ya con los primeros emperadores, se alzaba en la colina Vaticana, en los mismos
lugares donde habrían de instalarse la basílica de San Pedro y los palacios pontificios
de la cristiandad. El mito de este dios dice que nació el 25 de Diciembre del vientre de
la virgen Nana. Fue crucificado un Viernes de Marzo y resucitó al tercer día.

20 grandes conspiraciones de la historia, p. 9.

Jesús no es más que un conjunto de mitos reutilizados ¿En este hombre Tobi y truenos nos piden que nos fiemos? Cada vez caen más bajo, son dignos de lástima este par de anticatólicos sin remedio.

Pero "continuemos"...

Este interés seguramente procede de una circunstancia que tiene una profunda
relación con los orígenes del relato evangélico. Cuando decíamos que la personalidad
de Jesús era en realidad un mosaico formado por las andanzas de diversos personajes
anteriores procedentes de las más variadas culturas no mencionamos que, en realidad,
todos esos personajes no son sino diversas advocaciones de la divinidad solar, la forma
más antigua y universal de manifestación religiosa. A lo largo de las épocas y las
culturas este mito solar mantiene, entre otros, una serie de elementos comunes que a
buen seguro resultarán familiares a los cristianos:
1) El Sol muere durante tres días en el solsticio de invierno para resucitar el 25 de
Diciembre, cuando la constelación de Virgo (la virgen) asoma por el horizonte.
2) El nacimiento del Sol todos los días es precedido por la aparición de una brillante
“estrella”, que en realidad es el planeta Venus, el Lucero del Alba.
3) Con su luz y su calor obra el milagro de transformar el agua de la lluvia en el vino
que sale de la uva.
4) Su reflejo “camina” sobre las aguas13.
5) Es llamado por sus adeptos “luz del mundo”.
6) El Sol tiene doce “seguidores”, los signos del zodíaco.

Idbid. p. 10

También nos dice que los Evangelios, son escritos con TORPEZA:

Respecto a este último asunto, el de los apóstoles, se pueden hacer algunas
matizaciones adicionales: “Los doce discípulos son a menudo presentados como
garantes de la historicidad de Jesús, aunque no sepamos nada de muchos de ellos con
excepción de sus nombres, a cuyo respecto ni siquiera las fuentes documentales
terminan de ponerse de acuerdo. En Marcos y Mateo, de hecho, las enumeraciones de
nombres están introducidas en el texto con bastante torpeza. Todo ello nos indica que
el número procede de una tradición más antigua que las personas; que la idea de
‘doce’ obedece no a los doce discípulos actuales, sino a otras fuentes (…)
Idem.


Pero Tobi no es el único que PLAGIA, este "erudito" periodista dice que el Antiguo Testamento es un simple plagio:

De hecho, podemos decir que el Antiguo Testamento es un mero plagio de las
hazañas de los dioses cananeos, tal como puso de manifiesto el descubrimiento en
1975 de 20000 tablitas de arcilla de más de 4500 años de antigüedad en las ruinas de
Ebla, una gran urbe prehistórica que se alzaba en el noroeste de la actual Siria.
Ibid. p. 11.

El libro es más cómico que otra cosa. El "brillante periodista" nos descubre misterios tan singulares como que el hombre no ha pisado la luna, Marilyn Monroe, Las torres gemelas, Jack "el destripador", el porqué Jonh Lenon tenía que morir, etc.

La verdad es que los anticatólicos furibundos del foro sólo les ha quedado PLAGIAR de la basura.

P.S. He tenido respuestas bastante "inesperadas", pero que me han agradado por parte de ciertos grupos evangélicos mexicanos de las palabras de tobi contra México, en donde sabemos que la libertad de expresión no es una libertad para ser irresponsable.

 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Pobres. ....
¿En este hombre Tobi y truenos nos piden que nos fiemos? Cada vez caen más bajo, son dignos de lástima este par de anticatólicos sin remedio

Bueno supongo que no has leido ninguno de mis aportes en este tema

Te pido disculpas por ser tan fino en mi ironía .

Si te demoras en leer ...ver´s que no estoy de acuerdo en el copy paste

Y sobre el autor , solo dije que era un periodista brillante ..no un buen historiador

En fin ...se feliz insultándome ..pero esta vez tu pagas
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Julio, lo que le ocurre al don clemente es que ignora que un ateo también puede ser un buen periodista e incluso historiador.
Además, seguro que que fue aspersionado en la ICAR y como millones ha abandonado esta Institución a causa de sus frutos. Dicha Institución es la mejor promotora del ateismo.
Si don clemente, hubiese aprovechado la enseñanza primaria seguro que sería uno de ellos.
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Julio, lo que le ocurre al don clemente es que ignora que un ateo también puede ser un buen periodista e incluso historiador.
Además, seguro que que fue aspersionado en la ICAR y como millones ha abandonado esta Institución a causa de sus frutos. Dicha Institución es la mejor promotora del ateismo.
Si don clemente, hubiese aprovechado la enseñanza primaria seguro que sería uno de ellos.

Cierto Tobi ..la mayoría de teólogos y sociólogos terminan en el ateísmo o agnosticismo ,me recuerda esto lo de presbítero Ariel Valdes un eminente teólogo silenciado por el Papa por decir que adán y Eva eran solo cuentos educativos y que no hay tal cosa como apariciones de la virgen
y por varios temas polémicos

El curita Ariel se defendía diciendo que lo que el enseñaba era lo mismo que la Icar le había enseñado ..solo que el error de Ariel fue divulgar su cuasi ateísmo por medios masivos de comunicación..cosa que ahora tiene prohibido

Todo esto lo puedes ver acá en este enlace , no tiene desperdicio
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Sigamos


CONVERSACIONES SECRETAS

Así pues, y a pesar del recelo mutuo, existía en aquel momento un clima favorable para la firma de un concordato, tarea que el papa encomendó al cardenal Gasparri. Tras algunas conversaciones, el dictador manifestó su deseo de compensar a la Iglesia con una más que generosa remuneración por la humillación sufrida durante años por los «papas prisioneros».

El primer contacto entre ambas partes había acontecido, sin embargo, mucho antes, el 6 de agosto de 1926, cuando Domenico Barone —emisario de Mussolini— se entrevistó secretamente con el doctor Francesco Pacelli —laico adscrito a la Santa Sede y hermano del futuro papa Pío XII, que por aquel entonces era nuncio en Berlín— para hacerle saber el interés de Mussolini por reabrir la «cuestión romana». Pacelli manifestó al enviado del futuro dictador que si realmente estaba dispuesto a negociar, había dos cuestiones que el papa consideraba imprescindibles como punto de partida: el reconocimiento de la posesión de un Estado soberano bajo la autoridad del pontífice y la igualdad jurídica entre matrimonio civil y religioso. El Duce dio su consentimiento al inicio de las conversaciones bajo estos términos y las reuniones comenzaron a nivel estrictamente confidencial: el jefe del Gobierno había advertido a los participantes de que la menor indiscreción llevaría, de manera inevitable, a la ruptura de las negociaciones y se consideraría atentatoria contra la seguridad del Estado, condenando al responsable de la filtración (fuera éste seglar o religioso) a ser desterrado de por vida a las islas Lípari. Buena parte del contenido de las reuniones se centró en regatear las condiciones económicas del acuerdo, que en una primera oferta de Mussolini consistía en la donación por parte del gobierno italiano de alrededor de cincuenta millones de dólares en Obligaciones del Estado. Finalmente, esos cincuenta millones se convirtieron en noventa, es decir, 1.750 millones de liras.

La mañana del lunes 11 de febrero de 1929, las calles de Roma se fueron poblando de un gentío murmurante que parecía desafiar lo que estaba siendo uno de los inviernos más fríos de los últimos años. A pesar del celo puesto tanto por el gobierno como por la Santa Sede, buena parte de los romanos sabían que algo importante iba a suceder en el Vaticano. Cuando el Duce descendió de su Cadillac negro estacionado a un costado de la plaza de San Juan, media hora antes del mediodía, le sorprendió encontrar a una muchedumbre expectante que aguardaba su llegada. Un acceso de ira le sobrevino al comprobar que sus órdenes no se habían cumplido fielmente; es posible que incluso se viera tentado de dar media vuelta en uno de sus célebres raptos temperamentales, pero finalmente decidió subir los peldaños de la escalinata del palacio de Letrán, en cuyo interior el papa Pío XI, y casi todos los miembros del gobierno vaticano, le esperaban desde hacía unos minutos. Ni la guardia fascista, ni los carabinieri, ni la Guardia Suiza estaban allí. Todo se había organizado de la manera más discreta posible para no llamar la atención. Elegantemente vestido de chaqué, Mussolini ascendió hasta el segundo piso, donde le esperaba el cardenal Gasparri, con quien cruzó un prolongado apretón de manos. Gasparri había tenido que abandonar la cama y todo el acto, unido a lo inclemente del tiempo, iba a ser una verdadera ordalía física para el anciano cardenal. No obstante, por nada del mundo iba a perderse la firma, aunque ello le costase la vida, ya que con aquel acto culminaba toda su carrera diplomática. Estaba previsto que la ceremonia se prolongase varias horas, pero el público que aguardaba en el exterior y el precario estado de salud de Gasparri —que tuvo que permanecer sentado durante todo el acto— la redujeron a unos meros cuarenta y cinco minutos. La lectura de las actas no comenzó hasta las doce en punto. Tras las firmas, el cardenal obsequió a Mussolini con la pluma de ave con mango de oro que había servido para rubricar el acuerdo. El líder fascista la aceptó complacido: «Será para mí uno de los mejores recuerdos que haya merecido».

El tratado se componía de tres apartados principales, aparte de varios anexos y otras disposiciones; el primero, el concordato, regulaba las relaciones entre la Iglesia y el gobierno italiano. En él, se devolvía al Vaticano la completa jurisdicción sobre las organizaciones religiosas en Italia. El catolicismo pasaba a ser la religión oficial del Estado italiano, prohibiendo que otras confesiones religiosas pudieran hacer proselitismo en el país y el gobierno asumía pagar el salario de los sacerdotes con cargo a los presupuestos nacionales. El segundo apartado, el Tratado de Letrán propiamente dicho, establecía la soberanía del Estado Vaticano, con el que automáticamente se establecían relaciones diplomáticas. Aparte del recinto vaticano se concedía a la Santa Sede soberanía sobre tres basílicas de Roma (Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pablo), la residencia de verano del papa (el palacio de Castelgandolfo) y varias fincas por toda Italia. Finalmente, estaba la «Convención Financiera», que de un plumazo llevaba a la Santa Sede de la miseria a la riqueza.
Al día siguiente de la firma, en una rueda de prensa. Pío XI sintetizó mejor que nadie el alcance del tratado que se había firmado: «Mi pequeño reino es el más grande del mundo». El fervor que levantó el acuerdo fue tal que incluso la mesa en que había sido rubricado comenzó una gira mundial para ser venerada como si de una reliquia se tratara. El manto de misterio que se tendió sobre la dilatada negociación sólo pudo ser descorrido con lentitud tras la ceremonia de Letrán. Se supo entonces que el texto del acuerdo había sido impreso en el Vaticano por operarios a los que se mantuvo prisioneros hasta días después del 11 de febrero, y que el papa había corregido personalmente todas las pruebas de imprenta: «Hay casos en que la presencia o ausencia de una coma —le comentó a Gasparri— puede modificar todo el contenido».

Aquel contenido era tan importante que su trascendencia traspasaba con mucho las diminutas fronteras del Estado Vaticano. Tanto es así que en dos lugares muy alejados del mundo había dos personajes que estaban particularmente atentos a los términos del tratado por razones que nada tenían que ver con el cristianismo. En Alemania, un Adolf Hitler que comenzaba a ser algo más que el jefe de una pandilla de agitadores escribía en el periódico del partido nazi: «El hecho de que la curia haya hecho las paces con el fascismo muestra que el Vaticano confía en las nuevas realidades políticas mucho más de lo que lo hizo en la antigua democracia liberal, con la que no pudo llegar a un acuerdo
[...]. El hecho de que la Iglesia católica haya llegado a un acuerdo con
la Italia fascista prueba más allá de toda duda que el mundo de las ideas fascistas está más cerca de la cristiandad que del liberalismo judío o incluso el ateísmo marxista».


En Estados Unidos, el banquero Thomas William Lamont, uno de los principales agentes de la Banca Morgan, estaba mucho menos interesado en las consecuencias políticas del tratado que en los noventa millones de dólares que llevaba aparejados. A fin de cuentas. Pío XI era un viejo amigo de la casa Morgan. Siendo monseñor Ratti prefecto de la Biblioteca Vaticana, el que más tarde se convertiría en papa gestionó la restauración de una valiosa colección de manuscritos coptos propiedad de J. Pierpoint Aquellos pergaminos pasarían a ser una de las piezas más preciadas de la mítica «biblioteca negra» del millonario.
Comenzaba una época en que las obras del diablo iban a ser salpicadas con agua bendita.

SANTIAGO CAMACHO
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Julio, lo que le ocurre al don clemente es que ignora que un ateo también puede ser un buen periodista e incluso historiador.
Además, seguro que que fue aspersionado en la ICAR y como millones ha abandonado esta Institución a causa de sus frutos. Dicha Institución es la mejor promotora del ateismo.
Si don clemente, hubiese aprovechado la enseñanza primaria seguro que sería uno de ellos.

Me das mucha risa, tus patéticos razonamientos son grotescos, si este "periodista" es buen historiador, tendrías que estar de acuerdo con sus pruebas de que Jesús no existió históricamente.

Sólo te falta citar a los cientos de satánicos que atacan a la Iglesia.

Pobre hombre...
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Me das mucha risa, tus patéticos razonamientos son grotescos, si este "periodista" es buen historiador, tendrías que estar de acuerdo con sus pruebas de que Jesús no existió históricamente.

Sólo te falta citar a los cientos de satánicos que atacan a la Iglesia.

Pobre hombre...


Bueno Según Plinio
...Jessús si existio en la historia que el contaba

En todo caso si el autor es ateo hay que ver si es honesto o no al momento de presentar su trabajo y exponerse a la critica experta de sus pares .


asi que creo que los datos deben ser muy certeros
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Sigamos


CONVERSACIONES SECRETAS

Así pues, y a pesar del recelo mutuo, existía en aquel momento un clima favorable para la firma de un concordato, tarea que el papa encomendó al cardenal Gasparri. Tras algunas conversaciones, el dictador manifestó su deseo de compensar a la Iglesia con una más que generosa remuneración por la humillación sufrida durante años por los «papas prisioneros».

El primer contacto entre ambas partes había acontecido, sin embargo, mucho antes, el 6 de agosto de 1926, cuando Domenico Barone —emisario de Mussolini— se entrevistó secretamente con el doctor Francesco Pacelli —laico adscrito a la Santa Sede y hermano del futuro papa Pío XII, que por aquel entonces era nuncio en Berlín— para hacerle saber el interés de Mussolini por reabrir la «cuestión romana». Pacelli manifestó al enviado del futuro dictador que si realmente estaba dispuesto a negociar, había dos cuestiones que el papa consideraba imprescindibles como punto de partida: el reconocimiento de la posesión de un Estado soberano bajo la autoridad del pontífice y la igualdad jurídica entre matrimonio civil y religioso. El Duce dio su consentimiento al inicio de las conversaciones bajo estos términos y las reuniones comenzaron a nivel estrictamente confidencial: el jefe del Gobierno había advertido a los participantes de que la menor indiscreción llevaría, de manera inevitable, a la ruptura de las negociaciones y se consideraría atentatoria contra la seguridad del Estado, condenando al responsable de la filtración (fuera éste seglar o religioso) a ser desterrado de por vida a las islas Lípari. Buena parte del contenido de las reuniones se centró en regatear las condiciones económicas del acuerdo, que en una primera oferta de Mussolini consistía en la donación por parte del gobierno italiano de alrededor de cincuenta millones de dólares en Obligaciones del Estado. Finalmente, esos cincuenta millones se convirtieron en noventa, es decir, 1.750 millones de liras.

La mañana del lunes 11 de febrero de 1929, las calles de Roma se fueron poblando de un gentío murmurante que parecía desafiar lo que estaba siendo uno de los inviernos más fríos de los últimos años. A pesar del celo puesto tanto por el gobierno como por la Santa Sede, buena parte de los romanos sabían que algo importante iba a suceder en el Vaticano. Cuando el Duce descendió de su Cadillac negro estacionado a un costado de la plaza de San Juan, media hora antes del mediodía, le sorprendió encontrar a una muchedumbre expectante que aguardaba su llegada. Un acceso de ira le sobrevino al comprobar que sus órdenes no se habían cumplido fielmente; es posible que incluso se viera tentado de dar media vuelta en uno de sus célebres raptos temperamentales, pero finalmente decidió subir los peldaños de la escalinata del palacio de Letrán, en cuyo interior el papa Pío XI, y casi todos los miembros del gobierno vaticano, le esperaban desde hacía unos minutos. Ni la guardia fascista, ni los carabinieri, ni la Guardia Suiza estaban allí. Todo se había organizado de la manera más discreta posible para no llamar la atención. Elegantemente vestido de chaqué, Mussolini ascendió hasta el segundo piso, donde le esperaba el cardenal Gasparri, con quien cruzó un prolongado apretón de manos. Gasparri había tenido que abandonar la cama y todo el acto, unido a lo inclemente del tiempo, iba a ser una verdadera ordalía física para el anciano cardenal. No obstante, por nada del mundo iba a perderse la firma, aunque ello le costase la vida, ya que con aquel acto culminaba toda su carrera diplomática. Estaba previsto que la ceremonia se prolongase varias horas, pero el público que aguardaba en el exterior y el precario estado de salud de Gasparri —que tuvo que permanecer sentado durante todo el acto— la redujeron a unos meros cuarenta y cinco minutos. La lectura de las actas no comenzó hasta las doce en punto. Tras las firmas, el cardenal obsequió a Mussolini con la pluma de ave con mango de oro que había servido para rubricar el acuerdo. El líder fascista la aceptó complacido: «Será para mí uno de los mejores recuerdos que haya merecido».

El tratado se componía de tres apartados principales, aparte de varios anexos y otras disposiciones; el primero, el concordato, regulaba las relaciones entre la Iglesia y el gobierno italiano. En él, se devolvía al Vaticano la completa jurisdicción sobre las organizaciones religiosas en Italia. El catolicismo pasaba a ser la religión oficial del Estado italiano, prohibiendo que otras confesiones religiosas pudieran hacer proselitismo en el país y el gobierno asumía pagar el salario de los sacerdotes con cargo a los presupuestos nacionales. El segundo apartado, el Tratado de Letrán propiamente dicho, establecía la soberanía del Estado Vaticano, con el que automáticamente se establecían relaciones diplomáticas. Aparte del recinto vaticano se concedía a la Santa Sede soberanía sobre tres basílicas de Roma (Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pablo), la residencia de verano del papa (el palacio de Castelgandolfo) y varias fincas por toda Italia. Finalmente, estaba la «Convención Financiera», que de un plumazo llevaba a la Santa Sede de la miseria a la riqueza.
Al día siguiente de la firma, en una rueda de prensa. Pío XI sintetizó mejor que nadie el alcance del tratado que se había firmado: «Mi pequeño reino es el más grande del mundo». El fervor que levantó el acuerdo fue tal que incluso la mesa en que había sido rubricado comenzó una gira mundial para ser venerada como si de una reliquia se tratara. El manto de misterio que se tendió sobre la dilatada negociación sólo pudo ser descorrido con lentitud tras la ceremonia de Letrán. Se supo entonces que el texto del acuerdo había sido impreso en el Vaticano por operarios a los que se mantuvo prisioneros hasta días después del 11 de febrero, y que el papa había corregido personalmente todas las pruebas de imprenta: «Hay casos en que la presencia o ausencia de una coma —le comentó a Gasparri— puede modificar todo el contenido».

Aquel contenido era tan importante que su trascendencia traspasaba con mucho las diminutas fronteras del Estado Vaticano. Tanto es así que en dos lugares muy alejados del mundo había dos personajes que estaban particularmente atentos a los términos del tratado por razones que nada tenían que ver con el cristianismo. En Alemania, un Adolf Hitler que comenzaba a ser algo más que el jefe de una pandilla de agitadores escribía en el periódico del partido nazi: «El hecho de que la curia haya hecho las paces con el fascismo muestra que el Vaticano confía en las nuevas realidades políticas mucho más de lo que lo hizo en la antigua democracia liberal, con la que no pudo llegar a un acuerdo
[...]. El hecho de que la Iglesia católica haya llegado a un acuerdo con
la Italia fascista prueba más allá de toda duda que el mundo de las ideas fascistas está más cerca de la cristiandad que del liberalismo judío o incluso el ateísmo marxista».


En Estados Unidos, el banquero Thomas William Lamont, uno de los principales agentes de la Banca Morgan, estaba mucho menos interesado en las consecuencias políticas del tratado que en los noventa millones de dólares que llevaba aparejados. A fin de cuentas. Pío XI era un viejo amigo de la casa Morgan. Siendo monseñor Ratti prefecto de la Biblioteca Vaticana, el que más tarde se convertiría en papa gestionó la restauración de una valiosa colección de manuscritos coptos propiedad de J. Pierpoint Aquellos pergaminos pasarían a ser una de las piezas más preciadas de la mítica «biblioteca negra» del millonario.
Comenzaba una época en que las obras del diablo iban a ser salpicadas con agua bendita.

SANTIAGO CAMACHO

Que bien Tobi Jr. ahora ya no citas Teologos si no que periodistas! sera esto un Up grade? o un Down grade? mas bien el segundo, y eso que eres cien por ciento taber!
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.


Bueno Según Plinio
...Jessús si existio en la historia que el contaba

En todo caso si el autor es ateo hay que ver si es honesto o no al momento de presentar su trabajo y exponerse a la critica experta de sus pares .


asi que creo que los datos deben ser muy certeros

Con todo hermano, un hombre que es presentado en revistas esotericas, criptopaganas, y de ufologia, deja mucho que desear.

El señor Camacho trabaja en las siguientes revistas o escribe articulos en ellas.

Revista Mas Alla. Esoterica.
6724930.jpg


Revista Año Cero. Esoterica y Ufologica.
AnoCero1.jpg


Revista Ajoblanco. Libertinaje Sexual y Esoterica.
ajoblanco001peq.jpg


Por mencionar algunas de las que en su curriculum se lee. Le pido hermano de favor, no apoye a hombres que niegan la existencia de Nuestro Señor JesuCristo como meramente un mito.

Con aprecio, un servidor.
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Mira, clementito y tambien verteis muchas descalificaciones pero ninguno de vosotros habeis desmentido lo que este periodista ha afirmado.

Que los PIos XI y XII firmaron concordatos con Mussolini, con Hitler, con Franco, con los dictadores de Argentina y Chile. Todos ellos eliminaron las libertades en sus respectivos países y tambien con las manos ensangrentadas por horribles crímenes y vosotros dos teneis la cara salpicada con ella., puesto que lo aprobais.

Ya es el colmo de la hipocresia condenar a quien lo denuncia para apoyar a los denunciados. Luego sois cómplices desde el holocausto a las masacres en América Latina.