Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.
II. La Sucesion Apostolica. La Iglesia de Cristo es Jerarquica.
Anteriormente se menciono por boca de tres Padres Apostolicos (San Ignacio, San Ireneo y san Clemente) que la Autoridad del Sucesor del Apostol es plena y total, asi pues, por consiguiente, en primer eslabón que, contando con una especialísima asistencia del Espíritu Santo, transmite la Revelación a la comunidad cristiana. La Iglesia de Cristo para fines del siglo I y comienzo del siglo II se volvio Universal, se expandia dentro del Imperio Romano con una fuerza arrolladora, los viejos dioses paganos eran olvidados y el cristianismo, se volvia una amenaza al Imperio y su
'Pax Romanae' en el cual descansaba todo el poder y empuge de los Cesares y sus Legiones.
Pero la naciente Iglesia tenia un orden Jerarquico, y no democratico, no eran iguales entre si un Diacono o el Obispo, los que defienden la idea de una iglesia democrática afirman que los cargos de gobierno en la primitiva Iglesia, en cuanto en sus comienzos se puede hablar de éstos, sólo tenían que desempeñar una función de orden. La autoridad eclesiástica nació, según ellos, de los servicios indispensables para la vida y común actividad de una comunidad. Por consiguiente, sus funciones se han de comprender a partir de categorías sociales, y sus poderes se han de deducir de la voluntad de la comunidad. Esta autoridad, según ellos, no se apoya en derecho divino, no procede de “arriba”, sino de “abajo”, es democrática, no jerárquica. Esta concepción de la autoridad eclesiástica está en contradicción con los datos que nos ofrecen las fuentes. Aunque éstas informan sólo escasamente sobre la organización de las primitivas comunidades cristianas, una cosa se deduce de ellas claramente: que
la primitiva Iglesia en sus rasgos fundamentales tenía un carácter jerárquico, es decir, que los poderes en los que se apoyaba, las exigencias que presentaba, las gracias que ofrecía, se atribuían a una ordenación o promesa de Dios.
Pero no sólo viene de Dios la autoridad del Apóstol, sino también la de sus sucesores y los que desempeñan algún ministerio de gobierno. En su discurso de despedida en Mileto encarga Pablo a los presbítero-obispos de Efeso el cuidado del rebaño encomendado a ellos y les recuerda que el “Espíritu Santo los ha puesto para regir la Iglesia de Dios” (Hechos 20, 28). En el mismo sentido amonesta a Timoteo: “haz revivir la gracia de Dios que reside en ti en virtud de la imposición de mis manos” (2 Tim 1, 6).
La constitución de los presbíteros hecha por Timoteo y Tito no era “una última repercusión de la autoridad apostólica especial y única en el tiempo”, sino un testimonio de que la misión de los Apóstoles no se debía extinguir, sino que debía transmitirse en la Iglesia por una sucesión ininterrumpida. Se puede, pues, apreciar en la primitiva Iglesia la línea jerárquica, que el Señor señaló en el gran discurso de misión.
Todo poder viene del Padre; el Padre lo ha dado al Hijo; éste lo ha transmitido a los Apóstoles, para que éstos lo transmitan de nuevo a otros. La misión y el poder, los ministerios y las gracias provienen de arriba.
En la Iglesia de Jesús no existe una autoridad democrática, sino un poder jerárquico.
Sigue: La Autoridad de la Sucesion Apostolica.