Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.
Dejemos que el papanatas siga con sus papanaterias. La última de Lutero lo es en grado sumo, y nosotros a los nuestro a seguir citando la historia la cual pobe a los papas al lugar que les corresponde y no al que desearian tener.
Asi, que, repito
Sigamos
Con la paz de Constantino, el Concilio de Nicea, y los ecuménicos que le siguieron las reuniones obispales trataron de cuestiones que atañian a todas las iglesias del Imperio. En estos concilios ecuménicos, universales, la práctica conciliar halla su último desarrollo previsible. Hemos de repetir, de nuevo, que no se trata de ningún organo de poder sobre las Iglesias, sino la representación de estas mismas iglesias y la expresión de su unidad e identidad en la misma fe y comunión que proclaman conjuntamente. Prueba de ello es que la validez y la posterior eficacia de un concilio le venian, no por su convocatoria formal sino por el reconocimiento y confirmación del mismo por parte de toda al oikumene (el mundo habitado) , o sea: todas las Iglesias, aun la confirmación de aquellos que, por dificultades del viaje o de otra indole, no habían podido enviar delegados como ocurrió en la mayoría de los concilios ecuménicos del primer milenio, eminentemente orientales.
Es sintomático que concilios que fueron convocados con criterio ecuménico como el de Sárdica, en el 343, no fiuueron tenidos como tales.mientras que, por el contrario. concilios como el de Constantinopla del 381, reunidos a nivel local, encontraron ulterior aceptación universal. Así, lo que decidía en última instancia era la calidad de los trabajos llevados a cabo. Estando muy viva la conciencia universal de la Iglesia, los cristianos se sentías solidarios de lo que aprobaban sus hermanos de todas las cristiandades, aunque el último tribunal de apelación seguía siendo la norma de la Sagrada Escritura. Fue así como la idea Católica antigua encontró una de sus expresiones: Unidad y Catolicidad, comunión y universalidad de la fe y la disciplina. Fluyen con naturalidad, no por la imposición de ningún centro jerárquico, sino por las exigencias de la vida misma Fueron precisamente los emperadores los primeros interesados en imponer como obligatorios los cánones de los concilios que ellos convocaban o que aprobaban con su autoridad. Esta idea pagana anticipa la posterior teoría romana que hace depender la validez, o el valor, de un concilio, no de su calidad intrínseca reconocida por todas las Iglesias, sino de la aprobación de una sola Iglesia, la Romana, y aun eso se ve reducido a la de su obispo. el Gran Usurpador.
La Autoridad de las Escrituras deja de tener validez y las herejías se han acumulado de tal manera que el nombre de cristianas ha dejado de corresponderles.
Continuará