Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.
Decir que Hans Küng es mediocre y que está excomulgado muestra no ignoráncia sino la deshonestidad que adorma vuestras respuestas que en realidad no lo son. solo es la impotencia.
Podria estar citando a Agustin de Hipona hasta el proximo lejano milenio y de nada os serviria, Lo cierto es que no aportais nada al tema solo insultar y seguidamente quejaros de se os insulta.
Si vosotros sois los católicos representativos de vuestros paises bien quedan los tales. y peor aun el romanismo.
Aquí os estamos dando un prueba de la libertad de expresión que nosotros no encontramos en vuestros foros.
Bien os estais retratando de una menera que quedais muy bien.
Adelante.
Veamos esta fracesita de nuestro enfermo de titulitis
¿No te parece patético que Tobi quisiera basar sus argumentos nada más y nada menos que en San Agustín y que termine con los mediocres escritos de Hislop y Kung, veámos en quien se basa tobi:
¿Hislop medioce? ¿Por que? La mediocridad esta en decirlo y no demostrarlo.
Küng ¿tambien mediocre? ¿Quien eres tu para juzgarle? ¿Que obras has leido de él? Seguro que ninguna. ¿Acaso eres teólogo? ¿Eres historiador? ¿Que sabes de la historia del papado romano? ¿Y de los concilios ecuménicos?
Tambien a ti te pregunto cuantas fueron las llaves que se le dieron a Pedro y cuando y como las usó. Seguro que lo ignoras y al no poder responder lanzas descalificaciones diestro y siniestro. ¿Por que no dices lo mismo de Ratzinger y de lo que afirmaba cuando, junto a Küng era profesor de teología en Tubinga? De eso no sabes nada.
Carta abierta al Cardenal Joseph Ratzinger
José María GONZÁLEZ RUIZ
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Señor Cardenal:
Su reciente intervención en el tema de la Teología de la liberación, sobre todo a través del “Informe sobre la fe”, ha producido no poca perplejidad y confusión en una no despreciable mayoría de católicos en todo el mundo. Sin embargo, a través de esta carta abierta quisiera, en primer lugar, agradecerle profundamente algo suyo y a continuación plantearle algunas preguntas con el fin de superar o amainar aquella perplejidad.
El agradecimiento va por la reciente lectura que he hecho de su fascinante libro El nuevo pueblo de Dios, que en su original alemán vio la luz en 1969 y al español se tradujo en 1972 (Editorial Herder, Barcelona). Las citas del libro las haré según esta versión española que está a mi alcance.
Para que los lectores de esta carta sepan a qué atenerse procuraré hacer un resumen de lo que yo pienso es más esencial en su libro, para también hacerle después las preguntas pertinentes. Para eso me voy a permitir distribuir la materia en varios apartados.
I. SÍNTESIS DE LAS PROPOSICIONES:
1. La Iglesia
A) Oficios laicales:
El profesor Ratzinger nos dice que el “oficio” cristiano no es una herencia del sacerdocio de la antigua ley, sino una derivación de Cristo mismo:
“Cristo no fue sacerdote, sino laico. Considerado desde el punto de vista del israelita, jurídicamente no poseía ningún “oficio”. Y, sin embargo, Cristo no se entendió a sí mismo como intérprete de deseos y esperanzas humanos, algo así como voz del pueblo, como su mandatario secreto o público, ni comprendió su misión desde abajo, como si dijéramos en sentido democrático. Más bien se presentó a los hombres bajo el “menester” o necesidad de un mandato divino claramente perfilado, con autoridad y misión de arriba, como aquél a quien el Padre había enviado” (p. 123).
B) Autonomía versus centralismo
Aunque bajo otros apartados este tema va a recurrir, baste por ahora citar este párrafo significativo:
“Mientras en Oriente se afianzaba cada vez más la autonomía de las comunidades particulares –el elemento vertical– y se relegaba a segundo término la conexión horizontal de las iglesias particulares dentro del conjunto de la colegialidad, en Occidente se desarrolló con tan fuerte predominio la “monarquía” papal, que quedó casi completamente olvidada la autonomía de las iglesias particulares, que fueron absorbidas, por así decirlo, en la iglesia romana (por obra principalmente de la liturgia uniforme de Roma)” (p. 133).
C) Infalibilidad
El profesor Ratzinger describe lúcidamente la infalibilidad, no sólo como el privilegio de una sola persona dotada de un determinado ministerio de la presidencia, sino como la consecuencia de la esencia misma de la iglesia como “convocatoria" del propio Cristo:
“Así, pues, la infalibilidad es por de pronto propia de toda la Iglesia. Hay algo así como una infalibilidad de la fe en la Iglesia universal, en virtud de la cual esta Iglesia no puede caer nunca totalmente en el error. Esta es la participación de los laicos en la infalibilidad: que a esta participación le convenga, a veces, una significación sumamente activa, se demostró en la crisis arriana, en que temporalmente la jerarquía entera parecía haber caído en las tendencias arrianizantes de mediación, y sólo la infalible actitud de los fieles aseguró la victoria de la fe nicena…, porque la fe no es privilegio de los jerarcas, sino de toda la esposa de Cristo, y la Iglesia entera es la presencia viva de la palabra divina y, por tanto, no puede nunca descarriarse como iglesia universal… Por eso, en última instancia, no hay laicos en la Iglesia que sean únicamente receptores de la Palabra y no portadores activos de la misma: como, a la inversa, los predicadores activos de la Palabra siguen siendo siempre en lo más hondo receptores de la misma y sólo aprendiendo y recibiendo pueden también enseñar” (pp.168 s.).
En estas últimas afirmaciones descubrimos uno de los pilares más fundamentales de la Teología de la liberación: el pueblo cristiano no es solamente objeto, sino sujeto de la evangelización.
Continuará