La Iglesia de Roma, el catolicismo romano, no tiene ninguna autoridad para el redimido por la sangre de Cristo.
Pero al ingenuo, al que no ha nacido de nuevo, lo engañan vendiéndole una madre putativa..."la santa madre iglesia" y el ingenuo que cae en esta trampa del diablo..lo enlazan con el cuento que si abandona este sistema religioso, entonces está abandonando su propia madre.
Pero la Escritura es muy enfática a este respecto, leemos:
Hebreos 12:2 PUESTOS LOS OJOS EN JESÚS, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
La máxima AUTORIDAD en materia de Fe es Cristo.
El nos invita a no quitar los ojos de su Persona, de sus enseñanzas, de su Doctrina, de su Redención.
El sistema religioso de Satanás, conocido como el Catolicismo romano, enseña y educa a sus miembros a quitar los ojos de Jesús para colocarlos en la "reina del cielo", en el purgatorio, en las indulgencias, en el papado, en las estatuas de yeso, en los escapularios, en los cirios, en las veladoras, en los curas, en cualquier otra cosa, menos en Jesús.
Cuando un engañado católico conoce el peligro en cual se encuentra no solamente él sino también su familia, no duda.
Inmediatamente abandona este sistema religioso y va a los pies de Jesús implorando su perdón y misericordia, no solamente para él, sino también para su familia.
Da gracias al Señor por haberlo libertado de las garras del diablo.
Atrás quedan las estatuas de yeso, los crucifijos de madera, los cuadros de la virgen, las procesiones de semana santa cargando una estatua de yeso sobre los hombros, y encapuchándose vistiéndose de morado.
Atrás queda el confesionario donde el cura del pueblo escuchaba sus pecados.
Atrás queda la adoración a la virgen María, a san Alejo, a San Agustín, a San Martín de Pobres, a las 11 mil vírgenes.
Ahora es nueva criatura, y predica el evangelio de la Gracia de Dios (Hch.20:24).
Da gracias a Dios porque ha abandonado la mentira y el engaño y ahora tiene sus ojos puestos en Jesús, al autor y consumador de la Fe.
El que hizo el oído lo escucha, el que hizo el ojo lo observa todo el tiempo.
No hay necesidad de estatuas de yeso, de cirios, de veladoras, de vanas repeticiones, de confesar sus pecados ante un cura que está siendo investigado por corruptor de menores.
Vive en un completo gozo esperando la venida del Señor Jesucristo, tal como lo afirma la Escritura, leemos:
1 Juan 3:3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él,
SE PURIFICA A SÍ MISMO, así como él es puro.
Porque sin santidad nadie verá al Señor...mucho menos con la idolatría de un sistema mentiroso que lo tuvo engañado por años.
Sea Bendito el Señor Jesucristo por los siglos de los siglos.
Natanael1