Las razones que tenemos para no incluir los apócrifos
a) No formaron parte nunca del canon judío. Pablo afirma que los judíos fueron los depositarios de la Revelación (Romanos 3:2) y el suyo es, por tanto, el canon válido. No existe ni un solo ejemplar del Antiguo Testamento editado en hebreo que contenga los apócrifos.
b) los libros apócrifos no son citados nunca por el Señor ni por sus apóstoles en el N.T. según reconoce el Diccionario de la Biblia de Herder (católico), artículo: Canon del A.T., p. 269. Téngase en cuenta que el N.T. cita 280 veces al A.T. y casi siempre de la versión griega de los Setenta que contenía los apócrifos.
c) Josefo, el gran historiador judío, testifica que los apócrifos no se hallaban en el canon judío.
d) Filón, el gran filósofo judío de Alejandría y la comunidad judía alejandrina de habla griega (que solía usar la versión de los Setenta) no consideraron, ni usaron jamás, los apócrifos como Sagrada Escritura.
e) No encontramos los apócrifos en ningún catálogo de libros canónicos reconocidos por la Iglesia en sus primeros cuatro siglos de existencia.
f) Los más ilustres Padres de la Iglesia rechazaron categóricamente los apócrifos: Melitón, Atanasio, Jerónimo, Cirilo, Rufino.
g) La versión de los Setenta fue una edición compuesta por motivos culturales, no religiosos. Tolomeo II Filadelfo quería reunir en la famosa biblioteca de Alejandría la sabiduría de todo el mundo antiguo y mandó ordenar la traducción al griego de todos los libros existentes en hebreo o escritos por los hebreos, de modo que pudiera disponer de todo el acervo cultural judío. Fue traducido todo este material por judíos alejandrinos alrededor del año 280 a.C.
h) Los mismos libros apócrifos delatan no ser de inspiración divina. Por ejemplo, los libros de los Macabeos que tienen un cierto e indudable interés (y aun en ocasiones un evidente valor histórico) renuncian a toda pretensión de inspiración (2 Macabeos 15:39).
i) los apócrifos enseñan doctrinas contrarias a otras enseñanzas bíblicas (Sabiduría 10: 1-4 compárese con Génesis 6:5-7); dejan sentir la influencia pagana sobre sus autores, pues toleran la salvación por obras, los encantamientos mágicos, las oraciones por los muertos, etc.
j) Casi todos estos apócrifos fueron escritos mucho después de que se hubiera cerrado el tiempo del canon del A.T., que duró hasta Malaquías. Sus autores no pueden ser profetas, ni tener el oficioprofético, ni ser, por tanto, inspirados. 1 Macabeos 3:46-49 demuestra que Israel, después de Malaquías, se regía por el «Libro de la ley», y en 1 Macabeos 9:27 se confiesa paladinamente que Israel vivía en una época «desde el tiempo en que no había entre ellos profetas».
k) Las Iglesias Evangélicas, al rechazar la apócrifa, siguen fieles a la norma que rigió la historia de Israel y la Iglesia Primitiva.
Una edición completa de la apócrifa admitida por la Iglesia romana se puede encontrar en cualquier versión de la Biblia católica romana. Recomendamos la Nácar-Colunga por el cuidado que tiene en deslindar y advertir cuándo comienza y acaba el texto «deuterocanónico» en oposición al canónico.
Nota curiosa:
Uno de los manuscritos más antiguos del antiguo testamento, y según la opinión de muchos eruditos uno de los más valiosos, es el CÓDICE VATICANO o Código Vaticano, escrito probablemente en Egipto a mediados del siglo IV. Este manuscrito, que se guarda en la Biblioteca Vaticana (como mínimo desde 1481), es de extraordinaria perfección, escrito en caracteres unciales y por una sola mano. Tiene una altura y anchura de 27 cm. y cuenta con 759 hojas, de ellas 617 para el Antiguo Testamento y 142 para el Nuevo.
Lo notable es que en él jamás han figurado los libros de los Macabeos.
(“¿Cómo llegó la Biblia hasta nosotros?” Compilado por Pedro Puigvert – Autor David Estrada – pág. 48 – editorial Clie)