"No me hago el tarugo", el apóstol Pedro no se estaba haciendo el tarugo cuando escuchó del Señor:
Mat 16:23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Allí Pedro, por influencia de Satanás, quería impedir que el Señor descendiese a Jerusalén y de esta manera torpedear la Obra de la Redención, planeada desde antes de la fundación del mundo (1P.1:18-20).
¿Cuál era el fundamento de la objeción de Pedro?
Que se buscara Dios el Padre, otra forma de Redención, pero que con Jesús no contara para nada.
Que se lo dejara quieto, intacto, para que pudiese seguir multiplicando peces, panes y sanando enfermos y resucitando muertos.
Esto es poner la "mira" en las cosas de los hombres, y no en las cosas de Dios, cuya Justicia había sido afectada por causa del pecado, el cual había traído ruina a la raza humana.
Él había venido para vindicar la Justicia de Dios (2Cor.5:21) y quitar el pecado de sus redimidos (Jn.1:29).
Y cuando hablamos de la "mira", aquí no se trata de una mirada, sino de un propósito específico del hombre caído... a lo cual se opuso Dios mismo cuando quiso regresar al Paraíso para tomar del árbol de la vida y así vivir eternamente en el pecado, leemos:
Gén 3:24 Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.
Es como si la serpiente antigua con su palabrerío insensato "seréis como Dios" (Is.14:14) desde el cielo, en su rebelión contra Cristo, le hubiese puesto una "mira telescópica" a su rifle, apuntando al hombre en el Edén, luego que fue expulsado de allí.
Porque si observamos bien, el lenguaje de esta advertencia dada a Adán:
Gén 2:15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.
Había un enemigo al acecho, que venía haciendo inteligencia a la primera pareja, hasta que logró engañar a Eva por medio de dos sentidos:
1. El oído
2. La vista
Desde entonces, la mujer siempre cae y es atrapada por medio de esos dos sentidos.
CONCLUSIÓN:
No se trata de "tarugadas", somos redimidos por la sangre del Señor, pero a nosotros no nos fue quitada la "concupiscencia" que se anida en nuestra mente y cuerpo.
De ahi, nuestra necesidad vital, de que Cristo viva en nosotros, encarnado, que podamos, por medio de su palabra pensar como él (1Co 2:16), y actuar, guardando las proporciones, como él.
Colocando la mira en las cosas de Dios y no en la de los hombres...
Pues el hombre siempre quiere presentarse como el gran filántropo del Edén:
"¿Con qué Dios os ha dicho, que el catolicismo romano es un camino al infierno?"
-"Eso es mentira! ¡¡fuera de la Iglesia católica romana no hay salvación posible!!