Re: Divinidad de Cristo comprobada
*** Perspicacia, tomo 2 pág. 834 ***
La resurrección de los “hermanos” de Cristo. Los que son “llamados y escogidos y fieles”, seguidores de las pisadas de Cristo, sus “hermanos”, que han sido engendrados espiritualmente como “hijos de Dios”, han recibido la promesa de una resurrección como la de Cristo. (Rev 17:14; Ro 6:5; 8:15, 16; Heb 2:11.) El apóstol Pedro escribió lo siguiente a sus compañeros cristianos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque, según su gran misericordia, nos dio un nuevo nacimiento a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, a una herencia incorruptible e incontaminada e inmarcesible. Está reservada en los cielos para ustedes”. (1Pe 1:3, 4.)
Pedro también dijo que la esperanza que poseen son “preciosas y grandiosísimas promesas, para que por estas [...] lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina”. (2Pe 1:4.) Los “hermanos” de Cristo tienen que experimentar un cambio de naturaleza, de humana a “divina”, a fin de participar con él en su gloria. Han de pasar por una muerte como la de Cristo —manteniendo integridad y renunciando para siempre a la vida humana— para luego recibir por medio de la resurrección un cuerpo inmortal e incorruptible como el de él. (Ro 6:3-5; 1Co 15:50-57; 2Co 5:1-3.) El apóstol Pablo explica que no se resucita el cuerpo; asemeja esa experiencia a una semilla que se planta y brota, pues “Dios le da un cuerpo así como le ha agradado”. (1Co 15:35-40.) Dios resucita al alma, a la persona, con un cuerpo adecuado para el ámbito en el que resucita.
En el caso de Jesucristo, entregó su vida humana como sacrificio de rescate en beneficio de la humanidad. El escritor cristiano del libro de Hebreos aplica a Jesús el Salmo 40, y dice que cuando vino al “mundo” como el Mesías de Dios, dijo: “Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo”. (Heb 10:5.) El propio Jesús comentó: “De hecho, el pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo”. (Jn 6:51.) De esto se desprende que Cristo no podía volver a recibir su cuerpo cuando resucitase y retirar así el sacrificio que había ofrecido a Dios en favor de los hombres. Además, ya no tenía que vivir más en la Tierra. Su “casa” está en los cielos, con su Padre, quien no es de carne, sino un espíritu. (Jn 14:3; 4:24.) Por lo tanto, Jesucristo recibió un glorioso cuerpo inmortal e incorruptible, porque “él es el reflejo de [la] gloria [de Jehová] y la representación exacta de su mismo ser, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder; y después de haber hecho una purificación por nuestros pecados se sentó a la diestra de la Majestad en lugares encumbrados. De modo que ha llegado a ser mejor que los ángeles [que son poderosas personas celestiales], al grado que ha heredado un nombre más admirable que el de ellos”. (Heb 1:3, 4; 10:12, 13.)
Los hermanos fieles de Cristo, que se unen a él en los cielos, renuncian a la vida humana. El apóstol Pablo muestra que habrán de tener un nuevo cuerpo transformado, o amoldado, para su nueva existencia: “En cuanto a nosotros, nuestra ciudadanía existe en los cielos, lugar de donde también aguardamos con intenso anhelo a un salvador, el Señor Jesucristo, que amoldará de nuevo nuestro cuerpo humillado para que se conforme a su cuerpo glorioso, según la operación del poder que él tiene”. (Flp 3:20, 21.)
¿Cómo Resucitó Cristo a Otros?
La idea de que Dios se llevó el cuerpo del Señor Jesucristo para enterrarlo, como el de Moisés, es una doctrina inventada por hombres y sin fundamento bíblico. Tal idea no sólo contradice los pasajes recién citados, sino que es sumamente improbable cuando recordamos a las otras personas que resucitó Cristo. A Lázaro y a todos los demás, El los resucitó físicamente. Cristo nunca resucitó a alguien sólo en espíritu, como la Sociedad Watchtower declara que resucitó El (Juan 11:43-44; Mateo 9:25; Lucas 7:14-15).
¿Cómo Puede ser Resucitado su Cuerpo?
"Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" (Romanos 8:11).
Según el razonamiento de los testigos de Jehová, muchas de las personas que recibieron primeramente esta carta habrían estado entre los 144,000. Puesto que ellos pueden vivir en el cielo con cuerpos resucitados, la línea de razonamiento que afirma que Cristo no podría hacer eso, obviamente es falsa.
Si usted confía en Cristo como Salvador y recibe Su Espíritu, cuando muera, su cuerpo mortal será resucitado como el de Jesús.
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*** Perspicacia, tomo 2 pág. 834 ***
La resurrección de los “hermanos” de Cristo. Los que son “llamados y escogidos y fieles”, seguidores de las pisadas de Cristo, sus “hermanos”, que han sido engendrados espiritualmente como “hijos de Dios”, han recibido la promesa de una resurrección como la de Cristo. (Rev 17:14; Ro 6:5; 8:15, 16; Heb 2:11.) El apóstol Pedro escribió lo siguiente a sus compañeros cristianos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque, según su gran misericordia, nos dio un nuevo nacimiento a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, a una herencia incorruptible e incontaminada e inmarcesible. Está reservada en los cielos para ustedes”. (1Pe 1:3, 4.)
Pedro también dijo que la esperanza que poseen son “preciosas y grandiosísimas promesas, para que por estas [...] lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina”. (2Pe 1:4.) Los “hermanos” de Cristo tienen que experimentar un cambio de naturaleza, de humana a “divina”, a fin de participar con él en su gloria. Han de pasar por una muerte como la de Cristo —manteniendo integridad y renunciando para siempre a la vida humana— para luego recibir por medio de la resurrección un cuerpo inmortal e incorruptible como el de él. (Ro 6:3-5; 1Co 15:50-57; 2Co 5:1-3.) El apóstol Pablo explica que no se resucita el cuerpo; asemeja esa experiencia a una semilla que se planta y brota, pues “Dios le da un cuerpo así como le ha agradado”. (1Co 15:35-40.) Dios resucita al alma, a la persona, con un cuerpo adecuado para el ámbito en el que resucita.
En el caso de Jesucristo, entregó su vida humana como sacrificio de rescate en beneficio de la humanidad. El escritor cristiano del libro de Hebreos aplica a Jesús el Salmo 40, y dice que cuando vino al “mundo” como el Mesías de Dios, dijo: “Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo”. (Heb 10:5.) El propio Jesús comentó: “De hecho, el pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo”. (Jn 6:51.) De esto se desprende que Cristo no podía volver a recibir su cuerpo cuando resucitase y retirar así el sacrificio que había ofrecido a Dios en favor de los hombres. Además, ya no tenía que vivir más en la Tierra. Su “casa” está en los cielos, con su Padre, quien no es de carne, sino un espíritu. (Jn 14:3; 4:24.) Por lo tanto, Jesucristo recibió un glorioso cuerpo inmortal e incorruptible, porque “él es el reflejo de [la] gloria [de Jehová] y la representación exacta de su mismo ser, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder; y después de haber hecho una purificación por nuestros pecados se sentó a la diestra de la Majestad en lugares encumbrados. De modo que ha llegado a ser mejor que los ángeles [que son poderosas personas celestiales], al grado que ha heredado un nombre más admirable que el de ellos”. (Heb 1:3, 4; 10:12, 13.)
Los hermanos fieles de Cristo, que se unen a él en los cielos, renuncian a la vida humana. El apóstol Pablo muestra que habrán de tener un nuevo cuerpo transformado, o amoldado, para su nueva existencia: “En cuanto a nosotros, nuestra ciudadanía existe en los cielos, lugar de donde también aguardamos con intenso anhelo a un salvador, el Señor Jesucristo, que amoldará de nuevo nuestro cuerpo humillado para que se conforme a su cuerpo glorioso, según la operación del poder que él tiene”. (Flp 3:20, 21.)