LA BONDAD Y LA SEVERIDAD DE DIOS
LA BONDAD Y LA SEVERIDAD DE DIOS
Bien sé que llego tarde a este debate, pero creo que valen la pena algunas reflexiones.
Ciertamente, existen textos bíblicos según los cuales Dios mandó a los israelitas la destrucción de todo ser viviente, incluso los animales, de determinados pueblos.
Discrepo con Bakunin en que los referidos textos sean “innumerables”. Se trata de casos excepcionales pero que no obstante escandalizan a muchos cristianos y sirven de excusa para negar al Dios de la Biblia a algunos incrédulos.
A. Otros juicios de Dios
Antes de ensayar una respuesta, hay que observar que en la Biblia existen dos casos de exterminio, ninguno de los cuales fue llevado a cabo por los israelitas.
1. EL DILUVIO (Génesis 6-7)
2. SODOMA Y GOMORRA (Génesis 18:16-19:29)
En ambos casos, con la excepción de los pocos que fueron salvados (Noé y su familia, Lot y los suyos), la destrucción fue completa y definitiva.
En ambos casos la Escritura deja claro que se trató de un juicio divino debido a la extrema e impenitente maldad de los así castigados.
En ambos casos, el juicio divino es implícitamente considerado justo por nuestro Señor Jesucristo (Mateo 10:15; 11:23-24 y paralelos; Mateo 24:37-38 y paralelos).
B. El caso de los canaanitas
Para poner en perspectiva la orden divina de consagrar a una destrucción completa a los pueblos que habitaban en Canaan, es preciso saber quiénes eran y qué hacían estos pueblos.
Al parecer estos pueblos (amoraítas y otros) habían invadido la tierra algunos siglos antes (entre el fin del tercero y el comienzo del segundo milenio aC), destruyendo las culturas preexistentes. Se caracterizaban por su extrema violencia, su idolatría y su culto abominable que incluía el infanticidio, la prostitución y homosexualidad sagradas, y la bestialidad, además de relaciones incestuosas, etc. Lo que se dice de ellos en la Biblia es corroborado por la arqueología y la historia.
Dios no actuó abruptamente contra estos pueblos violentos, degenerados y en extremo pecadores. Cuando le anunció a Abraham el exilio en Egipto, también le dio la razón por la cual él y su descendencia no habría de ocupar todavía la tierra: “Y en la cuarta generación ellos regresarán acá, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la iniquidad de los amorreos” (canaanitas); Génesis 15:13-21.
Cuando Dios dio a Moisés leyes contra el incesto, el adulterio, la homosexualidad, el bestialismo y el infanticidio (Levítico 18:1-23), añadió:
A continuación Yahveh Dios advierte que ninguno de Israel, ni el forastero que habite allí practique tales cosas, “no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado, como vomitó a la nación que estuvo antes de vosotros” (v. 28).
A través de la simiente de Abraham (que en definitiva fue Jesucristo, Gálatas 3:16) habrían de ser benditas todas las familias de la tierra. Para ello, Israel debía ser una nación santa y un real sacerdocio (Exodo 19:5), apartada para el Señor y viviendo según su ley. Para que esto se cumpliese los canaanitas debían ser extirpados por completo de la tierra.
La palabra de Dios es muy realista al advertir sobre el inmenso peligro que suponía para el bienestar espiritual, físico y social de Israel la persistencia de canaanitas en su territorio. De hecho, en Deuteronomio 9:5 leemos:
Durante siglos la paciencia de Dios había soportado los pecados de los canaanitas, pero el tiempo de gracia se aproximaba a su fin. La posibilidad de coexistencia pacífica había quedado descartada por sus propias acciones.
Esto no significa que cada canaanita individual debiera inexorablemente morir. Nótese que en los anuncios de Dios aparecen tanto las expresiones “destruir” como “echar de delante de ti”. Los canaanitas podían huir. En ninguna parte se dan instrucciones de perseguir canaanitas más allá de las fronteras de la tierra prometida. Por tanto, solamente quienes permanecieran en la tierra habían de ser destruidos.
La historia de Rahab ilustra dos asuntos importantes:
En primer lugar, que la piedad divina seguía vigente para los canaanitas individuales que se acogieran a ella, como lo hizo Rahab.
En segundo lugar, que los canaanitas que permanecieron en la tierra estaban perfectamente conscientes de la situación –de hecho, llenos de temor- y a pesar de ello se quedaron para resistir a Israel y oponerse a su Dios. Aunque no hay datos explícitos al respecto, es posible que muchos de ellos hayan emigrado a tiempo y escapado así de la destrucción. Los canaanitas debían ser destruidos como naciones en la tierra prometida, lo que implicaba ciertamente la muerte de todos los que se hallaran en ella, pero no excluía la supervivencia de los que emigrasen y se asimilasen a otras culturas fuera de las fronteras de Canaan o, como en el caso de Rahab, se tornasen hacia el Dios de Israel.
Nótese que Dios dio disposiciones muy diferentes para la guerra “regular” que las que se aplicaban a las naciones de Canaan.
En la guerra normal se debía negociar la paz, y en caso de no ser ésta posible, solamente los hombres debían ser ejecutados. Las mujeres y los niños, así como los animales y el resto de las propiedades podían ser conservados. Si un israelita deseaba como mujer a una prisionera de guerra, debía desposarla primero.
En el caso de los canaanitas, en cambio, la destrucción debía ser completa y no se podía tomar ningún botín. La falta de obediencia a esta orden fue juzgada duramente por Dios (cf. Josué 7). En otros textos se les reprocha a los israelitas no haber consumado la destrucción completa tal como les fuera ordenada; por ejemplo, Jueces 2:1-5. Y, desde luego, les pasó a los israelitas lo que Dios había advertido que les ocurriría: fueron desviados hacia la idolatría y debieron pagar las consecuencias.
En cuanto a por qué Dios encomendó la destrucción de los canaanitas a los israelitas en lugar de ejecutarla personalmente como el caso del diluvio o de Sodoma y Gomorra, solamente podemos especular.
Una razón posible es que un desastre como una erupción volcánica o una lluvia de fuego y azufre, o un diluvio, o peste, hubiera dejado el territorio inservible para los israelitas. De hecho, en Exodo 23:29-30 (citado arriba) el Señor anuncia que la expulsión sería gradual para evitar las consecuencias de una desaparición abrupta de la presencia humana.
Aún otra razón era que los israelitas tomaran conciencia de la gravedad de los pecados de estos pueblos y temieran sufrir el mismo destino (como se les advirtió muy solemnemente en Deuteronomio 28:15-68).
C. El caso de los amalekitas
He aquí otro caso excepcional. Los amalekitas habían atacado a los israelitas en los primeros días del éxodo, sin provocación, ensañándose con los rezagados. Y durante todo el período de los jueces habían continuado sus incursiones contra Israel, matando, haciendo esclavos, robando y destruyendo. Ellos también llevaron sus pecados hasta el colmo y como nación fueron objetos del juicio divino tras siglos de maldad.
D. Lecciones para nosotros
Tengo para mí que ni siquiera esta destrucción completa, que Dios ordenó contra estos pueblos particularmente perversos, era inexorable en sentido absoluto. Ellos tuvieron tiempo para arrepentirse y testimonios acerca del Dios de Israel. Si lo hubieran hecho tal vez hubieran podido salvarse (como asimismo si hubieran salido de la tierra). Si alguien objeta que la orden de destrucción era absoluta, cabe recordarle el ejemplo de Nínive, a la cual Jonás debía anunciar el juicio divino, aparentemente inevitable, pero que se arrepintió y fue perdonada.
Desde luego que la destrucción completa, llamada técnicamente jerem y ejecutada solamente en casos excepcionales por orden directa de Dios, debe de haber incluido niños pequeños y mujeres embarazadas. Este es el aspecto negativo de la verdad axiomática de que el destino de los hijos está vinculado a la conducta de los padres, tanto para bien como para mal.
Si el padre de familia es trabajador y responsable, los hijos se benefician. Si es irresponsable, o es un malhechor que termina en la cárcel, se perjudican. Si un padre maneja con cuidado, los hijos viajan seguros. Pero si maneja imprudentemente o en estado de ebriedad, tal vez toda la familia muera en un accidente. La sangre derramada de los hijos está sobre la cabeza de su padre. El mismo principio se aplica en el caso de canaanitas y amalecitas. Los niños y nonatos murieron como consecuencia del pecado contumaz de sus padres y antepasados.
La Biblia es en extremo clara con respecto a la persona de Dios. Su gracia y misericordia son inmensas, pero quien se coloca a sí mismo fuera de ellas es juzgado tanto en el tiempo como en la eternidad. En el Antiguo Testamento la mayoría de los juicios son en sentido estricto temporales, mientras que en el Nuevo son mayormente eternos. Juan el Bautista, los Apóstoles y principalmente Jesús mismo, que aceptaron y vindicaron la autoridad divina del Antiguo Testamento, también anunciaron claramente las consecuencias temibles de rechazar a Dios.
En lugar de tratar de llevar a juicio a Dios, bien haríamos en escuchar atentamente lo que Él nos dice en su palabra, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El amor a Dios y el temor de Dios son dos caras de la misma y valiosa moneda. Permanezcamos en su bondad y no deberemos temer su severidad.
Bendiciones en Cristo
Jetonius
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LA BONDAD Y LA SEVERIDAD DE DIOS
Originalmente enviado por: bakunin
¿Es el Dios cristiano abortista? En los textos del Deuteronomio podemos leer inmuerables textos en los que Dios ordena la destrucción de los habitantes de Canaan. Se ordena que no dejen a nadie vivo, evidentemente incluyendo a mujeres embarazadas y niños.
El aborto violento que se parcticó con aquellos pueblos es escandaloso. Como las embarazadas eran cananitas había que matarlas con el fruto de su vientre incluído.
¿Cómo podemos explicar eso? ¿Es Dios abortista?
Y para colmo, el salmista en un momento de arrebato místico escribe una bienaventuranza:
"Bienaventurado el que tomare y estrellare tus niños
Contra la peña" (Sal. 137:9)
Espero que respondáis...
Bakunin
Bien sé que llego tarde a este debate, pero creo que valen la pena algunas reflexiones.
Ciertamente, existen textos bíblicos según los cuales Dios mandó a los israelitas la destrucción de todo ser viviente, incluso los animales, de determinados pueblos.
Discrepo con Bakunin en que los referidos textos sean “innumerables”. Se trata de casos excepcionales pero que no obstante escandalizan a muchos cristianos y sirven de excusa para negar al Dios de la Biblia a algunos incrédulos.
A. Otros juicios de Dios
Antes de ensayar una respuesta, hay que observar que en la Biblia existen dos casos de exterminio, ninguno de los cuales fue llevado a cabo por los israelitas.
1. EL DILUVIO (Génesis 6-7)
2. SODOMA Y GOMORRA (Génesis 18:16-19:29)
En ambos casos, con la excepción de los pocos que fueron salvados (Noé y su familia, Lot y los suyos), la destrucción fue completa y definitiva.
En ambos casos la Escritura deja claro que se trató de un juicio divino debido a la extrema e impenitente maldad de los así castigados.
En ambos casos, el juicio divino es implícitamente considerado justo por nuestro Señor Jesucristo (Mateo 10:15; 11:23-24 y paralelos; Mateo 24:37-38 y paralelos).
B. El caso de los canaanitas
Para poner en perspectiva la orden divina de consagrar a una destrucción completa a los pueblos que habitaban en Canaan, es preciso saber quiénes eran y qué hacían estos pueblos.
Al parecer estos pueblos (amoraítas y otros) habían invadido la tierra algunos siglos antes (entre el fin del tercero y el comienzo del segundo milenio aC), destruyendo las culturas preexistentes. Se caracterizaban por su extrema violencia, su idolatría y su culto abominable que incluía el infanticidio, la prostitución y homosexualidad sagradas, y la bestialidad, además de relaciones incestuosas, etc. Lo que se dice de ellos en la Biblia es corroborado por la arqueología y la historia.
Dios no actuó abruptamente contra estos pueblos violentos, degenerados y en extremo pecadores. Cuando le anunció a Abraham el exilio en Egipto, también le dio la razón por la cual él y su descendencia no habría de ocupar todavía la tierra: “Y en la cuarta generación ellos regresarán acá, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la iniquidad de los amorreos” (canaanitas); Génesis 15:13-21.
Cuando Dios dio a Moisés leyes contra el incesto, el adulterio, la homosexualidad, el bestialismo y el infanticidio (Levítico 18:1-23), añadió:
No os contaminéis con ninguna de estas cosas, porque por todas estas cosas se han contaminado las naciones que voy a echar de delante de vosotros. Porque la tierra se ha corrompido, por tanto, he castigado su iniquidad sobre ella, y la tierra ha vomitado sus moradores.
Levítico 18:24-25; negritas añadidas.
A continuación Yahveh Dios advierte que ninguno de Israel, ni el forastero que habite allí practique tales cosas, “no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado, como vomitó a la nación que estuvo antes de vosotros” (v. 28).
A través de la simiente de Abraham (que en definitiva fue Jesucristo, Gálatas 3:16) habrían de ser benditas todas las familias de la tierra. Para ello, Israel debía ser una nación santa y un real sacerdocio (Exodo 19:5), apartada para el Señor y viviendo según su ley. Para que esto se cumpliese los canaanitas debían ser extirpados por completo de la tierra.
22 Pero si en verdad obedeces su voz y haces todo lo que yo digo, entonces seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. 23 Pues mi ángel irá delante de ti y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo; y los destruiré por completo. 24 No adorarás sus dioses, ni los servirás, ni harás lo que ellos hacen; sino que los derribarás totalmente y harás pedazos sus pilares sagrados. 25 Mas serviréis al SEÑOR vuestro Dios, y El bendecirá tu pan y tu agua; y yo quitaré las enfermedades de en medio de ti. 26 No habrá en tu tierra ninguna mujer que aborte ni que sea estéril; haré que se cumpla el número de tus días. 27 Enviaré mi terror delante de ti, y llenaré de confusión a todo pueblo donde llegues; y haré que todos tus enemigos ante ti vuelvan la espalda. 28 Y enviaré avispas delante de ti para que echen fuera al heveo, al cananeo y al heteo de delante de ti. 29 No los echaré de delante de ti en un solo año, a fin de que la tierra no quede desolada y se multipliquen contra ti las bestias del campo. 30 Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra. 31 Y fijaré tus límites desde el mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el río Eufrates; porque en tus manos entregaré a los habitantes de esa tierra, y tú los echarás de delante de ti. 32 No harás pacto con ellos ni con sus dioses. 33 Ellos no habitarán en tu tierra, no sea que te hagan pecar contra mí; porque si sirves a sus dioses, ciertamente esto será tropezadero para ti.
Exodo 23: 22-33; negritas añadidas.
11 Observa lo que te mando hoy: he aquí, yo echo de delante de ti al amorreo, al cananeo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. 12 Cuídate de no hacer pacto con los habitantes de la tierra adonde vas, no sea que esto se convierta en tropezadero en medio de ti; 13 sino que derribaréis sus altares y quebraréis sus pilares sagrados y cortaréis sus Aseras, 14 pues no adorarás a ningún otro dios, ya que el SEÑOR, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso; 15 no sea que hagas pacto con los habitantes de aquella tierra, y cuando se prostituyan con sus dioses y les ofrezcan sacrificios, alguien te invite y comas de su sacrificio; 16 y tomes de sus hijas para tus hijos, y ellas se prostituyan con sus dioses, y hagan que también tus hijos se prostituyan con los dioses de ellas.
Exodo 34: 11-16; negritas añadidas.
1 Cuando el SEÑOR tu Dios te haya introducido en la tierra donde vas a entrar para poseerla y haya echado de delante de ti a muchas naciones: los heteos, los gergeseos, los amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos, siete naciones más grandes y más poderosas que tú, 2 y cuando el SEÑOR tu Dios los haya entregado delante de ti, y los hayas derrotado, los destruirás por completo. No harás alianza con ellos ni te apiadarás de ellos. 3 Y no contraerás matrimonio con ellos; no darás tus hijas a sus hijos, ni tomarás sus hijas para tus hijos. 4 Porque ellos apartarán a tus hijos de seguirme para servir a otros dioses; entonces la ira del SEÑOR se encenderá contra ti, y El pronto te destruirá. 5 Mas así haréis con ellos: derribaréis sus altares, destruiréis sus pilares sagrados, y cortaréis sus imágenes de Asera, y quemaréis a fuego sus imágenes talladas.
Deuteronomio 7:1-5; negritas añadidas.
La palabra de Dios es muy realista al advertir sobre el inmenso peligro que suponía para el bienestar espiritual, físico y social de Israel la persistencia de canaanitas en su territorio. De hecho, en Deuteronomio 9:5 leemos:
No es por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón que vas a poseer su tierra, sino que por la maldad de estas naciones el SEÑOR tu Dios las expulsa de delante de ti, para confirmar el pacto que el SEÑOR juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.
Durante siglos la paciencia de Dios había soportado los pecados de los canaanitas, pero el tiempo de gracia se aproximaba a su fin. La posibilidad de coexistencia pacífica había quedado descartada por sus propias acciones.
Esto no significa que cada canaanita individual debiera inexorablemente morir. Nótese que en los anuncios de Dios aparecen tanto las expresiones “destruir” como “echar de delante de ti”. Los canaanitas podían huir. En ninguna parte se dan instrucciones de perseguir canaanitas más allá de las fronteras de la tierra prometida. Por tanto, solamente quienes permanecieran en la tierra habían de ser destruidos.
La historia de Rahab ilustra dos asuntos importantes:
2:8 Y antes que se acostaran, ella subió al terrado donde ellos estaban, 9 y dijo a los hombres: Sé que el SEÑOR os ha dado la tierra, y que el terror vuestro ha caído sobre nosotros, y que todos los habitantes de la tierra se han acobardado ante vosotros. 10 Porque hemos oído cómo el SEÑOR secó el agua del mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y de lo que hicisteis a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a quienes destruisteis por completo. 11 Y cuando lo oímos, se acobardó nuestro corazón, no quedando ya valor en hombre alguno por causa de vosotros; porque el SEÑOR vuestro Dios, El es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. 12 Ahora pues, juradme por el SEÑOR, ya que os he tratado con bondad, que vosotros trataréis con bondad a la casa de mi padre, y dadme una promesa segura, 13 que dejaréis vivir a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y a mis hermanas, con todos los suyos, y que libraréis nuestras vidas de la muerte. 14 Y los hombres le dijeron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no reveláis nuestro propósito; y sucederá que cuando el SEÑOR nos dé la tierra, te trataremos con bondad y lealtad. 15 Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana, porque su casa estaba en la muralla de la ciudad, y ella vivía en la muralla.
Josué 2:8-15; negritas añadidas.
En primer lugar, que la piedad divina seguía vigente para los canaanitas individuales que se acogieran a ella, como lo hizo Rahab.
En segundo lugar, que los canaanitas que permanecieron en la tierra estaban perfectamente conscientes de la situación –de hecho, llenos de temor- y a pesar de ello se quedaron para resistir a Israel y oponerse a su Dios. Aunque no hay datos explícitos al respecto, es posible que muchos de ellos hayan emigrado a tiempo y escapado así de la destrucción. Los canaanitas debían ser destruidos como naciones en la tierra prometida, lo que implicaba ciertamente la muerte de todos los que se hallaran en ella, pero no excluía la supervivencia de los que emigrasen y se asimilasen a otras culturas fuera de las fronteras de Canaan o, como en el caso de Rahab, se tornasen hacia el Dios de Israel.
Nótese que Dios dio disposiciones muy diferentes para la guerra “regular” que las que se aplicaban a las naciones de Canaan.
10 Cuando te acerques a una ciudad para pelear contra ella, le ofrecerás primero la paz. 11 Y sucederá que si ella está de acuerdo en hacer la paz contigo y te abre sus puertas, entonces todo el pueblo que se encuentra en ella estará sujeto a ti para trabajos forzados y te servirá. 12 Sin embargo, si no hace la paz contigo, sino que emprende la guerra contra ti, entonces la sitiarás. 13 Cuando el SEÑOR tu Dios la entregue en tu mano, herirás a filo de espada a todos sus hombres. 14 Sólo las mujeres y los niños, los animales y todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos, tomarás para ti como botín. Comerás del botín de tus enemigos, que el SEÑOR tu Dios te ha dado. 15 Así harás a todas las ciudades que están muy lejos de ti, que no sean de las ciudades de estas naciones cercanas. 16 Pero en las ciudades de estos pueblos que el SEÑOR tu Dios te da en heredad, no dejarás con vida nada que respire, 17 sino que los destruirás por completo: a los heteos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, tal como el SEÑOR tu Dios te ha mandado, 18 para que ellos no os enseñen a imitar todas las abominaciones que ellos han hecho con sus dioses y no pequéis contra el SEÑOR vuestro Dios. 19 Cuando sities una ciudad por muchos días, peleando contra ella para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo el hacha contra ellos; no los talarás, pues de ellos puedes comer. Porque, ¿es acaso el árbol del campo un hombre para que le pongas sitio? 20 Sólo los árboles que sabes que no dan fruto podrás destruir y talar, para construir máquinas de sitio contra la ciudad que está en guerra contigo, hasta que caiga.
Deuteronomio 20 : 10-20
En la guerra normal se debía negociar la paz, y en caso de no ser ésta posible, solamente los hombres debían ser ejecutados. Las mujeres y los niños, así como los animales y el resto de las propiedades podían ser conservados. Si un israelita deseaba como mujer a una prisionera de guerra, debía desposarla primero.
En el caso de los canaanitas, en cambio, la destrucción debía ser completa y no se podía tomar ningún botín. La falta de obediencia a esta orden fue juzgada duramente por Dios (cf. Josué 7). En otros textos se les reprocha a los israelitas no haber consumado la destrucción completa tal como les fuera ordenada; por ejemplo, Jueces 2:1-5. Y, desde luego, les pasó a los israelitas lo que Dios había advertido que les ocurriría: fueron desviados hacia la idolatría y debieron pagar las consecuencias.
En cuanto a por qué Dios encomendó la destrucción de los canaanitas a los israelitas en lugar de ejecutarla personalmente como el caso del diluvio o de Sodoma y Gomorra, solamente podemos especular.
Una razón posible es que un desastre como una erupción volcánica o una lluvia de fuego y azufre, o un diluvio, o peste, hubiera dejado el territorio inservible para los israelitas. De hecho, en Exodo 23:29-30 (citado arriba) el Señor anuncia que la expulsión sería gradual para evitar las consecuencias de una desaparición abrupta de la presencia humana.
Aún otra razón era que los israelitas tomaran conciencia de la gravedad de los pecados de estos pueblos y temieran sufrir el mismo destino (como se les advirtió muy solemnemente en Deuteronomio 28:15-68).
C. El caso de los amalekitas
1 Samuel 15:1-28 (negritas añadidas)
1 Samuel dijo a Saúl: El SEÑOR me envió a que te ungiera por rey sobre su pueblo, sobre Israel; ahora pues, está atento a las palabras del SEÑOR. 2 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: "Yo castigaré a Amalec {por} lo que hizo a Israel, cuando se puso contra él en el camino mientras subía de Egipto. 3 "Ve ahora, y ataca a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no te apiades de él; antes bien, da muerte tanto a hombres como a mujeres, a niños como a niños de pecho, a bueyes como a ovejas, a camellos como a asnos."
4 Entonces Saúl convocó al pueblo, y los contó en Telaim: doscientos mil soldados de a pie, y diez mil hombres de Judá. 5 Saúl fue a la ciudad de Amalec y se emboscó en el valle. 6 Y dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos, descended de entre los amalecitas, para que no os destruya con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto. Y los ceneos se apartaron de entre los amalecitas. 7 Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila en dirección a Shur, que está al oriente de Egipto. 8 Capturó vivo a Agag, rey de los amalecitas, y destruyó por completo a todo el pueblo a filo de espada.
9 Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas, de los bueyes, de los animales engordados, de los corderos y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir por completo; pero todo lo despreciable y sin valor lo destruyeron totalmente. 10 Entonces vino la palabra del SEÑOR a Samuel, diciendo: 11 Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha dejado de seguirme y no ha cumplido mis mandamientos. Y Samuel se conmovió, y clamó al SEÑOR toda la noche. 12 Y se levantó Samuel muy de mañana para ir al encuentro de Saúl; y se le dio aviso a Samuel, diciendo: Saúl se ha ido a Carmel, y he aquí que ha levantado un monumento para sí, y dando la vuelta, ha seguido adelante bajando a Gilgal.
13 Entonces Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas del SEÑOR! He cumplido el mandamiento del SEÑOR. 14 Pero Samuel dijo: Qué es este balido de ovejas en mis oídos y el mugido de bueyes que oigo? 15 Y Saúl respondió: Los han traído de los amalecitas, porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de los bueyes, para sacrificar al SEÑOR tu Dios; pero lo demás lo destruimos por completo. 16 Dijo entonces Samuel a Saúl: Espera, déjame declararte lo que el SEÑOR me dijo anoche. Y él le dijo: Habla. 17 Y Samuel dijo: No es verdad que aunque eras pequeño a tus propios ojos, fuiste nombrado jefe de las tribus de Israel y el SEÑOR te ungió rey sobre Israel? 18 Y el SEÑOR te envió en una misión, y dijo: "Ve, y destruye por completo a los pecadores, los amalecitas, y lucha contra ellos hasta que sean exterminados." 19 Por qué, pues, no obedeciste la voz del SEÑOR, sino que te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos del SEÑOR?
20 Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo obedecí la voz del SEÑOR, y fui en la misión a la cual el SEÑOR me envió, y he traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido por completo a los amalecitas. 21 Mas el pueblo tomó del botín ovejas y bueyes, lo mejor de las cosas dedicadas al anatema, para ofrecer sacrificio al SEÑOR tu Dios en Gilgal. 22 Y Samuel dijo: Se complace el SEÑOR tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros. 23 Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, El también te ha desechado para que no seas rey.
24 Entonces Saúl dijo a Samuel: He pecado; en verdad he quebrantado el mandamiento del SEÑOR y tus palabras, porque temí al pueblo y escuché su voz. 25 Ahora pues, te ruego que perdones mi pecado y vuelvas conmigo para que adore al SEÑOR. 26 Pero Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque has desechado la palabra del SEÑOR, y el SEÑOR te ha desechado para que no seas rey sobre Israel. 27 Cuando Samuel se volvía para irse, Saúl asió el borde de su manto, y éste se rasgó. 28 Entonces Samuel le dijo: Hoy el SEÑOR ha arrancado de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú.
He aquí otro caso excepcional. Los amalekitas habían atacado a los israelitas en los primeros días del éxodo, sin provocación, ensañándose con los rezagados. Y durante todo el período de los jueces habían continuado sus incursiones contra Israel, matando, haciendo esclavos, robando y destruyendo. Ellos también llevaron sus pecados hasta el colmo y como nación fueron objetos del juicio divino tras siglos de maldad.
D. Lecciones para nosotros
Tengo para mí que ni siquiera esta destrucción completa, que Dios ordenó contra estos pueblos particularmente perversos, era inexorable en sentido absoluto. Ellos tuvieron tiempo para arrepentirse y testimonios acerca del Dios de Israel. Si lo hubieran hecho tal vez hubieran podido salvarse (como asimismo si hubieran salido de la tierra). Si alguien objeta que la orden de destrucción era absoluta, cabe recordarle el ejemplo de Nínive, a la cual Jonás debía anunciar el juicio divino, aparentemente inevitable, pero que se arrepintió y fue perdonada.
Desde luego que la destrucción completa, llamada técnicamente jerem y ejecutada solamente en casos excepcionales por orden directa de Dios, debe de haber incluido niños pequeños y mujeres embarazadas. Este es el aspecto negativo de la verdad axiomática de que el destino de los hijos está vinculado a la conducta de los padres, tanto para bien como para mal.
Si el padre de familia es trabajador y responsable, los hijos se benefician. Si es irresponsable, o es un malhechor que termina en la cárcel, se perjudican. Si un padre maneja con cuidado, los hijos viajan seguros. Pero si maneja imprudentemente o en estado de ebriedad, tal vez toda la familia muera en un accidente. La sangre derramada de los hijos está sobre la cabeza de su padre. El mismo principio se aplica en el caso de canaanitas y amalecitas. Los niños y nonatos murieron como consecuencia del pecado contumaz de sus padres y antepasados.
La Biblia es en extremo clara con respecto a la persona de Dios. Su gracia y misericordia son inmensas, pero quien se coloca a sí mismo fuera de ellas es juzgado tanto en el tiempo como en la eternidad. En el Antiguo Testamento la mayoría de los juicios son en sentido estricto temporales, mientras que en el Nuevo son mayormente eternos. Juan el Bautista, los Apóstoles y principalmente Jesús mismo, que aceptaron y vindicaron la autoridad divina del Antiguo Testamento, también anunciaron claramente las consecuencias temibles de rechazar a Dios.
En lugar de tratar de llevar a juicio a Dios, bien haríamos en escuchar atentamente lo que Él nos dice en su palabra, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El amor a Dios y el temor de Dios son dos caras de la misma y valiosa moneda. Permanezcamos en su bondad y no deberemos temer su severidad.
Hebreos 2:5-11
5 Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 el cual PAGARA A CADA UNO CONFORME A SUS OBRAS: 7 a los que por la perseverancia en hacer el bien buscan gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; 8 pero a los que son ambiciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia: ira e indignación. 9 Habrá tribulación y angustia para toda alma humana que hace lo malo, del judío primeramente y también del griego; 10 pero gloria y honor y paz para todo el que hace lo bueno, al judío primeramente, y también al griego. 11 Porque en Dios no hay acepción de personas.
Hebreos 4:1-11
1 Por tanto, temamos, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2 Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva, como también a ellos; pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que oyeron. 3 Porque los que hemos creído entramos en ese reposo, tal como El ha dicho: COMO JURE EN MI IRA: "NO ENTRARAN EN MI REPOSO", aunque las obras de El estaban acabadas desde la fundación del mundo. 4 Porque así ha dicho en cierto lugar acerca del séptimo día: Y DIOS REPOSO EN EL SEPTIMO DIA DE TODAS SUS OBRAS; 5 y otra vez en este pasaje: NO ENTRARAN EN MI REPOSO. 6 Por tanto, puesto que todavía falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes antes se les anunció la buena nueva no entraron por causa de su desobediencia, 7 Dios otra vez fija un día: Hoy. Diciendo por medio de David después de mucho tiempo, como se ha dicho antes: SI OIS HOY SU VOZ, NO ENDUREZCAIS VUESTROS CORAZONES. 8 Porque si Josué les hubiera dado reposo, Dios no habría hablado de otro día después de ése. 9 Queda, por tanto, un reposo sagrado para el pueblo de Dios. 10 Pues el que ha entrado a su reposo, él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las suyas. 11 Por tanto, esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia.
Romanos 11:22
Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para los que cayeron, pero para ti, bondad de Dios si permaneces en su bondad; de lo contrario también tú serás cortado.
Bendiciones en Cristo
Jetonius
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