Y EL PADRE FRANCISCO -E... VENCIÓ LA TENTACIÓN
Entre sueños creyó oír repiqueteos de cascabeles.
No sabía si era algo real o soñado.
Un golpe en la puerta lo despierta.
Se levanta sin dar crédito a sus oídos. Pero el golpe se repite.
No cabía duda, habían golpeado muy cerca, en su propia puerta, y se había oído una voz de mujer.
Sí! La voz de una mujer.
«¡Dios mío! ¿Será verdad lo que he leído en las vidas de los santos, que el diablo se presenta en forma de mujer…?
Se acercó a un rincón y se dejó caer de rodillas frente al icono de Santa Teresa de Jesús, experta luchadora contra el demonio.
Aquel movimiento regular y habitual ya por sí mismo le proporcionaba consuelo y satisfacción.
Le cayeron los cabellos sobre el rostro y apretó la frente sobre el húmedo y frío suelo, donde se formaban breves hileras de polvillo de nieve arrastrado por el viento que soplaba por debajo de la puerta.
Recitó un salmo contra las tentaciones, el que recomendó para tales casos el venerable Papa Juan XII.
Levantó sin la menor dificultad el magro y ágil cuerpo sobre sus fuertes piernas nervudas y se dispuso a proseguir la lectura de los salmos, pero en vez de leer aguzaba involuntariamente el oído.
Deseaba oír algo más.
El silencio era absoluto.
De pronto se oyó un rumor junto a la ventana y una voz inconfundible, aquella dulce y tímida voz, una voz que sólo podía pertenecer a una mujer atractiva, dijo:
-Por Dios, ábrame…
Le pareció que la sangre se le agolpaba en el corazón. Ni siquiera pudo suspirar. «Que Dios resucite y me ampare…»
-No soy el diablo… -no cabía duda de que se sonreían los labios que pronunciaban aquellas palabras-.
No soy el diablo, sino una pobre pecadora que se ha extraviado, en el sentido recto de la palabra, no en el otro. -Se echó a reír-.
Estoy helada y pido asilo…
-Soy un monje, un ermitaño.
-Bueno, pero abra. ¿Quiere usted que me quede yerta al pie de la ventana mientras usted reza?
-Pero cómo usted…
-No me lo voy a comer, no tema. Por Dios, déjeme entrar. No resisto el frío más tiempo.
Empezó a tener miedo y pronunció estas últimas palabras casi sollozando.
-¡Padre Francisco! ¡Padre Francisco! Es así cómo le llaman, ¿verdad?
-¿Qué quiere usted? -le respondió una voz tranquila.
-Por favor, perdóneme que haya roto su soledad. Pero créame, no he podido evitarlo. Me habría puesto enferma. No sé lo que me va a pasar. Estoy empapada. Tengo los pies hechos un témpano.
Ella logro la entrada y el padre Francisco continúo con sus oraciones ante el icono de Santa Teresa de Jesús mientras ella se quitaba el abrigo y sus mojadas botas.
Oyó el roce de la seda cuando ella se quitó el vestido, oyó las pisadas de los desnudos pies por el suelo, la oyó frotarse las piernas. Se sintió débil y comprendió que podía caer en cualquier momento. Por esto no dejaba de orar. Experimentaba algo semejante a lo que debía experimentar el héroe legendario obligado a caminar sin volver los ojos a su alrededor. Francisco notaba, sentía que el peligro y la perdición estaban ahí, encima, en torno, y que sólo podía salvarse si no contemplaba a aquella mujer ni un instante.
Pero de pronto se apoderó de él el deseo de verla y penetrarla profundamente y sin reproche.
En aquel mismo momento dijo ella:
Padre acompáñeme que me muero de frío...
-Ahora la atenderé -dijo, y abrió la puerta de su cuartucho, pasó por delante de ella sin mirarla, entró en el pequeño zaguán donde cortaba la leña y buscó a tientas el tajo sobre el que hacía las astillas y el hacha que tenía apoyada al muro.
-Ahora mismo -repitió, y agarrando el hacha con la mano derecha puso un dedo de la izquierda sobre el tajo, levantó la herramienta y de un golpe se lo cortó, más abajo de la segunda articulación. El trozo de dedo cortado saltó más fácilmente que las astillas del mismo grosor, rodó por el tajo y cayó al suelo produciendo un sordo ruido.
Francisco oyó este ruido antes de percibir el dolor. Pero no había tenido tiempo aún de sorprenderse de que no le doliera, cuando sintió como una mordedura intensísima y notó que por el dedo cercenado le salía la tibia sangre. Envolvió rápidamente el dedo herido con el borde de su hábito y, apretándolo a la cadera, volvió sobre sus pasos. Se detuvo ante la mujer, y bajando la vista preguntó quedamente:
-¿Qué quiere usted?
Me sentía mal… me he resfriado… yo… Padre Francisco… yo…
-Dulce hermana, ¿por qué has querido perder tu alma inmortal? Las tentaciones son propias del mundo, pero ¡ay de aquel que las provoca!… Reza para que Dios te perdone.
Ella lo escuchó y se le quedó mirando. De pronto notó el ruido de un líquido que caía gota a gota. Se fijó y vio que la sangre fluía de la mano de Francisco y bajaba por un costado de sus hábitos.
-¿Qué se ha hecho en la mano?
He echado mano de la palabra de Dios para no caer en tentación.
Ella entonces recordó el ruido que acababa de oír, tomó el candil y penetró en el zaguán. En el suelo vio el dedo ensangrentado. Más pálida todavía que él, volvió a la reducida estancia y quiso decirle algo; pero el padre Francisco entró silenciosamente en el cuartucho del fondo y cerró la puerta.
-Perdóneme -dijo la mujer-. ¿Cómo podré alcanzar el perdón de mi pecado?
-Vete.
Y ella se fue.
Entre tanto el padre Francisco se quedó meditando largamente sobre la Escritura que lo había salvado de caer en tentación:
Mateo 5:29 Por tanto, si tu ojo derecho te es
OCASIÓN DE CAER, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Mateo 5:30 Y si tu mano derecha te es
OCASIÓN DE CAER,
CÓRTALA, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Mateo 18:8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es
OCASIÓN DE CAER,
CÓRTALO y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.
Mateo 18:9 Y si tu ojo te es
OCASIÓN DE CAER, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.
Y con gran gozo recordaba la otra Escritura que le había dado vida eterna:
Mateo 19:21 Jesús le dijo: Si quieres
SER PERFECTO, anda, vende lo que tienes,
Y DALO A LOS POBRES, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.
El padre Francisco - E...con su dedo mutilado...se sentía un ser perfecto.
El que lea...entienda la condición religiosa del cura Francisco-E