Si esta introducción pretendía ser una referencia a Génesis, como todo parece indicarlo, entonces la expresión a la que se refiere es “sea la luz”. Porque eso es lo primero que pronuncia la expresión de D-os en Génesis 1:3:
Al comienzo de crear el Todopoderoso a los cielos y a la tierra; la tierra fue sin forma y desordenada, con tinieblas sobre la superficie de las profundidades y el Espíritu del Todopoderoso se movía sobre las aguas. Entonces el Todopoderoso dijo: “Sea la luz”.
Siendo así, la lectura es diferente a la ofrecida por los traductores cristianos, y toma una forma bíblicamente coherente:
En principio estaba la expresión
y la expresión estaba con Dios
Y divina era la expresión
Esta estaba en el principio con Dios
Porque en vez de continuar con: “Todas las cosas por él (logos) fueron hechas”, en realidad pone al protagonista en su verdadero lugar:
Todas las cosas por Él (Todopoderoso) fueron hechas, y sin Él, nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él (Todopoderoso) estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres... Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
Con esta lectura que yo considero correcta, se anulan las redundancias ilógicas del texto, y todo encaja con naturalidad.
Ya no hay ese entrevero irresoluble de:
D-os que a la vez es Logos y que a su vez es Luz y que además se hizo hombre.
Lo que hay en la introducción de este libro, es la expresión de una nueva cosmovisión judía, legítimamente mesiánica (equivocada o no, no es el punto), en la que:
D-os (Todopoderoso) tiene una expresión. La expresión de D-os es una luz verdadera. Luego, D-os envió esa luz para los hombres.