Re: Cuidado con el Libro de Urantia
Estimado Norberto, un fraternal saludo.
Paso a contarte un poco de la cosmología y cosmogonía urantianas, todo lo que voy a escribir a continuación surge de la lectura del Libro de Urantia (de ahora en más "LU"), voy a intentar no traer citas textuales pero si alguien quiere una aclaración de dónde surge tal o cual concepto puedo referirlos a qué documento del LU deberán leer para ampliar.
Aquellos que conozcan el LU y lean lo que voy a escribir a continuación notarán que he recortado y resumido vorazmente los conceptos del libro, voy a hacer apenas un breve resumen de un libro de más de dos mil páginas (la edición Reina-Valera de la Santa Biblia tiene menos de mil seiscientas), no voy a ser de ningún modo exaustivo en mi descripción de ciertas personalidades, ni siquiera al referirme a las personas de la Trinidad... el LU dedica ciento quince páginas para describirlas, difícilmente pueda resumirlo con justicia en un algunos párrafos. (Imaginen los que conocen la biblia intentar resumirla en un par de carillas)
Debo aclarar de antemano que lo que considero óptimo es que si se tiene interés se intente leerlo todo y luego que cada quien saque sus propias conclusiones... emitir un juicio de valor sobre algo sin conocerlo cabalmente no puede ser considerado racionalmente correcto.
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Dios es una trinidad. El Padre Universal, el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito.
A las criaturas finitas del tiempo y el espacio (los seres humanos, en cualquier planeta habitado del universo) les resulta imposible concebir las transacciones de la eternidad, para que podamos tener una idea aproximada precisamos representarlas en una aparente sucesión de hechos.
Habiendo hecho esta aclaración podríamos describir la relación interna de la Trinidad del Paraíso de este modo: En el principio (teórico) estaba Dios Indiviso, el eterno, infinio y absoluto YO SOY. La primer intención de voluntad de ese infinito YO SOY dió el ser al Padre Universal, la primer expresión de voluntad del Padre Universal dió su ser al Verbo de Dios, el Hijo Eterno, la primer acción conjunta de la voluntad del Padre expresada en el Hijo dió ser al Espíritu Infinito. La primer acción del Espíritu, en el nombre del Padre y a través del Hijo dió orígen a la Isla Estacionaria del Paraíso y al universo central de Havona con sus mil millones de mundos habitados por los Trascendentales, modelos únicos del ser y Arquitectos del Universo Maestro.
Toda esta transacción no sucedió nunca. El Padre, el Hijo, el Espíritu, la Isla del Paraíso, el Universo de Havona, los Trascendentales, lo Ciudadanos del Paraíso... todos ellos siempre estuvieron allí. Son co-eternos con las deidades.
El Padre Universal es la voluntad, el Hijo Eterno es la expresión -la revelación- de la voluntad del Padre, el Espíritu Infinito es la acción de Dios. La Trinidad del Paraíso -las tres personas de la deidad actuando en eterna, infinta y absoluta comunión- es una personalidad intependiente de las otras tres. Sus prerrogativas son la administración universal y la administración de la justicia Divina.
El Espíritu Infinito -la acción de Dios- crea de su propia voluntad las vastas huestes angélicas, los espíritus ministrantes del universo. El Hijo Eterno, el verbo divino, crea de su propia voluntad órdenes de seres que se dedican a la revelación de Dios. El Padre Universal, en un acto de generosidad infinita, se reserva para sí únicamente aquellas prerrogativas que le son inherentes por su condición de Primera Fuente y Centro de todas las cosas; delegando todo aquello que puede delegar en un ser directa o indirectamente de su creación... con lo cual le concede ser y propósito a una miríada de órdenes de vida que pululan en el universo.
Nosotos, los humanos, "mortales ascendentes del tiempo y el espacio" somos el otro extremo de la existencia personal. Allá, en la cima -en la eternidad- el Padre, aquí en los planetas materiales nosotros, animales pensantes. Somos el nivel más bajo de la existencia inteligente, el nivel de existencia más alejado -espiritualmente- del Padre. Por eso mismo el Padre Universal salva esa distancia habitando en la mente de todas sus criaturas materiales de mente normal, es decir capaces de reconocer la posibilidad de su existencia y capaces también de anhelar semejársele.
No es una criatura del Padre la que habita en nuestras mentes, es un fragmento absoluto del Padre, es en todo como el Padre con la excepción de que está ubicado espacialmente en un único punto... donde cada uno de nosotros estemos. (Por esto dije en un mensaje anterior "cada uno de nosotros es templo de su presencia divina").
El Padre, en un acto maravilloso de amor y devoción, se somete a nuestra voluntad, acompaña y comparte con nosotros cada una de nuestras experiencias -las agradables y las dolorosas, las momentos de euforia y los de desesperación- a la espera de que haciendo uso de nuestro libre albedrío procuremos libremente su guía. En ese momento actúa espiritualizando nuestros pensamientos, siempre en un nivel superior a nuestra consciencia.
Él, que espera pacientemente a que elijamos buscar y realizar su voluntad, antes de que siquiera fueramos conscientes de su existencia ya se había sometido a acompañar la nuesta y sentir con nosotros todas nuestras experiencias, aún las desagradables que neciamente nos hayamos provocado.
Ese fragmento de Dios que habita en nosotros es la garantía de que -si aceptamos su guía- habremos de llegar al Paraíso. El Padre, salvando la distancia con nosotros sale en nuestra búsqueda, nos abraza en los mundos materiales y nos guía en el largo, larguísimo camino al Paraíso.
Cuando nuestro desarrollo espiritual alcanza el nivel en que adquirimos perfección de propósito, es decir cuando todas nuestras intenciones son armoniosas con las que tendría Dios en esa situación, nos volvemos candidatos a la fusión. El fragmento de Dios que vive en nosotros se fusiona con nosotros de un modo eterno e indivisible, el fragmento de Dios que era prepersonal (no era discernible por los seres personales) adquiere un modo de manifestación personal a través de nuestra voluntad perfectamente intencionada y nosotros, mortales ascendentes, ganamos la existencia eterna al identificarnos con esa realidad eterna que nos habitaba.
El hombre mortal tiene un cuerpo físico, el vehículo electroquímico en que transita por esta vida, tiene una mente donada por el Espíritu Infinito, tiene un espíritu divino (el fragmento del Padre) que es su brúlula universal... cuando haciendo uso de su libre albedrío elije libremente seguir la guía del espíritu residente, de ese trabajo conjunto entre la mente que se somete al espíritu surge el alma, cuyo propósito es convertirse en el vehículo en donde la personalidad del mortal sobreviva a la muerte del cuerpo físico. El alma es el embrión de un cuerpo "moroncial", un nivel de existencia entre lo material y lo espiritual que sirve para conectar paulatinamente ambas realidades y permitir la transfomación de una realidad material -el ser mortal- en una espiritual -el espíritu perfeccionado.
Luego de la muerte física, despertamos en los Mundos Mansión, satélites de la capital del Sistema (hasta mil mundos habitados) donde comenzamos nuestra carrera ascendente en un constante doble rol de alumno/maestro, constantemente aprendiendo de quienes son expertos en cada área y enseñando a quienes son más inexpertos que nosotros. En el universo no se considera que se ha aprendido nada hasta que no se es capaz de enseñarlo. Aprenderemos en el camino al paraíso todas las facetas de la administración universal, los componentes biológicos, intelectuales y espirituales de toda la administración y de todas las diferentes formas de vida con que nos encontremos.
Al llegar al paraíso habremos de ser la única orden de seres del universo que conoce todos los posibles niveles de la existencia por la experiencia real de haber vivido en ellos. Entonces ingresaremos al cuerpo de los Finalistas y seremos enviados a través de todo el universo como puntos focales de la experiencia universal para ministrar y ayudar -en el nombre del Padre- allí donde sea necesario.
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La Isla Estacionaria del Paraíso está fuera del espacio y del tiempo, es un lugar único, absoluto (no es relativo a nada), está inmóvil. Es el centro geográfico de la infinidad, el punto de referencia del gran universo. en torno a ella -ya inmerso en el espacio- orbita el universo central de perfección Havona, mil millones de mundos ordenados en siete niveles concéntricos y todos ellos habitados por seres perfectos y eternos, cada uno un modelo único del ser. Havona es para el universo de los universos la prueba fehaciente de que cuando el Padre desea crear perfección inherente la crea sin más.
En torno a Havona giran los siete Superuniversos evolucionarios del tiempo y el espacio, cada uno administrado por las primeras criaturas del tiempo (los Ancianos de los Tiempos) creados por la Trinidad del Paraíso son veintiún seres que en grupos de tres administran cada superuniverso material.
Cada Superuniverso se divide en diez Sectores Mayores, cada Sector Mayor en cien Sectores Menores, cada Sector Menor en cien Universos Locales, cada Universo Local en cien Constelaciones, cada Constelación en cien Sistemas y cada sistema puede contener hasta mil mundos habitados.
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De todas las órdenes de seres que crea Dios (en cualquiera de sus personas) sólo crea un orden de seres con prerrogativas creadoras, los Hijos Creadores Paradisíacos. Estos Hijos Creadores son una creación conjunta del Padre Universal y del Hijo Eterno, manifiestan en su personalidad las personalidades combindadas del Padre y del Hijo, es decir que actúan con el amor del Padre y la misericordia del Hijo y en nombre del Padre salen a los universos del tiempo y el espacio a crear -por medios evolucionarios- un universo local de perfección tal como el Padre Universal creó el universo central de Havona en los albores de la eternidad.
Cuando un Hijo Creador sale a emprender su tarea creativa, el Espíritu Infinito crea de por sí un ser que hereda sus prerrogativas inherentes de coordinador universal para que acompañe al Hijo Creador en su emprendimiento. De este modo en los universos del tiempo y el espacio parece predominar la dualidad, pero si se observa bien subyace la trinidad como huella originante del todo.
Estos Hijos Creadores parten con la tarea de crear un universo de cosas y seres, localmente ubicado en el espacio y a través de los métodos evolucionarios inherentes al tiempo. Emprenden la tarea como co-regentes del Padre Universal, para ganar la soberanía absoluta sobre su creación el Padre exige que vivan la vida de sus criaturas para que a través de la experiencia real puedan comprender a las criaturas que crearon y sobre las cuales aspiran a gobernar. Por ello los Hijos Creadores se otorgan siete veces en su universo local, asumiendo la existencia de siete órdenes de seres: Hijos Melkisedek, Hijos Vorondadek, Hijos Lanonadek, Serafines, Portadores de Vida, Hijos Materiales y Mortales Evolucionarios. En todas las efusiones de los Hijos Creadores aparecen como criaturas adultas con excepción de la séptima y última efusión, cuando nacen como mortales, como niños desvalidos en los mundos materiales del tiempo y el espacio.
Un solo planeta de cada universo local recibe la efusión del Hijo Creador del universo en su última carrera a imagen de la criatura (los demás reciben la efusión de otra orden de Hijos del Universo). En esa efusión el Hijo Creador tiene un doble propósito: Adqurir la experiencia de ser un mortal de los mundos materiales y revelar al universo cómo es la personalidad de una criatura que vive en la elección de buscar y realizar la voluntad del Padre en su vida. (En cada una de las seis efusiones anteriores reveló la personalidad de alguna de las posibles combinaciones de la trinidad: en la primera se efundió a imágen de la Trinidad del Paraíso, en la segunda a imágen del Hijo-Espíritu, en la tercera a imágen del Padre-Espíritu, en la cuarta a imagen del Padre-Hijo, en la quinta a imagen del Espíritu Infinito, en la sexta a imagen del Hijo Eterno y en la séptima -como criatura mortal- se efunde a imágen del Padre Universal. De ese modo adquiere la experiencia del ser en los siete niveles de existencia del universo local y revela a Dios en la séptuple manifestación de la Trinidad.
Cuando el Hijo Creador de nuestro universo se efundió en nuestro planeta, se le conoció con el nombre de Jesús de Nazareth.
Jesús nació de María y de José, porque una de las razones de su nacimiento fue ser un ser humano... totalmente un ser humano, por ello nació como nacemos todos, de la combinación de un espermatozoide de José con un óvulo de María. Cómo el creador de un universo se hizo criatura y nació de hombre y mujer es uno de los misterios del universo (así como es un misterio cómo es posible de Dios Padre pueda residir y fusionarse con los mortales ascendentes).
Jesús fue el mayor de siete hermanos y su hermana menor (Ruth, una de las mujeres que estaba al pié de la cruz cuando falleció) nació pocos meses después de que José falleciera en un accidente de construcción a los catorce años de Jesús. De este modo Jesús debió asumir como hermano mayor el rol paternal de la familia con sus seis hermanos menores y como apoyo para su madre María; tarea que desempeñó con gusto y responsabilidad. No comenzó su obra pública hasta que no dejó a todos sus hermanos casados y a su madre al cuidado de ellos.
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Cuando el Hijo Creador estaba por iniciar su última efusión a imágen de la criatura delegó en el fragmento del Padre que habría de residir en su mente al ser él un mortal todos sus poderes creativos, porque debía vivir la vida como un mortal más, sin privilegios. Cuando delegó sus potestades creativas, el espíritu del Padre le dijo que asumía esas potestades y que se las devolvería en cuanto así lo solicitara o cuando completara su carrera mortal, pero le advirtió que siendo él un espíritu del paraíso -en la eternidad- no tenía consciencia del tiempo, por ello no podría limitar sus capacidades creativas en relación con el tiempo.
Cuando en las bodas de Canaá -donde estaban Jesús y sus discípulos- se empezó a acabar el vino, María -que estaba acostumbrada a que Jesús resolviera los problemas domésticos de su casa desde hacía muchos años- dijo a los anfitriones que no se preocuparan, que Jesús haría algo. Fue a buscar a Jesús y le dijo que se estaba acabando el vino, pensando que Jesús haría algo milagroso para resolverlo (no olvidemos que a María se le había aparecido Gabriel a avisarle que tendría un hijo de promesa) a lo que Jesús (que se había dispuesto a hacer su obra sin milagros) le dijo que él no podía hacer nada. María que se había comrpometido con los anfitriones se sintíó avergonzada y se puso a llorar, lo cual enterneció el corazón humano de Jesús, la abrazó y le dijo: "Madre, no llores, bien sabes que si fuera la voluntad de mi padre lo resolvería".
En ese momento, como no era contrario a la voluntad del Padre que Jesús resolviera ese problema y como su espíritu residente no podía contener sus capacidades creativas con relación al tiempo, el agua se volvió vino... porque en respuesta a un deseo expreso de su creador las agencias espirituales combinaron en el espacio y obliteraron el tiempo para formar vino en los piletones de agua, tal como se habría creado naturalmente, pero en un instante de tiempo.
El milagro de las bodas de Canaá fue un accidente, el Jesús humano estaba aprendiendo que controlar sus capacidades creativas requería más atención de la que creía. Debió -a partir de allí- controlar mucho más sus emociones humanas para evitar así otros milagros no intencionados -aunque no siempre lo logró.
Jesús resolvió, en los cuarenta días posteriores a su bautismo, que no emplearía medios milagrosos para difundir su mensaje. No utilizaría ninguna capacidad que no pudieran usar luego sus discípulos cuando él volviera al Padre. Aún así a veces algunos milagros sucedían porque la fe de algunos de sus seguidores junto a la presencia divina en el Jesús humano hacían suceder milagros espontáneos. La resurrección de Lázaro es un ejemplo de un milagro intencional.
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Amigo Norberto, hasta aquí un brevísimo y vorazmente resumido pantallazo de algunos conceptos del libro de Urantia. Si quieres alguna aclaración dímelo y te ampliaré gustoso.
La paz sea contigo