Re: ¿Cuando fue el ladron al Paraiso?
Estimado vim.
A ver, hagamos un breve repaso de historia. En primer lugar, “sheol” era la “morada de los muertos” como “condición” de los que al hoyo bajaban una vez que morían en sentido literal pero representativa a la vez; literal por cuanto la muerte sí acaecía al enterrarse el difunto, y era como decir que “bajaba al hoyo” de manera analógica aunque no se puede apartar la “literalidad” de la acción de morir. Por lo tanto, el “sheol” no era ninguna “entrada al submundo judío” como si pretendieras hacernos creer que los judíos de “pura cepa”, los que eran celosos de la Ley de Jehová, creyeran en “submundos” o en algún “Caronte” que, como “taxi pirata”, conducía una “barca” para llevar las “almas” de los difuntos al “hades griego”.
El “hades” griego no equivalía al “Sheol” hebreo como el “reino de los muertos” en sentido literal. Ambos términos, “hades y sheol”, sí son equivalentes pero en cuanto a su significado en común, uno en griego y el otro en hebreo, pero nada más. En cuanto a que señalaban el mismo destino para los humanos que morían, eso sí, como descripción representativa del sepulcro común de la humanidad muerta.
Por otra parte, el judaísmo helenizado al que haces referencia como si fuera el “bíblico” y seguidor de la revelación de Jehová, era el que prefería la inmortalidad del alma, más ricamente concebida, a la resurrección del cuerpo y aún cuando sólo desde la reforma es cuando se discute críticamente la síntesis de helenismo y cristianismo, la problemática ya había hecho estragos en la iglesia primitiva. Tertuliano, por ejemplo, la percibió agudamente con su clara objeción al decir “¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué tiene que ver la Academia con la Iglesia?” (Praescr. Haeret. 7,9). Es de todos conocido que el cristianismo estoico, platónico o dialéctico que intelectualiza la fe, no era lo mismo que el cristianismo apostólico. Otro, Clemente de Alejandría, que sin el menor escrúpulo acogió el acervo espiritual helenista, defendía su empresa refiriéndose a la función preparativa del helenismo de cara a la “filosofía cristiana” (Strom, vi 67, 1). A pesar de esto, durante los siglos de convivencia y desarrollo común de helenismo y cristianismo, persistió la reserva frente a esa orientación. Era el período crítico de la apostasía anunciada por Jesús y sus apóstoles durante el cual las doctrinas fundamentales enseñadas por ellos, iban a sufrir quebraduras y malformaciones teológicas ramificándose en un “sin fin” de enseñanzas contrarias y contradictorias, a lo claramente enseñado por el propio Jesucristo.
También la edad media mantuvo a toda costa el ideal de la ecclesia primitiva, pero no precisamente frente a la helenización, que por primera vez criticó la reforma. De hecho, los defensores de la orientación que se inclinaba hacia un encuentro del cristianismo con la paideia griega (base de educación que dotaba a los varones de un carácter verdaderamente humano) tuvieron que andar justificándose continuamente (siguiendo el espíritu del renacimiento) como señal de decadencia. Mientras Lutero polemizaba sobre todo contra el aristotelismo de la escolástica, Erasmo y Melanchton veían una causa de la postración en la apertura de la fe sencilla (clasicismo cristiano) a los sistemas filosóficos. Casaubon (t 1614) comparó los sacramentos cristianos con los misterios helenistas, y así sacó a la palestra la problemática histórico-religiosa de la helenización. Como iniciador, entre otros, de la historia de los dogmas, D. Petavio (t 1652) reconoció la influencia de la filosofía en el desarrollo doctrinal de la Iglesia; sobre todo hizo remontar las falsas interpretaciones (p. ej., el subordinacionismo) a una infiltración de esta clase y provocó con ello la disputa acerca del platonismo de los padres de la Iglesia. El reformado francés Souverain (t antes de 1700), crítico de la historia de los dogmas, consideraba, p. ej., la fe eclesiástica en la Trinidad y la personificación del Logos como obra de los padres de la Iglesia, que seguían las doctrinas de Platón. La tesis de la helenización terminó de formularla radicalmente E. Gibbon, que desde el punto de vista de la historia de las religiones inculpaba al cristianismo la decadencia de la antigüedad en general. G. Arnold (t 1714) demostraba en su “Unparteyschen Kirchen- und Ketzerhistorie” que la decadencia fue una helenización, con lo cual –manteniéndose él mismo dentro de los presupuestos helenistas– llegó a una valoración de la heterodoxia (Pelagio) que contradice a los criterios bíblicos.
La irrupción del pensamiento histórico conduce finalmente, en el campo protestante, a una interpretación de la decadencia en el sentido de la historia de los dogmas. A.V. Harnack describe el dogma como “la obra del espíritu griego en el terreno del evangelio” (HL u ACK, DG i, 20), excluyendo además los elementos judeocristianos; une el proceso creciente de mundanización con el desarrollo del dogma eclesiástico. Su interpretación del desarrollo histórico como decadencia salva en todo caso el cristianismo bíblico (sola Scriptura), aunque pagando el precio de la objetividad histórica. Por otra parte, los representantes católicos de la historia de los dogmas apenas logran establecer una relación con la historia, preocupados como están por demostrar la identidad entre las aserciones bíblicas y las fórmulas dogmáticas. La problemática planteada por esta “mezcla” de ideologías, repercute así hasta el momento presente de la discusión teológica.
Un saludo cordial desde esta fresca mañana de lunes.
No entiendo como es que no se pueden dar cuenta que “sheol” era la entrada al submundo judío. "AL NO TENER UNA REVELACION ESPECIFICA DISTINTA"Las crencias israelitas por lo general se conformaban a muchas de las que estaban en boga entre sus vecinos cananeos y mesopotanicos
HADES era la morada de los muertos, llamada asi por la deidad griega del inframundo.
Por lo tanto si te pones a investigar, (a escondidas!!, no vaya a ser que te expulsen!!), los israelitas creían que los espiritus de los muertos seguían existiendo en ese” mundo nebuloso”
HADES EQUIVALIA AL SEOL O REINO DE LOS MUERTOS
Entonces de donde sacan que cuando una persona muere ahi queda "todo"???
Estimado vim.
A ver, hagamos un breve repaso de historia. En primer lugar, “sheol” era la “morada de los muertos” como “condición” de los que al hoyo bajaban una vez que morían en sentido literal pero representativa a la vez; literal por cuanto la muerte sí acaecía al enterrarse el difunto, y era como decir que “bajaba al hoyo” de manera analógica aunque no se puede apartar la “literalidad” de la acción de morir. Por lo tanto, el “sheol” no era ninguna “entrada al submundo judío” como si pretendieras hacernos creer que los judíos de “pura cepa”, los que eran celosos de la Ley de Jehová, creyeran en “submundos” o en algún “Caronte” que, como “taxi pirata”, conducía una “barca” para llevar las “almas” de los difuntos al “hades griego”.
El “hades” griego no equivalía al “Sheol” hebreo como el “reino de los muertos” en sentido literal. Ambos términos, “hades y sheol”, sí son equivalentes pero en cuanto a su significado en común, uno en griego y el otro en hebreo, pero nada más. En cuanto a que señalaban el mismo destino para los humanos que morían, eso sí, como descripción representativa del sepulcro común de la humanidad muerta.
Por otra parte, el judaísmo helenizado al que haces referencia como si fuera el “bíblico” y seguidor de la revelación de Jehová, era el que prefería la inmortalidad del alma, más ricamente concebida, a la resurrección del cuerpo y aún cuando sólo desde la reforma es cuando se discute críticamente la síntesis de helenismo y cristianismo, la problemática ya había hecho estragos en la iglesia primitiva. Tertuliano, por ejemplo, la percibió agudamente con su clara objeción al decir “¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué tiene que ver la Academia con la Iglesia?” (Praescr. Haeret. 7,9). Es de todos conocido que el cristianismo estoico, platónico o dialéctico que intelectualiza la fe, no era lo mismo que el cristianismo apostólico. Otro, Clemente de Alejandría, que sin el menor escrúpulo acogió el acervo espiritual helenista, defendía su empresa refiriéndose a la función preparativa del helenismo de cara a la “filosofía cristiana” (Strom, vi 67, 1). A pesar de esto, durante los siglos de convivencia y desarrollo común de helenismo y cristianismo, persistió la reserva frente a esa orientación. Era el período crítico de la apostasía anunciada por Jesús y sus apóstoles durante el cual las doctrinas fundamentales enseñadas por ellos, iban a sufrir quebraduras y malformaciones teológicas ramificándose en un “sin fin” de enseñanzas contrarias y contradictorias, a lo claramente enseñado por el propio Jesucristo.
También la edad media mantuvo a toda costa el ideal de la ecclesia primitiva, pero no precisamente frente a la helenización, que por primera vez criticó la reforma. De hecho, los defensores de la orientación que se inclinaba hacia un encuentro del cristianismo con la paideia griega (base de educación que dotaba a los varones de un carácter verdaderamente humano) tuvieron que andar justificándose continuamente (siguiendo el espíritu del renacimiento) como señal de decadencia. Mientras Lutero polemizaba sobre todo contra el aristotelismo de la escolástica, Erasmo y Melanchton veían una causa de la postración en la apertura de la fe sencilla (clasicismo cristiano) a los sistemas filosóficos. Casaubon (t 1614) comparó los sacramentos cristianos con los misterios helenistas, y así sacó a la palestra la problemática histórico-religiosa de la helenización. Como iniciador, entre otros, de la historia de los dogmas, D. Petavio (t 1652) reconoció la influencia de la filosofía en el desarrollo doctrinal de la Iglesia; sobre todo hizo remontar las falsas interpretaciones (p. ej., el subordinacionismo) a una infiltración de esta clase y provocó con ello la disputa acerca del platonismo de los padres de la Iglesia. El reformado francés Souverain (t antes de 1700), crítico de la historia de los dogmas, consideraba, p. ej., la fe eclesiástica en la Trinidad y la personificación del Logos como obra de los padres de la Iglesia, que seguían las doctrinas de Platón. La tesis de la helenización terminó de formularla radicalmente E. Gibbon, que desde el punto de vista de la historia de las religiones inculpaba al cristianismo la decadencia de la antigüedad en general. G. Arnold (t 1714) demostraba en su “Unparteyschen Kirchen- und Ketzerhistorie” que la decadencia fue una helenización, con lo cual –manteniéndose él mismo dentro de los presupuestos helenistas– llegó a una valoración de la heterodoxia (Pelagio) que contradice a los criterios bíblicos.
La irrupción del pensamiento histórico conduce finalmente, en el campo protestante, a una interpretación de la decadencia en el sentido de la historia de los dogmas. A.V. Harnack describe el dogma como “la obra del espíritu griego en el terreno del evangelio” (HL u ACK, DG i, 20), excluyendo además los elementos judeocristianos; une el proceso creciente de mundanización con el desarrollo del dogma eclesiástico. Su interpretación del desarrollo histórico como decadencia salva en todo caso el cristianismo bíblico (sola Scriptura), aunque pagando el precio de la objetividad histórica. Por otra parte, los representantes católicos de la historia de los dogmas apenas logran establecer una relación con la historia, preocupados como están por demostrar la identidad entre las aserciones bíblicas y las fórmulas dogmáticas. La problemática planteada por esta “mezcla” de ideologías, repercute así hasta el momento presente de la discusión teológica.
Un saludo cordial desde esta fresca mañana de lunes.