Romanos 9:19-29
Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha
Dios ? Porque ¿quién resiste a su voluntad?
Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así?
¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro para uso deshonroso?
¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción?
Lo hizo para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano El preparó para gloria,
es decir , nosotros, a quienes también llamó, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles.
(25) Como también dice en Oseas:
A LOS QUE NO ERAN MI PUEBLO, LLAMARE: "PUEBLO MIO",
Y A LA QUE NO ERA AMADA: "AMADA mía ."
(26)Y ACONTECERA QUE EN EL LUGAR DONDE LES FUE DICHO: "VOSOTROS NO SOIS MI PUEBLO",
ALLI SERAN LLAMADOS HIJOS DEL DIOS VIVIENTE .
Isaías también exclama en cuanto a Israel: AUNQUE EL NUMERO DE LOS HIJOS DE ISRAEL SEA COMO LA ARENA DEL MAR,
sólo EL REMANENTE SERA SALVO;
PORQUE EL SEÑOR EJECUTARA SU PALABRA SOBRE LA TIERRA CABALMENTE Y CON BREVEDAD .
Y como Isaías predijo:
SI EL SEÑOR DE LOS EJERCITOS NO NOS HUBIERA DEJADO DESCENDENCIA,
HUBIERAMOS LLEGADO A SER COMO SODOMA, Y HECHOS SEMEJANTES A GOMORRA.
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El imaginario interlocutor de Pablo cuestiona: si la voluntad divina es irresistible, «Entonces, ¿por qué nos echa la culpa Dios?» (NVI). La contestación apostólica en este punto consiste en impugnar el derecho del objetante de formular siquiera esta pregunta. La criatura no puede enjuiciar al Creador. En este punto introduce la analogía del alfarero y la arcilla con la cual modela diferentes piezas según su voluntad.
La figura del alfarero aparece en los profetas (Isaías 29:16; 45:9; Jeremías 18:2-6) con referencia al
propósito soberano de Dios con respecto a Israel: Yahveh le dio forma, y puede según le parezca darle una forma nueva, que cumpla mejor su función. El barro no está en pie de igualdad con el alfarero, ni tiene opinión en el propósito de éste. El alfarero puede hacer vasos con diferentes fines, «honrosos» y «deshonrosos» o «comunes». Cada uno tiene una utilidad. Y si la vasija que está haciendo se arruina, puede emplear el mismo barro para formar otra. «¿No puedo yo hacer con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero?». La respuesta obvia a esta pregunta es «sí». Dios puede hacerlo. De ahí que Pablo continúe diciendo: «¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción?»
El hombre no puede disputar con Dios sobre la base del derecho. Esto es lo que Pablo cuestiona, ya que «contestarle a Dios» o «altercar con Dios» es una expresión forense. Siendo Dios el juez supremo, no hay modo de entablarle un pleito.
Nadie puede decirle a Dios que no tiene derecho. Solamente puede confiar en Su gracia. En el terreno del derecho
todos estamos bajo justa condenación del soberano Dios (cf. Romanos 3:19).
He aquí la respuesta para el justo a sus propios ojos que contiende con Dios: Pablo no le habla más que del derecho. La Biblia revela a Dios bajo otro aspecto para los que recurren a su gracia: ellos saben que Dios no obra de un modo arbitrario y fatal, sino siempre de conformidad a su sabiduría y su amor; ellos saben “que él quiere que todos sean salvados”, que “usa de paciencia, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento”; que Cristo no “echa fuera a ninguno de los que a él van” (1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9; Juan 6:37); saben por último que hay una gran diferencia, en un punto, entre la parábola empleada aquí por el apóstol y la realidad, entre los vasos del alfarero y los pobres pecadores que compara: es que éstos son todos seres morales y responsables; que en todos halla Dios el mal ya existente; que, por último, si los unos no pueden hacerse vasos para uso honroso, sino por la obra de su gracia, los otros permanecen tal como están, porque contestan a Dios por vía de la justicia. La arcilla en la mano del alfarero no contiende. Poder hacerlo es señal de la libertad moral.
L. Bonnet, A. Schroeder, Comentario del Nuevo Testamento. Traducción castellana de A. Cativiela. Buenos Aires: Junta Bautista de Publicaciones, sin fecha (original 1891); 3: 136-137.
No debe olvidarse el tema central de estos capítulos, el cual es
el problema de la nación de Israel. Ahora, de forma paralela con los «vasos de uso deshonroso» y «vasos de uso honroso», Pablo se refiere respectivamente a «vasos de ira» y «vasos de misericordia». De los primeros, nos dice que Dios los «soportó con mucha paciencia» a estos, aunque estaban «preparados para la destrucción». Esta destrucción anunciada es la consecuencia del juicio de Dios, pero la paciencia o longanimidad (griego
makrotimias) de la que aquí se habla indica que,
lejos de ser este juicio un decreto predestinador arbitrario de parte de Dios, responde al hecho de la justicia divina ejecutada por quienes no han sabido valorar su paciencia y su misericordia. Estos «vasos» han abusado de la paciencia de Dios hasta el colmo, y de aquí que deban experimentar su ira; esto se hará más evidente en los versículos 30-33.
En el griego, los versículos 22-24 son una sola frase: «¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción, y para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria, nosotros, a quienes también llamó, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles?»
Aparentemente los «vasos de ira» representan aquí los judíos incrédulos a quienes Dios ha soportado por largo tiempo a pesar de la obstinación de ellos y su rechazo del Mesías, en tanto que los «vasos de misericordia» son los creyentes en Cristo, tanto judíos como gentiles, es decir la Iglesia. A estos, que sí han respondido al llamado de Dios y han recibido la salvación por gracia, ha determinado Él dar a conocer «las riquezas de su gloria».
Por esta razón el Apóstol cita el texto de Oseas – ¡que en su contexto original se refiere a la
restauración de Israel! – a propósito del
nuevo pueblo que Dios ha formado con los que son de la fe de Abraham, tanto judíos como gentiles. Y por el contrario, con respecto a la nación de Israel, los «israelitas según la carne», cita un texto de Isaías referido al
remanente: el verdadero Israel, los que de toda la nación heredan la promesa de Abraham, no son sino un resto, una parte. El contexto original del pasaje es la invasión asiria, producto de un justo juicio de Dios. Y la preservación de aquel remanente no es el producto de la justicia humana, sino de la
gracia divina; de ser por un estricto criterio de justicia, el destino de Israel no hubiera sido diferente del trágico final de Sodoma y Gomorra.
Romanos 9:30-33
¿Qué diremos entonces? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, alcanzaron justicia, es decir, la justicia que es por fe; pero Israel, que iba tras una ley de justicia, no alcanzó esa ley.
¿Por qué? Porque no iban tras ella por fe, sino como por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo, tal como está escrito:
HE AQUI, PONGO EN SION UNA PIEDRA DE TROPIEZO Y ROCA DE ESCANDALO ;
Y EL QUE CREA EN EL NO SERA AVERGONZADO .
Ahora Pablo llega al centro del problema de sus compatriotas, en contraste con los gentiles o no judíos. Desde luego,
no se trata de todos los gentiles, como tampoco de todos los judíos. Se trata de un contraste entre los gentiles que aceptan la justificación por la fe y los judíos que se obstinan en aferrarse a la Ley como vía de justificación.
La imagen es la de una carrera pedestre. Los judíos corrían esforzadamente pero por obras, para alcanzar una «ley de justicia». Los gentiles ni siquiera estaban participando, pero ganaron la competencia – alcanzaron la justicia de Dios – por medio de la fe. No se trata, obviamente, que el Apóstol exalte el descuido de los gentiles: «El éxito gentil es atribuido a su evitación del falso enfoque del judío y a su disposición a recibir la justicia como un don.» (Harrison, o.c., p. 109).
Por otro lado, en su fútil intento de establecer su propia justicia, y con ella su
derecho ante Dios, los judíos tropezaron en su frenética carrera. Pablo cita aquí dos pasajes de Isaías (8:14; 28:16). La piedra de tropiezo es, desde luego, Jesucristo; si bien él es la Piedra angular de la salvación de Dios, para quienes se niegan a recibirlo él se torna motivo de tropiezo y de descalificación de la competencia. Sin embargo, sigue siendo cierto tanto para el judío como para el griego, que, como Pablo sabía bien por su propia experiencia, «
quien crea en Él no será avergonzado».
En resumen, al problema de por qué muchos hebreos rechazaban al Mesías, Pablo contesta:
1. Que la promesa de Dios no ha sido invalidada, pues no por ser miembro de la nación de Israel se tiene automáticamente derecho a la herencia.
2. Que Dios no es injusto, pues dispone todas las cosas conforme a sus planes, administrando misericordia y juicio en conformidad con ellos.
3. Que el hombre no está en absoluto en condición de cuestionarle a Dios su proceder, en particular su disposición de tolerar pacientemente a los rebeldes con el objeto de mostrar «las riquezas de su gloria» y su misericordia a todo el que crea, tanto judío como gentil.
4. Que, de hecho, si hay judíos que aceptaron el Evangelio fue solamente por la gracia de Dios, quien ha conservado un remanente.
5. Que el grave tropiezo de Israel ha sido pretender establecer su propia justicia por medio de la Ley, en tanto que los gentiles han aceptado la justicia de Dios por medio de la fe.
Jetonius
Para más datos, te refiero a mi análisis de Romanos 11 publicado en este foro (bajo la entrada ROMANOS 9) y a mi libro La esperanza de Israel (Terrassa: CLIE, 1994).
Maripaz contesta: No dudo que tu libro sea excelente, como todo lo que escribes , pero en este caso, prefiero ver como se cumplen ante mis narices, de forma literal, cada profecía. Hoy, abro cualquier periódico, o cualquier web de noticias en internet, y acuden a mi mente los textos bíblicos que se están cumpliendo........y por cierto, el templo en Jerusalen tiene visos de ser reconstruido muy pronto.....¿qué dirás entonces?
Es obviamente una cuestión de interpretación. A lo largo de la historia de la Iglesia, mil veces se ha creído que tal o cual acontecimiento era el cumplimiento de alguna profecía. Lutero creía que con la invasión de los turcos ya no quedaba nada por cumplirse en el plan profético.
Sobre el templo, ya hemos hablado antes. Se reconstruya o no, no tiene papel alguno ya en la profecía bíblica. El papel del templo concluyó definitiva y perpetuamente con su destrucción, profetizada por Jesús, en el año 70. Desde la resurrección y el descenso del Espíritu Santo, hay un solo templo que Dios reconoce, y el tal no es un edificio en Jerusalén, sino la Iglesia, esposa del Cordero.
Es justamente porque el presunto cumplimiento de profecías puede desorientar a muchos que Jesús y los Apóstoles insisten en que nuestra parte es velar y mantenernos fieles.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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