Respuesta a Mensaje # 628:
1 – Me cuesta admitir que veas confuso lo que tan claramente expreso…pero si tú lo dices así será.
El momento en que los sacerdotes son enterados por algunos de los de la guardia “de todas las cosas que habían acontecido” debió ser temprano en la mañana; no mucho antes cuando todavía era noche y ellos dormían, ni avanzada ya la mañana.
Si tú hubieses estado entre los sacerdotes no hubieras exclamado:
-¡Resucitó como dijo! –sino:
-¡Tiene que haber alguna explicación! –natural, se sobrentiende.
Y sí que podía haberla ¿por qué no? ¿Te cuento una?
-Cuando José de Arimatea recibe la autorización de Pilato, baja de la cruz el cuerpo de Jesús y lo envuelve en una sábana. Llega Nicodemo con un carro cargado con cien libras del compuesto usado por los judíos para amortajar sus muertos. Cerquita nomás estaba el sepulcro pronto a estrenar, donde entre ambos entran el cuerpo y comienzan a prepararlo. Sentadas fuera, habían quedado dos mujeres discípulas. Al despedirse ellas porque se hacía noche, dicen a los dos que trabajaban dentro:
-Avisaremos a Juan que venga a ayudarles para mover la piedra.
(Precisamente, este Juan, el evangelista, era el único discípulo que estuvo junto a la cruz, con las mujeres, y les había dicho que volvería en cuanto dejase a la madre de Jesús en su casa).
Estaban ya dándole los últimos toques a la preparación del cuerpo, cuando llega Juan y le dice:
-Amigos y hermanos: es menester que evitemos la saña de los sacerdotes contra el cuerpo del Maestro, pues no bien pasen las fiestas, ellos son capaces todavía de venir, sacarlo y arrojarlo al Gehena. Hagamos lo siguiente: quitémosle el sudario y los lienzos, dejando todo cuidadosamente doblado. Carguemos el cuerpo en el carro, y llevémoslo hasta Betania, depositándolo en secreto en el mismo sepulcro que hasta hace poco estuvo Lázaro. Pero delante de Dios juremos que a nadie diremos lo que hemos hecho. De común acuerdo, así lo hicieron.
Como tú Ariel quitaste la guardia romana y el sello sobre la piedra, aprovecho para decir que con la prisa que los tres hombres llevaban ni se preocuparon por cerrar la entrada con la piedra.
Es así, que amaneciendo el domingo, y venida María Magdalena, al encontrarse con tal panorama inesperado, volvió donde los discípulos estaba reunidos contándoles cómo Jesús se le había aparecido vivo.
Con los trascendidos de la noticia, los sacerdotes ataron cabos y dedujeron qué fue lo que pudo haber ocurrido.
Ahora, si para complicarme la vida te vuelves atrás y restauras la guardia romana con el sello imperial sobre la piedra, se necesitan pocos retoques:
Los tres hombres movieron la piedra cerrando la entrada, de modo que pudo ser sellada al día siguiente, quedando la guardia en custodia del lugar.
Al amanecer del domingo, al llegar las tres mujeres se decían entre sí:
-¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? (Mr 16:3).
Así que pidieron a los guardias que les hicieran el favor. Asumiendo que ellas cumplían con un inofensivo ritual religioso se ingeniaron para mover la piedra de modo que sufriera el menor daño posible el sello romano.
Al entrar, soldados y mujeres se espantaron: ¡el muerto se había ido! Para colmo, los lienzos permanecían intactos y el sudario enrollado en lugar aparte.
Las mujeres huyeron para noticiar a los discípulos de lo acontecido, y los soldados acordaron que debían ir a los sacerdotes a contarles lo sucedido.
Mientras caminaban cayeron en cuenta que Pilato no debía enterarse que por flojedad ante las mujeres habían violado el sello imperial. Así que fueron inventando una historia espeluznante para convencer a los sacerdotes. La mala conciencia de los sacerdotes unida a ciertas supersticiones de los fariseos los llevó a hacer los arreglos para salir del paso. Ya dispondrían de mayor tiempo para hallarle una explicación natural a lo acontecido.
Finalmente, tras mucho investigar, e informarse con algunos testigos que decían haber visto aquella noche marchar a los tres hombres con el carro cargado y con destino desconocido, los sacerdotes concluyeron que al sellar la piedra y destacar allí la guardia, el cuerpo ya no se encontraba dentro.
Esto era lo que había ocurrido, pero como carecían de pruebas, tampoco acusarían de nada a los discípulos, aunque sí divulgarían la versión de que ellos habían robado el cuerpo.
Como ves, estimado Ariel, si queremos mentir bien para negar la resurrección de Cristo, siempre hay recursos para convencer con lo complicado a los que rechazan la verdad limpia y sencilla como es.