Antimonito
Antimonito
enviado por: antimontinio
LA BILIA QUE TRADUJO LUTERO , DE LA CUAL DERIVA HASTA LA QUE ACTUALMENTE LEES FUE HECHA DE UNA BIBLIA AUTORIZADA POR LA ICAR.
Ejem, una leidita a este extenso pero muy ilustrativo artículo de SBU ilustrará un poco a nuestro querido antimonito, Lutero no aparece ni por casualidad ¿qué enseñan últimamente a los católicos? ¿les enseñan algo?
Los del Camino
En ello, precisamente (es decir, en el hecho de ser el naciente movimiento una comunidad misionera), radicaba la gran diferencia: ese movimiento (caracterizado de manera muy apropiada en el libro de Hechos como «el Camino») y sus adeptos («los del Camino») tenían un enorme celo evangelizador. Sobre todo después de Pentecostés, los discípulos de Jesús toman en serio las palabras de su Maestro y Señor y se lanzan por los caminos del Imperio y más allá, con frecuencia a riesgo de su propia existencia, para llevar las buenas nuevas que se les había encomendado.
A veces—y muy cierto que es—, Dios tenía que usar métodos «poco ortodoxos» para que sus hijos lo obedecieran. Las persecuciones se constituyeron, en ocasiones, en el instrumento docente utilizado por Dios para que los cristianos hicieran lo que, quizá, nunca habrían hecho de otra manera.
Si bien el Dios a quien adoraban los judíos era un Dios exclusivista («fuerte y celoso»), que no toleraba la presencia—y mucho menos la competencia—de otros dioses, los judíos, en su mayoría, se contentaban, cuando vivían en un contexto gentil, con que les permitieran realizar libremente las prácticas rituales y cultuales de su religión. No existía en ellos, salvo excepciones, el afán de convertir al judaísmo a todos los habitantes del Imperio.
Los cristianos, por su parte, adoran al mismo Dios, revelado en los últimos tiempos en la persona de su Hijo encarnado, Jesús, el de Nazaret. Y ellos sienten, como impulso irresistible y como necesidad imperiosa e impostergable, que deben anunciar esa buena nueva a todos los seres humanos de la oikoumene (es decir, de todo el territorio habitado; o sea, de todo el Imperio) y que deben tratar de hacer de todos ellos cristianos, discípulos de Jesucristo, hermanos en la común fe, hijos de Dios. Entonces se produce el choque: dada esa «agresividad» misionera, el Dios que es Jesucristo, y su Padre eterno, se enfrentan a los dioses del Imperio y los niegan. Y esto, en última instancia, el Imperio no puede tolerarlo. Ante tal situación, a las autoridades sólo les quedaba un camino: perseguir a los cristianos, ya que ellas se sentían incapaces de rechazar a sus dioses para aceptar al que, a sus ojos, no era nada más que un nuevo dios entre tantos otros.
Este enfrentamiento alcanza su expresión más dramática cuando los cristianos se niegan rotundamente a participar de los gestos y ceremonias por los que se reconocía el carácter divino del emperador.
Nuevas fronteras
El celo cristiano por propagar su mensaje de salvación se manifiesta de muchas formas. Hay una en particular que es la que nos interesa destacar en el presente trabajo, sin menoscabo de las otras: En su avance evangelístico y misionero, los cristianos habían pasado allende las fronteras lingüísticas que habían permitido misionar en griego, y habían fundado comunidades cristianas en territorios donde se hablaban otras lenguas.
Resultaba, por tanto, imperioso poner al alcance de esas nuevas comunidades los escritos que los cristianos usaban en sus actividades cultuales y que habían recibido (o estaban recibiendo) de los apóstoles y de sus más inmediatos colaboradores. Y así se producen, a partir del s. II, las primeras traducciones: primero al latín, pues esta era la lengua oficial del imperio romano; luego, al siríaco y al copto. Después siguieron las traducciones al gótico, al armenio, al etíope, al georgiano, al árabe, etc.
De lo dicho hasta ahora se desprende una verdad que es incuestionable: el proceso de traducción de las Sagradas Escrituras, por parte de los cristianos, no es un fenómeno accidental. Todo lo contrario. Es la manifestación propia de su ser: la Biblia se constituye en el elemento indispensable tanto para su desarrollo interno como para la realización de su misión, sin la cual la iglesia no sería iglesia. Además, una vez que la iglesia recibe los textos bíblicos como palabra de Dios, la naturaleza misma de esta palabra exige su transmisión (y, como requisito, su traducción). Si la palabra es un modo de presencia de la persona, la palabra de Dios es un modo de la presencia de Dios. Y el Dios que de alguna manera se hace presente en su palabra es un Dios misionero. La palabra participa de ese aspecto del ser de Dios.
Las traducciones castellanas de la Biblia
De lo anterior puede colegirse, sin ninguna dificultad, que debe haber una historia, nada despreciable, de las traducciones castellanas de la Biblia. Afirmamos esto considerando tanto la vetustez del idioma como su secular relación con las dos religiones del Libro: el judaísmo (que dejó una huella indeleble en la cultura y en la lengua) y el cristianismo (tanto catolicorromano como reformado).
Los evangélicos que hablan el idioma de Cervantes están tan familiarizados con el texto que conocemos como Reina-Valera, que muchos viven como si esa fuera la única versión castellana existente. Es cierto que entre las traducciones castellanas dicha versión no tiene parangón en cuanto a la amplitud de uso entre los protestantes.
El período anterior a Reina
La Biblia del Oso, de la cual trataremos más adelante, fue publicada en 1569, pero no representa el primer intento de traducir los textos sagrados al castellano. En efecto, lo precedieron otras traducciones, no todas hechas o patrocinadas por cristianos y no todas de igual valor en cuanto a la calidad de la versión o de su uso del idioma. Sin pretensiones de exhaustividad, señalamos a continuación algunas de las traducciones de la Biblia anteriores a 1569.
Como casos curiosos, por no tratarse exactamente de traducciones al castellano… pero dirigidas a «castellanos», mencionamos los siguientes dos: (1) una traducción al árabe hecha en suelo español, en la España musulmana. Álvaro Paulo de Córdoba, reputado como «columna de los mozárabes», se preguntaba: «¿Dónde se encuentra ya un lego que lea el latín de las Santas Escrituras? ¿Quién de ellos estudia los Evangelios, los Profetas y los Apóstoles?». Para poner remedio a ese mal, «para edificar a los fieles que olvidaban el latín y como el mejor medio para ganar a la fe de Cristo a los musulmanes», el obispo Juan Hispalense se entregó a la tarea de traducir la Biblia al árabe. Y (2) una edición de una Biblia latina visigoda, «que perteneció al antiguo monasterio de San Pedro de Cardeña […] Su fecha se calcula que es anterior al año 953 […] Lo mismo ocurre con otro códice de Toledo y otras Biblias antiguas españolas: no siguen la Vulgata, sino que son traducciones independientes».
La Biblia Alfonsina, de 1280. Es traducción de la Vulgata, de toda la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamentos). Vio la luz en 1280 y es parte de la Gran e general Estoria. Su nombre se debe a que se realizó bajo el patrocinio del rey sabio, Alfonso X de Castilla y León. De la información disponible se concluye que esta fue la primera traducción de la Biblia al romance castellano.
La Biblia (del Duque) de Alba es siglo y medio posterior a la Alfonsina, o sea, de 1430. La auspició D. Juan II, rey de Castilla. Es traducción del AT hecha directamente del hebreo y del arameo. Al justificarla, se dijo que «le descontentaban [a Don Luis González de Guzmán, quien encargó la traducción al rabí Moisés Arragel] por su lenguaje anticuado o muy corrupto» las versiones que la habían precedido, como, por ejemplo, la Alfonsina. El lugar donde se conserva (la Biblioteca del Duque de Alba) le dio el nombre a esta versión.
La Biblia del rabino Salomón. «Generalmente se toma como anónima, aunque algunos eruditos la atribuyen al rabino Salomón. Contiene sólo el AT y está fechada en el año 1420. De la misma fecha es otra versión, anónima también, del AT y que no contiene el libro de Eclesiastés».
El Nuevo Testamento de Francisco de Enzinas, publicado por el erudito español en 1543. Por esa publicación (que él presentó al emperador Carlos V) Enzinas fue encarcelado, pero pudo escapar de la prisión y huir de España.
La Biblia de Ferrara, llamada así por haber sido publicada en la ciudad italiana de Ferrara, en 1553, es obra de dos judíos portugueses, que usaron los nombres de Abraham Usqui y Yom Tob Atías. Se caracteriza por su exagerado literalismo y por el carácter anticuado de su castellano.
El Nuevo Testamento traducido por el doctor Juan Pérez de Pineda. Esta versión fue publicada con el siguiente título: El testamento nuevo de nuestro señor y salvador Iesu Christo—nueva y fielmente traduzido del original griego en romance castellano—En Venecia, en casa de Iuan Philadelpho - M.D.LVI. Aunque la edición, de 1556 (única, según la opinión de P.N. Tablante Garrido) no lleva nombre de autor y «el pie de imprenta no corresponde a impresor alguno conocido», por Cipriano de Valera (en la «Exhortación al Christiano lector» de su edición de 1602) sabemos que el autor fue Juan Pérez de Pineda. Esta traducción ha sido muy elogiada por los eruditos. El propio autor era tenido en muy alta estima por la excelente calidad de su producción literaria, como sostiene el Dr. Tablante Garrido, en el trabajo ya citado.
Reina y la Biblia del Oso
El año 1569 marca un hito en la historia de las traducciones castellanas de la Biblia. Es el año de la edición príncipe de la Biblia en cuya traducción Casiodoro de Reina había estado trabajando por muchos años: la Biblia del Oso, llamada así por la figura de un oso, de pie junto a un madroño, que adorna su portada y que era el «logotipo» del impresor. Especialista en el estudio de esa Biblia, y poseedor de un ejemplar de la edición príncipe (de 1569), el Dr. P.N. Tablante Garrido ha escrito lo siguiente: «Tan discutido como es el asunto, la misma [i.e., la Biblia del Oso] conserva entre sus méritos el de ser la primera traducción castellana integral y directa de las Sagradas Escrituras, y también la primera de tales características que jamás se haya publicado en la propia lengua; sobre el particular es uniforme el parecer de autoridades y de especialistas en la materia: Dn. Marcelino Menéndez y Pelayo…, Eric M. North…, Card. Isidro Gomá Tomás…, John E. Steinmueller…» (y sigue citando el autor a otras autoridades).
Mucho se ha escrito, a lo largo de los años, sobre esta obra. Por supuesto, no han faltado los impugnadores, que incluso han manipulado información falsa para quitarle brillantez a este trabajo, único en su época. Tal ha sido la acogida que el mundo protestante de habla castellana le dispensó a la traducción de Reina, que son muchísimas las revisiones a las que ha sido sometida, como indicamos más adelante en este trabajo.
La época posterior a Reina
Aunque no se inició de inmediato un período de rápidas y numerosas traducciones e impresiones del texto bíblico en castellano, la fecha de la Biblia del Oso puede tomarse como símbolo de un giro significativo en lo que a este asunto se refiere. Esto es particularmente importante por cuanto el Santo Oficio de la Inquisición entró muy pronto en actividad para prohibir, tanto en la Península Ibérica como en las nuevas tierras allende el mar, la difusión y lectura de tan peligroso libro. En efecto, tres años después de haber aparecido, el Consejo de la Inquisición de Madrid envió, el 17 de enero de 1572, la siguiente comunicación: «…se ha impreso una biblia en romance, á contemplación y costa de algunos herejes españoles, con intención de meterla secretamente en estos reinos; y porque sería muy pernicioso que esta biblia entrase en ellos, convendría que luego que recibiereis esta [comunicación] déis, señores, orden se tenga particular cuidado en prevenir que no entre la dicha biblia, y si algunas hubieren entrado y se hallaren, las mandaréis recoger todas, procediendo contra las personas que las hubieren metido».
Mencionaremos, pues, sólo algunas de las obras publicadas, especialmente en el período anterior a los últimos veinte años, sin entrar en muchos detalles descriptivos ni valorativos. Dedicaremos luego algunos pensamientos a lo que está sucediendo en la actualidad.
1790 a 1793: traducción del P. Scío de San Miguel (de la Vulgata)
1823 a 1825: en estas fechas se publica una traducción que llevó el nombre de Félix Torres Amat (obispo de Barcelona). Posteriormente se reconoció que el trabajo de traducción lo había realizado José Miguel Petisco, S.J. (El autor del presente artículo conoció y usó esa obra en su adolescencia. Era conocida comúnmente como «la Biblia de Petisco y Torres Amat».) También es traducción de la Vulgata.
1893: La Versión moderna. Elogiada por algunos que la consideran muy fiel a los idiomas originales (de los que fue traducida), su castellano puede calificarse de «duro», por carecer de fluidez estilística.
1916: El Nuevo Testamento, versión hispanoamericana. De este habría que decir que fue una lástima que no se hiciera el mismo trabajo con la Biblia entera. Preciso y excelente para estudio.
1944: La Nácar-Colunga. Traducción realizada por los biblistas Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga. Es la primera edición de una Biblia patrocinada por instituciones católicas (fue publicada por la B.A.C., [Madrid]) y con la debida autorización eclesiástica, hecha con base en los idiomas originales. Desde esta traducción en adelante, prácticamente todas las traducciones realizadas por católicos se basan en los idiomas bíblicos.
1947: La Bover-Cantera, llamada así por el nombre de los traductores: José María Bover y Francisco Cantera Burgos. También hecha de las lenguas originales, se trata de una edición crítica. (J. M. Bover ya había publicado una edición del NT en griego y latín.)
1948–1951: Traducción, recientemente editada de nuevo, de Mons. Straubinger. Tiene abundantes notas de una acentuada orientación pastoral.
1966: Biblia de Jerusalén. Sigue los criterios propios de la edición original publicada por la Escuela Bíblica San Esteban, de Jerusalén, en francés. La traducción se basa en los idiomas originales. Sus notas son de muchísimo valor.
1966: Dios llega al Hombre. El Nuevo Testamento en versión popular, publicado bajo los auspicios de las Sociedades Bíblicas Unidas, en donde se aplican los principios de traducción conocidos como de equivalencia dinámica, promovidos por el Dr. William L. Wonderly. Su lenguaje sencillo, que busca comunicar el mensaje del Evangelio al lector común, es su gran valor y su gran debilidad, como más adelante comentaremos.
1968: Edición, en tres volúmenes, realizada por un equipo de biblistas de las Universidades Pontificias de Roma y Letrán. Es traducción del italiano y fue publicada por la Editorial Labor.
1972: La Biblia. Edición pastoral, Latinoamericana. La portada de la segunda edición, de 1972, reza así: «La Biblia en su texto íntegro. Traducida, presentada y comentada para las comunidades cristianas de Latinoamérica y para los que buscan a Dios, por un equipo pastoral bajo la dirección de Ramón Ricciardi». Se trata de la edición que provocó revuelo en América Latina, por lo atrevido de sus fotografías y de algunos de sus comentarios. En 1979, la Conferencia Episcopal Argentina publica un librito titulado «Biblia latinoamericana. Suplemento obligatorio» (Buenos Aires: Editorial Claretiana). En él dice el Cardenal Primatesta: «Con la publicación de este “Suplemento” llega a su fin, luego de un proceso más largo de lo esperado, cuanto los Obispos Argentinos manifestábamos el 30 de octubre de 1976, acerca de la necesidad de una revisión y complementación de la edición de la Biblia, llamada “para Latinoamérica” o vulgarmente “Latinoamericana”» (p. 7). (Recuérdese que todo esto ocurre bajo la dictadura militar.)
1975: La Biblia, de Herder. El NT (en cuya revisión participaron dos evangélicos: uno de América Latina y otro de España), se publicó en 1968 y tuvo amplia difusión. Preciso en el lenguaje, es de lectura agradable. El trabajo (tanto el AT como el NT) fue dirigido por el P. Serafín de Ausejo.
1976: Nueva Biblia Española. Traducción de los textos originales dirigida por Luis Alonso Schökel y Juan Mateos. Esta versión es muy rica por la novedad y frescura de su lenguaje, como corresponde a un estilista de la talla y erudición de L. Alonso Schökel. Sin embargo, la búsqueda de lo novedoso a veces no hace necesariamente más claro el mensaje. Un notorio ejemplo lo encontramos en el cambio, en Romanos, del lenguaje de «justicia» por el de «rehabilitación» («El que se rehabilita por la fe, vivirá»: 1.17). Las notas del NT son valiosísimas.
1978: La Biblia interconfesional: Nuevo Testamento. Se trata de un esfuerzo interconfesional en el que participaron Sociedades Bíblicas Unidas, la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) y EDICABI (la Casa de la Biblia). Se ha publicado sólo el NT. Al parecer, hay interés en continuar con la traducción del AT.
1979: Dios habla hoy. Mejor conocida como «Versión popular». Esta traducción sigue también el principio de la equivalencia dinámica, teniendo en mente la comunicación con el lector común, y no necesariamente con los más cultivados desde el punto de vista de las letras. Este aspecto es su gran valor y su gran debilidad. Para la traducción del NT se tomó como texto base el producido por Sociedades Bíblicas Unidas y conocido como «texto crítico». Es versión interconfesional. Ha sido revisada.
1980: El libro del pueblo de Dios. Traducción del P. Armando J. Levoratti y del P. A.B. Trusso, quienes contaron con un equipo de colaboradores. Es muy contemporánea y de gran sencillez y belleza. Un crítico ha dicho de esta traducción lo siguiente: «Pretende ser una traducción por argentinos para argentinos. No es exacto. Es un tesoro de la lengua española. El equipo que lo tradujo ha logrado un texto español bellísimo y una notable profundidad exegética».
1983: La Universidad de Navarra inició en esta fecha la publicación de la Sagrada Biblia. Traducida y anotada por profesores de la Facultad de Teología de dicho centro de estudios. Se han publicado todos los volúmenes del Nuevo Testamento. Es un texto bilingüe, latín y castellano.
1989: La Biblia traducida bajo la dirección de Evaristo Martín Nieto. Es esta una «refundición a fondo» de la traducción original, de la que se habían hecho más de un centenar de ediciones, según dice la casa editorial en su «Presentación».
1992: Edición de la Casa de la Biblia, de Madrid. Es una «traducción totalmente revisada [de la edición de 1966] con amplias notas introductorias». El equipo de colaboradores estuvo dirigido por Santiago Guijarro y Miguel Salvador. Las notas (no a versículos sino a perícopas) son de gran ayuda. Las introducciones están primorosamente escritas. Hay una edición latinoamericana, con el nombre de Biblia de América (también publicada por la Casa de la Biblia: 1994).
1993: La Biblia del peregrino, de Luis Alonso Schökel y un equipo de colaboradores. No es la misma mencionada antes (de L. Alonso S. y Juan Mateos), aunque se presenta como una revisión completa de ella. Algunos textos vuelven a versiones más «tradicionales» (compárense, por ejemplo, las dos traducciones del himno cristológico de Flp 2.5–11).
1994: Aparece la primera edición de estudio, de la Biblia completa, preparada y editada por Sociedades Bíblicas Unidas. La mencionamos aquí por dos razones principales: primero, porque prácticamente todas las Biblias de estudio que han aparecido en castellano usan el texto de la Reina-Valera de 1960, mientras que esta se basa en el texto de la versión popular; y segundo, porque el texto bíblico, especialmente el NT, fue revisado.
1995: Se publica una revisión de la llamada Biblia Latinoamericana, con muchas más notas de las que tenía la original (de 1972).
1995: Nuevo Testamento, Salmos y Proverbios, de la Nueva versión internacional. Se trata de un trabajo realizado por un equipo de biblistas (entre los que se cuenta un consultor de traducciones de Sociedades Bíblicas Unidas) y patrocinado por la Sociedad Bíblica Internacional. Sigue los principios de traducción establecidos por la New International Version.
Descubre La Biblia, (Miami, FL USA: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.