La Biblia explica claramente lo que es cada cosa, con el simbolismo del escorpión, donde mezcla adecuadamente los elementos (1 Cor 15:56).
El escorpión es la Muerte, el aguijón (la aguja, el medio por el que penetra el veneno) es el pecado, y el veneno del escorpión es la ley.
La visión bíblica es asombrosa, pues la idea principal que tenemos del pecado consiste en que creemos que el pecado es "el veneno que me mata", pero no es así. El pecado es el medio o el instrumento que usa la ley de Dios para matarme. Lo que realmente me mata es Su palabra de justicia, no mi pecado. Su ley perfecta me condena, y la condena entra a través de mi pecado. Así que mi pecado es la jerenguilla que inocula una cosa que, siendo verdad, pura y santa, me mata.
¿Qué es el pecado? ¿Me puedo "librar" de él?
Hay dos conceptos del pecado en la Biblia.
1) Un concepto es el práctico, donde nuestra carne produce como una fábrica "obras de carne", que deben ser eliminadas nada más salir de la línea de producción.
El pecado es "vivir conforme a la carne" (y esto tiene muchas ramificaciones), y la solución que Dios ofrece es "vivir conforme al Espíritu", que consiste en "hacer morir las obras de la carne". De esto ya abrí un tema en su día, pero la solución que ofrece Pablo ante su propia "insalvable carne de pecado" no es "vivir exento de pecado" (en el sentido práctico del término, por ejemplo, "tener un mal pensamiento" o "que se me alce la envidia"), sino detener el pecado, matarlo, quitarle su poder en cuanto "saque la cabeza". Y la forma de "matarlo cada día" es a través del poder del Espíritu de Cristo en nosotros:
Rom 8:13 Porque si vivís conforme a la carne, estáis a punto de morir; pero si por el espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
¿Y cuáles son las obras (o el fruto) de la carne y del espíritu? Nos las enumera Pablo en Gálatas:
Las obras evidentes (es decir, el fruto) de la carne: fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, hostilidades, contienda, celos, enojos, rivalidades, disensiones, herejías, envidias, borracheras, orgías, y cosas como éstas; sobre las cuales os amonesto de antemano, como antes dije, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Pero el fruto (es decir, las obras) del espíritu es amor, gozo y paz; paciencia, benignidad y bondad; fidelidad, mansedumbre y templanza, y en contra de tales cosas, no hay ley. (Gal 5:19-23)
Y después añade también que en lo práctico, todo cristiano ha de saber esto: "que el que siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna" (Gal 6:8).
Es decir, en esto del pecado, aún para el cristiano nacido de nuevo, hay un camino donde la voluntad camina un camino estrecho, y donde se puede usar (o no) el Espíritu para hacer morir el pecado. Un cristiano puede sembrar parte o todo para su carne, y puede sembrar parte o todo para el Espíritu; y esto no tiene vuelta de hoja. En el tema del pecado somos "corresponsables". De ahí que dijera Cristo a la pecadora... "vete y no peques más".
2) El otro concepto es el "místico", o "posicional", donde se nos dice que la carne (junto con sus deseos y pasiones) ha sido muerta y crucificada juntamente con Cristo en la cruz. Es una aprehensión por simbiosis. Todo cuanto Cristo ha ganado, es nuestro. Todo cuanto Cristo ha hecho, nosotros también lo hacemos. Hay muchos textos acerca de este punto en toda la visión paulina. Por ejemplo tenemos Gal 5:24: pues los que son del Mesías crucificaron la carne con las pasiones y deseos. Este punto de vista expone claramente que el pecado es cosa del pasado, y que ha sido derrotado en la cruz.
Para mí, ambas enseñanzas son vitales y las dos caras de una misma moneda, tal y como lo son la gracia y las obras. Ni todo es gracia, ni todo es obras, sino que se complementan. Del mismo modo que a través de la gracia se alcanzan las obras maravillosas para las que fuimos destinados, "viviendo una vida que hace morir las obras de la carne" (es decir, dando prioridad a Dios constantemente antes que a nosotros mismos, rindiendo y entregando nuestra voluntad) alcanzamos la visión de que en Cristo todo fue cumplido y él venció nuestro pecado y nuestra "carne de pecado".
Es decir, "andando el camino estrecho, se agranda el camino", o en palabras del profeta Isaías... "abriré ríos en la soledad, abriré un camino en el desierto".
Amor,
Ibero