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SOBRE LA TRINIDAD
Los términos Trinidad, o “trinitario”, o “trino”, etcétera, no aparecen en las Sagradas Escrituras.
Surgieron entre los cristianos como resultado de observar la forma en que la Biblia presenta a Dios, especialmente en el NT.
De manera clara e inequívoca, que no permite confusiones, la Biblia habla de:
1. Dios el Padre. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad” (Jn. 14:16–17). “… para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti” (Jn. 17:21). “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Ro. 1:7).
2. Dios el Hijo. “… ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (Jn. 10:36). “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Jn. 5:20).
3. Dios el Espíritu Santo. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo…? No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hch. 5:3–4). “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Co. 3:16). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Co. 6:19).
En estos, como en muchísimos otros textos, se hacen referencias directas a Dios, llamándosele Padre, o Hijo, o Espíritu Santo.
Al mismo tiempo, el NT continúa con la enseñanza del AT en cuanto a que Dios es uno (“Porque hay un solo Dios” [1 Ti. 2:5]).
De manera que no se puede negar que la Escritura llama Dios al Padre, llama Dios al Hijo, y llama Dios al Espíritu Santo, insistiendo en que éstos, a su vez, son uno.
Buscando una manera de referirse a ese hecho, los cristianos crearon el término Trinidad.
Se habla de las tres personas de la Trinidad, porque es evidentísimo que cuando se menciona una cualquiera de ellas, aparece con los atributos característicos de personalidad (conciencia, sentimiento, voluntad, etcétera).
Así:
1. El Padre sabe (“… vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad…” [Mt. 6:32]).
2. El Hijo sabe (“Padre, gracias te doy por haberme oído, yo sabía que siempre me oyes…” [Jn. 11:41–42]).
3. El Espíritu Santo sabe (“… porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” [1 Co. 2:10–11]).
1. El padre siente (“El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano” [Jn. 3:35]).
2. El Hijo siente (“… para que el mundo conozca que amo al Padre…” [Jn. 14:31]).
3. El Espíritu Santo siente (“O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” [Stg. 4:5]).
1. El Padre tiene voluntad propia (“Padre nuestro.… Hágase tu voluntad” [Lc. 11:2]).
2. El Hijo tiene voluntad propia (“… pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” [Lc. 22:42]).
3. El Espíritu Santo tiene voluntad propia (“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros…” [Hch. 15:28]).
Reconociendo nuestra incapacidad de entender este misterio, los cristianos estamos en la obligación de atar nuestros pensamientos y lenguas al texto de la Palabra de Dios.
Las alusiones a la Deidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo son tan frecuentes que no hay manera posible de eludir esta verdad, a menos que se haga violencia al texto bíblico.
El hecho es que la Biblia habla de que hay un solo Dios y, al mismo tiempo, dice que hay tres personas en esa deidad, nombrándolas a cada una de ellas con los atributos de Dios.
Quien primero utilizó la palabra trinitas fue Tertuliano, en el siglo II (El Catolicismo romano surge en el 325), pero también la usaron hombres como Orígenes, Ireneo, y Agustín.
Desde entonces se hizo popular el uso del vocablo Trinidad en la teología cristiana.
En realidad, el AT contiene el concepto de pluralidad en la unidad divina, porque la palabra más utilizada para referirse a Dios es Elohim, en plural, la cual aparece unas dos mil quinientas veces en el AT.
Esto no quiere decir, sin embargo, que los que leían la palabra Elohim en el AT tenían el mismo concepto que hoy es corriente después del NT.
El hecho de que Dios se encarnara, que se hiciera hombre, es algo que no cabe en la mente finita del hombre, que está acostumbrada a juzgarlo todo de acuerdo con las categorías de espacio y tiempo.
Es algo imposible en el mundo de la física, dicen.
Por eso surgieron muchísimas discusiones y opiniones heréticas en la historia de la Iglesia. Entre ellas:
a) El “subordinacionismo”, que decía que sólo el Padre es verdadero Dios, mientras que las otras dos personas eran creadas. Se incluye aquí el “arrianismo”, que alegaba que el Verbo era la criatura del Padre que le había servido para la creación de todas las cosas; y el “macedonianismo”, que enseñaba que el Espíritu Santo era una criatura del Hijo.
b) El “monarquianismo”, que se divide generalmente entre los “dinámicos”, que enseñaban que Jesucristo era un mero hombre que fue creciendo bajo la influencia del Espíritu Santo, pero que nunca poseyó la esencia divina, y los “modalísticos” o “sabelianos”, que reconocían que había un solo Dios, pero decían que éste tenía tres maneras diferentes de manifestarse.
c) El “triteísmo”, cuyos seguidores enseñaban que las tres personas eran en realidad tres dioses distintos.
Todavía en el día de hoy existen grupos que mantienen estas opiniones.
La doctrina de la Trinidad, sin embargo, sigue siendo fundamental para la inmensa mayoría de los cristianos, que reconocen que “indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Ti. 3:16)..