El evangelio no es otra cosa que buenas noticias.
¿Y cuales son estas buenas noticias?
Que no seremos aniquilados.
Que no quedaremos en el sepulcro sino que Dios, habiendo pasado por alto nuestro merecido destino, obró en amor y muy a favor nuestro, liberándonos de la muerte y concediéndonos la vida eterna.
Y para llevar adelante esta amorosa obra, él mismo debió anonadarse y hacerse hombre para gustar la muerte por todos nosotros.
Ni siquiera me atrevo a cuantificar y/o cualificar esta acción divina.
Y se dejó matar. No lo mataron sino que se dejó matar. Porque bien pudo no venir... o una vez acá pudo safar de mil maneras.
Pero lo cierto es que el vino a morir nuestra muerte. A pagar nuestro castigo. Entregó su vida por amor y voluntariamente.
Y siendo justo y sin pecado murió como el mas grande de los injustos y pecadores.
La muerte de Jesús es completamente central en este evangelio de salvación.
Y sin muerte tampoco hay resurrección.
¿Cual es la importancia del agua para nuestro Dios?
Cuando el hombre se pierde y Dios decide su exterminio total fue el agua la que se encargó de exterminar al hombre pecador.
Y cayó de los cielos sin parar ahogando toda carne.
Las aguas cubrieron por completo a los pecadores y el pecado murió con ellos.
¿Te cubrió a vos el agua por completo?
¿Te ahogaste y con tu muerte, murió el pecado que moraba en tí?
Me dirás entonces que Noé halló gracia y Dios mismo lo salvó de aquellas aguas.
Y es cierto, pero Dios le salvó para que la esperanza del hombre no feneciera con toda carne.
Pero Dios sabía que salvando a Noé también salvaría al pecado y a la muerte.
Y el pecado y la muerte pasaron del otro lado en aquellas personas que no murieron.
Noé no le sirvió a Dios como salvador del hombre porque en Noé moraba el mal y la muerte.
Fue preservado para preservar la especie y esperar por aquel que si sería eficiente.
Dios necesitaba condenar al pecado en la carne.
Esto quiere decir que la única manera de quitar el pecado del mundo era matando a TODOS los pecadores sin excepción.
Todos y cada uno de ellos.
Si Dios dejaba a uno solo vivo, el pecado no sería quitado y moraría en este solo personaje.
Lo vimos con Noé.
Si Noé, como dicen muchos, hubiera sido justo y Dios hubiera matado a todos los injustos, la raza humana se hubiera salvado sin Cristo. Pero esto surge de un mal entendimiento.
Toda la descendencia de Adán estaba comprometida y no había justo ni aún uno. Era imposible salvar al hombre y al mismo tiempo quitar el pecado. Porque todos los hombres eran pecadores.
¿Cuál fue entonces la única alternativa de Dios?
Hacer un segundo hombre al que poder ahogar en representación de todos nosotros pero que al no tener pecados pudiera levantarse de las aguas.
Fijate una cosa...
1. El pecado se quitó de aquellos que murieron en el diluvio pero con el pecado también murió su esperanza porque el que muere teniendo pecados no se puede levantar porque paga esos pecados con su propia muerte.
2. Por otro lado, Noé se salvó con los suyos pero Dios no pudo quitar el pecado de ellos y el mundo siguió infectado.
Dios necesita un Noé sin pecado al cual no le tenga que preparar un balsa.
Un hombre que no necesite hallar gracia sino que la gracia estuviere consigo.
Noé halló gracia pero Jesús era la misma gracia de Dios caminando.
Y vimos su gracia como la del unigénito del Padre.
Jesús viene a ser el segundo diluvio divino.
El primer diluvio no pudo quitar el pecado del mundo porque al hacerlo hubiera acabado con la esperanza del ser humano de sobrevivir, pero en Cristo Dios si pudo quitar el pecado del mundo porque el representa a su vez a todos los ahogados en su muerte y a Noé en su resurrección.
Pero a diferencia de Noé, Jesús atravesó la muerte venciéndola de una vez por todas, mientras que Noé simplemente la pateó para más adelante.
El bautismo por inmersión cuando se entiende bien es hermoso.
Meterse dentro del agua y lo más profundo que se pueda, pensando en aquel Jesús colgado en la cruz muriendo por mi y por vos.
Y quedarse abajo... bien hundido, valorando la sangre y la muerte del Hijo a favor nuestro.
Estirando la muerte para que la resurrección sea anhelada al máximo.
¿Que pasa que no sale?
Tenía muchos pecados...
Aleluya...
Querido Manuelín si aún no te has bautizado pedile a un pastor un turno para hacerlo y sin demora.
LLevate todas tus miserias y un shorcito.
Y zambullite bien abajo y que el agua te tape todo.
Luego salí con furia y grita a los cuarto vientos...
ALELUYA!!!!
Cristo reina y con el ahora también reino yo.
¿Y cuales son estas buenas noticias?
Que no seremos aniquilados.
Que no quedaremos en el sepulcro sino que Dios, habiendo pasado por alto nuestro merecido destino, obró en amor y muy a favor nuestro, liberándonos de la muerte y concediéndonos la vida eterna.
Y para llevar adelante esta amorosa obra, él mismo debió anonadarse y hacerse hombre para gustar la muerte por todos nosotros.
Ni siquiera me atrevo a cuantificar y/o cualificar esta acción divina.
Y se dejó matar. No lo mataron sino que se dejó matar. Porque bien pudo no venir... o una vez acá pudo safar de mil maneras.
Pero lo cierto es que el vino a morir nuestra muerte. A pagar nuestro castigo. Entregó su vida por amor y voluntariamente.
Y siendo justo y sin pecado murió como el mas grande de los injustos y pecadores.
La muerte de Jesús es completamente central en este evangelio de salvación.
Y sin muerte tampoco hay resurrección.
¿Cual es la importancia del agua para nuestro Dios?
Cuando el hombre se pierde y Dios decide su exterminio total fue el agua la que se encargó de exterminar al hombre pecador.
Y cayó de los cielos sin parar ahogando toda carne.
Las aguas cubrieron por completo a los pecadores y el pecado murió con ellos.
¿Te cubrió a vos el agua por completo?
¿Te ahogaste y con tu muerte, murió el pecado que moraba en tí?
Me dirás entonces que Noé halló gracia y Dios mismo lo salvó de aquellas aguas.
Y es cierto, pero Dios le salvó para que la esperanza del hombre no feneciera con toda carne.
Pero Dios sabía que salvando a Noé también salvaría al pecado y a la muerte.
Y el pecado y la muerte pasaron del otro lado en aquellas personas que no murieron.
Noé no le sirvió a Dios como salvador del hombre porque en Noé moraba el mal y la muerte.
Fue preservado para preservar la especie y esperar por aquel que si sería eficiente.
Dios necesitaba condenar al pecado en la carne.
Esto quiere decir que la única manera de quitar el pecado del mundo era matando a TODOS los pecadores sin excepción.
Todos y cada uno de ellos.
Si Dios dejaba a uno solo vivo, el pecado no sería quitado y moraría en este solo personaje.
Lo vimos con Noé.
Si Noé, como dicen muchos, hubiera sido justo y Dios hubiera matado a todos los injustos, la raza humana se hubiera salvado sin Cristo. Pero esto surge de un mal entendimiento.
Toda la descendencia de Adán estaba comprometida y no había justo ni aún uno. Era imposible salvar al hombre y al mismo tiempo quitar el pecado. Porque todos los hombres eran pecadores.
¿Cuál fue entonces la única alternativa de Dios?
Hacer un segundo hombre al que poder ahogar en representación de todos nosotros pero que al no tener pecados pudiera levantarse de las aguas.
Fijate una cosa...
1. El pecado se quitó de aquellos que murieron en el diluvio pero con el pecado también murió su esperanza porque el que muere teniendo pecados no se puede levantar porque paga esos pecados con su propia muerte.
2. Por otro lado, Noé se salvó con los suyos pero Dios no pudo quitar el pecado de ellos y el mundo siguió infectado.
Dios necesita un Noé sin pecado al cual no le tenga que preparar un balsa.
Un hombre que no necesite hallar gracia sino que la gracia estuviere consigo.
Noé halló gracia pero Jesús era la misma gracia de Dios caminando.
Y vimos su gracia como la del unigénito del Padre.
Jesús viene a ser el segundo diluvio divino.
El primer diluvio no pudo quitar el pecado del mundo porque al hacerlo hubiera acabado con la esperanza del ser humano de sobrevivir, pero en Cristo Dios si pudo quitar el pecado del mundo porque el representa a su vez a todos los ahogados en su muerte y a Noé en su resurrección.
Pero a diferencia de Noé, Jesús atravesó la muerte venciéndola de una vez por todas, mientras que Noé simplemente la pateó para más adelante.
El bautismo por inmersión cuando se entiende bien es hermoso.
Meterse dentro del agua y lo más profundo que se pueda, pensando en aquel Jesús colgado en la cruz muriendo por mi y por vos.
Y quedarse abajo... bien hundido, valorando la sangre y la muerte del Hijo a favor nuestro.
Estirando la muerte para que la resurrección sea anhelada al máximo.
¿Que pasa que no sale?
Tenía muchos pecados...
Aleluya...
Querido Manuelín si aún no te has bautizado pedile a un pastor un turno para hacerlo y sin demora.
LLevate todas tus miserias y un shorcito.
Y zambullite bien abajo y que el agua te tape todo.
Luego salí con furia y grita a los cuarto vientos...
ALELUYA!!!!
Cristo reina y con el ahora también reino yo.
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