RESPUESTA A UNA PREGUNTA IMPORTANTE SOBRE LA PREDESTINACIÓN.
Al exponer sobre la gracia soberana alguien me preguntó lo siguiente: ¿Unos nacemos para vivir y otros para morir eternamente en el infierno? ¿Existe en definitiva la predestinación? Si la respuesta es afirmativa,
¿De qué nos sirve la vida en este lugar?
Lo que sigue es la respuesta a esa pregunta.
Este tema hay que contemplarlo a la luz de otras verdades. La Biblia enseña con todo claridad que Dios en la eternidad pasada determinó:
1) Crear al hombre.
2) Permitir la caída del hombre.
3) Proveer un sacrificio propiciatorio suficiente para todos los hombres.
4) Elegir a los que serian llamados eficazmente a la salvación y dejar al resto en la dureza de su corazón.
5) Aplicar la salvación a los elegidos.
Es importante recalcar respecto al punto 4, que Dios no predestinó a nadie a endurecerse para rechazar a Dios y perderse. Los que se pierden se pierden por la dureza de su corazón, es decir, el día del juicio final respecto a los que se perdieron quedará probado que si bien Cristo murió por todos, fue por la dureza del corazón de ellos que no quisieron venir a la luz. Y esto fue enseñado por el mismo Señor Jesucristo en Juan 3:19 Y esta es la condenación; que la luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Es decir toda condenación es por culpa humana y toda salvación es por la gracia inmerecida de Dios. De no ser por la elección incondicional, nadie se salvaría, de no ser por la elección, el sacrificio de Cristo sería de provecho para nadie.
Dios mismo nos adelanta en su palabra, que predicar que solo se salvaran aquellos a quienes Dios ha elegido salvar según el puro afecto de su voluntad, traería aparejada la acusación de que Dios sería injusto si tal fuera el caso. Ahora, Dios no sólo nos advierte que tal acusación surgiría, sino que también nos ha dejado la respuesta inspirada a tal acusación:
Rom 9:14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Rom 9:15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Rom 9:16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
Rom 9:17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. Rom 9:18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Rom 9:19 Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Rom 9:20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? Rom 9:21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? Rom 9:22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, Rom 9:23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria.
El efecto que producirá este mensaje en los escogidos es el venir a la luz y no demorar en venir, pues al conocer que existe tal cosa como el que Dios haya determinado de antemano salvar a algunos y dejar en la dureza de su corazón al resto, urge a averiguar si el corazón está presto a venir o está determinado a rechazar la luz, y la mejor manera de averiguarlo es viniendo, y al que viene, Cristo ha prometido no echarlo fuera:
Juan 6:37
Todo lo que el Padre me da vendrá a mi;
y al que a mi viene no le echo fuera.
¡Soli Deo Gloria!