La iglesia se refugia en la doctrina vivida al interior de los templos, de las congregaciones, de las fraternidades como si de una fortaleza se tratase; casi desconociendo las dificultades para vivir la fe del mundo exterior. (los que se encuentran como ovejas sin pastor).
Evangelizar al mundo de hoy implica dejar esas estructuras del pasado y adecuar los métodos al mundo de hoy. La iglesia teme dar el paso que le obligará a dejar la seguridad que le ha otorgado la estructura actual para abrirse al mundo.
He llegado a la conclusión de que la Iglesia sabe cuál es el camino que debe seguir; ha dado pasos, los que se reflejan en acciones concretas, las cuales tendrías que conocer para tener tu propia opinión y confrontarla con la que yo me he formado, la cual es fruto de la experiencia de haber participado en el proceso.
Lo que te muestro a continuación son fragmentos de documentos, los cuales se tienen que profundizar, pero que contienen en principio frases que dan una idea de la orientación que pretende tomar la iglesia Católica en Latinoamérica.
Mensaje de Benedicto XVI con motivo de la octogésima Jornada Misionera Mundial 2006, que lleva por tema «La caridad, alma de la misión», que este año se celebra el 22 de octubre. |
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Ciudad del Vaticano, 2 junio 2006. |
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4. Queridos hermanos y hermanas, que la Jornada Misionera Mundial sea una oportunidad para comprender cada vez mejor que el testimonio del amor, alma de la misión, concierne a todos. Servir al Evangelio no debe considerarse como una aventura en solitario, sino como un compromiso compartido de toda comunidad. Junto a los que están en primera línea en las fronteras de la evangelización –y pienso con reconocimiento en los misioneros y las misioneras– muchos otros, niños, jóvenes y adultos, contribuyen con la oración y su cooperación en diversos modos a la difusión del Reino de Dios en la tierra. El deseo es que esta participación crezca cada vez más gracias a la contribución de todos. Aprovecho esta oportunidad para manifestar mi gratitud a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y a las Pontificias Obras Misioneras (PP.OO.MM.), que con entrega coordinan los esfuerzos desplegados en todas las partes del mundo en apoyo a la acción de cuantos se encuentran en primera fila en las fronteras de la misión. Que la Virgen María, que con su presencia en la Cruz y su oración en el Cenáculo colaboró activamente en los inicios de la misión eclesial, apoye su acción y ayude a los creyentes en Cristo a ser cada vez más capaces de auténtico amor, para que en un mundo espiritualmente sediento se conviertan en manantial de agua viva. Presento mi auspicio de corazón, mientras envío a todos mi Bendición.
Vaticano, 29 de abril de 2006
BENEDICTUS PP. XVI
El perfil del misionero
Fuente. Artículo: "Perfil del Misionero" -
Autor: Juventtud y Familia Misionera, publicado en Catholic.net (http://es.catholic.net)
I. Espiritualidad del misionero
a. El misionero busca conocer cada día más a Cristo y a su fe.
b. El misionero es un hombre apasionado por la salvación de las almas.
c. El misionero es portador del mensaje de Cristo.
d. El misionero es apóstol copado y polarizado por la misión.
e. El misionero es el hombre- líder, guía de sus hermanos en la fe.
f. El misionero actúa con urgencia en la misión.
g. El misionero es celoso promotor de nuevos apóstoles para la Evangelización.
h. El misionero es un hombre de oración que busca crecer en santidad.
i. El misionero se entrega sin cálculo ni medida, con audacia e intrepidez.
j. El misionero trabaja con método, disciplina y deseo de superación constante.
k. El misionero fundamenta su fe en la resurrección de Cristo.
l. El misionero es testimonio de alegría que convence.
m. El misionero cuida la fe católica de sus hermanos y lucha por incrementarla en su propia vida.
II. Las cualidades de los apóstoles de la Nueva Evangelización
Para salir a predicar el Evangelio es necesario ante todo formar un corazón apostólico. Y hay que recordar que se es apóstol desde dentro.
Se es apóstol, como lo fue San Pablo, por vocación, porque Cristo nos ha llamado a extender su Reino, porque la vocación cristiana es esencialmente vocación al apostolado, porque quien ha renacido como hombre nuevo en Cristo por el bautismo, se compromete a dar testimonio de Él ante los demás. Se es apóstol en la medida en que el hombre está unido a Cristo por la gracia, y se identifica con su misión redentora.
La urgencia del apostolado viene desde dentro, desde el amor que cada uno de ustedes profese a Cristo en su corazón. Ser apóstol es, pues, un componente esencial del ser cristiano. Por ello, predicar el Evangelio no es una tarea más al lado de otras muchas. Es la misión en torno a la cual el cristiano debe polarizar su vida. No se es apóstol por horas o por días. O se es apóstol o no se es. O se tiene mensaje o no se tiene.
Para formar un corazón de apóstol, les aconsejo que pasen largos ratos a los pies de Cristo Eucaristía.
Sólo el amor a Cristo da la fuerza para "salir de sí mismo". Salir de sí: ésta es la condición indispensable para "salir a predicar".
El mejor apóstol es quien logra ser una imagen de Cristo. Entonces la vida misma es predicación y la evangelización es el testimonio de una vida plenamente fundada en el Evangelio.
Movido por el amor a Cristo, el apóstol es luchador, es militante. El apóstol concibe su misión como una lucha constante contra las fuerzas del mal que existen tanto dentro como fuera de él. Es el Señor quien da la fuerza para pelear en este combate. Y es Él también quien da la victoria y la recompensa.
El apóstol es magnánimo. Sabe que ha sido llamado por Cristo para cosas grandes y que no tiene tiempo para detenerse en lamentaciones o pequeñeces, ni puede distraerse en lo que no sea esencial. El apóstol debe tener ante todo un gran corazón en donde quepa todo el mundo, pues a todo el mundo ha sido enviado a predicar. Su espíritu ha de estar siempre a la altura de la misión encomendada. Grandes deben ser sus aspiraciones, grandes sus deseos de lucha, grande su capacidad de amar y de donarse.
El apóstol es tenaz, fuerte y perseverante. El apóstol ha de ser tenaz para no desistir del esfuerzo; fuerte para combatir sin desmayo hasta el final, hasta el "todo está consumado"; perseverante para no dejarse vencer por el capricho o la veleidad. Sólo una voluntad firme y bien disciplinada, fundada en el señorío de los sentimientos y emociones, podrá perseverar hasta lograr el objetivo.
La lucha será continua. Toda la vida hay que combatir. Por ello, se necesitan apóstoles convencidos de la necesidad de la laboriosidad y de la paciencia como componentes intrínsecos de su misión; hombres habituados a la tenacidad esforzada.
El apóstol es realista. El apóstol no puede dejar de ver con claridad cuál es la situación real del campo que le toca evangelizar, ni la de su propia vida, ni las circunstancias concretas en que debe de trabajar. Trabajar con realismo es trabajar con inteligencia, apoyándose en el conocimiento de las dificultades que entraña la consecución de los objetivos y de los elementos positivos con que cuenta para lograrlos.
El apóstol es eficaz en su labor. La eficacia del apóstol viene del hecho de que se compromete a hacer todo lo posible, humanamente hablando, para cumplir con la misión que Cristo le confía. No se detiene ante costos ni sacrificios. Para él no existen obstáculos infranqueables. Sabe que debe poner al servicio del Reino sus mejores talentos y que la causa del Evangelio no le permite trabajos ni rendimientos a medias.
El apóstol es organizado. Trabaja siempre de manera sistemática, ciñéndose a un programa que él mismo se ha trazado. La organización permite al apóstol rendir al máximo en su trabajo pues trabajar es el arte de la eficacia. Todo esto requiere reflexionar antes de actuar, trazar objetivos, analizar dificultades, planear estrategias, proponer soluciones, ponerlas en acción y evaluar los resultados.
El apóstol está atento a las oportunidades. No pierde la mínima oportunidad que le prepara la providencia para hacer el bien y difundir el mensaje de Cristo.
El apóstol es sobrenatural en sus aspiraciones. Al apóstol no le basta la visión humana de la realidad. Debe saber percibir la presencia misteriosa de Dios que lo invita continuamente a lazarse más allá de lo que parecería humanamente aconsejable. Emprende obras de envergadura basado en la convicción de que Dios le dará las gracias para realizarlas. Las aspiraciones y los criterios del apóstol no son los de este mundo. Son los del Evangelio. Quien vive así tiene asegurado el triunfo y contagia a los demás su convicción.
Cuestionario introductorio
a. ¿Cuáles son mis actitudes ante esta misión? ¿En qué plan vengo?
b. ¿Alguna vez, ser católico me ha costado algo? ¿He tenido que defender mi fe en algunas circunstancias?
c. ¿Hasta dónde soy capaz de llegar por Jesucristo? ¿Qué sería capaz de hacer por Él?
d. ¿Me doy cuenta de que lo que yo no haga en estos días, nadie podrá hacerlo? ¿He pensado alguna vez en que hay almas que dependen de mi sacrificio, oración y entrega en esta misión?
e. Qué hay en mi corazón ahora: ¿cobardía? ¿comodidad? ¿pereza? ¿miedo? ¿generosidad? ¿deseos de hacer algo por Cristo, por la Iglesia, por defender mi fe, por ayudar a mi prójimo?
f. ¿Estoy en disposición de aceptar a los demás como son? ¿Tengo la disposición de compartir todo con los demás?
g. Algo que ayuda a la organización general es: la puntualidad, la servicialidad, el trabajo en equipo, ¿estoy dispuesto a vivirlo?
h. ¿Cuáles son mis metas en estas misiones?
JUBILEO DEL APOSTOLADO DE LOS LAICOS
MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CONGRESO INTERNACIONAL
DEL LAICADO CATÓLICO
3. Durante los últimos decenios del siglo
XX han florecido en la Iglesia las semillas de una espléndida primavera espiritual. Debemos dar gracias a Dios, por ejemplo, porque los fieles laicos, hombres y mujeres, han adquirido una conciencia más clara de su dignidad de bautizados convertidos en "criaturas nuevas"; de su vocación cristiana; de la exigencia de crecer, en la inteligencia y en la experiencia de la fe, como
christifideles, o sea,
como verdaderos discípulos del Señor; y de su adhesión a la Iglesia.
Por consiguiente, para despertar en las conciencias de los cristianos un sentido más vivo de su identidad, se necesita, en el marco del gran jubileo, el serio examen de conciencia del que hablé en la
Tertio millennio adveniente (cf. n. 34). Hay preguntas esenciales, que nadie puede evitar: ¿Qué he hecho de mi bautismo y de mi confirmación? ¿Cristo es verdaderamente el centro de mi vida? ¿Encuentra espacio la oración en mis jornadas? ¿Vivo mi vida como una vocación y una misión? Cristo sigue recordándonos: "Vosotros sois la sal de la tierra. (...) Vosotros sois la luz del mundo. (...) Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (
Mt 5, 13. 14. 16).
4. La vocación y la misión de los fieles laicos sólo pueden comprenderse
a la luz de una renovada conciencia de la Iglesia "como sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (
Lumen gentium, 1),
Una persona, o una comunidad, madura desde el punto de vista evangélico,
está animada por un intenso celo misionero que la impulsa a dar testimonio de Cristo en todas las circunstancias y situaciones, en todo ambiente social, cultural y político. A este propósito, como enseña el concilio Vaticano II, "los laicos tienen como vocación propia el buscar el reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios.
7. La participación de los fieles laicos en la vida y en la misión de la Iglesia se manifiesta y se apoya también en diversas asociaciones, muchas de las cuales están representadas en este congreso. Sobre todo en nuestro tiempo, constituyen un significativo medio para una formación cristiana más profunda y para una actividad apostólica más eficaz. El concilio Vaticano II afirma:
"Las asociaciones no son un fin en sí mismas, sino que han de servir a la misión que la Iglesia debe cumplir en el mundo; su eficacia apostólica depende de la conformidad con los fines de la Iglesia y del testimonio cristiano, del espíritu evangélico de cada uno de sus miembros y de toda la asociación" (
Apostolicam actuositatem, 19). Por tanto, para permanecer fieles a su identidad, las asociaciones laicales deben confrontarse siempre con los criterios de eclesialidad que describí en la exhortación apostólica
Christifideles laici (cf. n. 30).
Hoy podemos hablar de una "nueva época asociativa de los fieles laicos" (
ib., 29). Es uno de los frutos del concilio Vaticano II.
SÍNODO DE LOS OBISPOS
ASAMBLEA ESPECIAL PARA AMÉRICA
ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO,
CAMINO PARA
LA CONVERSIÓN, LA COMUNIÓN
Y LA SOLIDARIDAD
EN AMÉRICA
INSTRUMENTUM LABORIS
CIUDAD DEL VATICANO
1997
© Copyrighy 1997 - Secretaría General del Sínodo de los Obispos y
Libreria Editrice Vaticana.
(Extracto)
Dado que el encuentro con Jesucristo es el origen de la conversión, de la comunión y de la solidaridad, cada una de las respectivas partes del presente texto darán particular importancia a los efectos de ese encuentro en la vida personal y comunitaria de los creyentes. Además, estas tres partes están íntimamente relacionadas entre sí:
- sólo a través de la conversión al Evangelio de Jesucristo son posibles la verdadera comunión y la auténtica solidaridad;
- la comunión con Cristo y con su Iglesia es, al mismo tiempo, la base para una continua conversión personal y el fundamento sobre el que se realiza la solidaridad;
- la solidaridad, en cuanto expresión de los valores esenciales del Reino de Dios, pone de manifiesto cuál es el fin hacia el que convergen la conversión y la comunión.
Este encuentro con Jesucristo contrasta con lo que la Iglesia llama RELIGIOSIDAD POPULAR (Inculturación de la Fe), la cual da a los Americanos una identidad Católica relacionada directamente con la devoción Mariana.
Algunos signos que muestran la importancia que asume la cultura popular religiosa son: la participación siempre mayor de la gente en las peregrinaciones a los santuarios (especialmente marianos), la tradición familiar de bautizar a los hijos, el culto a las almas del purgatorio y la celebración de Misas en sufragio de los difuntos, las fiestas patronales con sus características procesiones y la celebración de la Santa Misa (en general con gran concurrencia de pueblo), el culto a los santos no sólo a los de la Iglesia universal sino también a los propios del Continente americano,(26) etc.
Estas y tantas otras expresiones de la religiosidad popular ofrecen excelentes ocasiones para que los fieles se encuentren con Jesucristo vivo. En efecto, la comunidad eclesial, al reunirse para celebrar la Palabra y para recibir los sacramentos en las memorias de los santos, recuerda en modo particular a quienes imitaron fielmente con sus vidas al Salvador del mundo, y entra en comunión con ellos, que forman parte de la Iglesia celeste. Es por este motivo que la piedad popular, purificada y debidamente catequizada, puede llegar a ser un elemento decisivo para la nueva evangelización. Este es un punto en el que convergen la mayoría de las respuestas a los
Lineamenta.
V CONFERENCIA GENERAL
DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE
Discípulos y Misioneros de Jesucristo
para que nuestros pueblos en Él tengan vida
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 16,4)
2ª edición
“Sobre dichos documentos el CELAM y las Conferencias Episcopales
tendrán derechos de autor”. Artículo 12 del Reglamento de la V Conferencia,
aprobado por el Santo Padre, Benedicto XVI.
Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio
o para cualquier propósito sin la autorización escrita del CELAM.
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Carrera 5 Nº 118-31
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Tels: (571) 657 8330 Fax: (571) 612 1929
Bogotá, D.C., 2007
3. DISCÍPULOS Y MISIONEROS
Esta Conferencia General tiene como tema: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida” (
Jn 14, 6).
La Iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser
discípulos y misioneros de Jesucristo. Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con Él, imitar su ejemplo y dar testimonio. Todo bautizado recibe de Cristo, como los Apóstoles, el mandato de la misión: “Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará” (
Mc 16, 15).
Pues ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida “en Él” supone estar profundamente enraizados en Él.
Todos estos textos han precedido un trabajo pastoral de formación de laicos misioneros.
Laicos que se han motivado por tener un encuentro con Jesucristo y ser verdaderos discípulos y misioneros.
Conocidos estos documentos, un laico se puede formar una idea del camino que la iglesia emprende. Luego tendríamos que analizarlos para que pudieras comprender a cabalidad el porqué de mi posición.