Re: 1844, su importancia
Estimados hermanos. Saludos cordiales.
Como estamos viendo el tema relacionado con 1844, es propio empezar por el principio y no por el fin, y como explicación a Billi, de estos materiales que he bajado y expuesto aquí, lo hago porque ellos explican mejor nuestros pensamientos, no te olvides que tú al criticarme, te criticas a ti mismo pues está hartamente comprobado que tu has sido un artista en el copiar y pegar. Por lo que no eres ejemplo a seguir ni juez para criticar.
Ernesto, no te preocupes por tus preguntas que no he contestado aún por que primero debemos finalizar este como un orden lógico, como lo sugirió tu discípulo. Ten un poco de paciencia.
” La única explicación la encontramos en la historia de la creación. Dios descansó el séptimo día después de haber creado el mundo en seis días, y nos ordenó que hiciéramos lo mismo para entrar en su reposo espiritual (Gén 2:1-4; Ex 20:8-11). El comienzo y el fin de la semana, pues, están basados en un hecho histórico, el de la creación.
Dios marcó también el principio del calendario lunar en un hecho histórico, la liberación divina de Egipto (Ex 12:2). El primer mes de ese calendario traería a la memoria de los israelitas la ocasión gloriosa cuando Dios los sacó de la esclavitud egipcia. Por esta razón, ese calendario lunar pasó a ser también litúrgico, ya que en ese mes debían comenzar las fiestas conmemorativas de Israel (Ex 12:6,18; Lev 23:5-44). El primer mes fue llamado Abib (hebreo) o Nizán (caldeo), y equivalía en términos generales a marzo. El séptimo que concluía el calendario litúrgico fue el de Tishri, equivalente también en general a octubre.
Pero, ¿cuándo podría hacerse comenzar el año solar? ¿No debía ser, acaso, en el mismo primer mes del año lunar? Sorprendentemente encontramos que, al mismo tiempo, los israelitas tenían otro calendario que lo hacían comenzar en el séptimo mes del calendario lunar. Mientras que el calendario lunar comenzaba en primavera, el solar comenzaba en otoño y se lo conoce como calendario civil porque los reyes no hacían comenzar los años de su reinado cuando eran coronados, sino en ese mes de otoño. El año que precedía al primero del mes séptimo (primero del año solar), se lo conoce hoy como año ascensional, pues no se computaba.
Por no conocer estos aspectos, los críticos de la Biblia concluyeron en los tiempos modernos que era imposible armonizar los datos ofrecidos en los libros de los Reyes y de sus Crónicas. Fue un autor adventista, Edwin R. Thiele, el primero que, hace ya medio siglo atrás, logró una armonía notable de las informaciones fechadas de esos libros, y que publicó en su libro The Mysterious Numnbers of the Hebrew Kings3 (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1983). Lo que Thiele descubrió es algo que todo el mundo sabe hoy, ya que el uso de estos dos calendarios simultáneos en Israel está corroborado no solamente por la Biblia, sino también por varios documentos arqueológicos. Entre los documentos antiguos más llamativos en este respecto, están los que fueron descubiertos a mediados del siglo pasado, conocidos como papiros de Elefantina.
Veamos un ejemplo bíblico. En Neh 1:1, Nehemías menciona la venida de Anani “en el mes de quisleu (diciembre), en el año veinte”. En Neh 2:1 narra un suceso posterior y dice: “En el mes de Nisán (marzo), en el año veinte del rey Artajerjes”. En otras palabras, el primer mes del año litúrgico-lunar sigue siendo el mismo año veinte del rey según el cómputo hecho tres meses antes. Esto lo podemos explicar sin dificultad cuando conocemos que los años de los reyes hebreos, babilónicos y persas, eran fechados a partir de Tishri (octubre) el séptimo mes litúrgico. La numeración de los meses, sin embargo, seguía siendo la misma del calendario de Nisán, el primer mes luni-litúrgico. Gracias a tales descubrimientos, se pudo también confirmar con una precisión fuera de toda duda, la fecha del comienzo de las profecías de las 70 semanas anuales y de los 2.300 días-años, de tal manera que esa fecha no pudiese ser removida.
Según el ángel Gabriel, ¿qué hecho histórico preciso marcaría el comienzo de las 70 semanas:”Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos,” ? (Dan 9:25)
Esta era la preocupación mayor de Daniel. Estaban cumpliéndose ya los 70 años de cautividad anunciados por el profeta Jeremías, y correspondía que los cautivos volviesen para construir su templo y su ciudad. Pero la repatriación parecía estarse demorando. Gabriel viene a asegurarle a Daniel que los cautivos van a volver, y van a reconstruir su ciudad, conforme a lo prometido. Sería a partir de entonces que se cumplirían los eventos profetizados en la visión de los 2300 años y, más definidamente, los de las 70 semanas o 490 años cortados en su parte inicial para el pueblo judío.
Tenemos que buscar ahora la fecha del decreto que permitiría la reconstrucción de Jerusalén. ¿Dónde podemos encontrarla? En la Biblia misma. El libro de Esdras da cuenta de tres decretos que los reyes medo-persas dieron para que los judíos pudiesen regresar a su tierra. Esos decretos aparecen resumidos en Esd 6:14: “Y los ancianos de los judíos edificaron y prosperaron, conforme a la profecía de los profetas Ageo y Zacarías... Edificaron y acabaron por orden del Dios de Israel, y por el mandato de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia”.
Los dos primeros decretos tuvieron que ver con la reconstrucción del templo (Esd 1:2-4; 6:6-13), que se terminó e inauguró en el año 516 AC, exactamente 70 años después de haber sido destruido por los babilonios (2 Crón 36:21-23; Zac 1:12-16). La ciudad de Jerusalén, sin embargo, continuaba en ruinas, y se requería el tercer decreto que emitió el rey Artajerjes medio siglo después para reconstruírsela. Ese tercer decreto no podía referirse, por consiguiente, a la reconstrucción del templo, porque Esdras declara categóricamente que “la casa fue terminada... en el sexto año del reinado de Darío” (Esd 6:15). ¿Qué “edificaron y acabaron” los judíos, entonces, según el pasaje citado más arriba, por “mandato de... Artajerjes”? La ciudad de Jerusalén.
La orden anunciada por el ángel Gabriel a Daniel tendría que ver no solamente con la reconstrucción de Jerusalén, sino también con su restauración civil, jurídica y administrativa. Esto es lo que se ve en el decreto de Artajerjes que dio autoridad a Esdras no sólo sobre Jerusalén, sino también sobre las personas y el territorio fuera de Judea (Esd 7:21-22). Esa autoridad, así como el dinero que pudieron obtener según el decreto, les permitió comenzar la reconstrucción de la ciudad (Esd 4:7-16), como se ve por la carta de protesta que escribieron los que quisieron detener la obra: “Sea notorio al rey, que los judíos que partieron de ti a nosotros, vinieron a Jerusalén, y edifican la ciudad rebelde y mala. Ya han levantado las murallas y reparado los cimientos” (Esd 4:12; cf. v. 7).
Artajerjes otorgó a Esdras, además, autoridad legal y judicial para establecer cortes de juicio (Esd 7:25-26). Esto involucraba el establecimiento de lugares de juicio en las “puertas” de las murallas de la ciudad, donde los jueces se reunían para resolver los litigios que se les presentaban (véase Deut 21:19; 22:15; 25:7; Prov 31:23). En otras palabras, la autoridad legal y jurídica que Artajerjes le dio a Esdras implicaba la reconstrucción de Jerusalén y sus muros.
El decreto de Artajerjes dio lugar al segundo regreso oficial de largo alcance de los judíos, desde que los persas habían conquistado Babilonia. El primero tuvo lugar bajo Ciro (Esd 1:1-2, 7-8). Así como un decreto oficial de regreso dio lugar al inicio de la reconstrucción del templo, el segundo decreto oficial de repatriación alentó el comienzo de la reconstrucción de Jerusalén. Así como hubo un decreto inicial de Ciro para reconstruir el templo (Esd 1), que requirió una autorización adicional del rey Darío (Esd 6); así también el primer decreto de Artajerjes para restaurar y edificar la ciudad de Jerusalén sirvió para dar inicio a esa obra, y reforzarla con otra orden suplementaria posterior (Neh 2). [En Isa 44:24-27 se profetiza de Ciro que diría de Jerusalén que fuese reconstruida, en referencia más específica al templo, pero no dice que su tarea sería “restaurar” Jerusalén tal como se describe en Dan 9:25. Su decreto dio lugar, de todas maneras, a la reconstrucción futura de Jerusalén así como a su restauración jurídica que se cumplió bajo el rey Artajerjes. Pero no predice Isaías que Ciro iba a restaurar un estado político autónomo en Jerusalén].
La fecha del decreto
Se sabe con precisión hoy, por datos astronómicos y arqueológicos, que Jerjes murió después del 17 de Diciembre del año 465 AC. [Entre los documentos más autorizados están el Canon de Ptolomeo que preparó en el S. II DC el astrónomo Griego-Egipcio Claudio Ptolomeo, con los eclipses que tuvieron lugar durante los reinos de Babilonia, Persia, Macedonia y Roma, así como su correspondencia con los reyes que gobernaron esos imperios. Una tableta de Ur precisa, además, la fecha del 17 de Diciembre en que murió Jerjes, padre de Artajerjes. Otras tabletas cuneiformes del período helenístico lo confirman. A su vez, ciertos papiros encontrados en Elefantina prueban que hubo un año ascensional en el cómputo del reino de Artajerjes y que, por consiguiente, su primer año debe computárselo a partir del año 464 AC]. Desde ese momento, hasta el siguiente otoño (octubre), se da el año ascensional de su hijo Artajerjes. Sólo entonces pueden comenzar a fecharse los años de su reinado, esto es, al año 464 AC. El siguiente otoño del 463 AC Artajerjes cumple su primer año de reinado oficial; el 462 AC su segundo año; el 461 AC su tercer año; el 460 AC su cuarto año; el 459 AC su quinto año; el 458 AC su sexto año. De esta manera, su séptimo año debió haberlo cumplido en el otoño (Sept/Oct) del año 457 AC.
La “salida de la orden para restaurar y reedificar a Jerusalén” (Dan 9:25), según la profecía de las setenta semanas, tuvo lugar en el primer mes del séptimo año del rey Artajerjes. Esdras nos informa que el mismo día en que cumplió siete años de reinado Esdras partió para Jerusalén. “El primer día del primer mes partió [Esdras] de Babilonia, y el primer día del quinto mes llegó a Jerusalén, porque la buena mano de su Dios estuvo con él. Porque Esdras había aplicado su corazón a inquirir la Ley del Señor, a cumplirla, y a enseñar a Israel sus estatutos y normas” (Esd 7:9-10).
El texto del rey Artajerjes es significativo, porque invita a ir con Esdras a todos los que quisieran cumplir con la ley del Dios de Israel (Esd 7:11-26). En otras palabras, la misión de Esdras tenía que ver con la restauración de la ley del Eterno que por desobedecerla—según la oración intercesora de Daniel—el pueblo de Israel había sido deportado y su templo y su ciudad destruidos (Dan 9:4-19). La respuesta del ángel Gabriel a Daniel sobre la restauración de Jerusalén, tiene que ver con la puesta en marcha de su aparato legal o jurídico que había sido destruido por la rebelión de su pueblo. Se ha hecho notar también que luego del decreto arameo del rey Artajerjes, Esdras comienza a escribir en Hebreo, dando a entender que la restauración comenzó.
¿Cómo serían los tiempos en los que se reconstruirían la plaza y la muralla durante las primeras 7 semanas o 49 años? (Dan 9:25úp). ¿Quién debió intervenir para evitar que el príncipe de este mundo impidiese el regreso y la reconstrucción del templo y de Jerusalén? (Dan 10:1,13,20)
En los libros históricos de Esdras y de Nehemías, vemos que el obstáculo para construir el templo y la ciudad de Jerusalén no siempre provino de los reyes persas, sino también de los gobernadores que habitaban en las comarcas circundantes, en especial de los samaritanos. Esos opositores locales escribían cartas a los reyes persas para tratar de disuadirlos en su apoyo a la obra de reconstrucción que se llevaba a cabo en Jerusalén (Esd 4-5). En esas cartas resaltaban la historia más negativa de los judíos que se rebelaron contra los reyes caldeos en lo pasado, justificando la opresión y destrucción de la cual fueron objeto los judíos. Advertían, en base a esos hechos, sobre el peligro que implicaba para el rey medo-persa la autorización de reconstruir su templo y su ciudad.
Cuando esto no dio resultados por que Dios, mediante sus profetas, alentaba a los judíos (Esd 5:1-2), e intervenía mediante sus ángeles en las cortes medo-persas (Dan 10:13,20), los samaritanos, amonitas y árabes comenzaron a burlarse y a complotarse para atacar a los que construían la ciudad, y matarlos (Neh 2:10,19-20; 4; 6). Los samaritanos provenían de los que habían quedado de las diez tribus de Israel pero se habían mezclado con pueblos extranjeros que Asiria introdujo en Palestina para hacerles perder su identidad (2 Rey 17). Los amonitas provenían de un hijo de Lot, sobrino de Abraham. Y los árabes de Ismael, hijo de Abraham también. Los peores enemigos de los judíos, por consiguiente, eran pueblos emparentados con el pueblo de Dios, pero a quienes Dios nunca identificó como su pueblo. Como hijos o parientes de Abraham, el padre de los judíos, creían tener los mismos derechos sobre la tierra que Dios había prometido a Abraham.
Los judíos que vivían fuera de las murallas avisaban a los trabajadores cuando veían acercarse a estos pueblos enemigos, con suficiente tiempo como para que los constructores pudiesen juntarse y protegerse (Neh 4:12,16-18,20-23). Finalmente intentaron acabar con Nehemías tendiéndole una celada. Lo invitaron a reunirse con ellos, cinco veces y de diferentes maneras, pero Nehemías les mandó decir siempre lo mismo: “Estoy realizando una gran obra, y no puedo ir; porque la obra cesaría si la dejara para ir a vosotros” (Neh 6:3).
Todo tipo de estratagema inventaron para atemorizar a Nehemías y a los que construían con él, pero sin que se dejaran engañar ni perdieran ánimo (Neh 6). “Así, el 23 de elud (septiembre), la muralla quedó terminada en 52 días. Cuando lo oyeron nuestros enemigos, temieron todas las naciones vecinas, se abatió su ánimo y reconocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra” (v. 15-16).
¡Qué noble ejemplo el de Nehemías, para nosotros que vivimos en la época en la que deben restablecerse en todo el mundo las verdades de antiguas generaciones, en especial la que toca a la restauración de los mandamientos de Dios! (véase Isa 58:12-14). No podemos unirnos con quienes nos invitan a unirse en otra obra diferente, ni aceptar la intromisión de quienes no tienen nuestra visión para completar la obra que el Señor nos dio. Nada debe distraernos de completar la tarea que se nos asignó para esta época.
Daniel captó en grandes rasgos y anticipadamente esta situación de emergencia, al recibir del ángel Gabriel una vislumbre de lo que su pueblo iba a padecer mientras reedificaba las ruinas antiguas. El ángel vuelve a decirle que en el cielo él es “muy amado” porque se afana por entender la visión divina, y se angustia ante la oposición que ve en los reyes de sus días que no quieren permitir el regreso de los cautivos.
“En el tercer año de Ciro rey de Persia, fue revelada Palabra a Daniel... La Palabra era verdadera, y el conflicto grande. El prestó atención y entendió la visión. En aquellos días, yo, Daniel, estuve triste durante tres semanas. No comí alimento delicado, ni entró carne ni vino en mi boca, ni me ungí, hasta que se cumplieron tres semanas enteras” (Dan 10:1-3).
“Y Gabriel me dijo: ‘Daniel, varón muy amado, atiende las palabras que te hablaré. Levántate sobre tus pies, porque he sido enviado a ti... No temas. Desde el primer día que aplicaste tu corazón a entender, y a humillarte ante tu Dios, fueron oídas tus palabras, y a causa de ellas yo he venido. Pero el príncipe del reino de Persia se puso contra mí 21 días. Entonces, Miguel, uno de los principales príncipes, vino en mi ayuda, y yo quedé allí con los reyes de Persia... ¿Sabes por qué he venido a ti? Porque tengo que volver a combatir al príncipe de los persas. Y cuando yo me vaya, vendrá el príncipe de Grecia... Ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel, vuestro Príncipe” (Dan 10:11-13,20-21).
Estos pasajes nos muestran que, aunque Dios anuncia de antemano lo que va a hacer, e interpone fechas para afirmar la fe de su pueblo en sus promesas, se da una lucha que sobrepasa el marco terrenal. La batalla real se lleva a cabo en la esfera espiritual. Siendo que Dios respeta el libre albedrío, el diablo procura ejercer su influencia opositora en las mentes de los príncipes de este mundo para que no cumplan con el designio divino. A veces la batalla es grande, como se ve en estos pasajes. Pero Dios envía ángeles poderosos ante los cuales los ángeles de las tinieblas no tienen poder. Miguel es uno de esos mensajeros espirituales, mejor aún, el principal, ya que es el Príncipe por excelencia del pueblo de Dios. Su nombre prueba que es un ser comparable a Dios: “¿Quién como Dios?”. Así como Emanuel, “Dios con nosotros”.
La lucha inicial que Miguel entabla con los príncipes de este mundo para que cumplan los designios favorables de Dios para con su pueblo Israel, abarca en Dan 10 todo el tiempo de ingerencia medo-persa sobre el pueblo de Dios. Esto se ve también en el hecho de que la actuación de Miguel en favor de Israel iba a extenderse al período de dominio del siguiente imperio, el de Grecia. Si tomamos en cuenta todas las visiones de Daniel, vemos que el Príncipe celestial está con su pueblo aún más adelante, “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat 28:20).
Aunque no lo sepamos, ángeles del bien y del mal luchan por apoderarse del control de la mente humana. Ejerciendo el poder de la voluntad humana que Dios ha libertado mediante su redención en la cruz, podemos ponernos bajo la influencia de los ángeles más poderosos de Dios para no caer en tentación. “Resistid al diablo, y huirá de vosotros”, dijo Santiago (4:7; véase 1 Ped 5:9). Si nos vestimos con toda la armadura espiritual que el Señor nos ofrece (Ef 6:10-18), podremos vencer sobre toda potestad de las tinieblas, espiritual o terrenal, que se atreva a interponerse entre nosotros y nuestro Dios.” (El Cronograma de Dios)
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.