Re: 1844, su importancia
Estimados hermanos. Saludos Cordiales.
Apreciado Andrés291 (II) tienes razón al decir que “El año hebreo lunar cada cierto ciclo no tiene exactamente 360 días” y plantear todas estas interrogantes sobre el calendario, este tema no es fácil para nosotros los occidentales porque desde que se dividió el calendario antes de Cristo y después de Cristo, es más fácil fechar los distintos eventos de nuestra época. Sin embargo, se hace más difícil a veces, hacer encuadrar las fechas antiguas dentro de este calendario moderno.
“Entre los varios problemas que tenemos están los que tienen que ver con los diferentes calendarios que se usaron en la antigüedad.
Por ejemplo, nosotros usamos un solo calendario que heredamos de la antigua Roma, más específicamente, del emperador Juliano. Sin embargo, a menudo nos fabricamos nuestro propio calendario que buscamos hacer encuadrar dentro del calendario juliano. Así, las iglesias tienen su calendario eclesiástico, los colegios su calendario escolar, este último comenzándolo en marzo (en el cono sur) o en agosto (en el cono norte), etc. Esos calendarios particulares no alteran, sin embargo, el calendario civil que comienza en el mes de Enero. Ese mes de Enero fue llamado como tal por los romanos en referencia al dios Jano (de allí January en inglés), que tenía dos caras, una mirando hacia atrás y, pegada a esa misma cabeza, otra cara mirando hacia delante.
Dos calendarios
Algo semejante ocurría en el mundo antiguo. Los israelitas tuvieron, por ejemplo, un calendario lunar eclesiástico o litúrgico que comenzaba en la primavera, y otro solar o civil que comenzaba en el otoño. Siendo que los egipcios usaron un calendario solar y los babilonios un calendario lunar, en los tiempos modernos se ha estado tratando de determinar cuál de esos dos calendarios usó primero el pueblo de Israel. La conclusión es que siempre usaron los dos. “Las estaciones, los días y los años” se marcaban por el sol ya desde la creación (Gén 1:14). Los meses, en cambio, se determinaban por los estados menguantes y crecientes de la luna (Sal 104:19).Los israelitas adoptaron un calendario anual basado en 12 meses de 30 días, lo que les daba 360 días para el año. Pero hoy sabemos por datos astronómicos más rigurosos que el año contiene más de 365 días. ¿Cómo hicieron, entonces, los antiguos israelitas para coordinar el calendario luni-solar de tal manera que sus fiestas agrícola-ganaderas pudiesen caer siempre en la misma estación? Según parece, agregaban cada seis años un mes adicional, obteniendo en ese año específico 390 días. Algo semejante se hizo también en la Edad Media con el calendario Gregoriano que ajustó los minutos adicionales a los 365 días del año, agregando un día más a febrero en los años bisiestos (cada cuatro años).
El punto de partida
Alguien preguntó en qué vuelta se acuesta el perro. Nadie lo puede determinar. Lo mismo podemos preguntarnos sobre el día y el mes en que debía comenzar el año luni-solar antiguo. ¿Qué se iba a tener en cuenta para determinarlo? Ni los ciclos del sol ni los de la luna ni los de las estaciones podían ayudarnos demasiado. ¿En qué vuelta se iban a meter los antiguos para marcar un comienzo y un fin?
Tampoco para la semana de siete días se encuentra señal alguna en el cielo que determine cuándo comenzarla y cuándo terminarla. En tiempos de Napoleón se la quiso cambiar a diez días, pero el plan no duró mucho porque a todo el mundo le pareció demasiado larga. En la semana, incluso, no hay dato astronómico alguno que pueda indicar su ciclo. La única explicación la encontramos en la historia de la creación. Dios descansó el séptimo día después de haber creado el mundo en seis días, y nos ordenó que hiciéramos lo mismo para entrar en su reposo espiritual (Gén 2:1-4; Ex 20:8-11). El comienzo y el fin de la semana, pues, están basados en un hecho histórico, el de la creación.Dios marcó también el principio del calendario lunar en un hecho histórico, la liberación divina de Egipto (Ex 12:2). El primer mes de ese calendario traería a la memoria de los israelitas la ocasión gloriosa cuando Dios los sacó de la esclavitud egipcia. Por esta razón, ese calendario lunar pasó a ser también litúrgico, ya que en ese mes debían comenzar las fiestas conmemorativas de Israel (Ex 12:6,18; Lev 23:5-44). El primer mes fue llamado Abib (hebreo) o Nizán (caldeo), y equivalía en términos generales a marzo. El séptimo que concluía el calendario litúrgico fue el de Tishri, equivalente también en general a octubre.
Pero, ¿cuándo podría hacerse comenzar el año solar? ¿No debía ser, acaso, en el mismo primer mes del año lunar? Sorprendentemente encontramos que, al mismo tiempo, los israelitas tenían otro calendario que lo hacían comenzar en el séptimo mes del calendario lunar. Mientras que el calendario lunar comenzaba en primavera, el solar comenzaba en otoño y se lo conoce como calendario civil porque los reyes no hacían comenzar los años de su reinado cuando eran coronados, sino en ese mes de otoño. El año que precedía al primero del mes séptimo (primero del año solar), se lo conoce hoy como año ascensional, pues no se computaba.Por no conocer estos aspectos, los críticos de la Biblia concluyeron en los tiempos modernos que era imposible armonizar los datos ofrecidos en los libros de los Reyes y de sus Crónicas. Fue un autor adventista, Edwin R. Thiele, el primero que, hace ya medio siglo atrás, logró una armonía notable de las informaciones fechadas de esos libros, y que publicó en su libro The Mysterious Numnbers of the Hebrew Kings3 (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1983). Lo que Thiele descubrió es algo que todo el mundo sabe hoy, ya que el uso de estos dos calendarios simultáneos en Israel está corroborado no solamente por la Biblia, sino también por varios documentos arqueológicos. Entre los documentos antiguos más llamativos en este respecto, están los que fueron descubiertos a mediados del siglo pasado, conocidos como papiros de Elefantina.
Veamos un ejemplo bíblico. En Neh 1:1, Nehemías menciona la venida de Anani “en el mes de quisleu (diciembre), en el año veinte”. En Neh 2:1 narra un suceso posterior y dice: “En el mes de Nisán (marzo), en el año veinte del rey Artajerjes”. En otras palabras, el primer mes del año litúrgico-lunar sigue siendo el mismo año veinte del rey según el cómputo hecho tres meses antes. Esto lo podemos explicar sin dificultad cuando conocemos que los años de los reyes hebreos, babilónicos y persas, eran fechados a partir de Tishri (octubre) el séptimo mes litúrgico. La numeración de los meses, sin embargo, seguía siendo la misma del calendario de Nisán, el primer mes luni-litúrgico. Gracias a tales descubrimientos, se pudo también confirmar con una precisión fuera de toda duda, la fecha del comienzo de las profecías de las 70 semanas anuales y de los 2.300 días-años, de tal manera que esa fecha no pudiese ser removida.
Según el ángel Gabriel, ¿qué hecho histórico preciso marcaría el comienzo de las 70 semanas? (Dan 9:25) “ Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.”
Esta era la preocupación mayor de Daniel. Estaban cumpliéndose ya los 70 años de cautividad anunciados por el profeta Jeremías, y correspondía que los cautivos volviesen para construir su templo y su ciudad. Pero la repatriación parecía estarse demorando. Gabriel viene a asegurarle a Daniel que los cautivos van a volver, y van a reconstruir su ciudad, conforme a lo prometido. Sería a partir de entonces que se cumplirían los eventos profetizados en la visión de los 2300 años y, más definidamente, los de las 70 semanas o 490 años cortados en su parte inicial para el pueblo judío.
Tenemos que buscar ahora la fecha del decreto que permitiría la reconstrucción de Jerusalén. ¿Dónde podemos encontrarla? En la Biblia misma. El libro de Esdras da cuenta de tres decretos que los reyes medo-persas dieron para que los judíos pudiesen regresar a su tierra. Esos decretos aparecen resumidos en Esd 6:14: “Y los ancianos de los judíos edificaron y prosperaron, conforme a la profecía de los profetas Ageo y Zacarías... Edificaron y acabaron por orden del Dios de Israel, y por el mandato de Ciro, Darío y Artajerjes, reyes de Persia”.
Los dos primeros decretos tuvieron que ver con la reconstrucción del templo (Esd 1:2-4; 6:6-13), que se terminó e inauguró en el año 516 AC, exactamente 70 años después de haber sido destruido por los babilonios (2 Crón 36:21-23; Zac 1:12-16). La ciudad de Jerusalén, sin embargo, continuaba en ruinas, y se requería el tercer decreto que emitió el rey Artajerjes medio siglo después para reconstruírsela. Ese tercer decreto no podía referirse, por consiguiente, a la reconstrucción del templo, porque Esdras declara categóricamente que “la casa fue terminada... en el sexto año del reinado de Darío” (Esd 6:15). ¿Qué “edificaron y acabaron” los judíos, entonces, según el pasaje citado más arriba, por “mandato de... Artajerjes”? La ciudad de Jerusalén.
La orden anunciada por el ángel Gabriel a Daniel tendría que ver no solamente con la reconstrucción de Jerusalén, sino también con su restauración civil, jurídica y administrativa. Esto es lo que se ve en el decreto de Artajerjes que dio autoridad a Esdras no sólo sobre Jerusalén, sino también sobre las personas y el territorio fuera de Judea (Esd 7:21-22). Esa autoridad, así como el dinero que pudieron obtener según el decreto, les permitió comenzar la reconstrucción de la ciudad (Esd 4:7-16), como se ve por la carta de protesta que escribieron los que quisieron detener la obra: “Sea notorio al rey, que los judíos que partieron de ti a nosotros, vinieron a Jerusalén, y edifican la ciudad rebelde y mala. Ya han levantado las murallas y reparado los cimientos” (Esd 4:12; cf. v. 7).
Artajerjes otorgó a Esdras, además, autoridad legal y judicial para establecer cortes de juicio (Esd 7:25-26). Esto involucraba el establecimiento de lugares de juicio en las “puertas” de las murallas de la ciudad, donde los jueces se reunían para resolver los litigios que se les presentaban (véase Deut 21:19; 22:15; 25:7; Prov 31:23). En otras palabras, la autoridad legal y jurídica que Artajerjes le dio a Esdras implicaba la reconstrucción de Jerusalén y sus muros.
El decreto de Artajerjes dio lugar al segundo regreso oficial de largo alcance de los judíos, desde que los persas habían conquistado Babilonia. El primero tuvo lugar bajo Ciro (Esd 1:1-2, 7-8). Así como un decreto oficial de regreso dio lugar al inicio de la reconstrucción del templo, el segundo decreto oficial de repatriación alentó el comienzo de la reconstrucción de Jerusalén. Así como hubo un decreto inicial de Ciro para reconstruir el templo (Esd 1), que requirió una autorización adicional del rey Darío (Esd 6); así también el primer decreto de Artajerjes para restaurar y edificar la ciudad de Jerusalén sirvió para dar inicio a esa obra, y reforzarla con otra orden suplementaria posterior (Neh 2). [En Isa 44:24-27 se profetiza de Ciro que diría de Jerusalén que fuese reconstruida, en referencia más específica al templo, pero no dice que su tarea sería “restaurar” Jerusalén tal como se describe en Dan 9:25. Su decreto dio lugar, de todas maneras, a la reconstrucción futura de Jerusalén así como a su restauración jurídica que se cumplió bajo el rey Artajerjes. Pero no predice Isaías que Ciro iba a restaurar un estado político autónomo en Jerusalén].” (Citas del Dr. Alberto R. Treiyer)
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.