Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová
 
Re: APOLOS DECLARA UN dios menor OMNIPRESENTE, OMISAPIENTE, Y OMNISCIENTE

Re: APOLOS DECLARA UN dios menor OMNIPRESENTE, OMISAPIENTE, Y OMNISCIENTE

A ver, Apolos, leamos:

Efesios 3:17-19
...para que Cristo habite en vuestros corazones por medio de la fe; de modo que, siendo arraigados y fundamentados en amor,


Está diciendo usted que un dios menor, un ángel, un... solo usted sabe ya que es, habitará en cada uno de nosotros SIN SER DIOS MISMO??????...

Recuerde estas palabras de Jesús:

23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él


¿Como es posible, Apolos, que un ángel de Dios, junto a Dios mismo, more en cada uno de nosotros... y a la vez recordemos a Pablo:

Rom. 8:10 Pero si Cristo vive en ustedes, el espíritu vive porque Dios los ha hecho justos, aun cuando el cuerpo esté destinado a la muerte por causa del pecado.


Como ve, si Cristo vive en nosotros... pero atento que Pablo aun va más allá:

Gál. 2:20 y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí.


Es decir, Apolos, usted está declarando que una criatura creada por Dios, que no es Dios, es omnipresente, omnisciente... y a la vez, esta criatura de Dios, creada, vive en TODOS AQUELLOS QUE EN LA CRIATURA CREEN...

Es más, la vida ya no está en Dios, sino que Dios, siendo el único Dios viviente, HA ENTREGADO SU VIDA A UNA CRIATURA, y por medio de esta criatura TODOS VIVEN... ya no es Dios quien da la vida, ya no es Dios quien tiene la vida, ya no es Dios quien instruye, ya no es Dios quien...

Apolos... ¿aun no se casa de verter necedades?... TAN PERDIDO ESTÁ QUE NADA MÁS PUEDE QUE VERTER FALICIAS Y FALSEDADES?????...
 
"y a los mismos cielos en pureza” (Éxodo 24:10)

"y a los mismos cielos en pureza” (Éxodo 24:10)

Que curioso que Dios cree un super-angel, cuando Dios ni tan siquiera los cielos son puros a su ojos


*** it-1 pág. 477 Cielo ***
Aunque Elifaz el temanita dijo de Dios: “¡Mira! En sus santos él no tiene fe, y los cielos mismos realmente no son limpios a sus ojos”, Jehová le respondió que tanto él como sus dos compañeros ‘no habían hablado acerca de él lo que era verídico, como su siervo Job’. (Job 15:1, 15; 42:7.) Por otro lado, en Éxodo 24:10 se usan los cielos para representar la pureza.

“Y Moisés y Aarón, Nadab y Abihú, y setenta de los ancianos de Israel procedieron a subir, 10 y llegaron a ver al Dios de Israel. Y debajo de sus pies había lo que se parecía a una obra de losas de zafiro y a los mismos cielos en pureza” (Éxodo 24:9-10)
 
APOLOS NIEGA QUE DIOS SEA EL DADOR DE VIDA...

APOLOS NIEGA QUE DIOS SEA EL DADOR DE VIDA...

4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
 
Re: "y a los mismos cielos en pureza” (Éxodo 24:10)

Re: "y a los mismos cielos en pureza” (Éxodo 24:10)

*** it-1 pág. 477 Cielo ***

Ante estas falacias de unos apostatas que no son nada más allá del 1800



EL HIJO UNIGÉNITO DE DIOS


Sobre las palabras (del Símbolo): «Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre, Dios verdadero antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho». Se parte de Hebr 1,1 ss: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo...»(1).

1. Con lo que ayer os dijimos se explica suficientemente, por nuestra parte, que esperamos en Jesucristo. Pero no hay que creer en Jesucristo en un modo simple y vulgar, ni hay que aceptarlo como a uno cualquiera de los muchos que, de modo abusivo, han sido llamados «Cristos»>. Ellos eran «cristos» como tipo e imagen, pero es éste el verdadero Cristo, que no fue escogido de entre los hombres y promovido al sacerdocio, sino que recibió del Padre eterno la dignidad sacerdotal. Por eso la fe nos advierte que no pensemos que se trata de uno cualquiera de los «cristos» (ungidos) corrientes: a la confesión de fe se añade que creemos «en un solo Señor Jesucristo, hijo único de Dios».

Hijo de Dios Padre por naturaleza

2. Cuando oyes hablar del Hijo, no pienses en la adopción, sino en un Hijo por naturaleza, Hijo Unigénito que no tiene ningún otro hermano. Por eso se le llama Unigénito, porque no tiene ningún hermano en la dignidad de la deidad y en la generación paterna. Pero no le llamamos Hijo de Dios por nuestro propio impulso, sino porque el Padre mismo le dio el nombre de Hijo, y es verdadero el nombre que los padres ponen a los hijos.

Pedro, en nombre de los apóstoles, reconoce a Jesús como Hijo de Dios

3. Nuestro Señor Jesucristo se revistió en aquel entonces de la naturaleza humana, pero esto era desconocido de muchos. Cuando él, sabiendo que se ignoraba, lo quería enseñar, reuniendo a los discípulos les preguntaba: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» (Mt 16,13). No buscaba una gloria efimera,sino que deseaba decirles la verdad para que no sucediese que, estando ellos conviviendo con el Hijo unigénito de Dios, y Dios mismo, le despreciasen como a un simple hombre. Cuando ellos dicen: «... unos, que Elías; otros, que Jeremías» (16,14), es como si les respondiera: tienen excusa los que no lo saben pero vosotros, que sois apóstoles y curáis leprosos en mi nombre, expulsáis demonios y devolvéis a muertos a la vida, debéis saber quién es aquel por quien realizáis esas maravillas. Cuando todos se mostraban reticentes (pues esta realidad excedía las fuerzas humanas), Pedro, príncipe de los apóstoles y supremo predicador de la Iglesia, no utilizó palabras propias ni razonamientos humanos, sino que, inundado de luz en su mente iluminada por el Padre, le dice: «Tú eres el Cristo» (Mt 16,16), añadiendo: «El Hijo de Dios vivo» (ibid.). E inmediatamente se añade una declaración de bienaventuranza (superior a lo que el hombre puede captar), conformada con la afirmación de que era una revelación procedente del Padre. Pues dice el Salvador: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos (16,17). Así pues, quien reconoce a nuestro SeñorJesucristo como Hijo de Dios, es hecho partícipe de la bienaventuranza; pero quien niega al Hijo de Dios se hace infeliz y desgraciado3.

Hijo en todo semejante al Padre

4. Cuando se le llama Hijo, no pienses que se trata de una exageración, sino que es hijo verdaderamente, por naturaleza, sin un comienzo. No ha pasado de la servidumbre a la adopción, sino que es Hijo engendrado desde toda la eternidad, mediante un proceso de generación inescrutable e inabarcable. De un modo semejante, cuando oyes hablar de «primogénito» (cfr. Hebr 1,6), no lo entiendas al modo humano, pues los hombres tienen además otros hermanos, y en algún lugar está dicho: «Israel es mi hijo, mi primogénito» (Ex 4,22). Pero así como Rubén fue despojado de su honor de primogénito de Jacob por haberse introducido en el lecho de su padres, también Israel crucificó al Hijo arrojándolo de la viña de Dios Padre (Mt 21,39 ss)4. Y a otros la Escritura dice: «Hijos sois de Yahvé vuestro Dios» (Dt 14,1). Y, en otro lugar: «Yo había dicho: "¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!"» (Sal 82,6)6. Pone: «Dije», y no: «He engendrado». Pues ellos recibieron por la voz y la palabra de Dios la adopción que no tenían. Pero él (el Mesías) no pasó de ser una cosa a convertirse en otra, sino que desde un principio nació como Hijo del Padre existiendo antes de cualquier comienzo y antes de los siglos. Es Hijo del Padre en todo semejante a su progenitor; eterno del Padre eterno, engendrado como vida de la vida, luz de luz, verdad de la verdad, sabiduría de la sabiduría, Rey de Rey, Dios de Dios, potestad de potestad.

Generación eterna del Hijo

5. Cuando oigas el Evangelio que dice: «Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mt 1,1), entiende esto en lo referente a la carne. Pues es realmente hijo de David para siempre, pero es Hijo de Dios antes de todos los siglos y sin un principio7. Y asumió realmente lo que no tenía8, pero lo que tiene lo tiene desde la eternidad como engendrado del Padre. Tiene dos padres: uno, David, según la carne; el otro, según la divinidad, Dios Padre. Aquello que tiene de David está sometido al tiempo, puede constatarse y es un linaje que se puede detallar, pero lo que procede de la divinidad no está sometido al tiempo ni al espacio, ni tiene una ascendencia de la que se pueda dar cuenta:«De su ascendencia, ¿quién se preocupa?»9. Dios es espíritu, y lo que es espíritu se engendra espiritualmente, de modo incorpóreo sin que pueda rastrearse linaje alguno. El mismo Hijo dice del Padre: «El me ha dicho: "Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy..."» (Sal 2,7). Ese «hoy» no expresa algo reciente, sino eterno. Es un «hoy» sin tiempo, antes de todos los siglos: «... Desde el seno antes de la aurora te he engendrado» (Sal 110,3, versión clásica griega).

Creer en el Hijo de Dios

6. Cree, por tanto, en Jesucristo Hijo de Dios vivo, Hijo unigénito, según el Evangelio, que dice: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Y, a su vez: «El que cree en él (el Hijo) no es juzgado» (3,18), sino que ha «pasado de la muerte a la vida» (I Jn 3,14). Pero «el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él» (Jn 3,36), «porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios» (Jn 3,18). De él daba testimonio Juan diciendo: «Hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14). Con temor ante él decían los demonios: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo» (Mc 5,7; cf. Lc 4,34).

El Padre engendra al Hijo en la suma perfección 10

7. Por consiguiente, el Hijo de Dios lo es por naturaleza y no por adopción, engendrado por el Padre. Pero el que ama al que le engendró ama también a quien él ha engendrado. Pero quien desprecia al engendrado por él transmite su afrenta a su progenitor. Y cuando oigas hablar de que Dios engendra, no andes pensando en la generación corporal, ni pienses en una reproducción que entraña corrupción, no sea que vayas a caer en la impiedad. «Dios es espíritu» (Jn 4,24) y su generación es espiritual; pues los cuerpos, por su parte, engendran cuerpos y en la generación corporal debe haber un transcurso de tiempo.

Sin embargo, en la generación del Hijo desde el Padre no hay ningún intervalo temporal. Además, cuando se engendra algo, es engendrado como realidad imperfecta; sin embargo, el Hijo de Dios ha sido engendrado como perfecto: existiendo en la actualidad, existe desde el principio, nació sin un comienzo. De ese modo nacemos nosotros, pasando después de la ignorancia infantil al uso de razón: imperfecto es, oh hombre, tu nacimiento, aunque se produce un crecimiento mediante sucesivos añadidos. Pero en el caso que nos ocupa no pienses nada semejante ni te venga a la mente debilidad alguna del progenitor, (como si dijeses): engendró a alguien imperfecto que, pasando el tiempo, logró la perfección. Al progenitor lo acusas de debilidad al decir que lo que después fue concedido por el transcurso del tiempo no se había dado, según tu parecer, desde el principio.

8. No creas, por tanto, que se trata de una generación humana ni semejante a como Abraham engendró a Isaac. Pues Abraham no engendró a Isaac porque quisiese, sino porque alguien distinto a él se lo concedió. Cuando es Dios y Padre el que engendra, no hay en ello ignorancia ni tampoco deliberación. Y decir que no sabía lo que engendraba es una impiedad grandísima. Decir también que estaba sopesando las circunstancias y que luego comenzó a ser padre es también impiedad de la misma categoría: pues no es que Dios existiese primeramente sin hijos y que después, en un momento determinado, llegase a ser padre, sino que siempre ha tenido al Hijo. Lo engendró, no al modo como los hombres generan a los hombres, sino como lo conoció únicamente él, el que lo engendró antes de todos los siglos como Dios verdadero.

9. Al ser, pues, el verdadero Dios Padre, engendró un Hijo, Dios verdadero, semejante a él. Y no como los maestros tienen discípulos, es decir, tampoco al modo como Pablo dice a algunos: «He sido yo quien, por el Evangelio, os engendró en Cristo Jesús» (I Cor 4,15). Pues quien no era hijo por naturaleza ha llegado a serlo como discípulo. Pero en el caso que nos ocupa se trata de un hijo por naturaleza, de un verdadero hijo. Tampoco como vosotros, los que vais a ser iluminados, sois hechos ahora hijos de Dios; pues también vosotros sois hechos hijos, pero en adopción por gracia, según lo que está escrito: «A todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Ellos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios» (Jn I, 12-13)11. Y nosotros nacemos ciertamente del agua y del Espíritu (cf. Jn 3,5), pero no es así como Cristo ha nacido del Padre. Recuérdese que en el momento del bautismo la voz dijo: «Este es mi hijo» (Mt 3,17; cf. 17,5), y no: «Este ha sido hecho ahora Hijo mío». Al decir «Este es mi Hijo», declaraba que ya era Hijo antes de realizarse el bautismo.

10. El Padre no engendró al Hijo como la mente genera en los hombres la palabra. Pues en nosotros la mente es algo subsistente, pero la palabra que se pronuncia se pierde en el aire. Nosotros hemos sabido, sin embargo, que Cristo nació no simplemente como una palabra que se pronuncia, sino como Palabra subsistente y viva, no proferida y difundida con los labios, sino engendrada desde el Padre eterno de modo inefable y con una sólida subsistencia12. «En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios» (Jn 1,1), sentado a la derecha (cf. Sal 110,1). Palabra que entiende la voluntad del Padre, Palabra que todo lo construye según su beneplácito, Palabra que baja y asciende (cf. Ef 4,10)13. Pero una palabra, cuando se profiere, no baja y sube al pronunciarla, sino que se expresa diciendo: «Yo hablo lo que he visto donde mi Padre» (Jn 8,38). Es una Palabra llena de autoridad y que ejerce su dominio sobre todas las cosas, pues el Padre ha entregado todo al Hijo (cf. Jn 13,3 y Mt 11,27)14.

11. Lo engendró el Padre, pero no como alguno lo entendió, sino como él solo sabe15. Pues no nos abrevemos a explicar cómo lo ha engendrado. Sólo podemos hablar de cómo no ha sido dicha generación. Es cierto que el Hijo procede del Padre, aunque también toda la naturaleza engendrada o creada. «Pregunta a la tierra y te lo dirá» (Job 12,8 hebr.). Aunque interrogues a todas la cosas que hay sobre la tierra, no te lo podrán decir. Y es que el globo terráqueo no puede explicar quién es su modelador ni su artífice. Y no sólo la tierra lo ignora, sino que también el sol lo desconoce. Pues el sol fue creado el cuarto día sin saber qué había sido creado en los tres días anteriores. Pero quien desconoció lo que se hizo en los tres días anteriores a él, no puede evidentemente decir quien fue el autor. Tampoco lo dirá el cielo, pues éste fue puesto por Cristo, por voluntad del Padre, como si fuese una humareda. Tampoco los cielos de los cielos ni las aguas que están sobre los cielos serán quienes lo cuenten. ¿Por qué, pues, te lamentas, oh hombre, de no saber lo que los mismos cielos ignoran? Y no son sólo los cielos los que ignoran esta generación, sino que incluso no lo saben las criaturas angélicas. Si alguien -suponiendo que fuese posible- subiese all primer cielo y, al observar el lugar de los ángeles que allí habitan16, acercándose, preguntase cómo Dios ha engendrado a su Hijo, tal vez le respondería: Más arriba los hay mayores y más altos que nosotros. Pregúntales a ellos. Sube hasta el segundo y tercer cielo: alcanza, si es que puedes, hasta los tronos y dominaciones, y también los principados y las potestades. Si alguien llegara hasta allí —es imposible—, renunciarían a describirlos, puesto que ni siquiera los habrían explorado.

12. Siempre me he asombrado de la curiosidad de algunos que, opinando temerariamente de cuestiones religiosas, caen en la impiedad. Piensan que los tronos y las dominaciones, creados por Cristo, y además los principados y las potestades17 están sin descubrir, y así intentan averiguar al Creador con mayor curiosidade18. Dime en primer lugar, tú que eres muy atrevido, qué diferencia hay eritre trono y dominación. Busca entonces las cosas que atañen a Cristo. Dime qué es un «principado» y una «potestad» o qué es un «poder» y un ángel. Indaga entonces con curiosidad al Creador, pues «todo se hizo por él» (cf. Jn 1,3). Pero no quieres interrogar a los tronos y dominaciones o quizá más bien es que no puedes. Y, ¿quién hay que conozca hasta la profundidades de Dios sino el Espíritu Santo (cf. 1 Cor 2,10-11), que es el que habló en las Escrituras? Pero ni siquiera el mismo Espíritu Santo habló en las Escrituras de (I modo de) la generación del Hijo por el Padre. ¿Por qué indagas afanosamente lo que ni el mismo Espíritu Santo describió en las Escrituras? Y si ignoras lo que ha quedado escrito, ¿podrás indagar las cosas que no se han escrito? Muchas son las cuestiones de que trata la Escritura: si lo escrito no podemos abarcarlo, ¿por qué fatigarnos nuestro ánimo con lo que no está escrito? Nos es suficiente con saber que Dios engendró a un único Hijo.

13. No te dé vergüenza confesar tu ignorancia cuando en ella tienes algo de común con los ángeles19. Sólo quien engendró conoce a quien engendró, y el que por él ha sido engendrado conoce a su progenitor. Y el que ha engendrado sabe lo que ha engendrado. Y el Santo Espíritu de Dios da testimonio en la Escritura de que el engendrado es Dios sin que haya habido un comienzo. «En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1 Cor 2,11). «Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo» (Jn 5,26). Y, además, «para que todos honren al Hijo como honran al Padre» (5,23). Y: «Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere» (5,21). Y ni el que engendra queda disminuido en nada ni el engendrado carece de cosa alguna (sé que ya he hablado de estas cosas)20. Pero es por seguridad nuestra por lo que estas cosas se han repetido con frecuencia. Ni quien engendró tiene padre ni el engendrado tiene hermano. Ni el engendrador se convirtió de este modo en hijo ni el engendrado llegó a ser padre. De un solo Padre ha sido engendrado un Hijo único. No se trata de dos ingénitos ni de dos unigénitos. Sino que sólo hay un Padre ingénito (ingénito es el que no tiene Padre) y hay sólo un Hijo, engendrado eternamente por el Padre: no nacido en el tiempo, sino engendrado antes de los siglos: y que tampoco ha experimentado un crecimiento, sino que ha sido engendrado como actualmente es.

14. Creemos, por consiguiente, en el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre como Dios verdadero21. Pues un Dios verdadero no engendra un dios falso, como ya se ha dicho. Ni engendró tras haber deliberado consigo mismo, sino que lo hizo desde la eternidad de un modo mucho más rápido, como es lógico, que nuestras palabras y nuestro pensamiento. Pues nosotros, cuando hablamos en el tiempo, empleamos tiempo, pero, cuando se habla del poder divino, el acto de engendrar está fuera del tiempo. Y, como se ha dicho muy a menudo, no es que llevara al Hijo de la no existencia al ser, ni al que no era lo recibió en adopción; sino que el Padre, que existía desde la eternidad, engendró eterna e inenarrablemente a su Hijo único, que no tenía ningún otro hermano. Tampoco se trata de dos principios, sino que cabeza del Hijo es el Padre22, que es el principio único. Así pues, el Padre engendró al Hijo como Dios verdadero, llamado «Emmanuel», que, entendiéndolo bien, se traduce como «Dios con nosotros» (cf. Mt 1,23)23

15. ¿Quieres darte cuenta de que es Dios el que ha nacido del Padre y que después se ha hecho hombre? Escucha al profeta: «Este es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él. El descubrió el camino entero de la ciencia, y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su amado. Después apareció ella en la tierra, y entre los hombres convivió» (Bar 3,36-38). ¿Crees que Dios, después de la Ley de Moisés no se ha hecho hombre? Acoge también otro testimonio de la divinidad de Cristo acabado de leer: «Tu trono, oh Dios, para siempre jamás» (Sal 45,7). Y para que a propósito de estos pasajes no se pensase que con su venida en carne llegó después, como desarrollándose, a la cima de la divinidad, dice abiertamente: «Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros». ¿No ves acaso que el Mesías Dios ha sido ungido por Dios Padre?

16. ¿Quieres que se te ofrezca también un tercer testimonio de la divinidad de Cristo? Oye a Isaías que dice: «Los productos de Egipto, el comercio de Kush... vendrán a ti y tuyos serán»; y poco después: «Ante ti se postrarán y te suplicarán: "Sólo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay más dioses". De cierto que tú eres un Dios oculto, el Dios de Israel, salvador» (Is 45,14-15)24. Ves a Dios Hijo que tiene en sí mismo a Dios Padre. Sólo le falta decir lo que dijo en los Evangelios: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,11). No dice «yo soy el Padre», sino «yo estoy en el Padre y el Padre está en mí». Y, a su vez, no dijo: «Yo y el Padre soy uno», sino «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30), para que ni los separemos a uno del otro, ni hagamos mezcla de Padre e Hijo. «Uno», porque es una la dignidad de la divinidad, puesto que es Dios quien engendró a Dios. «Uno» por la prerrogativa del Reino, pues no es que sobre unas cosas reine el Padre y sobre otras el Hijo, como si éste, a semejanza de Absalón25, se alzase contra el Padre. En realidad, el Hijo reina sobre las mismas cosas sobre las que reina el Padre. Son «uno» también porque no hay disonancia alguna o separación, pues no son unos los deseos del Padre y otros los del Hijo. «Uno» porque no son unas las obras de Cristo y otras las del Padre. El ordenamiento de todas las cosas es unitario, ya que el Padre ha actuado a través del Hijo: «Pues él habló y así fue; él ordenó y fueron creados» (Sal 148,5 LXX), dice el salmista. Pero el que dice, dice a quien oye; y quien manda, manda a quien está presente.

17. El Hijo es, por tanto, verdadero Dios, teniendo en sí mismo al Padre, pero no transformado en el Padre: pues tampoco se hizo hombre el Padre, sino el Hijo—digámoslo en verdad y libremente. No padeció por nosotros el Padre, sino que el Padre envió al que padeció por nosotros. Ni tampoco digamos nunca: «Había un tiempo en el cual no existía el Hijo»26. Tampoco admitamos una filio-paternidad, sino que avancemos por el camino regio sin desviarnos a la izquierda o a la derecha. Ni, creyendo honrar al Hijo, le llamemos a éste Padre ni, pensando en tributar honor al Padre, creamos que el Hijo es una de las cosas creadas. Más bien el Padre único sea adorado a través del Hijo único, sin que se «distribuya» la adoración. Predíquese un Hijo único, sentado a la derecha del Padre antes de los siglos, que no ha recibido en el tiempo esto de sentarse con el Padre tras el sufrimiento y como resultado de una evolución, sino que lo posee desde la eternidad.

18. «El que ve al Hijo, ve al Padre»27. Pues en todo es semejante el Hijo a quien lo engendró: vida que procede de vida, luz de luz, poder de poder, Dios de Dios. En nada son diferentes las características de la divinidad en el Hijo, y quien ha sido considerado digno de ver la divinidad del Hijo ha sido llevado con ello a gozar del Padre. Este modo de hablar no es mío, sino del Hijo unigénito: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9)29. Y, para decirlo más compendiosamente, debemos evitar tanto separar como confundir: no digas nunca que el Hijo es ajeno al Padre ni aceptes a quienes dicen que el Padre es a veces Padre y a veces Hijo: son afirmaciones extrañas e impías, no testimonios de la Iglesia, pues el Padre permaneció tal aunque hubiese engendrado al Hijo sin sufrir él mismo transformación. Engendró a la Sabiduría (cf. I Cor 1,24), pero él no fue despojado de ella; engendró la fuerzan sin perder con ello su energía. Engendrando a Dios, no fue despojado de su divinidad ni nada perdió quedando disminuido o transformado, ni a su vez el engendrado carece de algo: perfecto es el que engendró y perfecto es el engendrado. Dios es quien engendró y Dios es el que ha sido engendrado, el cual es Dios de todas las cosas y llama Padre a su Dios, sin miedo de decir: «Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» (Jn 20,17).

19. Pero para que no creas que se trata de una paternidad igual tanto para el Hijo como para las demás criaturas, en las frases que siguen hizo una distinción. Pues no dijo: «Subo a nuestro Padre», de modo que se dedujese una comunidad de las creaturas con el Unigénito; sino que dice: «mi Padre y vuestro Padre». De un modo, mío, por naturaleza; y de otro modo, vuestro, por adopción. Y, a su vez: «A mi Dios y a vuestro Dios». De una forma, Padre mío por vínculo natural y como Hijo unigénito; de otra forma, vuestro como criaturas. Por consiguiente, el Hijo de Dios es verdadero Dios, engendrado de modo inefable antes de todos los siglos. Os repito a menudo todo esto para que se os grabe bien en vuestra mente. Cree ciertamente que Dios tiene un Hijo, pero no tengas mayor curiosidad en el cómo, pues si lo indagas no encontrarás respuesta. No te ensalces a ti mismo, no sea que caigas.

Entrégate simplemente a la meditación de lo que se te confía. Dime quién es en realidad el que engendró y te darás cuenta entonces de qué engendró. Si con el pensamiento no puedes abarcar la naturaleza del que engendra, no escrutes con impaciencia quién es el engendrado.

20. Para la piedad te basta saber que dijimos que Dios tiene un Hijo único: un Hijo engendrado por naturaleza, que no comenzó a existir cuando nació en Belén, sino antes de todos los siglos. Escucha, en efecto, al profeta Miqueas, que dice: «Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquél que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño» (Miq 5,1). No pongas tu atención, por tanto, en aquél que entonces nació en Belén, sino adora al que desde la eternidad ha sido engendrado por el Padre. No toleres a quien diga que el Hijo comenzó a existir en algún momento del tiempo, sino que debes reconocer que el Padre es principio sin tiempo, un principio que nada tiene que ver con un Hijo temporal, inabarcable, él por su parte sin principio: en suma el Padre30, fuente del río de la justicia, del Unigénito, a quien engendró como el sólo sabe. ¿Quieres saber que nuestro Señor Jesucristo es también rey eterno? Escúchalo otra vez cuando dice: «Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró» (Jn 8,56). Pero al endurecerse los judíos ante esto, les dijo algo todavía más duro: «Antes de que Abraham existiera, Yo Soy» (8,58). Y, a su vez, dice al Padre: «Ahora, Padre, glorifíicame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese» (Jn 17,5). Claramente lo dijo: Antes que el mundo fuese, yo tenía gloria junto a ti. Y dice a su vez: «... me has amado antes de la creación del mundo» (17, 24).

21. Creamos, por consiguiente, «en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, que nació del Padre como Dios verdadero antes de todos los siglos, y por el cual "todo se hizo" (Jn 1,3)»: «los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades, todo fue creado por él» (Col 1,16), y ninguna de las cosas creadas está sustraída a su poder. Enmudezca toda herejía que hable de diversos agentes y autores del mundo; conténgase la lengua que azota con blasfemias a Cristo Hijo de Dios; callen quienes dicen que el sol es el Cristo, pues él no es este sol brillante, sino el artífice del sol; enmudezcan quienes dicen que el mundo es obra de los ángeles, pues pretenden invadir lo que es prerrogativa del Hijo único. Tanto las cosas visibles como invisibles, los tronos y dominaciones (cf. Col 1,16), y «todo cuanto tiene nombre», todo ha sido hecho por Cristo. El Hijo reina sobre las cosas que han sido hechas por él, y no cogiendo los despojos de otros sino ejerciendo su señorío sobre sus propias obras, como dijo el evangelista Juan: «Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe» (JUn 1,3). Todo ha sido hecho por él, actuando el Padre a través del Hijo.

22. Querría aducir un ejemplo de lo que se dice, aunque sé que es un ejemplo débil. Pues, ¿cuál de las cosas visibles puede ser un ejemplo idóneo de la invisible potestad divina? Adúzcase, sin embargo, como un ejemplo débil, puesto por un débil a los débiles. Es, pongamos por caso, como si un rey que tiene un hijo que también es rey juntamente con él, y deseando fundar una ciudad, pone ante él una maqueta de la ciudad que ha de construir. El hijo, con la maqueta, llevará a su término el proyecto. Del mismo modo, cuando el Padre quiso hacer todas las cosas, el Hijo fue quien lo realizó todo en obediencia al Padre, de modo que esa obediencia preserva incólume para el Padre la libertad de su poder supremo, pero el Hijo tiene el dominio sobre las cosas que ha hecho: de ese modo ni queda rebajado el dominio del Padre sobre las cosas que ha hecho ni el Hijo obtiene poder sobre cosas hechas por otro, sino sobre las que él mismo ha fundado. Pues no fueron los ángeles quienes fundaron el mundo -de ello ya se ha hablado31-, sino el Hijo unigénito engendrado, como dijimos, antes de todos los siglos. Por él todo fue hecho, sin excluir nada de su actividad creadora. Y todo sea dicho hasta aquí por nosotros por la gracia de Cristo.

23. Volviendo ahora a la confesión de fe, concluyamos ya estas palabras. Todo lo hizo Cristo, los ángeles, los arcángeles, las dominaciones y los tronos. No es que el Padre careciese del poder suficiente para crear por sí mismo, sino que quiso que el Hijo reinase sobre las cosas que había hecho, mostrándole el ordenamiento de las cosas que habían de ser creadas. Pues dice el Unigénito tributando honor a su Padre: «El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo» (Jn 5,19). Y a su vez: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» (Jn 5,17). No existe contradicción entre las actuaciones de ambos. «Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío» (Jn 17,10), dice el Señor en el Evangelio. Esto puede conocerse con claridad, tanto desde el Antiguo como desde el Nuevo Testamento. Pues el que dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gén 1,26), es que se estaba dirigiendo a alguien que estaba a todas luces presente. Pero quien más claramente habla (en este sentido) es el salmista, que dice: «El lo dijo, y existió; él lo mandó, y fueron creados»32, como si el Padre mandase y dijese, y el Hijo todo lo ejecutase según sus deseos. Esto lo dijo, en sentido místico, también Job: «El sólo desplegó los Cielos y holló la espalda de la Mar (Job 9,8), queriendo decir con ello a los inteligentes que quien, estando aquí, caminaba sobre el mar era el que anteriormente había hecho los cielos33. Y, por su parte, el Señor dice: «¿Fuiste tú34 quien tomó la tierra como barro e hiciste un ser viviente a quien, dotado de la facultad de hablar, lo pusiste sobre la tierra?» (Job 38,14 LXX). Y, un poco más abajo: «¿Se te han mostrado las puertas de la Muerte? ¿Has visto las puertas del país de la Sombra? (38,17). Con ello declara que el que, por su bondad, descendió a los infiernos es quien desde el principio hizo al hombre del barro.

24. Cristo es, por consiguiente, Hijo unigénito de Dios y autor del mundo. Pues «en el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él» (Jn 1,10). Y «vino a su casa» (1,11), como nos enseña el Evangelio. Cristo no es autor, en unión con el Padre, sólo de las cosas que se ven, sino también de las que no se ven. Pues «en él, según el Apóstol, fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia» (Col 1,16-17). Incluso si te refieres a los siglos35, el autor de éstos, en obediencia al Padre, es también Jesucristo, pues «en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos» (Hebr 1,2). Al cual sea la gloria, el honor y el poder, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 
¿Dios está rodeado de traidores?

¿Dios está rodeado de traidores?

3) Como es que Dios crea un super-ángel, lo levanta por sobre TODA la creación, POR SOBRE TODAS las criaturas, y siendo que Dios no confía en sus siervos, y en sus ángeles notó necedad.

*** w94 1/2 pág. 29 ¿Respeta la dignidad ajena cuando da consejo? ***

Las tácticas de Satanás tienen como objetivo despojarle de su dignidad, provocar en usted sentimientos de deshonra, inutilidad y desesperación. Fíjese en cómo utilizó a un intermediario humano para provocar emociones negativas en el fiel Job. Elifaz alegó con hipocresía: “En sus siervos él [Jehová] no tiene fe, y a sus mensajeros [santos ángeles] imputa tener faltas. ¡Cuánto más a los que moran en casas de barro [humanos pecadores], cuyo fundamento está en el polvo! Los aplasta uno más rápidamente que a una polilla”. (Job 4:18, 19.) De modo que, según él, para Dios, Job no tenía más valor que una polilla. En realidad, el consejo de Elifaz y sus compañeros no solo no edificó a Job, sino que le debió privar incluso del recuerdo de tiempos mejores. A juicio de ellos, su pasado de fidelidad, la educación que dio a su familia, su relación con Dios y sus dones de misericordia no tenían ningún valor.
 
Re: "y a los mismos cielos en pureza” (Éxodo 24:10)

Re: "y a los mismos cielos en pureza” (Éxodo 24:10)

Por otro lado, en Éxodo 24:10 se usan los cielos para representar la pureza.

“Y Moisés y Aarón, Nadab y Abihú, y setenta de los ancianos de Israel procedieron a subir, 10 y llegaron a ver al Dios de Israel. Y debajo de sus pies había lo que se parecía a una obra de losas de zafiro y a los mismos cielos en pureza” (Éxodo 24:9-10)

EMPIEZAN DE NUEVO LAS FALACIAS Y MANIPULACIONES DE APOLOS

Éx. 24:10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno.

Éx. 24:10 Allí vieron al Dios de Israel: bajo sus pies había algo brillante como un piso de zafiro y claro como el mismo cielo.

10y vieron al Dios de Israel, y debajo de sus pies había como un embaldosado de zafiro, tan claro como el mismo cielo.
 
Re: ¿Dios está rodeado de traidores?

Re: ¿Dios está rodeado de traidores?

*** w94 1/2 pág. 29 ¿Respeta la dignidad ajena cuando da consejo? ***

ANTE ESTA FALACIA DE UNOS APOSTATAS DEL 1800 Y PICO:

RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN DE JESUCRISTO


Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «resucitó al tercer día y ascendió a los cielos, y está sentado a la derecha del Padre». El texto de partida es I Cor 15,1-4: «Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué... y que resucitó al tercer día según las Escrituras...»(1).

1. «Alégrate, Jerusalén y regocijaos con ella todos los que la amáis» (Is 66, 10a) pues Jesús ha resucitado. «Llenaos de alegría por ella todos los que por ella hacíais duelo»(2), al conocer los crímenes y delitos de los judíos. Pues el que fue deshonrado por ellos en estos parajes ha sido devuelto de nuevo a la vida. Y así como la conmemoración de la cruz aportó algo de tristeza, así la fausta noticia de la resurrección debe alegrar a los aquí presentes. «Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría» (Sal 30, 12); «mi boca está repleta de tu alabanza y de tu gloria todo el día» (71, 8), por causa del que, después de su resurrección, dijo; «Alegraos» (Mt 28, 9). Sé que en los días pasados los que aman a Cristo estaban tristes cuando, al terminar nuestro discurso sobre la muerte y la sepultura, y sin hacer un anuncio de la resurrección, el ánimo estaba expectante para oír lo que deseaba. Pero aquél, después de muerto, resucitó «libre entre los muertos» y como libertador de los muertos. El que ignominiosamente fue coronado en su paciencia con corona de espinas, al resucitar se ciñó con la diadema de la victoria sobre la muerte.

El modo como se procederá

2. Y al modo como hemos expuesto los testimonios relativos a su cruz, ahora mostraremos con claridad la resurrección. Partimos de lo que el apóstol dice: «...que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras» (1 Cor 15, 4). Así pues, puesto que el Apóstol nos remite a los testimonios de las Escrituras, lo mejor será examinar en qué se apoya la esperanza de nuestra salvación y comprobar, en primer lugar, si las Escrituras nos hablan con precisión del tiempo de su resurrección: si ha tenido lugar en verano o en otoño o después del invierno, o en qué lugar resucitó el Salvador, y cuál es el nombre que en los profetas, hombres admirables, se atribuye al lugar de la resurrección. O si las mujeres, que lo buscaban sin encontrarlo, de nuevo se alegraron al encontrarlo de nuevo. De este modo, al leer los evangelios, sus narraciones no se considerarán como fábulas ni como poemas épicos(3).

La previsión bíblica de la sepultura y resurrección de Jesús

3. Que Jesús fue, pues, sepultado lo oísteis abiertamente en la catequesis anterior(4). Dice Isaías; «Cuando ante la desgracia es arrebatado el justo, se va en paz» (Is 57, 1-2)(5). Pues su sepultura pacificó el cielo y la tierra(6), acercando a los pecadores a Dios. Además: «Del rostro de la iniquidad es arrebatado el justo» (Is 57, 1 LXX) y «se puso su sepultura entre los malvados» (Is 53, 9). También está la profecía de Jacob,que dice en la Escritura: «Se recuesta, se echa cual león, o cual leona, ¿quién le hará alzarse? (Gén. 49, 9b). Y es semejante este testimonio del libro de los Números: «Se agacha, se acuesta, como león, como leona, ¿quién le hará levantar?» (Núm 24, 9)(7). Y a menudo oísteis el salmo, que dice: «Tú me sumes en el polvo de la muerte» (22, 16). Y también hemos mencionado «Reparad en la peña de donde fuisteis tallados» (Is 51, 1) refiriéndonos al lugar(8). Después relacionamos los testimonios de la misma resurrección.

La resurrección en Sal 16 (Hech. 2,25 as) y Sal 30

4. En primer lugar, pues, en el Salmo 12 dice: «por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahvé» (12, 6). Pero este testimonio es para algunos todavía dudoso, pues a menudo se levanta airado para tomar venganza de los enemigos (cf. 7, 7). Acércate entonces al Salmo 16, que claramente dice: «Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio» (16, 1). Y, más abajo: «yo jamás derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis labios» (16, 4), puesto que, renegando de mí, hicieron del César su rey(9). Y, más abajo: «Pongo a Yahvé ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo» (16, 8). Y, a continuación: «Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan». Y después: «Pues no has de abandonar mi alma al sheol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa» (16, 9a. 10)(10). No ha dicho «ni dejarás a tu amigo ver la muerte», pues en ese caso no habría muerto, sino «la corrupción»(11), puesto que no permaneceré en la muerte. «Me enseñarás el camino de la vida» (16, 11): claramente se anuncia la vida después de la muerte. Ven ahora al Salmo 30: «Yo te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos» (Sal 30, 1). ¿Qué ha sucedido? ¿Has sido liberado de los enemigos o has sido soltado para que te golpeasen? Lo dice con toda claridad: «Tú has sacado, Yahvé, mi alma del sheol» (Sal 30, 4). Decía proféticamente: «No dejarás...» (cf. 16, 9-10). Pero aquí, hablando del futuro como cosa ya realizada, dice: «...has sacado mi alma... me has recobrado de entre los que bajan a la fosa» (30, 4). ¿En qué tiempo sucederá esto?: «Por la tarde, visita de lágrimas y, por la mañana, gritos de alborozo» (30, 6). Por la tarde estaban de luto los discípulos, y por la mañana se alegraron de la resurrección.

El lugar de la resurrección

5. ¿Quieres conocer también el lugar? Es en el Cantar de los Cantares donde dice: «Al nogueral había yo bajado» (Cant 6, 11). «En el lugar donde había sido crucificado había un huerto» (Jn 19, 41). Y aunque ahora, gracias a la generosidad del emperador, se encuentra magníficamente embellecido(12), antes era sólo un huerto del que quedan sus vestigios y restos. «Huerto, cerrado, fuente sellada» (Cant 4, 12), precisamente por los judíos, que dijeron: «Recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré". Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro...» (Mt 27, 63-64). Y poco después: «Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia» (27, 66). A ellos se les dice hermosamente: «Lo(s) juzgarás en el descanso» Job 7,18 LXX). Pero ¿quién es la «fuente sellada» (Cant 4, 12) o la «fuente de los huertos, pozo de aguas vivas» (4, 15)? Es el Salvador, del cual está escrito: «En ti está la fuente de la vida» (Sal 36, 9).

La resurrección de Cristo como «testimonio»

6. ¿Y qué es lo que sofonías dice a los discípulos acerca de la persona de Cristo? «Dispónte, levántate de mañana, pues su racimo se ha podrido» (Sof 3, 7 LXX). Se trata del de los judíos, en los que no queda uva ni racimo de salvación, pues se ha arrancado su viña. Mira cómo habla a los discípulos: «Prepárate, levántate temprano. Espera de mañana la resurrección». Y después, según lo que sigue y el tenor mismo de la Escritura, dice: «Por eso, esperadme —dice el Señor— hasta el día de mi resurrección como testimonio» (Sof 3, 8 LXX). Ves también que el profeta previó el lugar del testimonio, que había de llamarse «martyrion»(13). Pues ¿por qué razón este lugar del Gólgota y de la resurrección no se llama «iglesia» como los demás, sino «Martyrion»? Es tal vez a causa de lo que dijo el profeta: «el día de mi resurrección como testimonio».

También los hijos de Dios dispersos aceptarán la resurrección y sus señales

7. ¿Quién es el que resucita y cuáles son sus signos? Lo dice con evidencia continuando el mismo texto profético? «Convertiré entonces la lengua de los pueblos» (Sof 3, 9) como quiera que después de la resurrección tras el envío del Espíritu Santo, se dio el don de lenguas (Hech 2, 4), «para que invoquen todos el nombre de Yahvé y le sirvan bajo un mismo yugo» (Sof 3, 9). ¿Y qué otro símbolo se añade, en el mismo profeta, de que servirán al Señor «bajo un mismo yugo?» «Desde allende los ríos de Etiopía, mis suplicantes, mi Dispersión, me traerán mi ofrenda» (3, 10). Ves que eso está escrito en los Hechos cuando el eunuco etíope llega desde los confines de los ríos de Etiopía (Hech 8, 27). Las Escrituras señalan, por tanto, el momento y las circunstancias de tiempo y lugar, además de los signos que siguieron a la resurrección. Ten, pues, una fe firme en la resurrección y que nadie te aparte de confesar a Cristo resucitado de entre los muertos.

Valor profético de Sal 88

8. Recibe también otro testimonio del salmo 88, cuando es Cristo el que proféticamente dicen: «Yahvé Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche» (Sal 88, 2) y, poco después: «Soy como un hombre acabado: relegado entre los muertos» (88, 5). No dice «soy un hombre acabado», sino «como un hombre acabado»: no ha sido crucificado porque le falten fuerzas, sino voluntariarnente. Ni tampoco le llegó la muerte por una debilidad involuntaria. «Me has echado en lo profundo de la fosa» (v. 7). Y, ¿cuál fue la señal de esto?: «Has alejado de mí a mis conocidos»(14). De hecho, huyeron sus discípulos (Mt 26, 56). «¿Acaso para los muertos haces maravillas?» (Sal 88, 11). Y, poco después: «Mas yo grito hacia ti, Yahvé, de madrugada va a tu encuentro mi oración» (v. 14). ¿Es que no ves cómo también se aclaran las circunstancias de tiempo tanto de la pasión como de la resurrección?

El lugar te la resurrección, en la parte exterior de la ciudad

9. ¿Pero desde qué lugar resucitó El Salvador? Dice en el Cantar de los Cantares: «Levántate, amada mía, hermosa mía y vente» (Cant 2, 10). Y en lo que sigue: «En la grieta de la roca» (2, 14). Habla de la grieta de la roca, la entrada que entonces había antes de la puerta del sepulcro del Salvador(15) y que estaba excavada en la misma roca, como suele hacerse en las entradas de los sepulcros. Ya no se puede ver actualmente porque, al colocar toda la ornamentación actual, se suprimió aquel abrigo. Anteriormente a la actual estructura del monumento, de magnificiencia regia, había una cavidad antes de la roca. Pero ¿dónde está la roca en la que se encontraba esa cavidad? ¿Está tal vez en medio de la ciudad o próxima a las murallas y a los extremos? ¿O en las antiguas murallas o en los antemurales? Pues dice en el Cantar de los Cantares: «En la cavidad de la roca junto al muro exterior» (Cant 2, 14 LXX).

Tuvo lugar en el tiempo de la Pascua

10. ¿En qué época resucitó el Salvador? ¿En la estación de verano o en otra? También en el Cantar de los cantares, muy próximo a lo que se acaba de citar, dice: «Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. Aparecen las flores en la tierra, el tiempo de la poda ha llegado» (Cant 2, 11-12a LXX). ¿Es que la tierra está ahora llena de flores y se podan las viñas? Te das cuenta de cómo dijo que el invierno había pasado. Pues cuando llega el mes Xántico(16), inmediatamente viene la primavera. Pero en esta época cae el primer mes del calendario hebreo y en él se celebra la fiesta de la Pascua, que antes era en imagen y en figura, y ahora es la verdadera. Esta es la época de la creación, pues es entonces cuando dijo Dios: «produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra» (Gén I, I I ). Y ahora, como ves, germina ya toda clase de hierba. Y del mismo modo que cuando entonces hizo Dios el sol y la luna, distribuyó entre ambos el curso de los días y las noches, así pocos días antes era el tiempo del equinoccio. Y entonces dijo Dios: «hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra» (Gén 1, 26). Y realmente lo que recibió fue a imagen y semejanza de Dios, pero lo oscureció y entenebreció por la desobediencia. Pero en el mismo momento en que sufrió esta pérdida, tuvo también lugar la reparación. Después de ser creado el hombre, fue expulsado del paraíso por su desobediencia, pero en el mismo momento el que creyó fue introducido en él por la obediencia(17). La salvación fue a la vez que la caída. Cuando «aparecen las flores... y el tiempo de la poda ha llegado» (cf. Cant 2, 12 LXX).

Sepultado después de muerto, se aparece Jesús a los discípulos

11. El lugar de la sepultura era un huerto, y había plantada una vid. El había dicho: «Yo soy la vid» (Jn 15, 1). Está colocada en la tierra para que quedase erradicada la maldición que se introdujo por causa de Adán. La tierra estaba condenada a producir espinas y abrojos. Pero de la tierra se alzó la vid verdadera para que se cumpliese lo dicho: «La verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la justicia (Sal 85, 12). ¿Y que habrá de decir el que está sepultado en el huerto?: «He tomado mi mirra con mi bálsamo» (Cant 5, 1). Y también: «Mirra y áloe, con los mejores bálsamos» (4, 14). Pero estos son los símbolos de la sepultura, y en los Evangelios se dice: «Fueron (las mujeres) al sepulcro llevando los aromas que habían preparado» (Lc 24, 1). «Fue también Nicodemo... con una mezcla de mirra y áloe» (n 19, 39). Y también se dicen a continuación: «He comido mi pan con mi miel» (Cant 5, 1 LXX). Lo amargo, antes de la pasión, y lo dulce después de la resurrección. Después, vuelto a la vida, entró por unas puertas que estaban cerradas (Juan 20, 19). Pero se resistían a creer, pues creían ver un espíritu (Lc 24, 37). Pero él les dijo: «Palpadme y ved» (Lc 24, 39; cf. 37-41). «Meted los dedos en el agujero de los clavos» como exigía Tomás (Jn 20,24-29). Y «como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer?" Ellos le ofrecieron parte de un pez asado» (Lc 24, 41-42). Ahí se ve cómo se ha cumplido lo que se ha dicho: «He comido mi pan con mi miel».

Las mujeres, rápidas al sepulcro

12. Pero antes de entrar por las puertas cerradas, lo estaban buscando a él, esposo y médico de las almas, aquellas mujeres buenísimas y dotadas de una fortaleza viril. Llegaron aquellas bienaventuradas al sepulcro y buscaban al que ya había resucitado (cf. Mt 28, 1-6). Las lágrimas les brotaban de los ojos cuando en realidad era ya momento de alegrarse y de cantar a coro por el resucitado. Vino María buscándolo, como está en el Evangelio (Jn 20, 1 ss) y no lo encontró; lo oyó después de boca de los ángeles y finalmente vio a Cristo (20, 11-18) . ¿Acaso no constaban ya estas cosas por escrito? Pues se dice en el Cantar de los Cantares: «En mi lecho he buscado al amor de mi alma». Pero ¿en qué momento?: «En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma»(18). María, dice, llegó «cuando todavía estaba oscuro» (Jn. 20, 1). «En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma. Lo busqué y no lo hallé» (Cant 3, 1). Y en los evangelios es también María la que dice: «Se han llevado a mi Señor, y no se dónde lo han puesto» (Jn 20, 13). Pero los ángeles presentes deshicieron esta ignorancia diciendo: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» (Lc 24, 5). No resucitó solo, sino llevando consigo a otros muertos. Pero ella no lo sabía. En referencia a ella cuando se dirige a los ángeles, dice el Cantar de los Cantares: «"Habéis visto al amor de mi alma?». Apenas habíamos pasado —es decir, a los dos ángeles—, cuando encontré al amor de mi alma. Lo aprehendí y no lo soltaré» (3, 3-4).

Aparición a las mujeres

13. Después de la visión de los ángeles fue Jesús el que se anunció a sí mismo. Dice el Evangelio: «En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: '¡Dios os guarde!'. Y ellas, acercándose, se asieron a sus pies» (Mt 28, 9). Lo asieron para que se cumpliese aquello: «Lo aprehendí y no lo soltaré» (Cant 3, 4). La mujer era de cuerpo débil, pero de ánimo viril. Las aguas no apagaron el amor ni lo anegaron los ríos (cf. Cant 8, 7). Al que se buscaba estaba muerto, pero no se había apagado la esperanza de la resurrección. Y el ángel les dijo de nuevo: «Vosotras no temáis» (Mt 28, 5). No digo que no temáis a los soldados, sino que no estéis temerosas. Sientan ellos temor, para que, instruidos por la experiencia, den testimonio y digan: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios» (Mt 27, 54). Pero vosotros no debéis temer, pues «el amor perfecto expulsa el temor» (I Jn 4, 18) . «Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos», etc. (Mt 28, 7). «Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo» (28, 8). ¿También esto está escrito? Dice, en efecto, el salmo segundo, enunciando la pasión de Cristo: «Servid a Yahvé con temor y regocijaos en estremecimiento ante él» (Sal 2, 11 LXX). «Regocijaos», por el Señor que ha resucitado, pero «en estremecimiento» por causa del terremoto y del ángel que apareció con el fulgor de un relámpago.

Jesús resucita, aunque el sepulcro estaba sellado y vigilado

14. Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sellaron el sepulcro tras advertírselo a Pilatos, pero las mujeres vieron al Resucitado. E Isaías, que conocía, por una parte, la futilidad de los sumos sacerdotes y, de otro lado, la fortaleza de fe de las mujeres, dice: «Mujeres, que venís de la visión, daos prisa, pues no hay un pueblo que tenga inteligencia» (Is 27, 11 LXX). Los sumos sacerdotes están desprovistos de inteligencia, y las mujeres están mirando con sus mismos ojos(19). Y cuando fueron a aquellos los soldados comunicándoles todo lo que había sucedido (Mt 28, 11), les advirtieron: «Decid: "Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos"» (28, 13). Correctamente lo predijo esto también Isaías hablando como por ellos: «Habladnos cosas halagüeñas, contemplad ilusiones» (Is 30, 11). Pero él ha resucitado y se ha alzado, mas ellos con donativos en dinero sobornan a los soldados (28, 15). Pero los soldados no necesitan convencer ahora a los actuales emperadores. Pues los soldados de entonces traicionaron a la verdad con dinero, pero los actuales emperadores edificaron esta santa Iglesia de la Resurrección de Dios Salvador, en la cual estamos y a la que embellecieron con plata y oro, ornamentándola a base de altares también con oro, plata y piedras preciosas. «Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicación» (Mt 28, 14). A él le persuadieron, pero no al mundo entero. ¿Y cómo es que, al salir Pedro de la cárcel, fueron condenados sus guardianes (Hech 12, 19), mientras que no sufrieron castigo los que custodiaban a Jesús? En realidad, la pena a aquellos les fue impuesta por Herodes, pues no tenían excusa por ignorancia, pero estos otros, que supieron la verdad y la ocultaron por dinero, fueron respetados por los sumos sacerdotes (cf. Mt 28, 15). Unos pocos judíos creyeron entonces la fábula, pero en la verdad creyó el orbe entero. Los que ocultaron la verdad quedaron sepultados en el olvido, pero los que la acogieron aparecieron a la luz pública movidos por la fuerza del Salvador. Este no sólo se alzó de entre los muertos, sino que llevó consigo también a otros muertos, de cuya persona dice claramente el profeta Oseas: «Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos» (Os 6, 2)(20).

Los apóstoles, testigos de la resurrección, son también hebreos

15. Al no convencer las Sagradas Escrituras a los judíos, que no obedecen, y al contradecir ellos mismos la resurrección de Jesús, lo mejor sería hablarles así: ¿Por qué, mientras afirmáis que Eliseo y Elías han resucitado a muertos (cf. 2 Re 4, 20 se; 1 Re 17, 17-24) os obcecáis en contra de la resurrección de nuestro Salvador? ¿O es que a los que actualmente vivimos no nos valen los testigos de entonces? Buscad, pues, vosotros testigos de aquella época(21). Si lo de aquella época está escrito, también esto está escrito. ¿Por qué aceptáis una de las cosas y rechazáis la otra? los hebreos pusieron por escrito aquellos hechos anteriores. Pero todos los apóstoles fueron también hebreos. ¿Por qué, si son judíos, no les creéis? Mateo, al escribir su evangelio, lo hizo en lengua hebrea(22). Pablo, el predicador era «hebreo e hijo de hebreos» (Flp 3, 5). Y los doce apóstoles eran todos hebreos. Posteriormente, los quince obispos de Jerusalén han sido, en sucesión ininterrumpida, también todos hebreos. ¿Por qué razón, pues, mientras admitís lo vuestro, creéis que se ha de rechazar lo nuestro, que ha sido puesto por escrito por hebreos de vuestra raza?

La resurrección de Jesús es mayor milagro que las obradas por Ellas y Eliseo

16. Pero es imposible, dirá alguno, resucitar muertos. Pero Eliseo obró una y otra vez resurrecciones, tanto estando en vida (2 Re 4, 20 ss) como después de su muerte (2 Re 13, 21). Si creemos que un cadáver arrojado al suelo resucitó al contacto con Eliseo, que yacía allí muerto ¿no resucitó Cristo de entre los muertos? Además, resucitó aquel que estaba muerto y tocó a Eliseo, pero el que lo hizo alzarse permaneció, sin embargo, muerto, como ya estaba antes. Pero el muerto del que nosotros hablamos resucitó y resucitaron otros muchos muertos que a él ni siquiera le habían tocado: «Muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él, entraron en la Ciudad Santa —claramente se trata de la ciudad en la que estamos(23)— y se aparecieron a muchos» (Mt 27, 52-53). Eliseo hizo ciertamente resucitar a un muerto, pero no consiguió dominar el orbe; Elías resucitó a un muerto, pero los demonios no se sometieron en nombre de Elías. Sin embargo, no hacemos de menos a los profetas, sino que celebramos con mayor magnificencia a quien es Señor de ellos. En realidad, no ensalzamos lo nuestro empequeñeciendo aquello, pues también aquello es nuestro. Más bien conciliamos la fe en lo nuestro con las cosas de ellos(24).

Jonás, imagen de la muerte y resurrección de Jesús

17. Pero dicen insistentemente: Es un muerto recientemente difunto que ha sido resucitado por un vivo, pero mostradnos que es posible que resucite un muerto de tres días y que sea llamado de nuevo a la vida un hombre que esté ya tres días sepultado. Pero, si buscamos una tal prueba, nos la suministra el Señor Jesús en los evangelios al decir: «Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches» (Mt 12, 40; cf.Jon 2, 1). Y cuando indagamos con cuidado la historia de Jonás, es grande la semejanza con lo nuestro. Jesús fue enviado a predicar la conversión: también Jonás (1, 2 es) fue enviado (a lo mismo). Pero éste, al no saber el futuro, huye: aquél, en cambio, accedió a anunciar la penitencia de salvación. Jonás dormía en la nave, y lo hacía profundamente (1, 5) mientras el mar estaba encrespado por la tempestad: también, cuando Jesús se encontraba durmiendo, se encrespó el mar por determinados designios (Mt 8,2 4-25), para que después se reconociese el poder del que estaba durmiendo (8, 27). Aquellos decían: «¿Qué haces aquí dormido? ¡Levántate e invoca a tu Dios! Quizás Dios se preocupe de nosotros y no perezcamos» (Jon 1, 6). Y aquí dicen al Señor: «¡Señor, sálvanos!» (Mt 8, 25). Allí decían: «¡Invoca a tu Dios!». Y aquí; «¡sálvanos!». Aquél dice: «Agarradme y tiradme al mar, y el mar se os calmará» (Jn 1, 12). Este, «increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8, 26). Aquél fue a parar al vientre de la ballena (Jon 2, 1), pero éste descendió por su propia voluntad al lugar donde la muerte tragaba a los hombres. Descendió voluntariamente para que la muerte vomitase a aquellos que se había tragado, según aquello que está escrito: «De la garra del sheol los libraré, de la muerte los rescataré» (Os 13, 14).

18. Llegados a esta parte del discurso, consideremos si es más difícil que un hombre sepultado salga del suelo. ¿O acaso no se deshace y se corrompe un hombre en el vientre de un cetáceo, tragado en las vísceras cálidas de un ser vivo? ¿Quién ignora que es tanto el calor que hay en el vientre que deshace incluso los huesos que se devoran? Y Jonás, tras habitar tres días y otras tantas noches en el vientre de la ballena, ¿no estaría corrompido y deshecho? Siendo idéntica la naturaleza de todos los hombres, y no pudiendo vivir sin respirar el aire, ¿cómo pudo vivir tres días sin él? Responden los judíos y dicen: Juntamente con Jonás, cuando se agitaba en el sheol, descendió el poder de Dios. Dios daba así vida a su siervo otorgándole su poder. ¿Y no podía Dios darse ese poder a sí mismo? Si aquello era creíble, también esto lo es; y si esto no se puede creer, tampoco aquello. A mí ambas cosas me parecen igualmente creíbles. Creo que Jonás fue protegido, pues «para Dios todo es posible» (Mt 19, 26). También creo que Cristo resucitó de entre los muertos. Tengo múltiples testimonios de esta realidad, tanto de las Sagradas Escrituras como del mismo Resucitado, todos válidos hasta el día de hoy: el que descendió a los infiernos solo volvió acompañado de muchos(25), pues descendió a la muerte y muchos cuerpos de los santos que habían muerto fueron resucitados por él (Mt 27, 52).

En el abismo, la victoria sobre la muerte

19. La muerte quedó aterrorizada al ver que descendía al infierno alguien distinto que no estaba sujeto por las cadenas de este lugar (cf. Hech 2, 24). ¿Por qué razón, guardianes del infierno, os llenasteis de pavor al verlo? (cf. Job 38, 17 LXX). ¿Os invadió un temor descarado? Huyó la muerte y esa fuga delataba su temor. Acudieron los santos profetas. Moisés el legislador, Abraham, Isaac y Jacob, David y Samuel, Isaías y Juan Bautista, que dice y testifica: «¿Eres tu el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Mt 11, 3). Han sido redimidos todos los santos que la muerte se había tragado. Lo que debía ser es que el Rey que había sido predicado fuese en realidad el libertador de los mejores augurios. Por eso ha dicho alguno entre los justos: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (1 Cor 15, 55). Es el autor de la victoria el que nos ha liberado(26).

Más datos sobre Jonás como imagen de Cristo muerto y resucitado

20. Jonás fue figura de este nuestro Salvador orando desde el vientre del cetáceo diciendo: «Desde mi angutia clamé a Yahvé y él me respondió: desde el seno del sheol grité, y tu oíste mi voz» (Jan 2, 3). Estaba en el interior de la ballena, pero dice que estaba en el infierno: era figura de Cristo, que en su momento habría de descender a los infiernos(27). Y poco después, hablando proféticamente con toda claridad acerca de la persona de Cristo, dice; «A las raíces de los montes descendí» (2, 7). ¿De qué montes hablas si estás en el vientre de la ballena? Es que sé -dice- que soy imagen de aquél que será colocado en el sepulcro excavado en piedra. Cuando Jonás se encontraba en el mar, dice: «Descendí a la tierra» (2, 7 LXX), siendo así imagen de Cristo, que descendió hasta las entrañas de la tierra (Mt 12, 39-40)(28). Previó también el fraude de los judíos induciendo a los soldados a mentir y diciéndoles: «Decid que lo robaron» (cf. Mt 28, 13). Lo previó diciendo: «Observando cosas vanas y falsas, abandonan la misericordia para con ellos» (Jan 2, 9, mejor LXX). De hecho, vino quien se compadecía de ellos, y fue crucificado y resucitó tras haber dado el don de su preciosa sangre en favor de judíos y gentiles. Ellos, sin embargo, dicen: «Decid que lo robaron», haciendo así observancia de cosas vanas y de falsedadess. De su resurrección dice también Isaías: «El que sacó de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, en la sangre de una alianza eterna» (Is 63, 11)(29). Añadió lo de «grande» para que no fuese contado entre los pastores de la categoría de los anteriores.

Las apariciones del Resucitado

21. Con todos estos datos proféticos, despiértese en nosotros la fe. Caigan los que caen por infidelidad según su capricho. Tú, en cambio, te has mantenido firme sobre la roca de la fe en la resurrección: que ningún hereje te arrastre nunca a infamar la resurrección. Pues, hasta el día de hoy, los maniqueos dicen que la resurrección del Salvador fue simulada y no verdadera. Tenemos, además, a Pablo, que escribe(30): «Nacido del linaje de David según la carne» (Rm 1, 3); y continúa: «...por su resurrección de entre los muertos» (1, 4)(31). Y, por otra parte, dirige contra ellos sus palabras diciendo: «No digas en tu corazón "¿quién subirá al cielo?" es decir: para hacer bajar a Cristo; o bien: "¿quien bajará al abismo?", es decir: para hacer subir a Cristo de entre los muertos» (Rm 10, 6-7). Igualmente, en otro lugar, previniéndonos, escribe: «Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos» (2 Tim 2, 8). Y también: «Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe. Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó» (1 Cor 15, 14-15). Y, en lo que sigue dice: «¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron» (15, 20). «Se apareció a Cefas y luego a los Doce» (15, 5)(32). Si no aceptas la fe de uno sólo, tienes ahí doce testigos. «Después se aparecidas a más de quinientos hermanos a la vez» (15, 6). Si a aquellos doce tampoco les creían, que hagan caso a estos quinientos. «Luego se apareció a Santiago» (15, 7), su hermano(33), primer obispo de esta parroquia(34). Si este obispo tan importante vio a Jesucristo resucitado, no reniegues de la fe tú que eres discípulo suyo. Pero si dices que Santiago dio testimonio por ser hermano suyo, «en último término se me apareció también a mí» (15, 8), Pablo, su enemigo. ¿Cómo poner en duda el testimonio de uno que ha sido su enemigo y ahora lo anuncia? Antes fui perseguidor (cf. I Tim 1, 13) y ahora anuncio la resurrección.

Personas y objetos materiales, testigos de la resurrección

22. Muchos son los testigos de la resurrección del Salvador. Era la noche y había luna llena, la decimosexta noche(35). La roca del sepulcro que acogió a Cristo y la piedra que resistió en su cara a los judíos: esa piedra vio al Señor, la piedra que fue removida de su sitio (Mt 28, 2), ella da testimonio de la resurrección estando allí tirada hasta el día de hoy. Los ángeles de Dios, allí presentes, dieron testimonio de la resurrección del Unigénito (Lc 24, 4 ss). Pedro y Juan, Tomás y todos los demás apóstoles, algunos de los cuales corrieron hasta el sepulcro (Jn 20, 4) y vieron los lienzos de la sepultura en los que había estado envuelto y que habían quedado allí después de la resurrección (20, 6-7). Otros tocaron sus manos y sus pies y contemplaron las señales de los clavos (20, 27). Y todos recibieron a la vez el soplo del Salvador y la potestad de perdonar los pecados en virtud del Espíritu Santo (20, 22-23). Las mujeres que se asieron a sus pies observaron la magnitud del terremoto y el fulgor del ángel que allí estaba (28, 2-5), así como los lienzos que le envolvían y que, al resucitar, abandonó allí. Son testigos también los soldados y el dinero que se les dio (Mt 28, 15), el lugar, que todavía puede verse, y el santo edificio de esta Iglesia, edificada, por amor a Cristo, por el emperador Constantino, de feliz memoria, y que, como ves, está tan embellecida.

Otros testimonios de la resurrección y la ascensión

23. También la que fue resucitada en su nombre, Tabita, es testigo de la resurrección (cf. Hech 9, 40). Pues, ¿quién dejará de creer en la resurrección de Cristo, cuando su mismo nombre hizo resucitar a muertos? También el mar, como ya oíste(36), es testigo de la resurrección de Jesús. Testigos son la captura de los peces, las brasas encendidas y las viandas preparadas (Jn 21,6.9). También da testimonio Pedro, que antes le había negado tres veces, pero después le confesó otras tres veces, recibiendo el encargo de apacentar las ovejas espirituales (21, 15-17). Hasta el día de hoy existe el Monte de los Olivos, que muestra a los ojos de los fieles quién es el que ascendió sobre la nube y que es la puerta de la ascensión a los cielos. En Belén había descendido de los cielos, pero ascendió a los cielos desde el monte de los Olivos. Desde allí vino hasta los hombres para entablar su combate y es aquí donde es coronado tras su lucha. Tienes, pues, numerosos testigos, tienes este mismo lugar de la resurrección y tienes el lugar de la ascensión, situado, desde nuestra posición, al Oriente. Tienes como testigos a los ángeles que allí testificaron y a la nube que se elevó. Y asimismo a los discípulos que desde allí bajaron (cf. Hech 1, 9.12).

La ascensión(37)

24. El ordenamiento de la doctrina de la fe ya nos advertía de que habláramos también sobre la ascensión, pero la gracia de Dios dispuso las cosas de manera que ayer, que era domingo, oyeses, en la medida de nuestras fuerzas, hablar de esto. Fue porque, por gracia de Dios, las lecturas de la reunión litúrgica contenían lo referente a la ascensión de nuestro Salvador a los cielos. Lo que dijimos fue de cara a todas las personas y por causa de la multitud de fieles reunidos. Pero, sobre todo, ayer hablamos de esto pensando en ti. Queremos ver ahora si atendiste a lo que se dijo. Pues sabes que la fe enseña que creas en aquel «que resucitó al tercer día, y ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre». Creo que recordarás lo que expusimos, aunque, sin demasiada insistencia, te haré memoria de lo que dijimos. Acuérdate de que en los Salmos está escrito claramente; «Sube Dios entre aclamaciones» (Sal 47, 6). Las Potestades divinas clamaban unas a otras: «Puertas, levantad vuestros dinteles» (Sal 24, 7), etc. Téngase en la mente el otro salmo: «Tú has subido a la altura, conduciendo cautivos» (Sal 68, 19)(38). Y acuérdate del profeta, que dice: «El que edifica en los cielos sus aletas moradas» (Am 9,ó). Y todas las demás cosas que ayer se dijeron a causa de las contradicciones de los judíos.

Argumentos a favor de la posibilidad de la Ascensión

25. Pues cuando se han opuesto, juzgándola imposible, a la ascensión del Salvador, acuérdate de lo que se dice de la traslación de Habacuc (Dan 14, 33-39). Pues si Habacuc fue transportado por el ángel cogiéndolo por los pelos de la cabeza, mucho más el Señor de los profetas y de los ángeles, subiendo en una nube desde el Monte de los Olivos, pudo preparar su ida a los cielos y por su propio poder. Retén también en tu mente otras cosas semejantes, teniendo en cuenta que la grandeza es del Señor, que hace tales maravillas: aquellos eran llevados y éste es el que «todo lo sostiene» (cf. Hebr 1, 3). Recuerdas que Henoc fue trasladado (Gén 5, 24), pera Jesús ascendió. Recuerda las cosas que ayer se dijeron de Elías: que Elías fue tomado en un carro de fuego (2 Re 2, 11), pero el carro de Cristo fueron «los carros de Dios, por millares de miríadas»; y que Elías fue tomado al Este del Jordán (2, 1 1, 14-15) mientras que Cristo ascendió al Este del torrente Cedrón; que aquél ascendió «como hacia el cielo» (2 Re 2, 11 LXX) pero Jesús lo hizo «al cielo»; y que el primero había dicho a su discípulo que le daría dos partes de su espíritu(39), pero Cristo ha concedido a sus discípulos una participación tan grande en la gracia del Espíritu Santo que no lo posean sólo para ellos, sino que también por la imposición de las manos lo otorguen a los que creen en él (Hech 8, 14-17).

La gloria supereminente de Cristo

26. Cuando hayas luchado contra los judíos y los hayas vencido con estas comparaciones, acércate entonces a la supereminente gloria del Salvador: mientras ellos son siervos, él es Hijo de Dios. Verás cuánto sobresale él al pensar que el Siervo de Cristo(40) fue llevado hasta el tercer cielo. Pues si Elías llegó hasta el primer cielo y Pablo hasta el tercero (2 Cor 12, 2)(41), es evidente que este último consiguió una mayor dignidad. No te avergüences de tus apóstoles. No son menos dignos que Moisés ni inferiores a los profetas, sino que son buenos con los buenos y mejores que los buenos. Pues Elías fue verdaderamente tomado al cielo, pero Pedro tiene las llaves del reino de los cielos después de oír aquello: «Todo lo que desatares sobre la tierra, quedará desatado en los cielos» (Mt 16, 19). Elías fue llevado al cielo, pero Pablo al cielo y al paraíso (era bueno que los discípulos de Jesús recibiesen una gracia más abundante): «Oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar (2 Cor 12, 4). Pero Pablo descendió de nuevo, y no porque fuese indigno de habitar en el tercer cielo, sino —tras recibir unos dones que superan la condición humana— abandonando aquel honor y tras anunciar a Cristo, para sufrir la muerte por él y conseguir la corona del martirio. El resto de esta argumentación, que ayer sostuve en la asamblea dominical, lo he pasado ahora por alto, pues para unos oyentes con inteligencia basta esta sola mención.

El Hijo está sentado desde la eternidad junto al Padre

27. Acuérdate también de las cosas que muchas veces he dicho sobre el Hijo sentado a la derecha del Padre. Es lo que se contiene en la secuencia de las afirmaciones de la fe: «ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre». No nos preguntemos tanto por la «razón» de este estar sentado, pues supera nuestra inteligencia. Ni nos apoyemos en aquellos que perversamente sostienen que, después de la cruz, la resurrección y la vuelta a los cielos, entonces comenzó el Hijo a estar sentado a la derecha del Padre. Pues «sentarse» no fue para él una adquisición, sino que está sentado junto al Padre por aquello que es(42). El profeta Isaías, al contemplar este trono antes de la venida en carne del Salvador, afirma: «Vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado», etc. (6, 1). Pues al Padre «nadie lo ha visto jamás» (Jn 1,18; cf. I Tim 6,16)(43). A quien el profeta vio entonces era el Hijo. Y el salmista dice: «Desde el principio tu trono está fijado, desde siempre existes tú» (Sal 93,2)(44). Como hay muchos testimonios de todo esto (el trono es evidentemente eterno) baste, por lo avanzado de la hora, con lo dicho.

Importancia de Sal 110.1: «Dijo el Señor a mi Señor...». Otros testimonios

28. Sal. 109, 110-01: Cirilo: Intentaremos resumiros algunas de las cosas dichas sobre este tema de que el Hijo está sentado a la derecha del Padre. El Salmo 110 dice abiertamente: «Dice el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies» (110, 1). Cuando el Salvador confirma esto en los evangelios, señala que David no dijo estas cosas por sí mismo, sino que lo dijo por inspiración del Espíritu de Dios. Lo dice (Jesús) con estas palabras: «Pues ¿cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor, cuando dice: "Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi diestra..."» (Mt 22, 43-44). Y en los Hechos de los Apóstoles, el día de Pentecostés, estando en pie Pedro con los once, y hablando a los israelitas, recuerda con las mismas palabras este testimonio del salmo 110 (Hech 2, 34).

29. Hay que traer también a la memoria algunos otros testimonios semejantes sobre el estar sentado el Hijo a la derecha del Padre. En el evangelio según San Mateo está escrito: «Os declaro que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder...» (Mt 26, 64). El apóstol Pedro escribe cosas acordes con esto, al mencionar: «...por medio de la Resurrección de Jesucristo, que, habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios...» (1 Pe 3,21,22). Y el apóstol Pablo escribe a los Romanos diciendo: «Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la derecha de Dios...» (Rm 8, 34). Y, escribiendo a los Efesios, se expresa de este modo: «...conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su diestra en los cielos» (Ef 1, 19-20), además de lo que sigue. A los Colosenses les instruía de este modo: «Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios». Y en la epístola a los Hebreos dice: «Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas» (Hebr 1, 3). Y por otra parte: «¿A qué ángel dijo alguna vez: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies"» (1,13; cf. Sal 110, 1). Además: «El, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un sólo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre(45), esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies» (Hebr 10, 12-13)(46). Y de nuevo: «Fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios» (12, 2)

Conclusión: esperamos a Cristo

30. Y aunque hay otros muchísimos testimonios acerca de que el Unigénito está sentado a la derecha de Dios, estos nos son suficientes en este momento. Pero repetimos de nuevo la advertencias(47) de que no ha conseguido esta prerrogativa de «estar sentado» tras su venida en la carne, sino que antes de todos los siglos el Hijo unigénito de Dios, nuestro Señor Jesucristo, posee desde la eternidad este trono a la derecha del Padre. Y el mismo Dios de todas las cosas, Padre de Cristo, y nuestro Señor Jesucristo, que descendió y ascendió (cf. Ef4,10)(48) y está sentado junto al Padre, guarden vuestras almas; conserven inconmovible e inmutable vuestra esperanza en aquel que resucitó; que os levanten de vuestros pecados ya muertos hasta su don celestial; os hagan dignos de que seáis «arrebatados en nubes... al encuentro del Señor en los aires» (cf. I Tes 4, 17) en el tiempo oportuno. Y mientras llega el tiempo de su segunda y gloriosa venida, inscriba los nombres de todos vosotros en el libro de los vivos sin que nunca borre después lo escrito una vez (son borrados los nombres de muchos que caen) (cf. Apoc 3, 5 con Sal 69, 29). Os conceda a todos vosotros creer en el que resucitó, y esperar al que bajó y de nuevo volverá sentado en lo alto (pero no vendrá de la tierra: protégete a ti mismo, oh hombre, de los impostores que habrán de sobrevenir). El está aquí junto a nosotros, fortaleciendo las actitudes de cada uno y la firmeza de su fe. Pues no debes pensar que lo que ahora no está presente en carne está por ello ausente en espíritu (cf. Col 2, 5). Está aquí en medio oyendo lo que se dice de él y viendo lo que piensas en tu interior, escrutando corazones y entrañas (cf. Sal 7, 11, 20: Apoc 2, 23). Los que ahora estén preparados acérquense al bautismo, y todos vosotros presentaos al Padre en el Espíritu Santo y decid: «Aquí estamos yo y los hijos que Dios me ha dado» (Is 8, 18; cf. Hebr 2, 13). A él sea la gloria por los siglos. Amén.
 
Elifaz está equivocado. Los cielos son "SANTOS" (Salmos 20:6, VERSIÓN VALERA 1960)

Elifaz está equivocado. Los cielos son "SANTOS" (Salmos 20:6, VERSIÓN VALERA 1960)

EMPIEZAN DE NUEVO LAS FALACIAS Y MANIPULACIONES DE APOLOS

Éx. 24:10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno.

Éx. 24:10 Allí vieron al Dios de Israel: bajo sus pies había algo brillante como un piso de zafiro y claro como el mismo cielo.

10y vieron al Dios de Israel, y debajo de sus pies había como un embaldosado de zafiro, tan claro como el mismo cielo.

¿Puede asemejarse la morada de Dios con algo que no es "puro"?

Los cielos no solo son puros, sino además santos:

Salmos 20:6 (VERSIÓN VALERA 1960): "Ahora conozco que Jehová salva a su ungido; Lo oirá desde sus santos cielos"
 
APOLOS OLVIDA MUY FACILMENTE

APOLOS OLVIDA MUY FACILMENTE

QUE SATANÁS Y UNA INMENSIDAD DE ÁNGELES FUERON ARRATRADOS POR SU CULPA... ELLO LO OLVIDA APOLOS....
 
APOLOS ESTÁ GUARDANDO A SATANÁS...

APOLOS ESTÁ GUARDANDO A SATANÁS...

¿Puede asemejarse la morada de Dios con algo que no es "puro"?

Los cielos no solo son puros, sino además santos:

Salmos 20:6 (VERSIÓN VALERA 1960): "Ahora conozco que Jehová salva a su ungido; Lo oirá desde sus santos cielos"

Job 1:6 Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. 7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.​
 
Raúl68... no podrás tapar la verdad con esos kilométricos mensajes absurdos

Raúl68... no podrás tapar la verdad con esos kilométricos mensajes absurdos

“Por lo tanto, no los teman; porque nada hay encubierto que no haya de llegar a descubrirse, ni secreto que no haya de llegar a saberse.” (Mateo 10:26)
 
Re: Raúl68... no podrás tapar la verdad con esos kilométricos mensajes absurdos

Re: Raúl68... no podrás tapar la verdad con esos kilométricos mensajes absurdos

“Por lo tanto, no los teman; porque nada hay encubierto que no haya de llegar a descubrirse, ni secreto que no haya de llegar a saberse.” (Mateo 10:26)

APOLOS NIEGA LA RESURRECCIÓN DEL CUERPO
 
APOLOS DECLARA QUE UNA CRIATURA VENDRÁ A MORAR EN NOSOTROS

APOLOS DECLARA QUE UNA CRIATURA VENDRÁ A MORAR EN NOSOTROS

APOLOS DECLARA QUE UNA CRIATURA, JUNTO A DIOS, VENDRÁ A MORAR EN NOSOTROS... Y QUE HEMOS DE LLEGAR A LA ALTURA DE ESTA CRIATURA.
 
DIos no es un desconfiado

DIos no es un desconfiado

QUE SATANÁS Y UNA INMENSIDAD DE ÁNGELES FUERON ARRATRADOS POR SU CULPA... ELLO LO OLVIDA APOLOS....

Elifaz dijo que Dios no confiaba en "sus siervos" y en "sus ángeles".

Dios sí confía en sus siervos (incluidos los ángeles) y no les imputa malos motivos, ni sospecha de ellos, mientras permanezcan fieles.

El Diablo y los demonios dejaron de ser siervos y ángeles de Dios, por tanto en ellos no confía.
 
Re: DIos no es un desconfiado

Re: DIos no es un desconfiado

Elifaz dijo que Dios no confiaba en "sus siervos" y en "sus ángeles".

Dios sí confía en sus siervos (incluidos los ángeles) y no les imputa malos motivos, ni sospecha de ellos, mientras permanezcan fieles.

El Diablo y los demonios dejaron de ser siervos y ángeles de Dios, por tanto en ellos no confía.

Job 4:18 He aquí, en sus siervos no confía, Y notó necedad en sus ángeles;​
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová
 
Re: A Kimeradrummer también le gusta lo complicado y "misterioso"...

Re: A Kimeradrummer también le gusta lo complicado y "misterioso"...

La diferencia es que tu conciencia y tu cuerpo no tienen personalidad ni voluntad propia.

Cristo y el Dios sí tienen cada uno su personalidad y voluntad propias...

“diciendo: “Padre, si deseas, remueve de mí esta copa. Sin embargo, que no se efectúe mi voluntad, sino la tuya”.” (Lucas 22:42)

Y si está escrito es porque alguien le estaba escuchando decir esto.

Veamos un ejemplo:

Juan 11:41-42
Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: "Padre, te doy gracias por haberme escuchado.
Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado."


Es como cuando una consciencia se encuentra divagando consigo misma:

"No lo haré es muy doloroso" "tienes que hacerlo pues para esto has venido" "¿habrá alguna otra forma?" "no".

¿Nunca le ha pasado?

Jesús pensaba en voz alta, para ser escuchado y que se escribiera esta duda para la posteridad, no era un Dios insensible.

No era necesario que Dios utilizara al Verbo para redimirnos bastaba una palabra de su boca y el hombre seria redimido, pero EL eligió hacerlo dificil, sería entonces una crueldad de su parte enviar a un ángel a redimir al género humano, la salvación no viene entonces de Dios sino de un ángel, si Dios quizo hacerlo de la forma dificil y más gloriosa posible ante los ojos de satanás ¿cree usted que enviaría a un delegado a hacer su trabajo?

El triunfo sobre satanás no consiste en mérito de criatura alguna sino en absoluto mérito de Dios.

Eso es como criar un hijo desobediente y luego enfrentarse a una decisión dura, no enviarás un delegado, irás tu mismo a resolver el entuerto, para que todo se resuelva con honor. Dios no tiene honor prestado de Miguel.

DLB.
 
EL Dios de amor confía, pues el amor "todas las cosas las espera" (1 Corintios 13)

EL Dios de amor confía, pues el amor "todas las cosas las espera" (1 Corintios 13)

Job 4:18 He aquí, en sus siervos no confía, Y notó necedad en sus ángeles;​

*** La Atalaya 15/4/1978 págs. 30-31 ¿Por qué mostrar confianza en otros? ***


EL MOSTRAR confianza en otros es realmente una expresión de amor. La Biblia nos dice que el amor ‘cree todas las cosas.’ (1 Cor. 13:7) Esto no quiere decir que el amor es crédulo, sino que el amor a los hermanos cristianos impide que sospechemos indebidamente de ellos y lleguemos a concluir lo peor respecto a ellos. Sí, a menos que haya prueba clara de lo contrario, el amor nos impele a confiar en otros. Aunque haya compañeros de creencia que nos desilusionen de alguna manera, no nos apresuraremos a suponer que sus motivos sean malos.

Pero ¿no es cierto que hasta Dios a veces desconfía de sus siervos? Es verdad que descubrimos que Elifaz el temanita atribuyó al Creador una disposición de desconfianza, cuando dijo: “¡Mira! En sus siervos él no tiene fe, y a sus mensajeros imputa defectuosidad.” (Job 4:18) Elifaz reconoció que la fuente de esa declaración había sido un “espíritu.” (Job 4:15) El hecho de que Jehová Dios posteriormente censuró a Elifaz y sus compañeros por no haber hablado la verdad demuestra que este “espíritu” era inicuo, demoníaco. De modo que Elifaz simplemente estaba repitiendo una mentira inspirada por los demonios.—Job 42:7.

En realidad, Jehová, como Dios de amor, es el ejemplo preeminente de mostrar confianza en sus criaturas inteligentes. (1 Juan 4:8) Evidentemente da a sus hijos de espíritu considerable libertad en la ejecución de sus deberes. A veces les permite expresar sus puntos de vista sobre la manera de encargarse de una asignación en particular y luego les concede aprobación para que cumplan con ella en armonía con lo que han expresado. Un ejemplo de esto es el relato que hallamos en 1 Reyes 22:20-22, donde leemos: “Jehová procedió a decir: ‘¿Quién engañará a Acab, para que suba y caiga en Ramot-galaad?’ Y éste empezó a decir algo como esto, mientras que aquél decía algo como aquello. Finalmente salió un espíritu [un hijo de Dios de la región espiritual] y se paró delante de Jehová y dijo: ‘Yo mismo lo engañaré.’ Ante esto, Jehová le dijo: ‘¿De qué manera?’ A esto él dijo: ‘Saldré, y ciertamente llegaré a ser un espíritu engañoso en la boca de todos sus profetas.’ De modo que él dijo: ‘Lo engañarás, y, lo que es más, saldrás ganador. Sal y hazlo así.’” Entonces este espíritu o ángel ejerció su poder en los profetas de Acab para que dijeran lo que estaba en el corazón de ellos, no la verdad, sino lo que ellos mismos querían decir y lo que Acab quería oír de ellos.

Es especialmente sobresaliente la confianza que Jehová demostró para con su Hijo unigénito. Concedió a su primogénito el privilegio de participar con él en la creación, tanto en la espiritual como en la material. Jehová no temió que esto restara esplendor a su posición o puesto de Creador. Alegremente reveló a la humanidad el papel que desempeñó su Hijo, lo cual resultó en gran honor para Ése. (Col. 1:15-17) Cuando el Hijo, hecho el hombre Jesucristo, probó su fidelidad hasta la muerte, el Padre lo resucitó y le dio una posición aún más alta que la que había tenido antes de venir a la Tierra. “Dios lo ensalzó,” dice la Biblia, “a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla . . . y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre.” (Fili. 2:9-11) Porque tiene plena confianza en su Hijo, Jehová Dios sabe que Jesucristo jamás usará incorrectamente ese puesto ensalzado.​