Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Re: ¿Hijo o Gemelo?

Re: ¿Hijo o Gemelo?

Si el Padre y el Hijo son increados, es decir, existen desde siempre, ¿por qué usar un parentesco humano como "hijo" para describir la relación entre ellos? Si el padre y el hijo son personas equivalentes que siempre han existido, sin dependencia una de la otra, ¿no es más natural explicar esa relación con el parentesco "hermano" o "gemelo"?

La palabra "hijo" implica dependencia y generación de uno por otro.

Porque la Escritura así lo dice. Algo más. No digo yo, ya no sabe ni por donde tirar. En fin, usted sabrá...
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Estoy tratando de hacerte entrar en razón. Tu fuiste el que saltaste de una palabra a la otra, tratando de decir que engendró no es primariamente "traer a la existencia". Luego dices que, como el Padre es eterno, el Hijo también debería serlo, ¡razonamiento ilógico!. Es por eso, que te mencioné que la palabra "hijo" nada más descarta tal falacia.

Bueno. Si quieres seguir pensando mentiras, allá tú. Pronto rendirás cuenta de eso. Bastante que se te ha dado pruebas detalladas. Entristeces a Dios y a Cristo con tal terquedad. Y después dices que los quieres.

No, aun estoy esperando que demuestre donde la Biblia cita "creó", en lugar de "engendró"... y esperando seguimos. Nada, que ya no le cabe más falacia en si mismo.
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Hasta en la expresión que cita demuestra que son dos seres doistintos y separados. No tape el cielo con la mano, que no puede.

Eso lo dice usted, niegue al Hijo y se quedó sin el Padre, solo por el Hijo se llega al Padre... separelos, y se quedó sin nada. Y miren, AUN ESTAMOS ESPERANDO QUE NOS TRAIGAN DOCUMENTACIÓN DEBIDAD DE LOS PRIMEROS SIGLOS... USTED NO TIENEN NADA ANTES DEL 1800... ¿les quedó claro?... sin sutento alguno andan :)
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

El Padre engendra al Hijo en la suma perfección 10

7. Por consiguiente, el Hijo de Dios lo es por naturaleza y no por adopción, engendrado por el Padre. Pero el que ama al que le engendró ama también a quien él ha engendrado. Pero quien desprecia al engendrado por él transmite su afrenta a su progenitor. Y cuando oigas hablar de que Dios engendra, no andes pensando en la generación corporal, ni pienses en una reproducción que entraña corrupción, no sea que vayas a caer en la impiedad. «Dios es espíritu» (Jn 4,24) y su generación es espiritual; pues los cuerpos, por su parte, engendran cuerpos y en la generación corporal debe haber un transcurso de tiempo.

Sin embargo, en la generación del Hijo desde el Padre no hay ningún intervalo temporal. Además, cuando se engendra algo, es engendrado como realidad imperfecta; sin embargo, el Hijo de Dios ha sido engendrado como perfecto: existiendo en la actualidad, existe desde el principio, nació sin un comienzo. De ese modo nacemos nosotros, pasando después de la ignorancia infantil al uso de razón: imperfecto es, oh hombre, tu nacimiento, aunque se produce un crecimiento mediante sucesivos añadidos. Pero en el caso que nos ocupa no pienses nada semejante ni te venga a la mente debilidad alguna del progenitor, (como si dijeses): engendró a alguien imperfecto que, pasando el tiempo, logró la perfección. Al progenitor lo acusas de debilidad al decir que lo que después fue concedido por el transcurso del tiempo no se había dado, según tu parecer, desde el principio.
 
Jesús, hijo de Jehová... más nada

Jesús, hijo de Jehová... más nada

Porque la Escritura así lo dice. Algo más. No digo yo, ya no sabe ni por donde tirar. En fin, usted sabrá...

Si la Escritura lo llama "Hijo",no sé por que te empeñas en decir que es alguien equivalente a Dios. Dios no puede ser "Hijo" de él mismo.

La Bilia muestra que uno es el Hijo y otro "El Dios vivo":
  • “En contestación, Simón Pedro dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. 17 En respuesta, Jesús le dijo: “Feliz eres, Simón hijo de Jonás, porque carne y sangre no te [lo] reveló, sino mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 16:16-17)
  • “Jesús, Hijo del Dios Altísimo” (Marcos 5:7)
  • “Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo” (Lucas 1:32)

Y, ¿quién es el "Altísimo"? “tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo" (Salmo 83:18)
 
Re: Jesús, hijo de Jehová... más nada

Re: Jesús, hijo de Jehová... más nada

Si la Escritura lo llama "Hijo",no sé por que te empeñas en decir que es alguien equivalente a Dios. Dios no puede ser "Hijo" de él mismo.

La Bilia muestra que uno es el Hijo y otro "El Dios vivo":
  • “En contestación, Simón Pedro dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. 17 En respuesta, Jesús le dijo: “Feliz eres, Simón hijo de Jonás, porque carne y sangre no te [lo] reveló, sino mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 16:16-17)
  • “Jesús, Hijo del Dios Altísimo” (Marcos 5:7)
  • “Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo” (Lucas 1:32)

Y, ¿quién es el "Altísimo"? “tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo" (Salmo 83:18)

EL HIJO UNIGÉNITO DE DIOS


Sobre las palabras (del Símbolo): «Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre, Dios verdadero antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho». Se parte de Hebr 1,1 ss: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo...»(1).

1. Con lo que ayer os dijimos se explica suficientemente, por nuestra parte, que esperamos en Jesucristo. Pero no hay que creer en Jesucristo en un modo simple y vulgar, ni hay que aceptarlo como a uno cualquiera de los muchos que, de modo abusivo, han sido llamados «Cristos»>. Ellos eran «cristos» como tipo e imagen, pero es éste el verdadero Cristo, que no fue escogido de entre los hombres y promovido al sacerdocio, sino que recibió del Padre eterno la dignidad sacerdotal. Por eso la fe nos advierte que no pensemos que se trata de uno cualquiera de los «cristos» (ungidos) corrientes: a la confesión de fe se añade que creemos «en un solo Señor Jesucristo, hijo único de Dios».

Hijo de Dios Padre por naturaleza

2. Cuando oyes hablar del Hijo, no pienses en la adopción, sino en un Hijo por naturaleza, Hijo Unigénito que no tiene ningún otro hermano. Por eso se le llama Unigénito, porque no tiene ningún hermano en la dignidad de la deidad y en la generación paterna. Pero no le llamamos Hijo de Dios por nuestro propio impulso, sino porque el Padre mismo le dio el nombre de Hijo, y es verdadero el nombre que los padres ponen a los hijos.

Pedro, en nombre de los apóstoles, reconoce a Jesús como Hijo de Dios

3. Nuestro Señor Jesucristo se revistió en aquel entonces de la naturaleza humana, pero esto era desconocido de muchos. Cuando él, sabiendo que se ignoraba, lo quería enseñar, reuniendo a los discípulos les preguntaba: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» (Mt 16,13). No buscaba una gloria efimera,sino que deseaba decirles la verdad para que no sucediese que, estando ellos conviviendo con el Hijo unigénito de Dios, y Dios mismo, le despreciasen como a un simple hombre. Cuando ellos dicen: «... unos, que Elías; otros, que Jeremías» (16,14), es como si les respondiera: tienen excusa los que no lo saben pero vosotros, que sois apóstoles y curáis leprosos en mi nombre, expulsáis demonios y devolvéis a muertos a la vida, debéis saber quién es aquel por quien realizáis esas maravillas. Cuando todos se mostraban reticentes (pues esta realidad excedía las fuerzas humanas), Pedro, príncipe de los apóstoles y supremo predicador de la Iglesia, no utilizó palabras propias ni razonamientos humanos, sino que, inundado de luz en su mente iluminada por el Padre, le dice: «Tú eres el Cristo» (Mt 16,16), añadiendo: «El Hijo de Dios vivo» (ibid.). E inmediatamente se añade una declaración de bienaventuranza (superior a lo que el hombre puede captar), conformada con la afirmación de que era una revelación procedente del Padre. Pues dice el Salvador: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos (16,17). Así pues, quien reconoce a nuestro SeñorJesucristo como Hijo de Dios, es hecho partícipe de la bienaventuranza; pero quien niega al Hijo de Dios se hace infeliz y desgraciado3.

Hijo en todo semejante al Padre

4. Cuando se le llama Hijo, no pienses que se trata de una exageración, sino que es hijo verdaderamente, por naturaleza, sin un comienzo. No ha pasado de la servidumbre a la adopción, sino que es Hijo engendrado desde toda la eternidad, mediante un proceso de generación inescrutable e inabarcable. De un modo semejante, cuando oyes hablar de «primogénito» (cfr. Hebr 1,6), no lo entiendas al modo humano, pues los hombres tienen además otros hermanos, y en algún lugar está dicho: «Israel es mi hijo, mi primogénito» (Ex 4,22). Pero así como Rubén fue despojado de su honor de primogénito de Jacob por haberse introducido en el lecho de su padres, también Israel crucificó al Hijo arrojándolo de la viña de Dios Padre (Mt 21,39 ss)4. Y a otros la Escritura dice: «Hijos sois de Yahvé vuestro Dios» (Dt 14,1). Y, en otro lugar: «Yo había dicho: "¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!"» (Sal 82,6)6. Pone: «Dije», y no: «He engendrado». Pues ellos recibieron por la voz y la palabra de Dios la adopción que no tenían. Pero él (el Mesías) no pasó de ser una cosa a convertirse en otra, sino que desde un principio nació como Hijo del Padre existiendo antes de cualquier comienzo y antes de los siglos. Es Hijo del Padre en todo semejante a su progenitor; eterno del Padre eterno, engendrado como vida de la vida, luz de luz, verdad de la verdad, sabiduría de la sabiduría, Rey de Rey, Dios de Dios, potestad de potestad.

Generación eterna del Hijo

5. Cuando oigas el Evangelio que dice: «Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mt 1,1), entiende esto en lo referente a la carne. Pues es realmente hijo de David para siempre, pero es Hijo de Dios antes de todos los siglos y sin un principio7. Y asumió realmente lo que no tenía8, pero lo que tiene lo tiene desde la eternidad como engendrado del Padre. Tiene dos padres: uno, David, según la carne; el otro, según la divinidad, Dios Padre. Aquello que tiene de David está sometido al tiempo, puede constatarse y es un linaje que se puede detallar, pero lo que procede de la divinidad no está sometido al tiempo ni al espacio, ni tiene una ascendencia de la que se pueda dar cuenta:«De su ascendencia, ¿quién se preocupa?»9. Dios es espíritu, y lo que es espíritu se engendra espiritualmente, de modo incorpóreo sin que pueda rastrearse linaje alguno. El mismo Hijo dice del Padre: «El me ha dicho: "Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy..."» (Sal 2,7). Ese «hoy» no expresa algo reciente, sino eterno. Es un «hoy» sin tiempo, antes de todos los siglos: «... Desde el seno antes de la aurora te he engendrado» (Sal 110,3, versión clásica griega).

Creer en el Hijo de Dios

6. Cree, por tanto, en Jesucristo Hijo de Dios vivo, Hijo unigénito, según el Evangelio, que dice: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Y, a su vez: «El que cree en él (el Hijo) no es juzgado» (3,18), sino que ha «pasado de la muerte a la vida» (I Jn 3,14). Pero «el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él» (Jn 3,36), «porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios» (Jn 3,18). De él daba testimonio Juan diciendo: «Hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14). Con temor ante él decían los demonios: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo» (Mc 5,7; cf. Lc 4,34).

El Padre engendra al Hijo en la suma perfección 10

7. Por consiguiente, el Hijo de Dios lo es por naturaleza y no por adopción, engendrado por el Padre. Pero el que ama al que le engendró ama también a quien él ha engendrado. Pero quien desprecia al engendrado por él transmite su afrenta a su progenitor. Y cuando oigas hablar de que Dios engendra, no andes pensando en la generación corporal, ni pienses en una reproducción que entraña corrupción, no sea que vayas a caer en la impiedad. «Dios es espíritu» (Jn 4,24) y su generación es espiritual; pues los cuerpos, por su parte, engendran cuerpos y en la generación corporal debe haber un transcurso de tiempo.

Sin embargo, en la generación del Hijo desde el Padre no hay ningún intervalo temporal. Además, cuando se engendra algo, es engendrado como realidad imperfecta; sin embargo, el Hijo de Dios ha sido engendrado como perfecto: existiendo en la actualidad, existe desde el principio, nació sin un comienzo. De ese modo nacemos nosotros, pasando después de la ignorancia infantil al uso de razón: imperfecto es, oh hombre, tu nacimiento, aunque se produce un crecimiento mediante sucesivos añadidos. Pero en el caso que nos ocupa no pienses nada semejante ni te venga a la mente debilidad alguna del progenitor, (como si dijeses): engendró a alguien imperfecto que, pasando el tiempo, logró la perfección. Al progenitor lo acusas de debilidad al decir que lo que después fue concedido por el transcurso del tiempo no se había dado, según tu parecer, desde el principio.

8. No creas, por tanto, que se trata de una generación humana ni semejante a como Abraham engendró a Isaac. Pues Abraham no engendró a Isaac porque quisiese, sino porque alguien distinto a él se lo concedió. Cuando es Dios y Padre el que engendra, no hay en ello ignorancia ni tampoco deliberación. Y decir que no sabía lo que engendraba es una impiedad grandísima. Decir también que estaba sopesando las circunstancias y que luego comenzó a ser padre es también impiedad de la misma categoría: pues no es que Dios existiese primeramente sin hijos y que después, en un momento determinado, llegase a ser padre, sino que siempre ha tenido al Hijo. Lo engendró, no al modo como los hombres generan a los hombres, sino como lo conoció únicamente él, el que lo engendró antes de todos los siglos como Dios verdadero.

9. Al ser, pues, el verdadero Dios Padre, engendró un Hijo, Dios verdadero, semejante a él. Y no como los maestros tienen discípulos, es decir, tampoco al modo como Pablo dice a algunos: «He sido yo quien, por el Evangelio, os engendró en Cristo Jesús» (I Cor 4,15). Pues quien no era hijo por naturaleza ha llegado a serlo como discípulo. Pero en el caso que nos ocupa se trata de un hijo por naturaleza, de un verdadero hijo. Tampoco como vosotros, los que vais a ser iluminados, sois hechos ahora hijos de Dios; pues también vosotros sois hechos hijos, pero en adopción por gracia, según lo que está escrito: «A todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Ellos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios» (Jn I, 12-13)11. Y nosotros nacemos ciertamente del agua y del Espíritu (cf. Jn 3,5), pero no es así como Cristo ha nacido del Padre. Recuérdese que en el momento del bautismo la voz dijo: «Este es mi hijo» (Mt 3,17; cf. 17,5), y no: «Este ha sido hecho ahora Hijo mío». Al decir «Este es mi Hijo», declaraba que ya era Hijo antes de realizarse el bautismo.

10. El Padre no engendró al Hijo como la mente genera en los hombres la palabra. Pues en nosotros la mente es algo subsistente, pero la palabra que se pronuncia se pierde en el aire. Nosotros hemos sabido, sin embargo, que Cristo nació no simplemente como una palabra que se pronuncia, sino como Palabra subsistente y viva, no proferida y difundida con los labios, sino engendrada desde el Padre eterno de modo inefable y con una sólida subsistencia12. «En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios» (Jn 1,1), sentado a la derecha (cf. Sal 110,1). Palabra que entiende la voluntad del Padre, Palabra que todo lo construye según su beneplácito, Palabra que baja y asciende (cf. Ef 4,10)13. Pero una palabra, cuando se profiere, no baja y sube al pronunciarla, sino que se expresa diciendo: «Yo hablo lo que he visto donde mi Padre» (Jn 8,38). Es una Palabra llena de autoridad y que ejerce su dominio sobre todas las cosas, pues el Padre ha entregado todo al Hijo (cf. Jn 13,3 y Mt 11,27)14.

11. Lo engendró el Padre, pero no como alguno lo entendió, sino como él solo sabe15. Pues no nos abrevemos a explicar cómo lo ha engendrado. Sólo podemos hablar de cómo no ha sido dicha generación. Es cierto que el Hijo procede del Padre, aunque también toda la naturaleza engendrada o creada. «Pregunta a la tierra y te lo dirá» (Job 12,8 hebr.). Aunque interrogues a todas la cosas que hay sobre la tierra, no te lo podrán decir. Y es que el globo terráqueo no puede explicar quién es su modelador ni su artífice. Y no sólo la tierra lo ignora, sino que también el sol lo desconoce. Pues el sol fue creado el cuarto día sin saber qué había sido creado en los tres días anteriores. Pero quien desconoció lo que se hizo en los tres días anteriores a él, no puede evidentemente decir quien fue el autor. Tampoco lo dirá el cielo, pues éste fue puesto por Cristo, por voluntad del Padre, como si fuese una humareda. Tampoco los cielos de los cielos ni las aguas que están sobre los cielos serán quienes lo cuenten. ¿Por qué, pues, te lamentas, oh hombre, de no saber lo que los mismos cielos ignoran? Y no son sólo los cielos los que ignoran esta generación, sino que incluso no lo saben las criaturas angélicas. Si alguien -suponiendo que fuese posible- subiese all primer cielo y, al observar el lugar de los ángeles que allí habitan16, acercándose, preguntase cómo Dios ha engendrado a su Hijo, tal vez le respondería: Más arriba los hay mayores y más altos que nosotros. Pregúntales a ellos. Sube hasta el segundo y tercer cielo: alcanza, si es que puedes, hasta los tronos y dominaciones, y también los principados y las potestades. Si alguien llegara hasta allí —es imposible—, renunciarían a describirlos, puesto que ni siquiera los habrían explorado.

12. Siempre me he asombrado de la curiosidad de algunos que, opinando temerariamente de cuestiones religiosas, caen en la impiedad. Piensan que los tronos y las dominaciones, creados por Cristo, y además los principados y las potestades17 están sin descubrir, y así intentan averiguar al Creador con mayor curiosidade18. Dime en primer lugar, tú que eres muy atrevido, qué diferencia hay eritre trono y dominación. Busca entonces las cosas que atañen a Cristo. Dime qué es un «principado» y una «potestad» o qué es un «poder» y un ángel. Indaga entonces con curiosidad al Creador, pues «todo se hizo por él» (cf. Jn 1,3). Pero no quieres interrogar a los tronos y dominaciones o quizá más bien es que no puedes. Y, ¿quién hay que conozca hasta la profundidades de Dios sino el Espíritu Santo (cf. 1 Cor 2,10-11), que es el que habló en las Escrituras? Pero ni siquiera el mismo Espíritu Santo habló en las Escrituras de (I modo de) la generación del Hijo por el Padre. ¿Por qué indagas afanosamente lo que ni el mismo Espíritu Santo describió en las Escrituras? Y si ignoras lo que ha quedado escrito, ¿podrás indagar las cosas que no se han escrito? Muchas son las cuestiones de que trata la Escritura: si lo escrito no podemos abarcarlo, ¿por qué fatigarnos nuestro ánimo con lo que no está escrito? Nos es suficiente con saber que Dios engendró a un único Hijo.

13. No te dé vergüenza confesar tu ignorancia cuando en ella tienes algo de común con los ángeles19. Sólo quien engendró conoce a quien engendró, y el que por él ha sido engendrado conoce a su progenitor. Y el que ha engendrado sabe lo que ha engendrado. Y el Santo Espíritu de Dios da testimonio en la Escritura de que el engendrado es Dios sin que haya habido un comienzo. «En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1 Cor 2,11). «Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo» (Jn 5,26). Y, además, «para que todos honren al Hijo como honran al Padre» (5,23). Y: «Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere» (5,21). Y ni el que engendra queda disminuido en nada ni el engendrado carece de cosa alguna (sé que ya he hablado de estas cosas)20. Pero es por seguridad nuestra por lo que estas cosas se han repetido con frecuencia. Ni quien engendró tiene padre ni el engendrado tiene hermano. Ni el engendrador se convirtió de este modo en hijo ni el engendrado llegó a ser padre. De un solo Padre ha sido engendrado un Hijo único. No se trata de dos ingénitos ni de dos unigénitos. Sino que sólo hay un Padre ingénito (ingénito es el que no tiene Padre) y hay sólo un Hijo, engendrado eternamente por el Padre: no nacido en el tiempo, sino engendrado antes de los siglos: y que tampoco ha experimentado un crecimiento, sino que ha sido engendrado como actualmente es.

14. Creemos, por consiguiente, en el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre como Dios verdadero21. Pues un Dios verdadero no engendra un dios falso, como ya se ha dicho. Ni engendró tras haber deliberado consigo mismo, sino que lo hizo desde la eternidad de un modo mucho más rápido, como es lógico, que nuestras palabras y nuestro pensamiento. Pues nosotros, cuando hablamos en el tiempo, empleamos tiempo, pero, cuando se habla del poder divino, el acto de engendrar está fuera del tiempo. Y, como se ha dicho muy a menudo, no es que llevara al Hijo de la no existencia al ser, ni al que no era lo recibió en adopción; sino que el Padre, que existía desde la eternidad, engendró eterna e inenarrablemente a su Hijo único, que no tenía ningún otro hermano. Tampoco se trata de dos principios, sino que cabeza del Hijo es el Padre22, que es el principio único. Así pues, el Padre engendró al Hijo como Dios verdadero, llamado «Emmanuel», que, entendiéndolo bien, se traduce como «Dios con nosotros» (cf. Mt 1,23)23

15. ¿Quieres darte cuenta de que es Dios el que ha nacido del Padre y que después se ha hecho hombre? Escucha al profeta: «Este es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él. El descubrió el camino entero de la ciencia, y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su amado. Después apareció ella en la tierra, y entre los hombres convivió» (Bar 3,36-38). ¿Crees que Dios, después de la Ley de Moisés no se ha hecho hombre? Acoge también otro testimonio de la divinidad de Cristo acabado de leer: «Tu trono, oh Dios, para siempre jamás» (Sal 45,7). Y para que a propósito de estos pasajes no se pensase que con su venida en carne llegó después, como desarrollándose, a la cima de la divinidad, dice abiertamente: «Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros». ¿No ves acaso que el Mesías Dios ha sido ungido por Dios Padre?

16. ¿Quieres que se te ofrezca también un tercer testimonio de la divinidad de Cristo? Oye a Isaías que dice: «Los productos de Egipto, el comercio de Kush... vendrán a ti y tuyos serán»; y poco después: «Ante ti se postrarán y te suplicarán: "Sólo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay más dioses". De cierto que tú eres un Dios oculto, el Dios de Israel, salvador» (Is 45,14-15)24. Ves a Dios Hijo que tiene en sí mismo a Dios Padre. Sólo le falta decir lo que dijo en los Evangelios: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,11). No dice «yo soy el Padre», sino «yo estoy en el Padre y el Padre está en mí». Y, a su vez, no dijo: «Yo y el Padre soy uno», sino «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30), para que ni los separemos a uno del otro, ni hagamos mezcla de Padre e Hijo. «Uno», porque es una la dignidad de la divinidad, puesto que es Dios quien engendró a Dios. «Uno» por la prerrogativa del Reino, pues no es que sobre unas cosas reine el Padre y sobre otras el Hijo, como si éste, a semejanza de Absalón25, se alzase contra el Padre. En realidad, el Hijo reina sobre las mismas cosas sobre las que reina el Padre. Son «uno» también porque no hay disonancia alguna o separación, pues no son unos los deseos del Padre y otros los del Hijo. «Uno» porque no son unas las obras de Cristo y otras las del Padre. El ordenamiento de todas las cosas es unitario, ya que el Padre ha actuado a través del Hijo: «Pues él habló y así fue; él ordenó y fueron creados» (Sal 148,5 LXX), dice el salmista. Pero el que dice, dice a quien oye; y quien manda, manda a quien está presente.

17. El Hijo es, por tanto, verdadero Dios, teniendo en sí mismo al Padre, pero no transformado en el Padre: pues tampoco se hizo hombre el Padre, sino el Hijo—digámoslo en verdad y libremente. No padeció por nosotros el Padre, sino que el Padre envió al que padeció por nosotros. Ni tampoco digamos nunca: «Había un tiempo en el cual no existía el Hijo»26. Tampoco admitamos una filio-paternidad, sino que avancemos por el camino regio sin desviarnos a la izquierda o a la derecha. Ni, creyendo honrar al Hijo, le llamemos a éste Padre ni, pensando en tributar honor al Padre, creamos que el Hijo es una de las cosas creadas. Más bien el Padre único sea adorado a través del Hijo único, sin que se «distribuya» la adoración. Predíquese un Hijo único, sentado a la derecha del Padre antes de los siglos, que no ha recibido en el tiempo esto de sentarse con el Padre tras el sufrimiento y como resultado de una evolución, sino que lo posee desde la eternidad.

18. «El que ve al Hijo, ve al Padre»27. Pues en todo es semejante el Hijo a quien lo engendró: vida que procede de vida, luz de luz, poder de poder, Dios de Dios. En nada son diferentes las características de la divinidad en el Hijo, y quien ha sido considerado digno de ver la divinidad del Hijo ha sido llevado con ello a gozar del Padre. Este modo de hablar no es mío, sino del Hijo unigénito: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9)29. Y, para decirlo más compendiosamente, debemos evitar tanto separar como confundir: no digas nunca que el Hijo es ajeno al Padre ni aceptes a quienes dicen que el Padre es a veces Padre y a veces Hijo: son afirmaciones extrañas e impías, no testimonios de la Iglesia, pues el Padre permaneció tal aunque hubiese engendrado al Hijo sin sufrir él mismo transformación. Engendró a la Sabiduría (cf. I Cor 1,24), pero él no fue despojado de ella; engendró la fuerzan sin perder con ello su energía. Engendrando a Dios, no fue despojado de su divinidad ni nada perdió quedando disminuido o transformado, ni a su vez el engendrado carece de algo: perfecto es el que engendró y perfecto es el engendrado. Dios es quien engendró y Dios es el que ha sido engendrado, el cual es Dios de todas las cosas y llama Padre a su Dios, sin miedo de decir: «Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» (Jn 20,17).

19. Pero para que no creas que se trata de una paternidad igual tanto para el Hijo como para las demás criaturas, en las frases que siguen hizo una distinción. Pues no dijo: «Subo a nuestro Padre», de modo que se dedujese una comunidad de las creaturas con el Unigénito; sino que dice: «mi Padre y vuestro Padre». De un modo, mío, por naturaleza; y de otro modo, vuestro, por adopción. Y, a su vez: «A mi Dios y a vuestro Dios». De una forma, Padre mío por vínculo natural y como Hijo unigénito; de otra forma, vuestro como criaturas. Por consiguiente, el Hijo de Dios es verdadero Dios, engendrado de modo inefable antes de todos los siglos. Os repito a menudo todo esto para que se os grabe bien en vuestra mente. Cree ciertamente que Dios tiene un Hijo, pero no tengas mayor curiosidad en el cómo, pues si lo indagas no encontrarás respuesta. No te ensalces a ti mismo, no sea que caigas.

Entrégate simplemente a la meditación de lo que se te confía. Dime quién es en realidad el que engendró y te darás cuenta entonces de qué engendró. Si con el pensamiento no puedes abarcar la naturaleza del que engendra, no escrutes con impaciencia quién es el engendrado.

20. Para la piedad te basta saber que dijimos que Dios tiene un Hijo único: un Hijo engendrado por naturaleza, que no comenzó a existir cuando nació en Belén, sino antes de todos los siglos. Escucha, en efecto, al profeta Miqueas, que dice: «Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquél que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño» (Miq 5,1). No pongas tu atención, por tanto, en aquél que entonces nació en Belén, sino adora al que desde la eternidad ha sido engendrado por el Padre. No toleres a quien diga que el Hijo comenzó a existir en algún momento del tiempo, sino que debes reconocer que el Padre es principio sin tiempo, un principio que nada tiene que ver con un Hijo temporal, inabarcable, él por su parte sin principio: en suma el Padre30, fuente del río de la justicia, del Unigénito, a quien engendró como el sólo sabe. ¿Quieres saber que nuestro Señor Jesucristo es también rey eterno? Escúchalo otra vez cuando dice: «Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró» (Jn 8,56). Pero al endurecerse los judíos ante esto, les dijo algo todavía más duro: «Antes de que Abraham existiera, Yo Soy» (8,58). Y, a su vez, dice al Padre: «Ahora, Padre, glorifíicame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese» (Jn 17,5). Claramente lo dijo: Antes que el mundo fuese, yo tenía gloria junto a ti. Y dice a su vez: «... me has amado antes de la creación del mundo» (17, 24).

21. Creamos, por consiguiente, «en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, que nació del Padre como Dios verdadero antes de todos los siglos, y por el cual "todo se hizo" (Jn 1,3)»: «los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades, todo fue creado por él» (Col 1,16), y ninguna de las cosas creadas está sustraída a su poder. Enmudezca toda herejía que hable de diversos agentes y autores del mundo; conténgase la lengua que azota con blasfemias a Cristo Hijo de Dios; callen quienes dicen que el sol es el Cristo, pues él no es este sol brillante, sino el artífice del sol; enmudezcan quienes dicen que el mundo es obra de los ángeles, pues pretenden invadir lo que es prerrogativa del Hijo único. Tanto las cosas visibles como invisibles, los tronos y dominaciones (cf. Col 1,16), y «todo cuanto tiene nombre», todo ha sido hecho por Cristo. El Hijo reina sobre las cosas que han sido hechas por él, y no cogiendo los despojos de otros sino ejerciendo su señorío sobre sus propias obras, como dijo el evangelista Juan: «Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe» (JUn 1,3). Todo ha sido hecho por él, actuando el Padre a través del Hijo.

22. Querría aducir un ejemplo de lo que se dice, aunque sé que es un ejemplo débil. Pues, ¿cuál de las cosas visibles puede ser un ejemplo idóneo de la invisible potestad divina? Adúzcase, sin embargo, como un ejemplo débil, puesto por un débil a los débiles. Es, pongamos por caso, como si un rey que tiene un hijo que también es rey juntamente con él, y deseando fundar una ciudad, pone ante él una maqueta de la ciudad que ha de construir. El hijo, con la maqueta, llevará a su término el proyecto. Del mismo modo, cuando el Padre quiso hacer todas las cosas, el Hijo fue quien lo realizó todo en obediencia al Padre, de modo que esa obediencia preserva incólume para el Padre la libertad de su poder supremo, pero el Hijo tiene el dominio sobre las cosas que ha hecho: de ese modo ni queda rebajado el dominio del Padre sobre las cosas que ha hecho ni el Hijo obtiene poder sobre cosas hechas por otro, sino sobre las que él mismo ha fundado. Pues no fueron los ángeles quienes fundaron el mundo -de ello ya se ha hablado31-, sino el Hijo unigénito engendrado, como dijimos, antes de todos los siglos. Por él todo fue hecho, sin excluir nada de su actividad creadora. Y todo sea dicho hasta aquí por nosotros por la gracia de Cristo.

23. Volviendo ahora a la confesión de fe, concluyamos ya estas palabras. Todo lo hizo Cristo, los ángeles, los arcángeles, las dominaciones y los tronos. No es que el Padre careciese del poder suficiente para crear por sí mismo, sino que quiso que el Hijo reinase sobre las cosas que había hecho, mostrándole el ordenamiento de las cosas que habían de ser creadas. Pues dice el Unigénito tributando honor a su Padre: «El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo» (Jn 5,19). Y a su vez: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» (Jn 5,17). No existe contradicción entre las actuaciones de ambos. «Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío» (Jn 17,10), dice el Señor en el Evangelio. Esto puede conocerse con claridad, tanto desde el Antiguo como desde el Nuevo Testamento. Pues el que dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gén 1,26), es que se estaba dirigiendo a alguien que estaba a todas luces presente. Pero quien más claramente habla (en este sentido) es el salmista, que dice: «El lo dijo, y existió; él lo mandó, y fueron creados»32, como si el Padre mandase y dijese, y el Hijo todo lo ejecutase según sus deseos. Esto lo dijo, en sentido místico, también Job: «El sólo desplegó los Cielos y holló la espalda de la Mar (Job 9,8), queriendo decir con ello a los inteligentes que quien, estando aquí, caminaba sobre el mar era el que anteriormente había hecho los cielos33. Y, por su parte, el Señor dice: «¿Fuiste tú34 quien tomó la tierra como barro e hiciste un ser viviente a quien, dotado de la facultad de hablar, lo pusiste sobre la tierra?» (Job 38,14 LXX). Y, un poco más abajo: «¿Se te han mostrado las puertas de la Muerte? ¿Has visto las puertas del país de la Sombra? (38,17). Con ello declara que el que, por su bondad, descendió a los infiernos es quien desde el principio hizo al hombre del barro.

24. Cristo es, por consiguiente, Hijo unigénito de Dios y autor del mundo. Pues «en el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él» (Jn 1,10). Y «vino a su casa» (1,11), como nos enseña el Evangelio. Cristo no es autor, en unión con el Padre, sólo de las cosas que se ven, sino también de las que no se ven. Pues «en él, según el Apóstol, fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia» (Col 1,16-17). Incluso si te refieres a los siglos35, el autor de éstos, en obediencia al Padre, es también Jesucristo, pues «en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos» (Hebr 1,2). Al cual sea la gloria, el honor y el poder, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 
Cristo es la primera creación de Dios

Cristo es la primera creación de Dios

No, aun estoy esperando que demuestre donde la Biblia cita "creó", en lugar de "engendró"... y esperando seguimos. Nada, que ya no le cabe más falacia en si mismo.

Cristo es la primera creación de Dios:

“Estas son las cosas que dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación por Dios” (Revelación 3:14)

Reina Valera 1995, dice:
Apocalipsis 3:14 "Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea:[16] ""El Amén, el testigo fiel[17] y verdadero, el Principio de la creación de Dios,[18]"

La nota [18] dice:
[18] 3.14 Cf. Pr 8.22-31; Jn 1.3; Col 1.15,18. Cristo es llamado el Amén porque en él se cumplen las promesas de Dios a su pueblo (cf. 2 Co 1.20).​

Interesante que esa Biblia dice en la nota sobre "el Principio de la creación de Dios" que se remita a Proverbios 8:22-31, donde dice:
Proverbios 8:22-31, Nueva Versión Internacional:
"El Señor me dio la vida[3] como primicia de sus obras,[4]
mucho antes de sus obras de antaño. Fui establecida desde la eternidad,
desde antes que existiera el mundo."
 
Re: Cristo es la primera creación de Dios

Re: Cristo es la primera creación de Dios

Cristo es la primera creación de Dios:

“Estas son las cosas que dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación por Dios” (Revelación 3:14)

Reina Valera 1995, dice:
Apocalipsis 3:14 "Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea:[16] ""El Amén, el testigo fiel[17] y verdadero, el Principio de la creación de Dios,[18]"

La nota [18] dice:
[18] 3.14 Cf. Pr 8.22-31; Jn 1.3; Col 1.15,18. Cristo es llamado el Amén porque en él se cumplen las promesas de Dios a su pueblo (cf. 2 Co 1.20).​

Interesante que esa Biblia dice en la nota sobre "el Principio de la creación de Dios" que se remita a Proverbios 8:22-31, donde dice:
Proverbios 8:22-31, Nueva Versión Internacional:
"El Señor me dio la vida[3] como primicia de sus obras,[4]
mucho antes de sus obras de antaño. Fui establecida desde la eternidad,
desde antes que existiera el mundo."

Mire, este es nuevo, aun no se lo había traido. :)

LA ENCARNACIÓN DE CRISTO


Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «se encarnó y se hizo hombre». Se parte del pasaje de Isaías: «Volvió Yahvé a hablar a Ajaz diciendo: "Pide para ti una señal de Yahvé tu Dios..." (7, 10-11), y: "He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel"» (7, 14), etc.(1)

El Hijo de Dios se ha hecho hombre

1. Como alumnos de la pureza y discípulos de la prudencia, celebremos con labios castos al Dios nacido de la Virgen. Quienes nos consideramos dignos de alimentarnos del cordero racional(2), comamos de él tanto la cabeza como las patas(3), significando la divinidad mediante la cabeza y la humanidad mediante las patas. Los que escuchamos los Evangelios oigamos al teólogo Juan, que tras escribir: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn I, 1), añadió después: «Y la Palabra se hizo carne» (1, 14). Tampoco se debe adorar a un simple hombre(4) ni tampoco a sólo Dios sin hacer referencia a la humanidad. Pues si Cristo es Dios, como sucede en realidad, pero no asume la naturaleza humana, no tenemos la salvación. Adóresele, por consiguiente, como Dios, pero créase también que se ha revestido de la naturaleza humana. Tampoco es aceptable que se le llame hombre dejando aparte la divinidad ni lleva a la salvación separar la humanidad de la confesión de la divinidad. Reconozcamos la presencia del rey y del médico. Jesús es rey que aportará salvación ciñéndose con el lienzo de la humanidad y tras haber sanado lo que estaba enfermo. Como perfecto maestro de niños, se ha hecho niño con ellos «para enseñar a los simples la prudencia» (Prov 1, 4). El pan del cielo ha descendido a la tierra para alimentar a los que tienen hambre.

No rechazar a aquél en quien se cumple la profecía de la encarnación

2. Pero los judíos, cuando rechazan a aquel que ha venido, esperan a aquel que ha de venir con dureza: ellos repudiaron a Cristo, pero acogerán, inducidos a error, al impostor que venga. Así se hará verdadera la palabra del Salvador: «Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis» (Jn 5, 43). Sería estupendo hacer esta pregunta a los judíos: ¿dice verdad o mentira el profeta Isaías cuando señala que el Emmanuel nacerá de una virgen? (cf. Is 7, 14). No es de extrañar que lo acusen de mentiroso, pues es costumbre para ellos no sólo acusar a los profetas de mentir, sino incluso lapidarlos. Ahora bien, si el profeta dijo la verdad, señalad quién es el Emmanuel. Más todavía: el que ha de venir, y al que esperáis, ¿ha de nacer de una virgen o no? Si no nace de una virgen argüís al profeta de falsedad. Y si esperabais que ello sucediera en el futuro, ¿por qué lo rechazáis cuando ya se ha cumplido?

Verdadera humanidad plena y concepción virginal de Cristo

3. De su error serán sacados los judíos cuando lo permitan(5), y será glorificada la Iglesia de Dios, pues nosotros acogemos verdaderamente al Dios que es Palabra hecha hombre. Esto ha sucedido, no por la voluntad de hombre y de mujer, como dicen los herejes, sino que se ha hecho hombre de una virgen y por el Espíritu Santo, como dice el Evangelio. Y no en apariencia, sino en verdad. Y me gustaría que te dieras cuenta de que ahora es el tiempo de transmitir la doctrina de que él ha recibido la naturaleza humana de una virgen. Ahora recibirás las pruebas de esta realidad. El error de los herejes es múltiple, pues éstos negaron de modo total que él hubiera nacido de una virgen(6); otros concedían la realidad de su nacimiento, pero no de una virgen, sino de la unión de un hombre y una mujer. Otros dicen que no es el Mesías Dios quien se ha hecho hombre, sino un hombre deificado(7). Estos se atrevieron a decir que no una Palabra preexistente se hizo hombre, sino que fue coronado (como Dios) un hombre con méritos propios(8).

Haremos frente a las objeciones

4. Pero tú acuérdate de las cosas que ayer se dijeron sobre la divinidad. Cree que el Hijo unigénito de Dios es el que a su vez ha nacido de la Virgen. Cree al evangelista Juan cuando dice: «La Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros. Es realmente Palabra eterna, engendrado del Padre antes de todos los siglos, aunque en el tiempo ha tomado carne por causa nuestra. Muchos están en contra de esto y dicen: ¿Qué es lo que ha pasado tan grave para que Dios descendiese hasta lo humano? A lo que puede decirse: «Después apareció ella(9) en la tierra, y entre los hombres convivió» (Bar 3, 38). O bien (se plantean): ¿es posible que una virgen dé a luz sin un hombre? Al encontrarnos, pues, que se nos contradice ampliamente y que se nos presenta batalla en diversos frentes, se hace preciso que aniquilemos todo ello mediante la gracia de Cristo y mediante los discursos que aquí ofrecemos.

El Hijo asumió la carne de la más excelente de las criaturas

5. Preguntémonos, en primer lugar, por qué vino Jesús. Y no repares en mis razonamientos, a los que quizá podría contradecirse mediante sofismas. Ahora bien, si no aceptas los testimonios de los profetas acerca de cada una de estas cosas, no creerás en lo que digamos. Si no aprendes por las Escrituras lo referente a la Virgen, al lugar, al tiempo y al modo, tampoco recibas testimonio de hombre alguno(10). Pues sobre éste que ahora está aquí y os instruye puede recaer alguna sospecha, pero sobre el que pronunció las profecías, hace mil años e incluso más tiempo, ¿quién puede tener reticencias si está en su sano juicio? Por tanto, si buscas la causa de la venida de Cristo, acude simplemente al primer libro de la Escritura. En seis días hizo Dios el mundo. Pero éste existe para el hombre. Resplandezca el sol con sus fulgores espléndidos: fue hecho para que luzca en favor del hombre. Todos los animales fueron hechos para nuestro servicio; y las hierbas y los árboles fueron creados para que los utilizásemos. Son todas criaturas buenas(11), pero ninguna de ellas es imagen de Dios excepto únicamente el hombre. Una simple orden hizo el sol, mientras que el hombre fue formado por las manos de Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como nuestra semejanza» (Gén 1, 26)(12). Y si se tributa honor a la imagen de madera de un rey terreno, ¿cuánto más deberá hacerse con la imagen de Dios? Pero ésta, la más excelsa de las criaturas de Dios, que estaba feliz en el paraíso, fue expulsada de allí por la envidia del diablo (Gén 3, 23-24; Sab 2, 24). Feliz se encontraba el enemigo al ver postrado a aquel a quien había envidiado. ¿Querrás tú acaso ser como ese enemigo que se alegraba?

Este no se había atrevido a acercarse al hombre a causa de su tuerza, pero sí, por ser más débil, se dirigió a la mujer cuando ésta todavía era virgen. Fue después de su salida del paraíso cuando «conoció el hombre a Eva, su mujer» (Gén 4, 1 ) .

El pecado se había extendido por la tierra

6. Sus sucesores en la progenie humana fueron Caín y Abel, y Caín fue el primer homicida. Más tarde tuvo lugar el diluvio a causa de la multiplicación de la maldad de los hombres(13). Un fuego del cielo cayó sobre los habitantes de Sodoma a causa de su impiedad (cf. Gén 19). En épocas posteriores Dios eligió a Israel, pero también éste cayó en la perversión y el pueblo elegido quedó herido de muerte: Moisés se encontraba en el monte ante Dios, y el pueblo, en lugar de a Dios, adoró a un becerro (Ex 32, 1-6). Mientras que en la ley de Moisés se decía: «No cometerás adulterio» (Ex 20, 14), un hombre se atrevió a pecar entrando en un lugar de prostitución (cf. Núm 25, 1-9). Posteriormente a Moisés, fueron enviados profetas que cuidasen de Israel. Pero cuando éstos traían la medicina, se lamentaban vencidos por la fuerza de la enfermedad, de tal manera que alguno de ellos clamaba: «¡Ay de mí, que ha desaparecido de la tierra el fiel, no queda un justo entre los hombres!» (Miq 7, 2); o también: «Todos están descarriados, en masa pervertidos. No hay quien haga el bien, ni uno siquiera» (Sa 14, 3). Y, a su vez: «Tiene pleito Yahvé con los habitantes de esta tierra, pues no hay fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre» (Os 4, 1-2). Y: «Sacrificaban sus hijos y sus hijas a los demonios» (Sal 106, 37). Se ocupaban con hechicerías sagradas y con la vanidad de sus vergüenzas. Así dice: «Sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar» (Am 2, 8; cf. Dt 24, 12-13).

Gravedad del pecado

7. Muy grande era la herida de la humanidad. Desde los pies hasta la cabeza nada había íntegro en ella. No había lugar ni para una gasa ni para aceite ni para unas vendas. Después, entre lamentos y fatigas, decían los profetas: «¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel?» (Sal 14, 7). Y, por otra parte: «Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste, ya no volveremos a apartarnos de ti». (Sal 80, 18-19a). Y otro profeta suplicaba diciendo: «¡Yahvé, inclina tus cielos y desciende!» (Sal 144, 5). Las heridas de los hombres son más fuertes que nuestros remedios. «Han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas» (1 Re 19, 10). No es posible evitar el mal; para evitarlo, haces falta tú(14).

Dios viene a los hombres, aunque no se le acoja

8. El Señor escuchó esta súplica de los profetas: el Padre no se desentendió de nuestra estirpe en camino hacia la destrucción y envió desde el cielo a su Hijo como Señor y como médico. Dice uno de los profetas: «Enseguida vendrá a su Templo —el lugar donde lo lapidasteis— el Señor a quien vosotros buscáis» (Mal 3, 1)(15). Después, oyendo esto otro de los profetas, le dice: «Si anuncias que Dios viene para la salvación, ¿hablas de modo oculto?»: «Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: "Ahí está vuestro Dios. Ahí viene el Señor Yahvé con poder"» (Is 40, 9-10). Pero, por otra parte, el Señor mismo dice: «He aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahvé. Muchas naciones se unirán a Yahvé aquel día» (Zac 2, 14-15). Pero los israelitas rechazaron la salvación que les ofrecí: «Vengo a reunir a todas las naciones y lenguas» (Is 66, 18), pero «vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (Jn 1, 11). Y, cuando vienes, ¿qué es lo que les das a los gentiles: «Vengo a reunir a todas las naciones... Pondré en ellos señal» (Is 66,18-19). Pues, por mi combate en la cruz, a cada uno de mis soldados les daré una señal para tenerla en la frente(16), y otro profeta dijo: «El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies» (Sal 18, 10). Pero el que bajó de los cielos permaneció ignorado de los hombres.

Estaba previsto el nacimiento del Mesías

9. En otro momento, Salomón, oyendo a su padre David hablar de estas cosas, tras haber construido aquel templo admirable, y viendo de lejos al que tenía que venir a él, dice: «¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra?» (1 Re 8, 27). La respuesta de David, en un salmo dedicado a Salomón, era afirmativa: «Caerá como rocío sobre el vellón» (Sal 72, 6)(17). Rocío, a causa de su origen celeste; sobre el vellón, por tratarse de la humanidad. Y el rocío cae sobre el vellón silenciosamente, de modo semejante a como los Magos, ignorantes del misterio de la Natividad, dijeron: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?» (Mt 2, 2), y un Herodes turbado por aquel que había nacido indagaba y se informaba «del lugar donde había de nacer el Cristo» (2, 4).

Signos de humildad del Mesías victorioso

10. ¿Y quién es el que vino? Dice en lo que sigue(18): «Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad» (Sal 72, 5). Dice a su vez otro de los profetas: «¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey, justo él y victorioso» (Zac 9, 9). Muchos son los reyes. ¿A quién te refieres, profeta? Danos una señal que no tengan los otros reyes. Si te refieres a un rey vestido de púrpura, ya hay otros que tienen este privilegio en el vestido. Si se trata de que está rodeado de una escolta de soldados o que va sentado en carros dorados, también estos distintivos los tienen otros. Danos un signo propio de este rey cuya venida anuncias. Responde el profeta diciendo: «He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna» (ibid.), pero no en carros. Aquí está la señal única y singular del rey que llega(19). Jesús es el único entre los reyes que, montando un asna que todavía no ha llevado ninguna carga, entra en Jerusalén entre aclamaciones como un rey. ¿Y qué hace este rey al llegar?: «Y tú en la sangre de la alianza sacaste a los prisioneros del lago que no tenía agua» (Zac 11, 11).

En el mismo lugar donde se dan las catequesis fue crucificado el Mesías

11. Era, desde luego, verosímil que fuese sentado en un pollino. Pero darnos más bien un signo acerca de sobre qué se apoya este rey que ahora viene. No ofrezcas un signo que esté lejos de la ciudad, no sea que no nos demos cuenta. Muéstranos un signo muy visible a los ojos para que, incluso estando en la ciudad, lo veamos aquí mismo. A esto responde el profeta diciendo: «Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente» (Zac 14, 4). ¿Acaso hay alguien que no vea este lugar, aun estando dentro de la ciudad?(20).

Los signos mesiánicos de los milagros y del juicio de los ancianos del pueblo

12. Tenemos dos signos, pero queremos ver un tercero. Di qué ha de hacer el Señor cuando venga. Dice otro profeta: «Mirad que vuestro Dios viene vengador, es la recompensa de Dios, él vendrá y os salvará. Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo» (Is 35, 4-6). Dígasenos también otro testimonio. Dices, profeta, que ha de venir el Señor realizando signos como nunca se habían hecho (cf. Jn 15, 24a). ¿De qué otra forma dices que se ha manifestado?: «El Señor entra en el juicio de los ancianos de su pueblo y de sus jefes» (Is 3, 14). Este es el signo principal: el Señor es juzgado y tiene que soportarlo, por sus siervos, los ancianos.

Alusión al miedo a ver a Dios directamente

13. Al leer esto los judíos, no se dan cuenta; los oídos de su corazón se han cerrado para no oír. Pero creamos nosotros en Jesucristo «que vino en la carne y se hizo hombre» y al que, de otro modo, no lo hubiéramos podido percibirá(21). Al no poder nosotros ver a Dios como él es ni gozar de él, se hizo lo que nosotros somos para que tuviésemos así la capacidad de disfrutarlo. Pues si no tenemos capacidad para ver perfectamente el sol, que fue hecho el cuarto día, ¿podremos ver a Dios, su autor? El Señor descendió en el fuego sobre el monte Sinaí, pero el pueblo no soportaba verlo, sino que «dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, que podremos entenderte, pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos» (Ex 20, 19). Y, por otra parte: «¿Qué hombre ha oído como nosotros la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, y ha sobrevivido? (Dt 5, 2). Pues si oyes la voz de Dios, él está llamando a la muerte(22) y, si te das cuenta de que es Dios mismo, ¿cómo no habrá de atraer él la muerte? ¿De qué te asombras «si el mismo Moisés dijo: "Espantado estoy y temblando"» (Hebr 12, 31)(23)?

Dios se hace hombre para ser mejor entendido

14. ¿Qué querrías, pues? ¿Que aquel que vino para la salvación se convierta para nosotros en causa de muerte porque no podríamos soportar su presencia? ¿No será mejor que él adapte su gracia a nuestra capacidad? Daniel no soportaba la presencia del ángel, y tú, ¿soportarías la visión directa de los ángeles del Señor? Cuando se apareció Gabriel, cayó al suelo Daniel (cf. Dan 10, 9). ¿Cómo era y cuál era el aspecto del que se aparecía?: «Su rostro era como el aspecto del relámpago, sus ojos como antorchas de fuego» (no dice «como horno de fuego»), «y el son de sus palabras como el ruido de una multitud» (10,6), pero no como el de «doce legiones de ángeles» (cf. Mt 26, 53). Sin embargo, el profeta se postró en tierra y, acercándose el ángel, dijo: «No temas, Daniel», ponte en pie y levanta tu ánimo, que «fueron oídas tus palabras» (cf. Dan 10, 12). Y dice Daniel: «Me levanté temeroso»(24). Sin embargo, no le respondió hasta que una mano le tocó (cf. 10, 10). Y después de que el que se aparecía se transformó en lo que se veía como un hombre, entonces comenzó Daniel a hablar. ¿Y qué es lo que dijo?: Señor, al verte a ti, se han revuelto mis entrañas. No habrá en mí fortaleza, pues tu hálito no se quedó en mí. Si la visión del ángel arrebató al profeta su voz y su fuerza, ¿permitiría un respiro la aparición del mismo Dios? Y, dice la Escritura, hasta que lo vio con aspecto de hombre, no tuvo lugar en Daniel una nueva creación. Por tanto, una vez demostrada por experiencia nuestra debilidad, el Señor asumió lo que era preciso en bien del hombre. En efecto, el hombre estaba deseoso de oír hablar a alguien semejante a él. De esa naturaleza de similares cualidades se revistó el Salvador para que así los hombres fuesen enseñados con mayor facilidad.

El Hijo se hace carne para salvar al hombre

15. Pero hay también otra razón. Cristo vino para ser bautizado y santificar así el bautismo. Vino para obrar milagros andando sobre las aguas del mar (cf. Mt 14, 25). Pero, antes de su venida en carne, «lo vio el mar y huyó, retrocedió el Jordán», (Sal 114, 3): el Señor asumió un cuerpo que se sostenía en el mar y al que el Jordán acogió con temor. Y esto es una razón. Pero hay otra más: por medio de la virgen Eva apareció la muerte. Era, pues, oportuno que por medio de una virgen, o más bien proviniendo de una virgen, brotase la vida, para que, como a aquella la engañó la serpiente, a ésta Gabriel le trajese la buena noticia. Los hombres, al abandonar a Dios, fabricaron imágenes de forma humana. Pero, puesto que se adoraba engañosamente como Dios a una ficción de apariencia humana, Dios se hizo verdaderamente hombre para deshacer el engaño. El diablo usaba contra nosotros del instrumento de la carne. Consciente de ello, Pablo dice: «Advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza...» (Rm 7, 23). Pero con las mismas armas con que el diablo nos combatía, con esas mismas hemos sido salvados. El Señor tomó de nosotros lo que es semejante a nosotros, para llevar la salvación a la naturaleza humana. Asumió nuestra semejanza para conceder una mayor gracia a lo que se encontraba en situación deficiente y para que la naturaleza humana pecadora se hiciese partícipe de Dios. «Donde abundó pecado, sobreabundó la gracia» (Ro». 5, 20). Convenía que el Señor padeciera por nosotros, y el diablo no se habría atrevido a acercarse a él si lo hubiese conocido: «pues de haberla conocido(25), hubieran crucificado al Señor de la gloria» (I Cor 2, 8). Por tanto, el cuerpo fue arrojado a la muerte para que, cuando el dragón creía que él lo devoraría, en realidad vomitaría incluso a los que ya había devorado(26). «Consumirá a la muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de todos los rostros...» (Is 25, 8).

La encarnación es el cumplimiento de la Ley y los Profetas

16. Pero, ¿acaso Cristo se hizo hombre en vano? ¿Son nuestras enseñanzas fruto de la charlatanería y falacias del ingenio humano? ¿Es que no son las Sagradas Escrituras nuestra salvación? ¿Es que no lo son las predicciones de los profetas? Se me ha encomendado que este depósito(27) lo guarde inmóvil y que nadie te mueva de él. Cree que Dios se ha hecho hombre. Y realmente se demostró que fue posible que él se hiciese hombre. Y si los judíos rechazan creer más allá de su propia fe, pongámonos de acuerdo con ellos en esto: ¿Qué anunciamos de nuevo cuando decimos que Dios se ha hecho hombre si vosotros mismos decís que Abraham dio hospedaje al Señor (cf. Gén 18, 3). ¿Predicamos de modo insolente cuándo Jacob dice: «He visto a Dios cara a cara, y tengo la vida salva» (Gén 32, 31). El mismo Señor que comió con Abraham (Gén 18, 8) es el que comió con nosotros. ¿Qué decimos, pues, de inusual? Tenemos también dos testigos que en el monte Sinaí estuvieron junto al Señor: Moisés estuvo en la hendidura de la roca (Ex 33, 21-23) y Elías también en la entrada de la cueva (I Re 19, 9). Ambos estuvieron presentes cuando él se transfiguró en el monte Tabor y señalaban a los discípulos la partida que él habría de realizar en Jerusalén (Lc 9, 30-31)(28). La encarnación fue posible, como anteriormente se demostró. Sobran ahora más demostraciones, que pueden dejarse a la curiosidad de los estudiosos.

El Salvador vino durante la dominación romana en Palestina

17. Por lo demás, os habíamos prometido que en nuestras palabras daríamos cuenta del lugar y el tiempo de la venida del Salvador. Y no debemos terminar como reos de una falsa promesa, sino que deberemos despedirnos de vosotros dejándoos suficientemente protegidos como candidatos de la Iglesia. Indaguemos, por tanto, el tiempo en que vino el Salvador, puesto que su venida está aún reciente, aunque alguien lo niegue. Además, ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre» (Hebr 13, 8). Moisés dice proféticamente: «Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti» (Dt 18, 18)(29). Dejemos de momento el «como yo», que se explicará en su lugar. Pero, ¿cuándo llegó aquel profeta esperado? Acude, dice, a las cosas que yo he escrito. Investiga en la profecía de Jacob a Judá: «A ti, Judá, te alabarán tus hermanos» (Gén 49, 8), y, un poco más abajo, por no recitarlo todo: «No se irá de Judá el báculo, el bastón de mando de entre tus piernas, hasta tanto que se le traiga el tributo y a quien rindan homenaje las naciones» (Gén 49,10)(30). Un signo de la venida de Cristo fue que los judíos perdieron su independencia. Si no hubieran estado en esa época sometidos a los romanos, Cristo no habría venido. Si hubieran tenido un príncipe del linaje de Judá y de David, tampoco habría venido el esperado. Siento reparo incluso en mencionar sus propias instituciones, lo que se refiere a los patriarcas y a su linaje, temas que dejo gustosamente a quienes los conocen. Ahora bien, el que viene como deseado de las naciones, ¿qué señal trae consigo? Dice inmediatamente después: «ata a la vid su borriquillo». Te das cuenta de que es el pollino del que ya Zacarías (9, 9) habló elocuentemente.

Todo sucederá en los días de un gran imperio

18. Pero buscas también otro testimonio acerca de la época. El (el Señor) me ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy» (Sal 2, 7). Y, un poco más abajo: «Con cetro de hierro los quebrantarás»(31). Dije ya en otra ocasión que se llama vara de hierro al imperio Romano(32). En lo que queda de él podemos reflexionar a propósito de Daniel. Pues, describiendo e interpretando a Nabucodonosor la imagen de la estatua, le explica también toda la visión de la misma (Dn 2, 27-45; cf. 46-49) y anuncia que la piedra, que se ha desprendido del monte «sin intervención de mano alguna» (3, 34), dominará sobre todo el orbe. Habla también con toda claridad de este modo: «En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo» (3, 44)(33).

Más detalles sobre la época de la venida del Mesías

19. Pero buscamos una exposición todavía más clara de la época de su venida. De hecho, al hombre se le induce dificilmente a creer -no cree en lo que se le dice- si no logra abiertamente un cálculo exacto de años. ¿Cuáles son, pues, las circunstancias de la época y la época misma? Cuando ya no hay reyes oriundos de Judá, después reinará el extranjero Herodes. Dice, pues, el ángel que habla a Daniel (y anótame ahora lo que diga): «Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la orden de volver a construir Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas y sesenta y dos semanas» (Dan 9, 25)(34). Sesenta y nueve semanas de años son cuatrocientos ochenta y tres. Afirma, por consiguiente, que cuatrocientos ochenta y tres años después de la reconstrucción de Jerusalén, y cuando ya no haya jefes propios, vendrá entonces un rey extranjero en cuya época nacerá el Mesías. Darío el Medo edificó Jerusalén(35) en el sexto año de su reinado (Esdr 6, 15)(36), en el primero de la olimpíada griega sexagésimo sexta. Entre los griegos se llama olimpíada a los juegos que suelen hacerse cada cuatro años. Ello era a causa del día que se consigue cada cuatro años sumando los restos de horas que cada año deja sobrantes el movimiento solar. Herodes era rey en la olimpíada ciento ochenta y seis, año cuarto. Por tanto, desde la olimpíada sesenta y seis hasta la ciento ochenta y seis con ciento veinte olimpíadas y un poco más. Y estas ciento veinte olimpíadas hacen un total de cuatrocientos ochenta años. Los otros tres años que faltan, necesarios para completar el número de semanas, caben en el intervalo que hay entre el primero y el cuarto año. Por consiguiente, ya tienes una demostración a partir de la Escritura, que dice, como ya se ha explicado, que el tiempo desde la orden de reconstrucción de Jerusalén hasta Cristo es de sesenta y nueve semanas (cf., ya antes, Dan 9, 25). Aquí tienes esta demostración del momento, aunque no faltan otras interpretaciones de las profecías sobre las semanas de años en Daniel(37).

Detalles sobre el lugar

20. Pero escucha ya el lugar de la promesa. Dice Miqueas: «Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias deJudá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño» (Miq 5, 1)(38). Por lo que respecta a los lugares, siendo de Jerusalén como eres, ya sabes lo que está escrito en el salmo 132: «Mirad: hemos oído de ella que está en Efratá(39), ¡la hemos encontrado en los Campos del Bosque!» (Sal 132, 6). Pues hasta hace pocos años se trataba de un lugar poblado de bosque. Has oído, por otro lado, a Habacuc, que dice al Señor: «¡En medio de los años hazla revivir, en medio de los años dala a conocer!» (Hab 3, 2). ¿Y cuál será, oh profeta, el signo de que el Señor viene?: «En medio de dos vidas lo conocerás». Con esto alude claramente al Señor: cuando vengas en la carne, vivirás y morirás; pero, al resucitar de entre los muertos, vivirás de nuevo. Pero, ¿de qué parte de la región de Jerusalén ha de venir?, ¿del oriente o del ocaso, del aquilón o del sur? Dínoslo detalladamente. Responde con toda claridad y dice: «Viene Dios de Temán» —pero por Temán se entiende el Sur(40)—, «el Santo del monte Farán, con sombras y nubes»(41), lo cual lo dijo el salmista en idéntico sentido: «¡La hemos encontrado en los Campos del Bosque!» (Sal 132, 6).

Nacimiento virginal

21. Después preguntamos de quién vendrá y cómo vendrá. Esto nos lo enseña Isaías: «He aquí que una virgen(42) está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7, 14). Los judíos, que desde antiguo suelen rechazar la verdad, argumentan contra esto y dicen que no está escrito virgen, sino muchacha. Pero, aunque yo conceda esto, encuentro que la verdad se encuentra preguntándose: si una virgen es violada y grita pidiendo auxilio, ¿lo hace después o antes de ser violada? Por consiguiente, si en algún lugar dice la Escritura: «La joven prometida acaso gritó sin que hubiera nadie que la socorriera» (Dt 32, 27), ¿acaso no se dice esto de una muchacha que es virgen?(43). Y para que conozcas con más claridad que las vírgenes en la Sagrada Escritura también son llamadas «muchachas», escucha el libro de los Reyes acerca de Abisag, la sunamita, que dice: «La joven era extraordinariamente bella» (I Re 1, 4). Y se sabe que ésta es la virgen que fue elegido y llevada hasta David (1, 3).

El signo ofrecido a Ajaz no se refiere a su hijo Ezequías, sino a una virgen, en el futuro

22. Pero los judíos replican: lo que se dijo a Ajaz se refería a Ezequías. Leamos la Escritura: «Pide para ti una señal de Yahvé tu Dios en lo profundo del sheol o en lo más alto» (Is 7, 11). Pero debe tratarse de un signo que cause admiración y sea indiscutible. Un signo había sido el agua sacada de la roca (Ex 17, 6), que el mar se abriese (14, 21) o que retrocediese el sol (2 Re 20, 11)(44) y otras cosas semejantes.

Pero lo que he de decir es una evidencia mayor en contra de los judíos(45). Isaías hablaba de todo esto cuando era rey Ajaz, que lo fue durante dieciséis años, período en el que tuvo lugar este oráculo profético. La contradicción de los judíos la refuta su sucesor, el rey Ezequías, hijo de Ajaz, que tenía veinticinco años al acceder al trono (2 Re 18, 2). Pero puesto que la profecía fue hecha en el período de los dieciséis años(46), es al menos nueve años antes de la profecía cuando nació Ezequías de Ajaz. No hay necesidad, por tanto, de que la profecía se refiera a aquel que ya había nacido incluso antes de que su padre Ajaz comenzase a reinar. Además Isaías no dice que una virgen «estuvo» encinta, sino —como predicción— que lo «estará».

El linaje de David es eterno

23. Ya hemos visto con claridad que Cristo nace de una virgen. Ahora habrá que explicar cómo es esta virginidad. «Juró Yahvé a David, y no se arrepentirá: "El fruto de tu seno asentaré en tu trono» (Sal 132, 11), y también: «Estableceré su estirpe para siempre, y su trono como los días de los cielos» (89, 30). Y, además: «Una vez he jurado por mi santidad: ¡A David no he de mentir! "Su estirpe durará por siempre, y su trono como el sol ante mí, por siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el cielo"» (Sal 89, 36-38). Ves que se habla de Cristo, no de Salomón, pues el trono de éste no permaneció como el sol. Pero si alguien estuviese en desacuerdo porque Cristo no se sentó en el trono de madera de David, recordémosle esta sentencia: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos» (Mt 23, 2). No se refiere a una cátedra de madera, sino a la autoridad doctrinal. No busques tampoco el trono de David en uno de madera, sino en la potestad regia. Como testigos de esto acepta a los niños que aclamaban: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» (Mt 21, 9). También los ciegos dicen: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9, 27). Y Gabriel anuncia con claridad a María: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre» (Lc 1, 32). Y Pablo: «Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi evangelio» (2 Tim 2, 8). Y, al principio de la epístola a los Romanos, dice: «Nacido del linaje de David según la carne» (Rm 1, 3). Acoge, por tanto, al que ha nacido de David, de acuerdo con la profecía: «Aquel día la raíz de Jesé(47) que estará enhiesta para estandarte de pueblos, los gentiles la buscarán» (Is 11, 10).

24. Pero los judíos se enfurecen fuertemente por estas cosas. Esto lo había previsto también Isaías al decir: «Serán para la quema, pasto del fuego. Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9, 4-5). Date cuenta de que primeramente era Hijo de Dios y que luego nos ha sido dado. Poco más abajo dice: «Su paz no tendrá fin» (9, 6). Los romanos terminan con ellos mismos, pero el reino del Hijo de Dios no tiene un final. Tuvieron un final los persas y los medos. Pero no tiene un final el Hijo de Dios. Y luego sigue: «... sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo» (ibid.). De David surgió, pues, la Virgen santa.

Se insiste en el nacimiento virginal

25. Convenía, pues, que aquel que es purísimo y maestro de la pureza surgiese de un tálamo puro. Pues si todo el que junto con Jesús tiene el sacerdocio se abstiene de mujeres(48), ¿cómo iba a nacer Jesús de un hombre y una mujer? «Sí, tú del vientre me sacaste —se dice en los Salmos—, me diste confianza a los pechos de mi madre» (Sal 22, 10). Pon atención a «del vientre me sacaste»: con ello se significa que él salió y nació del útero y de la carne de una virgen, pero sin obra de varón, de una manera distinta a la de aquellos que nacen según la ley nupcial.

Es la carne del hombre lo que Dios asume

26. No teme asumir la carne de unos miembros de los que él es el artífice. Pero, ¿quién es el que nos dice esto? El Señor dice a Jeremías: «Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado» (Jer 1, 5). Y quien, al hacer a los hombres, tocaba sus miembros sin avergonzarse de ello, ¿se avergonzará de crear, a causa de sí mismo, esta santa carne que es el manto de su divinidad? Es Dios quien en el útero, hasta el día de hoy, da forma a los fetos humanos, de acuerdo con lo escrito en Job: «¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso? De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios» (Job 10, 10-11). Nada hay abominable en la hechura del hombre mientras no la manche por el adulterio y la lascivia. El que hizo a Adán hizo también a Eva; con las manos divinas fueron hechos tanto el hombre como la mujer. Ninguno de los miembros del cuerpo fue hecho desde un principio abominable. Callen, pues, todos los herejes que acusan a los cuerpos y a quien los hizo(49). Nosotros, en cambio, recordaremos la sentencia de Pablo: «¿No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros»? (1 Cor 6, 19). Además, el profeta predijo acerca de la persona de Jesús: «Mi carne es de ellos» (Os 9,12 LXX)(50). Y, en otro lugar, está escrito: «Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz» (Miq 5, 2)(51). ¿Y cuál será el signo de ésta?: «Dará a luz y el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel». ¿Y cuáles son las arras nupciales de la Virgen, la santa esposa?: «Te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahvé» (Os 2, 22). E Isabel, hablando de lo mismo, dice algo semejante: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 45).

Contra las objeciones de los griegos

27. Pero nos perturban tanto los griegos como los judíos, diciendo que fue imposible que el Mesías naciese de una virgen. Tapemos, en primer lugar, la boca a los griegos por sus fábulas. Quienes sostenéis que unas piedras que se arrojan pueden transformarse en hombres(52), ¿cómo decís que es imposible que una virgen dé a luz? Quienes fabuláis que una hija nació de un cerebro(53), ¿afirmáis que un hijo no puede salir del útero de una virgen? Quienes afirmáis, falsamente, que Baco salió del muslo de Júpiter, como si fuese un útero preñado, ¿cómo es que rechazáis nuestra verdad? Lo que digo es indigno del presente auditorio. Pero esto lo decimos para que rechaces a los griegos, que con sus fábulas se desmienten a sí mismos. [...]


Ver fuente y complento aquí
 
Absorbe mijo, absorbe...

Absorbe mijo, absorbe...

Mire, este es nuevo, aun no se lo había traido. :)

LA ENCARNACIÓN DE CRISTO



Te escudas en poner copias y copias "muchas palabras" de otra gente, pero veo que no razonas (o "absorbes") lo que te estoy poniendo. Lástima. Así no vas a progresar...

“El sabio escucha y absorbe más instrucción, y el entendido es el que adquiere dirección diestra,” (Proverbios 1:5)

“Las palabras de la boca del sabio significan favor, pero los labios del estúpido se tragan a este. 13 El comienzo de las palabras de su boca es tontedad, y el fin de su boca, posteriormente, es locura calamitosa. 14 Y el tonto habla muchas palabras.” (Eclesiastés 10:12-14)

“no digas las mismas cosas repetidas veces, así como la gente de las naciones, porque ellos se imaginan que por su uso de muchas palabras se harán oír.” (Mateo 6:7)
 
Re: Absorbe mijo, absorbe...

Re: Absorbe mijo, absorbe...

Te escudas en poner copias y copias "muchas palabras" de otra gente, pero veo que no razonas (o "absorbes") lo que te estoy poniendo. Lástima. Así no vas a progresar...

Verá, es que es casi en su plenitud lo que creo, y siendo que no fue hombre alguno quien me lo enseño, y siendo que ya sabiendo de ello y por la gracia de Dios, y siendo que mi vida, que era un desastre, que anda errante, que todo lo había perdido, y en su gracia, el Padre ME DIO A CONOCER A SU HIJO... y por más de 6 años a hombre alguno acudía, sino que fue quebrantado, probado a lo sumo y... no le hace falta saber más... cuando acudí a estos escritos. CASI TODO ERA EXACTAMENTE IGUAL A COMO POR SU GRACIA LO ENTENDÍ... y siendo del los primeros siglos, y siendo que usted solo anda en base al 1800, hoy, usted y para mi es un CLARO FALSO MAESTRO.

¿Le quedó ya claro?... pues allá usted con sus necedades. PERO DE HOMBRE ALGUNO APRENDÍ, Y TANTO EL PADRE, COMO EL HIJO, COMO EL ESPÍRITU SANTO SON MIS TESTIGOS... por lo tanto, usted, nada es para mi. Simplemente estoy aquí por tal de llevarle a Cristo, pero nadie tiene nada si Dios no se lo da, pero la mentira usted ya jamás más la propagará, al menos en este debate.

Un saludo.
 
Re: Absorbe mijo, absorbe...

Re: Absorbe mijo, absorbe...

y por más de 6 años a hombre alguno acudía, sino que fue quebrantado, probado a lo sumo y...

Fe de erratas: y por más de 6 años a hombre alguno acudí, sino que fuí quebrantado, probado a lo sumo y...
 
Re: Absorbe mijo, absorbe...

Re: Absorbe mijo, absorbe...

Te escudas en poner copias y copias "muchas palabras" de otra gente, pero veo que no razonas (o "absorbes") lo que te estoy poniendo. Lástima. Así no vas a progresar...

Asi es Apolos, ellos nos critican por copiar y pegar pequeñas porciones de nuestras publicaciones, pero ellos con la gran hipocrecía que les caracteriza copian y pegan extensamente y quilometricamente. Creo yo que se esta violando una regla de este foro. Pero yo por mi parte ignoro los copy/pastes exensos, no los leo.
 
Re: Absorbe mijo, absorbe...

Re: Absorbe mijo, absorbe...

Asi es Apolos, ellos nos critican por copiar y pegar pequeñas porciones de nuestras publicaciones, pero ellos con la gran hipocrecía que les caracteriza copian y pegan extensamente y quilometricamente. Creo yo que se esta violando una regla de este foro. Pero yo por mi parte ignoro los copy/pastes exensos, no los leo.

No, verá, es que TODA SU DOCTRINA ES UN COPY AND PASTE EN SI MISMA. Y ante ello, pues es normal que al igual que ustedes hacen, le demos en toda la cara con aquello que ustedes NO PUEDEN DESMENTIR, pues carecen de historia, de fundamento, y de debidos argumentos. :)
 
Re: Testigos de Jehová...¿restauración del cristianismo original?

Y sabe, ustes no los leen, ello lo tenemos claro, pero muchos TJ SÍ, y va por ellos. :)
 
Re: Absorbe mijo, absorbe...

Re: Absorbe mijo, absorbe...

El mismo no se da ni cuenta que al escribir distingue al Padre del Hijo como dos personas independientes y separadas. Pero aunque diga que conoce al Hijo lo cierto es no conoce ni al Padre ni al Hijo todavía.

No, porque sin el Hijo no tengo al Padre. Es usted quien muestra QUE NO CONOCE AL HIJO. TODO QUIEN VE AL HIJO VE AL PADRE... ahora es cuando se ve claro: QUE JAMÁS HA VISTO AL HIJO... :)
 
Re: Absorbe mijo, absorbe...

Re: Absorbe mijo, absorbe...

El mismo no se da ni cuenta que al escribir distingue al Padre del Hijo como dos personas independientes y separadas. Pero aunque diga que conoce al Hijo lo cierto es no conoce ni al Padre ni al Hijo todavía.

Los que no conocen al Hijo son uds que niegan la divinidad del Hijo.
 
Re: Absorbe mijo, absorbe...

Re: Absorbe mijo, absorbe...

No, porque sin el Hijo no tengo al Padre. Es usted quien muestra QUE NO CONOCE AL HIJO. TODO QUIEN VE AL HIJO VE AL PADRE... ahora es cuando se ve claro: QUE JAMÁS HA VISTO AL HIJO... :)

No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’. Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero. Mat 7:21-23

¿Estas seguro? A mi me parese que tu eres uno de los que menciona Mateo 7:21-23
 
Re: Absorbe mijo, absorbe...

Re: Absorbe mijo, absorbe...

Bueno, aun no nos conoces. Nosotros enseñamos que el Hijo de Dios es divino, pero no es Dios mismo. Hay un solo Dios y ese es el Padre. No lo decimos nostros lo dice la Biblia (Juan 17:3; 1 Cor 1:86)

Ese es el punto que he discutido contigo y que no has podido demostrar biblicamente. Dices que Jesús es un dios pero no es Dios, entonces eres politeista?