Re: Los 10 Mandamientos son Eternos
EL SABADO EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
En compañía con Dios, Adán y Eva exploraron su hogar paradisíaco. El paisaje era maravilloso, indescriptible. Mientras el sol se ponía lentamente ese primer viernes, el sexto día de la creación, y comenzaban a brillar las estrellas, "vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera" (Gén.1:31). De este modo, Dios terminó su creación de "los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos" (Gén.2:1).
Pero si bien es cierto que el mundo que Dios acaba de completar era incomparablemente hermoso, el mayor don que el Creador pudiese concederle a la pareja recién casada era el privilegio de mantener una relación personal con él. Por eso les dio el sábado, un día especial de bendición, camaradería y comunión con su Creador.
El Sábado a Través de la Biblia
El sábado ocupa un lugar central en nuestra adoración a Dios. Como recordativo de la creación, revela la razón por la cual Dios debe recibir nuestra adoración: Es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. "Por lo tanto, el sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino, por cuanto enseña de la manera más impresionante esta gran verdad, lo cual no hace ninguna otra institución. La verdadera razón del culto a Dios, no sólo del que se tributa en el séptimo día, sino de toda adoración, se encuentra en la distinción que existe entre el Creador y sus criaturas. Este hecho sobresaliente nunca puede llegar a ser obsoleto, y jamás debe ser olvidado".1 Dios instituyó el sábado con el fin de mantener para siempre esta verdad ante la raza humana.
El sábado en la creación. El sábado llega hasta nosotros desde un mundo sin pecado. Es el don especial de Dios, que permite que la raza humana experimente la realidad de un cielo en la tierra. Tres actos divinos establecieron el sábado.
1. Dios reposó en el sábado. El séptimo día, Dios "cesó y reposó" (Exo.31:17); sin embargo, no descansó porque necesitara hacerlo (Isa.40:28). El verbo shabath significa literalmente "cesar" de trabajos o actividades (véase Gén.8:22). "El descanso de Dios no era el resultado de la fatiga, sino la cesación de una ocupación previa".2
Dios reposó porque esperaba que los seres humanos descansaran; estableció un ejemplo para la raza humana (Exo.20:11).
Si Dios terminó la creación en el sexto día (Gén.2:1), ¿qué significa la Escritura al decir que el Creador "acabó" su obra en el séptimo día (Gén.2:2)? Dios había terminado en los seis días anteriores la creación de los cielos y la tierra, pero aún no había hecho el sábado. Y creó el día de reposo al descansar el sábado. La creación del día de reposo fue su toque final, que terminó su obra.
2. Dios bendijo el sábado. Dios no sólo hizo el día de reposo, sino que también lo bendijo. "La bendición colocada sobre el séptimo día implicaba que por este hecho se lo declaraba un objeto especial del favor divino, y un día que traería bendición a sus criaturas".3
Dios santificó el sábado. Santificar algo significa hacerlo sagrado, o apartarlo como algo santo y con fines santos; consagrarlo. Se pueden santificar individuos, lugares (como un santuario, templo o iglesia), y tiempo. El hecho de que Dios santificó el séptimo día significa que este día es santo, que lo apartó con el elevado propósito de enriquecer la relación divino-humana.
Dios bendijo y santificó el séptimo día sábado porque cesó en este día de toda su obra. Lo bendijo y santificó para la humanidad, y no para sí mismo. Es su presencia personal lo que coloca en el sábado la bendición y la santificación de Dios.
El sábado en el Sinaí. Los acontecimientos que siguieron a la salida de los israelitas de Egipto, demuestran que prácticamente se habían olvidado del sábado. Los rigurosos requerimientos de la esclavitud parecen haber hecho de la observancia del sábado algo muy difícil. Poco después que obtuvieron su libertad, Dios les recordó en forma prominente, por medio del milagro del maná y la proclamación de los Diez Mandamientos, su obligación de observar el séptimo día sábado.
1. El sábado y el maná. Un mes antes de que Dios proclamara la ley desde el Sinaí, prometió proteger a su pueblo contra las enfermedades si ponían atención diligente "a sus mandamientos y guardares todos sus estatutos" (Exo.15:26; véase también Gén.26:5). Poco después de hacer esta promesa, Dios recordó a los israelitas la santidad del sábado. Por medio del milagro del maná les enseñó en términos concretos cuán importante consideraba su descanso en el séptimo día.
Cada día de la semana Dios les concedía a los israelitas suficiente maná como para suplir sus necesidades de ese día. No debían guardar nada para el día siguiente, porque si lo hacían se echaría a perder (Exo.16:4, 16-19). En el sexto día, debían reunir el doble de lo corriente, con el fin de que tuviesen suficiente para suplir sus necesidades tanto en ese día como en el siguiente, el sábado. Con el fin de enseñar que el sexto día debía ser un día de preparación, y también para destacar cómo debía guardarse el sábado, Dios dijo: "Mañana es el santo sábado, el reposo de Jehová: Lo que hubiereis de cocer, codedlo hoy, y lo que hubiereis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana" (Exo.16:23, Antigua Reina Valera). El único día para el cual se podía guardar maná sin que se echara a perder era el séptimo (Exo.16:24). Usando lenguaje similar al del cuarto mandamiento, Moisés dijo: "En los seis días lo recogeréis; más el séptimo día es sábado, en el cual no se hallará" (Exo.16:26, Antigua Reina-Valera).
Durante los 40 años, o más de 2.000 sábados sucesivos, que los israelitas pasaron en el desierto, el milagro del maná les recordó este ritmo de seis días de trabajo y el séptimo día de descanso.
2. El sábado y la ley. Dios colocó el mandamiento relativo al sábado en el centro del Decálogo. Dice así:
"Acordarte has del día de reposo, para santificarlo: Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios: No hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas: Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: Por tanto Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó" (Exo.20:8-11, Antigua Reina-Valera).
Todos los mandamientos del Decálogo son vitales, y ninguno debe ser descuidado (Sant.2:10), pero Dios distinguió el mandamiento relativo al sábado de todos los demás. En relación a él, nos mandó recordarlo, amonestando así a la humanidad contra el peligro de olvidar su importancia.
Las palabras con las cuales comienza el mandamiento: "Acordarte has del día de reposo para santificarlo", muestran que el sábado no fue instituido por primera vez en el Sinaí. Dichas palabras indican que su origen fue anterior, de hecho, en la creación, como lo revela el resto del mandamiento. Dios deseaba que observáramos el sábado como su monumento de la creación. Define el tiempo de descanso y adoración, y nos invita a contemplar a Dios y sus obras.
Como el monumento de la creación, la observancia del sábado es un antídoto a la idolatría. Al recordarnos que Dios creó el cielo y la tierra, lo distingue de todos los dioses falsos. Así pues, el acto de guardar el sábado se convierte en la señal de nuestra fidelidad al Dios verdadero, una prueba de que reconocemos su soberanía como Creador y Rey.
El mandamiento del sábado funciona como el sello de la Ley de Dios.4 Generalmente, los sellos contienen tres elementos: el nombre del dueño del sello, tu título, y su jurisdicción. Los sellos oficiales se usan para validar documentos de importancia. El documento adquiere la autoridad del oficial cuyo sello ha sido colocado sobre él. El sello implica que el mismo oficial aprobó la legislación y que todo el poder de su cargo lo apoya.
Entre los Diez Mandamientos, el mandamiento relativo al sábado es el que contiene los elementos vitales de un sello. Es el único de los diez que identifica al Dios verdadero, especificando su nombre: "Jehová tu Dios"; su título: el que hizo, el Creador; y su territorio: "los cielos y la tierra" (Exo.20:10-11). Por cuanto únicamente el cuarto mandamiento muestra con autoridad de quién fueron dados los Diez Mandamientos, "contiene el sello de Dios", incluido en su ley como evidencia de su autenticidad y obligatoriedad.5
De hecho, Dios hizo el sábado como un "recordativo o señal de su poder y autoridad en un mundo inmaculado por el pecado y la rebelión. Debía ser una institución de obligación personal perpetua, prescrita por la admonición 'acuérdate del día de reposo para santificarlo' (exo.20:8)".6
Este mandamiento divide la semana en dos partes. Dios le concedió a la humanidad seis días en los cuales "trabajarás, y harás toda tu obra", pero en el séptimo día "no hagas en él obra alguna" (Exo.20:9,10). " 'Seis días', dice el mandamiento, son días de trabajo, pero 'el séptimo día' es el día de reposo. El hecho de que 'el séptimo día' constituye en forma especialísima el día de reposo de Dios se hace evidente en las primeras palabras del mandamiento: 'Acuérdate del día de reposo para santificarlo' ".7
Si bien es cierto que los seres humanos requieren descanso físico para reanimar su organismo, Dios basa en su propio ejemplo su mandato de que descansemos en el día sábado. Por cuanto él cesó de las actividades que realizó en la primera semana del mundo, nosotros también debemos reposar.
3. El sábado y el pacto. La Ley de Dios era un rasgo central del pacto (Exo.24:37); así también el sábado, colocado en el corazón de esa ley, es prominente en el pacto divino. Dios declaró que el sábado sería "por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico" (Eze.20:12; véase también Eze.20:20; Exo.31:17). Por lo tanto, dice Dios, el reposo sabático es un "pacto perpetuo" (exo.31:16). "Así como el pacto se basa en el amor de Dios por su pueblo (Deut.7:7,8), también el sábado, como señal de ese pacto, es una señal de amor divino".8
Los sábados anuales. Además de los sábados semanales (Lev.23:3), había siete sábados anuales de carácter ceremonial, repartidos en el calendario religioso de Israel. Esos sábados anuales no estaban directamente relacionados con el séptimo día sábado o el ciclo semanal. Esos días de reposo, "además de los sábados de Jehová" (Lev.23:38, Antigua Reina-Valera), eran el primero y último días de la fiesta de los panes sin levadura, el Día de Pentecostés, la Fiesta de las Trompetas, el Día de la Expiación, y el primer y último días de la Fiesta de los Tabernáculos (véase Lev.23:7,8,21,24,25,26,35,36).
Por cuanto el cálculo de esos días de reposo dependía del comienzo del año sagrado, el cual estaba basado en el calendario lunar, las celebraciones podían caer en cualquier día de la semana. Cuando coincidían con el sábado semanal, se conocían como "días grandes" o "días de gran solemnidad" (véase Juan 19:31). "El sábado semanal fue ordenado al fin de la semana de la creación para toda la humanidad; por su parte, los sábados anuales constituían una parte integral del sistema judío de ritos y ceremonias instituidos en el monte Sinaí... los cuales apuntaban hacia el futuro advenimiento del Mesías, y cuya observancia terminó con su muerte en la cruz".9
El sábado y Cristo. La Escritura revela que Cristo fue, tanto como el Padre, el Creador (véase 1 Cor.8:6; Heb.1:1,2; Juan 1:3). Por lo tanto, él fue quien apartó el séptimo día como día de reposo para la humanidad.
Más adelante, Cristo asoció el sábado no sólo con su obra creadora sino también con su obra redentora. Como el gran "YO SOY" (Juan 8:58; Exo.3:14), incorporó el sábado en el Decálogo como un poderoso recordativo de este compromiso semanal de adoración al Creador. Además, añadió otra razón para observar el sábado: la redención de su pueblo (Deut.5:14,15). De este modo, el sábado marca a los que han aceptado a Jesús como Creador y Salvador.
El papel doble de Cristo como Creador y Redentor hace claro por qué aseveró que, en su calidad de Hijo del Hombre, también es "Señor aún del sábado" (Mar.2:28, Antigua Reina-Valera). Teniendo tal autoridad, si así lo hubiese deseado, podría haber eliminado el sábado, pero no lo hizo. Por el contrario, lo aplicó a todos los seres humanos, diciendo: "El sábado por causa del hombre es hecho" (vers.27).
En todo su ministerio terrenal, Cristo nos dio ejemplo de fidelidad en guardar el sábado. Era "conforme a su costumbre" adorar en el día sábado (Luc.4:16). Su participación en los servicios sabáticos revela que aprobaba el sábado como día de reposo.
Tan importante consideraba Cristo la santidad del sábado, que cuando habló de la persecución que sucedería después de su ascensión, aconsejó a sus discípulos diciendo: "Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado (Mat.24:20, Antigua Reina-Valera). Según hace notar Jonatán Edwards, esto implica claramente "que aun entonces los cristianos se hallaban bajo obligación de guardar estrictamente el sábado".10
Cuando Cristo terminó su obra de creación -su primer gran acto en la historia del mundo- reposó en el séptimo día. Este reposo significaba el completamiento y el logro de su objetivo. Hizo lo mismo al fin de su ministerio terrenal, cuando hubo completado su segundo gran acto en la historia. El viernes de tarde, el sexto día de la semana, Cristo completó su misión redentora en el mundo. Sus últimas palabras fueron: "Consumado es" (Juan 19:30). La Escritura hace énfasis en que cuando Cristo murió, "era el día de la Preparación, y el sábado ya rayaba" (Luc.23:54, VM). A continuación de su muerte, reposó en una tumba, simbolizando así el hecho de que había cumplido la redención de la raza humana.11
De este modo, el sábado testifica acerca de la obra de creación y redención que Cristo realizó. En su observancia, los seguidores del Salvador se regocijan con él por sus logros a favor de la humanidad.12
El sábado y los apóstoles. Los discípulos manifestaban gran respeto por el sábado. Este hecho se hizo evidente en ocasión de la muerte de Cristo. Cuando llegó el sábado, interrumpieron sus preparativos para el sepelio, "y reposaron el sábado conforme al mandamiento", con planes de continuar esa obra el domingo, "el primer día de la semana" (Luc.23:56, Antigua Reina-Valera; 24:1, Id.).
Tal como lo había hecho Cristo, los apóstoles adoraban en el séptimo día sábado. En sus viajes evangelísticos, Pablo asistía a las sinagogas en el sábado, y predicaba a Cristo (Hech.13:14; 17:1,2; 18:4). Aun los gentiles lo invitaban a predicar la Palabra de Dios en el sábado (Hech.13:42,44). En las localidades donde no había sinagoga, el apóstol buscaba el lugar donde se acostumbraba celebrar los cultos del sábado (Hech.16:13). Así como la participación de Cristo en los servicios sabáticos indicaba su aceptación del séptimo día como el día especial de culto, lo mismo sucede en el caso de Pablo.
La fiel observancia del sábado semanal por parte de Pablo, se destaca en agudo contraste con su actitud hacia los sábados ceremoniales anuales. En sus escritos deja bien en claro que los cristianos ya no se hallan bajo la obligación de guardar esos días anuales de reposo porque Cristo clavó las leyes ceremoniales en la cruz. Dice el apóstol: "Por tanto, nadie os juzgue en comida, o en bebida, o en parte de día de fiesta, o de luna nueva, o de sábados: lo cual es la sombra de lo porvenir, mas el cuerpo es de Cristo" (Col.2:16,17, Antigua Reina Valera). Ya que "el contexto (de este pasaje) tiene que ver con asuntos rituales, los sábados a que aquí se refiere son los sábados ceremoniales de los festivales anuales judíos 'lo cual es la sombra' o tipo, cuyos cumplimientos habían de suceder en Cristo".13
Del mismo modo, en Gálatas Pablo protesta contra la observancia de los requerimientos de la ley ceremonial. Dice: "Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros" (Gál.4:10,11).
Muchos están bajo la impresión de que Juan se refería al domingo cuando declaró que "estaba en el Espíritu en el día del Señor" (Apoc.1:10). En la Biblia, sin embargo, el único día al cual se hace referencia como la posesión especial del Señor es el sábado. Cristo declaró: "El séptimo día es reposo para Jehová tu Dios" (Exo.20:10); más tarde lo llamó "mi día santo" (Isa.58:13). Y Cristo declaró que él mismo era "Señor aún del sábado" (Mar.2:28, Antigua Reina-Valera). Por cuanto en la Escritura, el único día que el Señor reconoce como suyo propio es el séptimo día sábado, es lógico concluir que Juan se refería al día sábado. Por cierto que no hay precedente bíblico para indicar que pudiese aplicar este término al domingo, primer día de la semana.14
En ninguna parte nos manda la Biblia observar un día de la semana que no sea el sábado. No declara bendito o santo a ningún otro día semanal. Tampoco indica el Nuevo Testamento que Dios haya cambiado el reposo a ningún otro día de la semana.
Por el contrario, la Escritura revela que Dios se proponía que su pueblo observara el sábado por toda la eternidad: "Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra, que yo hago, permanecen delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra simiente y vuestro nombre. Y será que de mes en mes, y de sábado en sábado, vendrá toda carne a adorar delante de mí, dijo Jehová" (Isa.66:22,23, Antigua Reina-Valera).
El significado del sábado. El sábado tiene amplio significado y está lleno de profunda y rica espiritualidad.
1. Un monumento perpetuo de la creación. Como hemos visto, el significado fundamental que los Diez Mandamientos le aplican al sábado, es que memorializa la creación del mundo (Exo.20:11,12). El mandato de observar el séptimo día como el día de reposo, se halla "inseparablemente vinculado con el acto de creación, ya que la institución del sábado y el mandato de observarlo son una consecuencia directa del acto creador. Además, toda la familia humana debe su existencia al divino acto de creación que aquí se recuerda; por ello, la obligación de obedecer el mandamiento del sábado como monumento del poder creador de Dios, recae sobre toda la raza humana".15 Strong llama al sábado "una obligación perpetua como el monumento que Dios ha señalado para conmemorar su actividad creadora".16
Quienes observan el sábado como un recordativo de la creación, lo harían reconociendo agradecidos "que Dios era su Creador y su legítimo soberano; que eran la obra de sus manos, y los súbditos de su autoridad. De este modo la institución era enteramente conmemorativa, y fue dada a toda la humanidad. No había en ella nada de sombras, ni de aplicación restringida a ningún pueblo en particular".17 Y mientras adoremos a Dios porque es nuestro Creador, el sábado continuará funcionando como la señal y el monumento de la creación.
2. Un símbolo de redención. Cuando Dios libró a Israel de su esclavitud en Egipto, el sábado, que ya era el monumento de la creación, se convirtió además en un monumento de su liberación (Deut.5:15). "El Señor se proponía que el descanso sabático semanal, si se lo observaba como era debido, mantuviera constantemente la facultad de liberar a los seres humanos de la esclavitud de un Egipto que no se limita ningún país ni siglo, sino que incluye todas las tierras y las eras de la historia. En nuestros días, el hombre también necesita escapar de la esclavitud que proviene de la codicia, de las ganancias y el poder, de la desigualdad social, y del pecado y el egoísmo".18
Es cuando nuestra mirada se dirige a la cruz, que el descanso del sábado se destaca como un símbolo especial de la redención. "Es el monumento del éxodo de la esclavitud del pecado bajo la dirección de Emanuel. El mayor peso que llevamos es la culpabilidad que produce nuestra desobediencia. El descanso del sábado, al señalar al reposo de Cristo en la tumba, el reposo de su victoria sobre el pecado, ofrece al cristiano una oportunidad tangible de aceptar y experimentar el perdón, la paz y el reposo de Cristo".19
3. Una señal de santificación. El sábado es una señal del poder transformador de Dios, un signo de santidad o santificación. El Señor declaró: "Vosotros guardaréis mis sábados: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico" (Exo.31:13, Antigua Reina-Valera; véase también Eze.20:20). Por lo tanto, el sábado es también una señal de que Dios es nuestro Santificador. Así como somos santificados por la sangre de Cristo (Heb.13:12), el sábado es también una señal de que el creyente ha aceptado la sangre de Cristo para el perdón de sus pecados.
Tal como Dios ha apartado el sábado con un propósito santo, así también ha apartado a su pueblo con un propósito igualmente santo. El desea que sean sus testigos especiales. Su comunión con él en ese día conduce a la santidad; aprenden a no depender de sus propios recursos sino del Dios que los santifica.
"El poder que creó todas las cosas es el poder que vuelve a crear el alma a su propia semejanza. Para los que consideran que el día sábado es sagrado, éste constituye la señal de la santificación. La verdadera santificación es armonía con Dios, unidad con él en carácter. Se la recibe por medio de la obediencia a los principios que constituyen la transcripción de su carácter. Y el sábado es el signo de la obediencia. El que obedece el cuarto mandamiento de corazón, obedecerá también toda la ley. Es santificado por medio de la obediencia.20
4. Una señal de lealtad. Así como la lealtad de Adán y Eva fue probada por el árbol del conocimiento del bien y del mal que se hallaba en medio del jardín del Edén, así también la lealtad a Dios de cada ser humano será probada por el mandamiento relativo al sábado, colocado en el medio del Decálogo.
Dios los bendiga