Re: ERRORESFALSEDADESYDISTORCIONES EN LOS ATAQUES AL LIBRODEMORMON
Me gustaría apoyar lo dicho por Siyark, pero, por encima de todo, me siento agradecido por su respeto. Como el dijo, no hemos sido llamados a juzgar las creencias de otros sino a compartir lo que tenemos.
Las preguntas de Armando se me hacen muy lícitas y normales. Si a mí me ponen sobre la mesa un libro que no conozco y me dicen que es de Dios, es normal que sea un poco excéptico, y eso no debería ofender a nadie, porque es normal, completamente. Ahora, tengo de dos sopas: quedarme con la duda, o abrir el libro y averiguarlo por mí mismo. Si fuese sincero, las opiniones de otros sobre el libro no me sirven, igual que no me sirven las opiniones sobre una película para decidir mis gustos u opiniones sobre ella. Para decidir si una película me gusta tengo que verla. Para decidir si un libro viene de Dios tengo que leerlo, al menos una parte de él. Y si no, entonces voy a vivir de opiniones prestadas todo el tiempo. La verdad, siempre he querido tener un concepto mejor de mí mismo, así que me gustaría leerlo, y tener una opinión independiente.
Uno de los problemas serios al que se enfrenta el que quiere leer el Libro de Mormón es el prejuicio. Es decir, haberlo juzgado ya antes de abrirlo. Se trata a veces de algo muy sutil e incluso involuntario. Por ejemplo, nos pasa si juzgamos el Libro de Mormón de manera diferente a como juzgamos la Biblia. Cuando abrimos la Biblia por primera vez lo hacemos esperando conocer más acerca de Dios y tenemos una grandiosa experiencia con el Espíritu. Si abrimos el Libro de la misma manera, esperando saber, por la influencia del Espíritu, podremos dejar la vía de comunicación abierta, y será Dios quien nos brinde la respuesta.
Armando hace una pregunta maravillosa que me llama la atención. En la pregunta 7, si no me equivoco, porque esta cosa no me permite leer mientras escribo, él dice: ¿Tienes alguna prueba objetiva de que la Biblia es la palabra de Dios? Esa es muy buena pregunta. Mi respuesta personalísima y directa es: No, y creo que ningún cristiano sincero puede dar otra respuesta. Sin embargo, si me preguntan si la Biblia es la palabra de Dios, estoy dispuesto a dar la vida para defenderla. ¿Cómo es posible? Creo que cualquier cristiano sincero lo haría por la misma razón que yo, o al menos espero que por la misma razón: porque al leerla y al poner en práctica sus principios puede sentir muy de cerca la influencia del Espíritu Santo, y esa influencia le hace ser felíz, lo que le muestra, sin lugar a duda o discusión, que es verdadera. Al menos me pasó así a mí, que fuí criado como ateo y que, por lo tanto, no se me había enseñado ninguna religión. Hasta que abrí la Biblia, y sentí con gran poder al Espíritu Santo, y allí empezó mi conversión.
Unos tres años más tarde los misioneros me presentaron el Libro de Mormón. Lo abrí, leí sólo cuatro capítulos y sentí a Dios. Es muy difícil expresarlo. Yo estaba solo. Sentí como si el cuarto entero estuviese lleno de luz y yo flotara en ella. Sentí el poder de su amor, de su aceptación, de su seguridad, su abrazo confortante. Y sentí una completa seguridad de que el Libro es verdadero, tal como unos pocos años antes lo había sentido de la Biblia.
Testifico, entonces, que la Biblia es la palabra de Dios.
Pero el Artículo de Fe # 8 dice que creemos en la Biblia hasta donde ha sido correctamente traducida. Entonces, ¿aceptamos la Biblia a medias? No, yo puedo dar mi vida por la Biblia. Pero, ¿no hay errores en ella? Sí, pero no porque yo lo digo, o los mormones lo digan, sino porque los eruditos bíblicos lo dicen. No los eruditos santos de los últimos días (mormones), sino los mismos eruditos en que confían la mayoría de los cristianos, del tipo del grandioso Vine, de eruditos de la talla de Nelson y Sjodahl. Prácticamente todos los eruditos están de acuerdo en que no es la misma la Biblia tal y como salió de la pluma y mano de sus escritores y la que tenemos ahora y en que algunas partes del conocimiento bíblico se han perdido (por ejemplo, ¿alguien ha leído el libro de Nathan, el profeta, mencionado y recomendado por la Biblia?).
¿Afecta esto en algo la validez de la Biblia? No para mí, en lo absoluto.
La parte que se conserva de la Biblia es correcta. Los errores consisten más que nada en omisiones, no en cosas que me desvíen de la verdad o tengan falsa doctrina. Yo creo en la doctrina de la Biblia, y procuro estudiarla, y adherirme a la misma. Es más, incluso me he atrevido a dar algunas clases sobre ella.
Hay también en la Biblia un cierto número de contradicciones que se me hacen aparentes, pero aún cuando fueran reales, no me parecen de mayor importancia para su mensaje. Por ejemplo, en mi caso me ha llamado la atención que en un pasaje diga que Judas murió ahorcado y en otro destripado. También hay dos relatos de la conversión de Saulo: en uno se dice que los que iban con él vieron la luz pero no oyeron nada; y en el otro, que oyeron todo pero no vieron nada. Sin embargo, la verdad no me interesa mucho saber si pasó una cosa o la otra, porque me parece irrelevante para el mensaje de la Biblia, que es lo que de verdad me interesa. Estoy seguro de que a muchos cristianos les sucede lo mismo: lo que de verdad interesa es el mensaje de la Biblia.
Y entonces, ¿por qué creo en la Biblia? Porque he sentido en ella el poder y la influencia del Espíritu, tal como he explicado. Si existen pruebas arqueológicas, lógicas, o de otro tipo sobre ella, la verdad lo ignoraba al momento de mi conversión; y ahora que las conozco, comprendo que son rebatibles, porque ninguna de ellas establece por sí sola la veracidad de la Biblia, aunque sean un poderoso testimonio a su favor. Yo no espero que la ciencia o la objetividad me definan el valor de la Biblia. Pero el poder y la influencia del Espíritu que sentí cuando la abrí, ¡lo supera todo! Y lo mismo puedo decir del Libro de Mormón.
Por lo tanto, en mi muy personal y particular experiencia, no, la verdad yo quiero ser honesto, no tengo ninguna prueba objetiva y tangible sobre la veracidad de la Biblia, tampoco la tengo sobre el Libro de Mormón, excepto la prueba establecida por el propio Jesucristo: "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Juan 7:17). La Biblia aconseja que oremos preguntando a Dios sobre aquello que nos cueste trabajo creer y que el Espíritu Santo nos ayudará a establecer la verdad de ello. Esta prueba se aplica a la propia Biblia, y, de la misma manera, se aplica también al Libro de Mormón. En realidad, se aplica de igual forma a todos los libros. "Y por el poder del Espíritu Santo pod[remos] conocer la verdad de
todas las cosas". Yo creo en ello, lo he practicado, y me ha dado este resultado y por lo tanto ya no creo, sino ahora sé que es verdad.
Pero debemos ser más de una vez como el hombre que abordó a Jesús para pedirle: "Creo, ayuda mi incredulidad" (Marcos 9:24). Y entonces, ¿por qué no?, en vez de vivir sólo de la opinión o experiencia de otros, nos queda bien hacer una oración.