LA FE CATÓLICA NO ES IRRACIONAL COMO EL PROTESTANTISMO

No entiendes que Jesús no respalda vuestros templos llenos de estatuas y altares a otros dioses.

Si no entiende algo tan elemental en Is.42:8 ¿Es imposible que entienda asuntos de mayor complejidad?

Vuestra ceguera espiritual no tiene límites.
“ —altares a otros dioses”

Solo el criterio de una mentalidad terrena puede aventurar semejante especulación sin siquiera intentar presentar evidencia alguna, puesto a que su dislate no forma parte de la realidad en que vivimos. Todo disidente anticatólico enfrenta un grave dilema: carece de la capacidad cognoscitiva de diferenciar la abismal diferencia etimológica que existe entre imagen e ídolo. Respecto a la cita bíblica, mi persona derivó un epitome exegético de la perícopa que la contiene. En consecuencia, quien no comprende lo que pretende atacar es usted.

Será un verdadero placer espiritual atestiguar como sus endebles objeciones resultaran derribadas por el peso de la verdad revelada por Cristo a su Iglesia.
 
“ —altares a otros dioses”

Solo el criterio de una mentalidad terrena puede aventurar semejante especulación sin siquiera intentar presentar evidencia alguna, puesto a que su dislate no forma parte de la realidad en que vivimos. Todo disidente anticatólico enfrenta un grave dilema: carece de la capacidad cognoscitiva de diferenciar la abismal diferencia etimológica que existe entre imagen e ídolo. Respecto a la cita bíblica, mi persona derivó un epitome exegético de la perícopa que la contiene. En consecuencia, quien no comprende lo que pretende atacar es usted.

Será un verdadero placer espiritual atestiguar como sus endebles objeciones resultaran derribadas por el peso de la verdad revelada por Cristo a su Iglesia.
Su palabrería insustancial solo impresiona las mentes de los esclavos del Vaticano, de León XIV, de su magisterio católico, pero nada que ver con un redimido por la sangre de Cristo, su Iglesia, su doctrina apostólica, la cual es ajena al sistema religioso católico romano surgido por decreto imperial de vuestro primer jefe máximo, Constantino I en el año 325 en Roma.

Así que mucho erráis.

Mejor, hace mucho mejor, venir a los pies del Cristo de las Escrituras confesando su pecado de apostasía, en su grado de abogado del diablo.

La invitación sigue vigente:

"Salid de ella pueblo mío".
 
Uy mi hermano, parece que tiene en su mano todos los grandes conceptos (y no sólo en la mano), los pone en juego, con benévolo desprecio, contra el intelecto, los sentidos, los honores, el vivir bien, la ciencia, y ve tales cosas por debajo de sí como fuerzas dañinas y seductoras, sobre las cuales el espíritu se libra existiendo puramente para sí: Mientras se siga considerado como una especie superior de hombre, usted como teólogo, en automático se convierte en el negador, el calumniador, el envenenador de la vida por profesión, no dará respuesta a la pregunta: ¿qué es la verdad?
Ya se ha invertido la verdad cuando el consciente abogado de la nada y de la negación es considerado como el representante de la verdad.

Ni un átomo de Cristo, igual que su compañerito de fechorías, el forista Canisio, puro címbalo que retiñe.
 
“ —altares a otros dioses”

Solo el criterio de una mentalidad terrena puede aventurar semejante especulación sin siquiera intentar presentar evidencia alguna, puesto a que su dislate no forma parte de la realidad en que vivimos. Todo disidente anticatólico enfrenta un grave dilema: carece de la capacidad cognoscitiva de diferenciar la abismal diferencia etimológica que existe entre imagen e ídolo. Respecto a la cita bíblica, mi persona derivó un epitome exegético de la perícopa que la contiene. En consecuencia, quien no comprende lo que pretende atacar es usted.

Será un verdadero placer espiritual atestiguar como sus endebles objeciones resultaran derribadas por el peso de la verdad revelada por Cristo a su Iglesia.

Abogado católico romanista:

Cristo nunca instituyó imágenes para su adoración ni autorizó altares a otros “santos”. Él dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). La fe bíblica no necesita mediadores visuales, porque tenemos un Mediador vivo: Jesucristo hombre (1 Timoteo 2:5).


Si usted desea presentar una defensa seria, le invito a exponer su exégesis de Isaías 42:8 con base en el texto hebreo y su contexto profético.

Pero si su argumento se limita a juegos de palabras y apelaciones a la tradición, entonces no está defendiendo la verdad revelada, sino una construcción humana que Dios no respalda.

Aquí lo estoy esperando con mi espada desenvainada.
 
Ni un átomo de Cristo, igual que su compañerito de fechorías, el forista Canisio, puro címbalo que retiñe.
Estad atentos los que leen esto, así somos los címbalos que retiñen, para que en medio de este ruido sin sentido os enseñemos como se hace una moral, una virtud, una santidad de esta defectuosa óptica con la que se observan todas las cosas, se confunde la buena conciencia con la falsa visión, se exige que ninguna otra cualidad óptica tenga valor en adelante, una vez que se ha hecho sacrosanta la propia con el nombre de "Redimido por la sangre de Cristo". Observad que es también la forma más difundida y realmente más subterránea de falsedad que existe en la tierra. Su más profundo instinto de conservación veda que la realidad sea honrada en cualquier punto o tome simplemente la palabra. Donde llega su influencia, el juicio de valor queda invertido; verdadero y falso son necesariamente trocados; lo más nocivo a la vida, aquí es llamado "verdadero": lo que la eleva, la aumenta, la afirma, la justifica y la hace triunfar, se llama "fechoría".
 
Última edición:
Estad atentos los que leen esto, así somos los címbalos que retiñen, para que en medio de este ruido os enseñemos como se hace una moral, una virtud, una santidad de esta defectuosa óptica con la que se observan todas las cosas, se confunde la buena conciencia con la falsa visión, se exige que ninguna otra cualidad óptica tenga valor en adelante, una vez que se ha hecho sacrosanta la propia con el nombre de "Redimido por la sangre de Cristo". Observad que es también la forma más difundida y realmente más subterránea de falsedad que existe en la tierra. Su más profundo instinto de conservación veda que la realidad sea honrada en cualquier punto o tome simplemente la palabra. Donde llega su influencia, el juicio de valor queda invertido; verdadero y falso son necesariamente trocados; lo más nocivo a la vida, aquí es llamado "verdadero": lo que la eleva, la aumenta, la afirma, la justifica y la hace triunfar, se llama "fechoría".
Su mensaje, aunque adornado con lenguaje filosófico, no es más que una inversión de valores que la misma Escritura ya anticipó:

“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz!” (Isaías 5:20).

Usted acusa a los redimidos por la sangre de Cristo de tener una “óptica defectuosa”, pero es precisamente esa sangre la que limpia la conciencia del pecado (Hebreos 9:14) y nos reconcilia con Dios (Colosenses 1:20).

La fe cristiana no es una ilusión subjetiva ni una inversión de la realidad, sino la revelación objetiva de Dios en la persona de Jesucristo, quien es “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación... para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:15–18).

Usted habla de “virtud” y “santidad” como si fueran logros humanos, pero la Escritura enseña que “no hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10), y que toda verdadera virtud procede de la gracia de Dios obrando en el creyente (Efesios 2:8–10).

Finalmente, llamar “fechoría” a la fe en Cristo es blasfemar contra el único nombre dado a los hombres en que podemos ser salvos (Hechos 4:12).

Su crítica no es nueva; ya el apóstol Pablo escribió que “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden” (1 Corintios 1:18), pero para nosotros es poder de Dios.


Si desea hablar de moral, virtud y verdad, comencemos por el fundamento:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Sin Cristo, toda moral es relativa, toda virtud es vana, y toda verdad es distorsionada.

Sigue siendo címbalo que retiñe.
 
Su mensaje, aunque adornado con lenguaje filosófico, no es más que una inversión de valores que la misma Escritura ya anticipó:

“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz!” (Isaías 5:20).

Usted acusa a los redimidos por la sangre de Cristo de tener una “óptica defectuosa”, pero es precisamente esa sangre la que limpia la conciencia del pecado (Hebreos 9:14) y nos reconcilia con Dios (Colosenses 1:20).


La fe cristiana no es una ilusión subjetiva ni una inversión de la realidad, sino la revelación objetiva de Dios en la persona de Jesucristo, quien es “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación... para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:15–18).

Usted habla de “virtud” y “santidad” como si fueran logros humanos, pero la Escritura enseña que “no hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10), y que toda verdadera virtud procede de la gracia de Dios obrando en el creyente (Efesios 2:8–10).

Finalmente, llamar “fechoría” a la fe en Cristo es blasfemar contra el único nombre dado a los hombres en que podemos ser salvos (Hechos 4:12).

Su crítica no es nueva; ya el apóstol Pablo escribió que “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden” (1 Corintios 1:18), pero para nosotros es poder de Dios.

Si desea hablar de moral, virtud y verdad, comencemos por el fundamento:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Sin Cristo, toda moral es relativa, toda virtud es vana, y toda verdad es distorsionada.

Sigue siendo címbalo que retiñe.
Y entonces en usted prevalece el sentimiento menos evangélico: la venganza. Una vez más pasó al primer término la expectación popular de un Mesías; se tomó en consideración un momento histórico: el reino de Dios había de venir para juzgar a sus enemigos… Pero con esto se confundió todo: ¡el reino de Dios considerado como acto final, como promesa! El Evangelio, sin embargo, había sido precisamente la existencia, el cumplimiento, la realidad de este reino de Dios. Entonces precisamente se introdujo en el tipo del maestro todo el desprecio y la amargura contra los fariseos y los teólogos, ¡y con esto se hizo de él un fariseo y un teólogo! Por otra parte, la salvaje veneración de estas almas salidas completamente de sus quicios no toleró ya la igualdad de todos los hombres como hijos de Dios, igualdad evangélica que Jesús había predicado; su venganza consistió en levantar en alto a Jesús de un modo extravagante, en separarlo de ellos; lo mismo que en otro tiempo los hebreos, para vengarse de sus enemigos, separaron de ellos a su propio dios y lo elevaron en alto. El Dios único, el único hijo de Dios; ambos son productos del rencor. Y entonces surgió un absurdo problema: ¿cómo pudo Dios permitir esto? A esta pregunta, la razón de una pequeña comunidad perturbada encontró una respuesta terriblemente absurda: Dios dio su hijo para la remisión de los pecados, como víctima. ¡De este modo se concluyó de un golpe con el Evangelio! ¡El sacrificio expiatorio, en su forma más repugnante y bárbara, el sacrificio del inocente por los pecados de los pecadores! ¡Qué horrible paganismo! Jesús había abolido el mismo concepto de culpa; negado todo abismo entre Dios y el hombre; había concebido esta unidad entre Dios y el hombre como su buena nueva… ¡Y no como privilegio! Desde aquel momento se llegó, gradualmente, a crear el tipo de redentor: la doctrina del juicio y del retorno, la doctrina de la muerte como una muerte expiatoria, la doctrina de la resurrección, con la que es anulado todo el concepto de bienaventuranza, la única y total realidad del Evangelio, en provecho de un estado subsiguiente a la muerte. Pablo logificó luego sobre esta concepción, sobre esta imprudente concepción, con aquella desfachatez rabínica que le distinguía en todas las ocasiones: «si Cristo no resucitó después de la muerte, nuestra fe es vana». Y de golpe se hizo del Evangelio la más despreciable de todas las promesas irrealizables: la impúdica doctrina de la inmortalidad personal. ¡Pablo mismo la predicó como una recompensa! Y de cierto os digo, vos también tenéis la vuestra.
 
Tenemos un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos.

Con Cristo nos sobra y nos basta.

Pobres de ustedes, sin Dios, sin Cristo y sin ninguna esperanza.
No te queda de otra que aceptar a regañadientes que ustedes carecen del ministerio del orden sacerdotal.
 
No te queda de otra que aceptar a regañadientes que ustedes carecen del ministerio del orden sacerdotal.
Si así fuera, el Espíritu Santo jamás hubiese sido enviado para dirigir la asamblea en el Nombre del Padre y del Señor Jesucristo, pero la astucia de la serpiente está presente cuando substituimos esta dirección Espiritual por el gobierno de una casta sacerdotal Cristo aborrece por cuanto ya no es el que abre, dirige y cierra el culto, sino una potestad humana que convierte la Presencia del Señor (Mt.18:20) en un convidado de piedra.