Vacunafóbicos, Asesinos potenciales

y claro ... tener que acabar reconociendo que las vacunas portan parásitos en su interior ... eso es algo que la industria farmacéutica nunca lo va a admitir eso está claro ...
 
el punto podría estar talvez en que el cáncer fuese una enfermedad producida por parásitos (esto la ciencia oficial lo niega).

Entonces, así tendría sentido que los dos antiparasitarios que mencionas junto con la ivermectina (otro antiparasitario) fuesen efectivos contra el cáncer...
Dije que había escuchado no que me lo creia
 
aunque bueno según ese comentario no sería necesario que hubiese parásitos en el interior de las vaxx.. sería suficiente con que la vaxx experimental provocase el agotamiento de estas células T...
 

URGENTE: BORRAN TODOS LOS DATOS Y EVIDENCIAS DEL 2020 A LA ACTUALIDAD​



¿Pero QUÉ raro no?? ¿Porqué borrarían TODO lo que ha venido pasando desde el 2020 hasta la actualidad?


Pero nah. Para los amantes de la teoría de la conspiración del "papá estado", su gobierno realmente "les ama y les cuida".
 
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Salud y bendición en la paz de Cristo.
FtQOJyCWAAASwFQ

El número de personas que ha muerto o enfermado de gravedad por causa de la inoculación de las vacunas contra la COVID-19 es una incógnita. Si nos atenemos a los reportes recogidos por el OpenVaers y la Agencia Medica Europea, podríamos estar hablando de decenas de millones o incluso de centenares de millones de afectados. Resulta imposible establecer el porcentaje exacto, ya que en estas plataformas u organismos reconocen no recoger ni tan siquiera el 1% de los casos reales. Y las cifras variarían mucho dependiendo de cuál sea exactamente ese “ni tan siquiera el 1% de los casos. Si hasta el 24 de marzo del 2023, en el OpenVaers habían sido reportadas 34.965 muertes causadas por la vacuna COVID-19 y, esta cifra acaparase el 0.75% de los casos reales, estaríamos hablando de 4.3 millones de casos reales. Sin embargo, si esta misma cifra acaparase el 0.5%, hablaríamos de 69.2 millones. Y lo mismo debiera aplicarse en los casos reportados de miocarditis, abortos espontáneos, ataques al corazón, trombos, derrames cerebrales, discapacitados permanentes, etcétera.
El número de cada uno de estos eventos adversos y fatales provocados por esta “vacuna” continuará siendo una incógnita porque quienes disponen de los medios para realizar las investigaciones pertinentes, no tienen ningún interés en que este asunto se esclarezca y salga a la luz pública; puesto que hablamos de los mismos que fueron responsables de engañar a la población mundial para que accediera a inoculársela, asegurando que era eficaz y segura, amén de imprescindible.

La gravedad de estos hechos no tiene parangón. Hablamos del que bien pudiera ser el mayor genocidio perpetrado en el transcurso de la historia de la humanidad. Dependiendo de cual fuese el ya referido “ni tan siquiera el 1% de los casos”, los decesos y personas enfermadas por causa de la “vacuna” experimental bien podrían dejar muy atrás a los de la segunda guerra mundial. Decesos y enfermedades que, no lo olvidemos, continúan y continuarán en aumento. No en vano la onda expansiva de este descalabro iatrogénico masivo es cada día más amplia; puesto que 1), continúa siendo inoculado y, 2), todavía se desconocen sus efectos adversos a largo plazo.
Soy consciente de que de la peligrosidad de esta “vacuna” ya hablé detenidamente en el artículo “inefectivas, inseguras y experimentales”. Si la he sacado nuevamente a la palestra, es porque debe ser usada como circunstancia agravante, de la responsabilidad criminal derivada de los numerosos delitos que han sido perpetrados durante la campaña de vacunación contra la COVID-19.
Tras todo lo que se ha visto a lo largo de estos dos últimos años, entendería que el lector dudase de mí al decir que la campaña de vacunación contra la COVID-19 ha sido ejecutada ilegalmente desde cualquiera de los ángulos que se la mire.
“¡Eso es imposible!”, exclamarán muchos. “Pero si todo el mundo alababa y agradecía la vacunación. Todos los presentadores de televisión, los famosos y también los políticos”.
Pues resulta que es un hecho fuera de toda cuestión. La campaña de vacunación es el resultado de la gran tropelía de ilegalidades que expondré a continuación.
1) La coerción a la que fue sometida cierto porcentaje de la población para que aceptase inocularse esta “vacuna”.
2) La discriminación como forma de coerción a la que fue sometida aquella parte de la población que durante un tiempo se resistió a inocularse, así como la discriminación pura y dura a la que fueron sometidos quienes se mantuvieron firmes y nunca tendieron su brazo a la aguja.
3) La vulneración de la intimidad amparada por la Constitución y la Ley de Protección de Datos sufrida por cada persona a la que en algún momento se le exigió que mostrase su pasaporte verde o que accediese a aportar información privada sobre su estado de vacunación.
4) La inoculación de la “vacuna”, tanto a quienes lo decidieron voluntariamente como bajo coerción, sin que mediase el obligatorio consentimiento informado.
5) La inoculación de la “vacuna”, nuevamente en este caso tanto a quienes lo decidieron voluntariamente como bajo coerción, sin prescripción médica ni receta.
Ahora desarrollemos estos puntos:
Está terminantemente prohibido coaccionar a nadie de forma alguna para conseguir que acceda a someterse a ninguna clase de tratamiento médico. Más si cabe, como bien especifica el Código de Núremberg, si este tratamiento médico es experimental, tal y como es el caso de las vacunas contra la COVID-19.
Quizá usted no se sintió coaccionado o presionado en forma alguna para inocularse esta “vacuna”. Quizá usted fuese uno de tantos otros que creyeron en la propaganda político-mediática que aseguraba la necesidad, eficacia y seguridad de estas “vacunas” y se apresuró a salir a poner el brazo voluntariamente. Así que puede que usted no fuese coaccionado… O puede que ni siquiera se diese cuenta de ello.
Porque la coacción comenzó sutilmente; bajo el influjo de la idea de que el buen ciudadano tenía que “vacunarse” para ser solidario; cosa que, obviamente, el mal ciudadano, el insolidario amén de egoísta y desconsiderado, no haría. De esta forma, acudir a pincharse al centro de vacunación se convirtió para muchos en motivo para sacar pecho y convertirse en un héroe a ojos de quienes se tragaron el cuento de que, si llovía y no usabas paraguas, serías el culpable de que otros se mojaran. Así fue como muchos de estos pobres ingenuos publicarían en redes sociales sus ya famosos selfies recién inoculados –hashtag #YoMeVacuno incluido– solo para que, no mucho después, sus nombres y apellidos apareciesen en las esquelas funerarias.

Enhorabuena, fuiste muy solidario y diste tu vida –o destruiste tu salud– para absolutamente nada. Te engañaron como a un chino. Si la “vacuna” fuese eficaz, nadie necesitaría que otras personas se la inoculasen para estar a salvo.
El chantaje emocional vía “se solidario y conviértete en un héroe”, carecía de toda lógica. Aun así, muchos picaron…
Pero la coerción y persecución a los no inoculados no se quedó en meras insinuaciones referentes a su poca insolidaridad o baja catadura moral. La aparición del pasaporte verde y el certificado de vacunación, ambas dos herramientas de coerción y discriminación totalmente ilegales, abrieron la veda para que la caza de brujas a los no inoculados llegase a extremos inconcebibles. Por un lado las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, se limpiaban el culo con la constitución y trataban como a criminales a los no inoculados que exigían su legítimo derecho a no ser discriminados y a entrar libremente en comercios, restaurantes, cines, teatros, etcétera. Por otro lado, presentadores de televisión exhortaban a la población a tratarlos como a apestados, recomendando incluso sentarlos en mesas y habitaciones aparte durante las cenas y comidas familiares de Navidad. Algunos de estos presentadores de radio y/o televisión, así como personajes famosos a los que los primeros daban voz en sus programas, llegaron incluso a llamar asesinos a quienes no deseaban inocularse y a pedir que no se les permitiera salir de sus casas.
Cierto que los delitos de odio siempre se mantendrán en una escala jerárquicamente inferior a la libertad de expresión y opinión reflejadas en las constituciones de la mayoría de países y en los tratados internacionales de los Derechos Humanos. Pero los que sí son inapelables, son los delitos de discriminación en cualquiera de sus formas y coerción para forzar a la población a recibir cualquier tipo de tratamiento médico –y, ni que decir tiene, uno experimental–. Sin olvidarnos de los delitos por vulneración de la Ley de Protección de Datos así como el derecho a nuestra intimidad (artículo 18 de la Constitución española) que fueron perpetrados en cada una de las ocasiones en las que a algún ciudadano se le exigía que demostrase estar inoculado para, básicamente, permitirle moverse libremente o cruzar una línea en el suelo.
Muchas personas se vieron obligadas a elegir entre el no inocularse o el mantener sus puestos de trabajo. En países como Italia o Australia se llegaron incluso a legislar leyes totalmente ilegales para impedir que los no inoculados pudiesen desempeñar trabajo alguno o incluso hacer uso del transporte público. Y todo esto, debo insistir en ello, para forzarlos ilegalmente a inocularse una presunta “vacuna” que no impedía el contagio y que estaba siendo causa de más muertes de las que había causado la presunta enfermedad que su inoculación trataba de erradicar.
El despropósito no podía ser mayor. Claro, que, las muertes y efectos adversos causados por estas “vacunas”, fueron ocultados tanto por políticos como por medios de comunicación. Y de esta forma se incurrió en otro grave delito. Pues de esta forma el consentimiento informado exigido legalmente para que cualquier persona decida, obviamente con conocimiento de causa, si se somete o no a un tratamiento médico, fue extirpado de raíz.
El consentimiento informado implica la conformidad libre, voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en el pleno uso de sus facultades después de recibir la información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecta a su salud.
Un conocimiento informado que fue negado a la población partiendo del hecho de que ni siquiera fue informada de que este “medicamento” estaba siendo administrado experimentalmente. Los inoculados fueron convertidos en conejillos de indias sin ni tan siquiera saberlo. Circunstancia que las voces del oficialismo negaban fehacientemente tachando de antivacunas, negacionistas, conspiranoicos y desinformadores a quienes trataban de propagar esta delicada información tanto a seres queridos como al resto de la población.

La legislación española –así como la de tantos otros países– no permite la dispensación sin receta de los medicamentos de prescripción médica. Actualmente, vender en España antibióticos o antiinflamatorios de toda la vida como lo son el paracetamol o el ibuprofeno, respectivamente, es un crimen. Sin embargo, han estado administrando una “vacuna” en fase 3 de su ensayo clínico –experimental– sujeta a prescripción y receta médicas, sin que ningún médico en el mundo se atreviese a prescribirla y/o recetarla formalmente.
¿Vieron a algún médico recetar alguna de las vacunas contra la COVID-19?

Yo, desde luego, no he visto todavía ninguna de estas recetas firmada por médico alguno. Circunstancia que no debiera ser causa de sorpresa. Un nombre y firma en uno de estos boletos de la lotería del infortunio, bien podría terminar traduciéndose en el pago de una cuantiosa indemnización o incluso en el fin de la carrera de medicina del firmante en cuestión.
Pero ningún médico tuvo de qué preocuparse. La veda quedo totalmente abierta para que cualquier de ellos, insisto en ello, ilegalmente, pudiera eximirse de tener que prescribir o recetar cualquiera de estas mal llamadas vacunas. Así que mientras los farmacéuticos tenían que cuidarse de no vender un antiinflamatorio sin su prescripción y correspondiente receta, cientos de millones de personas en el mundo eran inoculados con una vacuna experimental sin que nadie moviera un dedo más que para asegurarse de que el proceso se llevase a cabo de tal forma que, en caso de que los efectos adversos hiciesen estragos –como si supieran de antemano lo que iba a ocurrir– fuese muy difícil establecer a quién exigir responsabilidades. A fin de cuentas, nadie dejó su sello personal para prescribir o recetar esta “vacuna” experimental.
¿Y quiénes la inocularon a la población?
Enfermeros e incluso voluntarios carentes de formación alguna como sanitarios a quienes nadie se plantearía ni siquiera pedir responsabilidades y cuyos nombres y apellidos seguramente quedaron traspapelados bajo el amparo del anonimato.
La gota que colmó el vaso para quienes contemplábamos atónitos esta cadena de ilegalidades que estaban siendo perpetradas impunemente con la complicidad de todo el sistema político y sanitario de la totalidad de los países del mundo, fue el inicio de la campaña de vacunación infantil contra la COVID-19.
Yo mismo organicé una campaña para acudir a los colegios donde se estaba procediendo a inocular a los niños para denunciar a los propios inoculadores y directores de estos centros. La respuesta de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad no fue otra más que la de tratar de impedir a toda costa que estas denuncias fuesen interpuestas, negándose en muchos casos a tramitarlas e incluso procediendo ellos mismos a denunciar a quienes, con todo el peso de la ley a nuestro favor, exigíamos que fuesen tramitadas.
¿Y qué hicieron los jueces con aquellas pocas denuncias que sí fueron recogidas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad?
En España al menos, no hubo un solo juez que admitiera a trámite ninguna de estas denuncias.
Una de las mismas fue la que, no sin la determinante ayuda de la abogada que colaboraba conmigo, yo mismo conseguí poner a los inoculadores de un colegio en Valencia,
ciudad donde pasado tan solo un mes desde que dio comienzo la campaña de vacunación infantil, los ingresos en hospitales de niños por presunto COVID se habían quintuplicado

Pero estos datos, como tantos otros de igual relevancia, no cobrarían nunca la forma de noticias con las que debieron haber abierto los telediarios de todas las cadenas de televisión.
Todas estas ilegalidades fueron tratadas como legales bajo la coartada del terror causado por una alerta sanitaria cuya existencia real, a cada día que pasa, ponen en tela de juicio más y más personas. Personas que inicialmente fueron engañadas o coaccionadas para que accediesen a inocularse e inocular a sus propios hijos estas mal llamadas vacunas pero que, a día de hoy, dejaron de pasar por el aro propiciando que estas inyecciones fatales sean irremediablemente desechadas.
Por último, antes de dar por concluido este artículo, solo me queda añadir que las mismas ilegalidades aquí expuestas que fueron perpetradas para conseguir que la población se inoculase estas vacunas, fueron perpetradas para hacer lo propio con las fraudulentas pruebas PCR. Por fortuna estas últimas, en lugar de mostrar eficacia tan solo dejar a su paso una estela de muerte y enfermedad, únicamente fueron eficaces para engañar a la población haciéndola creer estar enferma sin estarlo, así como para vulnerar sus derechos más fundamentales; lo que tampoco es moco de pavo.
¿Serán juzgados por sus crímenes los responsables de estos actos delictivos potencialmente agravados por las muertes y daños permanentes en la salud de tantas personas?
Misión imposible mientras que el pueblo no despierte y se levante para devastar por completo este sistema político-judicial absolutamente pútrido y corrupto.

TODO APUNTA a que las VACUNAS SON el MÉTODO ELEGIDO por las ÉLITES que PRETENDEN el GOBIERNO del ANTICRISTO (aunque ALGUNOS NO SEAN CONSCIENTES de ESTE HECHO) para COMETER un GENOCIDIO MUNDIAL que DESPUEBLE al MUNDO... porque NO CREEN en DIOS... y CREEN que el MÉTODO para SEGUIR MANTENIENDO sus PRIVILEGIOS y FORTUNAS MATERIALES... ES MATAR al EXCEDENTE de POBLACIÓN y ESCLAVIZAR a los DEMÁS que NO ESTÁN INVOLUCRADOS con ELLOS... para que les SIRVAN en sus NECESIDADES y PROPÓSITOS.

LA PROFECÍA del ANTICRISTO y SU TIRANÍA MUNDIAL como JAMÁS EXISTIÓ en la TIERRA... CADA DÍA ESTÁ MÁS CERCA.

Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad
 
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El número de personas que ha muerto o enfermado de gravedad por causa de la inoculación de las vacunas contra la COVID-19 es una incógnita. Si nos atenemos a los reportes recogidos por el OpenVaers y la Agencia Medica Europea, podríamos estar hablando de decenas de millones o incluso de centenares de millones de afectados. Resulta imposible establecer el porcentaje exacto, ya que en estas plataformas u organismos reconocen no recoger ni tan siquiera el 1% de los casos reales. Y las cifras variarían mucho dependiendo de cuál sea exactamente ese “ni tan siquiera el 1% de los casos. Si hasta el 24 de marzo del 2023, en el OpenVaers habían sido reportadas 34.965 muertes causadas por la vacuna COVID-19 y, esta cifra acaparase el 0.75% de los casos reales, estaríamos hablando de 4.3 millones de casos reales. Sin embargo, si esta misma cifra acaparase el 0.5%, hablaríamos de 69.2 millones. Y lo mismo debiera aplicarse en los casos reportados de miocarditis, abortos espontáneos, ataques al corazón, trombos, derrames cerebrales, discapacitados permanentes, etcétera.
El número de cada uno de estos eventos adversos y fatales provocados por esta “vacuna” continuará siendo una incógnita porque quienes disponen de los medios para realizar las investigaciones pertinentes, no tienen ningún interés en que este asunto se esclarezca y salga a la luz pública; puesto que hablamos de los mismos que fueron responsables de engañar a la población mundial para que accediera a inoculársela, asegurando que era eficaz y segura, amén de imprescindible.

La gravedad de estos hechos no tiene parangón. Hablamos del que bien pudiera ser el mayor genocidio perpetrado en el transcurso de la historia de la humanidad. Dependiendo de cual fuese el ya referido “ni tan siquiera el 1% de los casos”, los decesos y personas enfermadas por causa de la “vacuna” experimental bien podrían dejar muy atrás a los de la segunda guerra mundial. Decesos y enfermedades que, no lo olvidemos, continúan y continuarán en aumento. No en vano la onda expansiva de este descalabro iatrogénico masivo es cada día más amplia; puesto que 1), continúa siendo inoculado y, 2), todavía se desconocen sus efectos adversos a largo plazo.
Soy consciente de que de la peligrosidad de esta “vacuna” ya hablé detenidamente en el artículo “inefectivas, inseguras y experimentales”. Si la he sacado nuevamente a la palestra, es porque debe ser usada como circunstancia agravante, de la responsabilidad criminal derivada de los numerosos delitos que han sido perpetrados durante la campaña de vacunación contra la COVID-19.
Tras todo lo que se ha visto a lo largo de estos dos últimos años, entendería que el lector dudase de mí al decir que la campaña de vacunación contra la COVID-19 ha sido ejecutada ilegalmente desde cualquiera de los ángulos que se la mire.
“¡Eso es imposible!”, exclamarán muchos. “Pero si todo el mundo alababa y agradecía la vacunación. Todos los presentadores de televisión, los famosos y también los políticos”.
Pues resulta que es un hecho fuera de toda cuestión. La campaña de vacunación es el resultado de la gran tropelía de ilegalidades que expondré a continuación.
1) La coerción a la que fue sometida cierto porcentaje de la población para que aceptase inocularse esta “vacuna”.
2) La discriminación como forma de coerción a la que fue sometida aquella parte de la población que durante un tiempo se resistió a inocularse, así como la discriminación pura y dura a la que fueron sometidos quienes se mantuvieron firmes y nunca tendieron su brazo a la aguja.
3) La vulneración de la intimidad amparada por la Constitución y la Ley de Protección de Datos sufrida por cada persona a la que en algún momento se le exigió que mostrase su pasaporte verde o que accediese a aportar información privada sobre su estado de vacunación.
4) La inoculación de la “vacuna”, tanto a quienes lo decidieron voluntariamente como bajo coerción, sin que mediase el obligatorio consentimiento informado.
5) La inoculación de la “vacuna”, nuevamente en este caso tanto a quienes lo decidieron voluntariamente como bajo coerción, sin prescripción médica ni receta.
Ahora desarrollemos estos puntos:
Está terminantemente prohibido coaccionar a nadie de forma alguna para conseguir que acceda a someterse a ninguna clase de tratamiento médico. Más si cabe, como bien especifica el Código de Núremberg, si este tratamiento médico es experimental, tal y como es el caso de las vacunas contra la COVID-19.
Quizá usted no se sintió coaccionado o presionado en forma alguna para inocularse esta “vacuna”. Quizá usted fuese uno de tantos otros que creyeron en la propaganda político-mediática que aseguraba la necesidad, eficacia y seguridad de estas “vacunas” y se apresuró a salir a poner el brazo voluntariamente. Así que puede que usted no fuese coaccionado… O puede que ni siquiera se diese cuenta de ello.
Porque la coacción comenzó sutilmente; bajo el influjo de la idea de que el buen ciudadano tenía que “vacunarse” para ser solidario; cosa que, obviamente, el mal ciudadano, el insolidario amén de egoísta y desconsiderado, no haría. De esta forma, acudir a pincharse al centro de vacunación se convirtió para muchos en motivo para sacar pecho y convertirse en un héroe a ojos de quienes se tragaron el cuento de que, si llovía y no usabas paraguas, serías el culpable de que otros se mojaran. Así fue como muchos de estos pobres ingenuos publicarían en redes sociales sus ya famosos selfies recién inoculados –hashtag #YoMeVacuno incluido– solo para que, no mucho después, sus nombres y apellidos apareciesen en las esquelas funerarias.

Enhorabuena, fuiste muy solidario y diste tu vida –o destruiste tu salud– para absolutamente nada. Te engañaron como a un chino. Si la “vacuna” fuese eficaz, nadie necesitaría que otras personas se la inoculasen para estar a salvo.
El chantaje emocional vía “se solidario y conviértete en un héroe”, carecía de toda lógica. Aun así, muchos picaron…
Pero la coerción y persecución a los no inoculados no se quedó en meras insinuaciones referentes a su poca insolidaridad o baja catadura moral. La aparición del pasaporte verde y el certificado de vacunación, ambas dos herramientas de coerción y discriminación totalmente ilegales, abrieron la veda para que la caza de brujas a los no inoculados llegase a extremos inconcebibles. Por un lado las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, se limpiaban el culo con la constitución y trataban como a criminales a los no inoculados que exigían su legítimo derecho a no ser discriminados y a entrar libremente en comercios, restaurantes, cines, teatros, etcétera. Por otro lado, presentadores de televisión exhortaban a la población a tratarlos como a apestados, recomendando incluso sentarlos en mesas y habitaciones aparte durante las cenas y comidas familiares de Navidad. Algunos de estos presentadores de radio y/o televisión, así como personajes famosos a los que los primeros daban voz en sus programas, llegaron incluso a llamar asesinos a quienes no deseaban inocularse y a pedir que no se les permitiera salir de sus casas.
Cierto que los delitos de odio siempre se mantendrán en una escala jerárquicamente inferior a la libertad de expresión y opinión reflejadas en las constituciones de la mayoría de países y en los tratados internacionales de los Derechos Humanos. Pero los que sí son inapelables, son los delitos de discriminación en cualquiera de sus formas y coerción para forzar a la población a recibir cualquier tipo de tratamiento médico –y, ni que decir tiene, uno experimental–. Sin olvidarnos de los delitos por vulneración de la Ley de Protección de Datos así como el derecho a nuestra intimidad (artículo 18 de la Constitución española) que fueron perpetrados en cada una de las ocasiones en las que a algún ciudadano se le exigía que demostrase estar inoculado para, básicamente, permitirle moverse libremente o cruzar una línea en el suelo.
Muchas personas se vieron obligadas a elegir entre el no inocularse o el mantener sus puestos de trabajo. En países como Italia o Australia se llegaron incluso a legislar leyes totalmente ilegales para impedir que los no inoculados pudiesen desempeñar trabajo alguno o incluso hacer uso del transporte público. Y todo esto, debo insistir en ello, para forzarlos ilegalmente a inocularse una presunta “vacuna” que no impedía el contagio y que estaba siendo causa de más muertes de las que había causado la presunta enfermedad que su inoculación trataba de erradicar.
El despropósito no podía ser mayor. Claro, que, las muertes y efectos adversos causados por estas “vacunas”, fueron ocultados tanto por políticos como por medios de comunicación. Y de esta forma se incurrió en otro grave delito. Pues de esta forma el consentimiento informado exigido legalmente para que cualquier persona decida, obviamente con conocimiento de causa, si se somete o no a un tratamiento médico, fue extirpado de raíz.
El consentimiento informado implica la conformidad libre, voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en el pleno uso de sus facultades después de recibir la información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecta a su salud.
Un conocimiento informado que fue negado a la población partiendo del hecho de que ni siquiera fue informada de que este “medicamento” estaba siendo administrado experimentalmente. Los inoculados fueron convertidos en conejillos de indias sin ni tan siquiera saberlo. Circunstancia que las voces del oficialismo negaban fehacientemente tachando de antivacunas, negacionistas, conspiranoicos y desinformadores a quienes trataban de propagar esta delicada información tanto a seres queridos como al resto de la población.

La legislación española –así como la de tantos otros países– no permite la dispensación sin receta de los medicamentos de prescripción médica. Actualmente, vender en España antibióticos o antiinflamatorios de toda la vida como lo son el paracetamol o el ibuprofeno, respectivamente, es un crimen. Sin embargo, han estado administrando una “vacuna” en fase 3 de su ensayo clínico –experimental– sujeta a prescripción y receta médicas, sin que ningún médico en el mundo se atreviese a prescribirla y/o recetarla formalmente.
¿Vieron a algún médico recetar alguna de las vacunas contra la COVID-19?

Yo, desde luego, no he visto todavía ninguna de estas recetas firmada por médico alguno. Circunstancia que no debiera ser causa de sorpresa. Un nombre y firma en uno de estos boletos de la lotería del infortunio, bien podría terminar traduciéndose en el pago de una cuantiosa indemnización o incluso en el fin de la carrera de medicina del firmante en cuestión.
Pero ningún médico tuvo de qué preocuparse. La veda quedo totalmente abierta para que cualquier de ellos, insisto en ello, ilegalmente, pudiera eximirse de tener que prescribir o recetar cualquiera de estas mal llamadas vacunas. Así que mientras los farmacéuticos tenían que cuidarse de no vender un antiinflamatorio sin su prescripción y correspondiente receta, cientos de millones de personas en el mundo eran inoculados con una vacuna experimental sin que nadie moviera un dedo más que para asegurarse de que el proceso se llevase a cabo de tal forma que, en caso de que los efectos adversos hiciesen estragos –como si supieran de antemano lo que iba a ocurrir– fuese muy difícil establecer a quién exigir responsabilidades. A fin de cuentas, nadie dejó su sello personal para prescribir o recetar esta “vacuna” experimental.
¿Y quiénes la inocularon a la población?
Enfermeros e incluso voluntarios carentes de formación alguna como sanitarios a quienes nadie se plantearía ni siquiera pedir responsabilidades y cuyos nombres y apellidos seguramente quedaron traspapelados bajo el amparo del anonimato.
La gota que colmó el vaso para quienes contemplábamos atónitos esta cadena de ilegalidades que estaban siendo perpetradas impunemente con la complicidad de todo el sistema político y sanitario de la totalidad de los países del mundo, fue el inicio de la campaña de vacunación infantil contra la COVID-19.
Yo mismo organicé una campaña para acudir a los colegios donde se estaba procediendo a inocular a los niños para denunciar a los propios inoculadores y directores de estos centros. La respuesta de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad no fue otra más que la de tratar de impedir a toda costa que estas denuncias fuesen interpuestas, negándose en muchos casos a tramitarlas e incluso procediendo ellos mismos a denunciar a quienes, con todo el peso de la ley a nuestro favor, exigíamos que fuesen tramitadas.
¿Y qué hicieron los jueces con aquellas pocas denuncias que sí fueron recogidas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad?
En España al menos, no hubo un solo juez que admitiera a trámite ninguna de estas denuncias.
Una de las mismas fue la que, no sin la determinante ayuda de la abogada que colaboraba conmigo, yo mismo conseguí poner a los inoculadores de un colegio en Valencia,
ciudad donde pasado tan solo un mes desde que dio comienzo la campaña de vacunación infantil, los ingresos en hospitales de niños por presunto COVID se habían quintuplicado

Pero estos datos, como tantos otros de igual relevancia, no cobrarían nunca la forma de noticias con las que debieron haber abierto los telediarios de todas las cadenas de televisión.
Todas estas ilegalidades fueron tratadas como legales bajo la coartada del terror causado por una alerta sanitaria cuya existencia real, a cada día que pasa, ponen en tela de juicio más y más personas. Personas que inicialmente fueron engañadas o coaccionadas para que accediesen a inocularse e inocular a sus propios hijos estas mal llamadas vacunas pero que, a día de hoy, dejaron de pasar por el aro propiciando que estas inyecciones fatales sean irremediablemente desechadas.
Por último, antes de dar por concluido este artículo, solo me queda añadir que las mismas ilegalidades aquí expuestas que fueron perpetradas para conseguir que la población se inoculase estas vacunas, fueron perpetradas para hacer lo propio con las fraudulentas pruebas PCR. Por fortuna estas últimas, en lugar de mostrar eficacia tan solo dejar a su paso una estela de muerte y enfermedad, únicamente fueron eficaces para engañar a la población haciéndola creer estar enferma sin estarlo, así como para vulnerar sus derechos más fundamentales; lo que tampoco es moco de pavo.
¿Serán juzgados por sus crímenes los responsables de estos actos delictivos potencialmente agravados por las muertes y daños permanentes en la salud de tantas personas?
Misión imposible mientras que el pueblo no despierte y se levante para devastar por completo este sistema político-judicial absolutamente pútrido y corrupto.

TODO APUNTA a que las VACUNAS SON el MÉTODO ELEGIDO por las ÉLITES que PRETENDEN el GOBIERNO del ANTICRISTO (aunque ALGUNOS NO SEAN CONSCIENTES de ESTE HECHO) para COMETER un GENOCIDIO MUNDIAL que DESPUEBLE al MUNDO... porque NO CREEN en DIOS... y CREEN que el MÉTODO para SEGUIR MANTENIENDO sus PRIVILEGIOS y FORTUNAS MATERIALES... ES MATAR al EXCEDENTE de POBLACIÓN y ESCLAVIZAR a los DEMÁS que NO ESTÁN INVOLUCRADOS con ELLOS... para que les SIRVAN en sus NECESIDADES y PROPÓSITOS.

LA PROFECÍA del ANTICRISTO y SU TIRANÍA MUNDIAL como JAMÁS EXISTIÓ en la TIERRA... CADA DÍA ESTÁ MÁS CERCA.

Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad

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Inefectivas, inseguras y experimentales - Diario16

Tras estudiar toda la documentación aportada en mis últimos cinco artículos publicados en este mismo medio, puede aseverarse lo siguiente:
Que la cifra oficial de 7.0 millones de personas fallecidas en el mundo por causa de la COVID-19 en los últimos más de tres años, ni siquiera superaría a la de 8.0 millones que, a una media de 2.5 millones al año, habrán fallecido durante este mismo periodo de tiempo por causa de la neumonía. Y que esta cifra de 7.0 millones de personas fallecidas en el mundo por causa de la COVID-19 en realidad no es más que pura ficción, ya que la misma ha sido creada artificiosamente contabilizando 1) a personas ejecutadas no por el influjo del Sars-Cov-2, sino por el de los protocolos de la muerte en geriátricos y hospitales; y 2) a personas fallecidas por las causas de toda la vida diagnosticadas fraudulentamente como COVID-19 a través falsos positivos en las pruebas PCR, que además de ser inespecíficas e inútiles para diagnosticar esta enfermedad, se estuvieron realizando a umbrales de ciclos de los que resultarían un mínimo de un 97% de falsos positivos para cualesquiera de los virus que se intentasen encontrar.
De manera que, en caso de que la COVID-19 no sea también pura ficción –las dudas son a cada día que pasa más razonables–, ¿a cuanta gente podría haber matado en realidad? ¿A 300.000 personas en todo el mundo durante los más de tres años transcurridos desde su presunta aparición en Wuham y posterior propagación allende sus fronteras?
300 mil personas fallecidas en más tres años es una cifra ridícula. La cifra de 100 mil personas al año debe encontrarse entre los índices de mortalidad por cualquier causa más bajos del mundo. La gripe y la neumonía se llevan consigo a 650 mil y a 2.5 millones, y las enfermedades vinculadas al alcoholismo y al tabaquismo, 3 y 8 millones al año, respectivamente.
Con estos datos en la mano, puede concluirse que la “vacuna” contra la COVID-19 fue y continua siendo innecesaria desde cualquiera de los ángulos que se mire. Suponiendo que fuese eficaz y segura, uno podría considerarla tan necesaria como un chubasquero en el desierto.
Pese a lo mucho que políticos y presuntos periodistas se llenan insisten en hablar de la efectividad de estas “vacunas”, lo cierto es que los números hablan en el sentido diametralmente opuesto.
El problema, como siempre, reside en que la plebe cree ciegamente en la palabra de telepredicadores de tres al cuarto y no se molesta en verificar absolutamente nada de lo que se le dice. Si le ordenan que debe quedarse encerrada en casa y sufrir la pérdida ilegal de derechos tan fundamentales como el de la libre circulación o el del trabajo porque le dicen que un virus asesino se está propagando por cada rincón del planeta, así lo hace e incluso sale diariamente al balcón a aplaudir como una mona amaestrada a las 8 de la tarde. Si se hubiese molestado en documentarse mínimamente, habría concluido que este nuevo virus ni siquiera podía ser más peligroso que el de la gripe de toda la vida.
Las cifras oficiales apuntan que durante el año 2020, con la población mundial todavía sin inocular, murieron 1.8 millones de personas por causa de la COVID-19, y que durante el año 2021, con la población ya inoculada, lo hicieron 4.2 millones. Así que tampoco es necesario ser un gran matemático para saber que 1.8 es menos de la mitad de 4.2 y así concluir que las “vacunas” contra la COVID-19 no solo no son eficaces, sino que más bien parecen ser la causa del problema.
Como estos números no cerraban y, sí o sí, debían cerrar para que a susodichos telepredicadores no se les tirase al cuello la parroquia a la que ellos mismos estuvieron chantajeando, manipulando, engañando y coaccionando de todas las maneras habidas y por haber para que accediese a ser banderilleada una vez tras otra, llegado el 2022 se decidió dar fin a la que los no creyentes, tan acertadamente, denominaban como “plandemia del coronavirus”. Los falsos positivos dejarían de ser utilizados para que cualquier persona que falleciese por cualquier otra causa –de las de siempre o de las ahora ocasionadas por la propia “vacuna”–, pasase a engrosar las cifras oficiales de muertos por COVID.
En España sería nuestra recién nombrada ministra de sanidad, Carolina Darias, la que ejercería el rol de “matador” y diera la estocada final al, a cada día que pasaba, menos aterrador miura de la COVID-19.
Carolina aparecería públicamente en el mes de julio del 2022 para decir lo que suscribo a continuación:
“Y un tema muy importante que también hemos abordado es la diferenciación entre hospitalizados “con y “por” COVID. Como saben, hasta ahora los datos que damos son globales, sin distinguir a nivel nacional quienes ingresan “con COVID” y “por COVID”. A partir de ahora ya vamos a implementar un sistema junto con las Comunidades Autónomas, seguiremos dando los datos a nivel global pero estableceremos un apartado en donde especifique los ingresos “por” COVID para tener así una información más adecuada”.
Estas fueron las palabras exactas con las que la Ministra de Sanidad se rió en la cara de todos los españoles. Debe reconocérsele el mérito. Pese al marronazo de estar admitiendo tácitamente que el gobierno le había estado tomando el pelo a la ciudadanía durante más de dos años seguidos, articuló una palabra tras otra sin dar en ningún momento muestra de rubor alguno. No sé a vosotros pero a mí se me hubiera caído la cara de la vergüenza. A Carolina solo le faltó, para evidenciar más si cabía la estafa, puntualizar que cuando dijo “con COVID”, quiso decir “con falsos positivos PCR”.

¿Vieron que fácil?
Para terminar con la plandemia no hicieron falta ni más encierros, ni más mascarillas, ni más “vacunas”; solo se necesitó dejar de contabilizar como muertos “por COVID” a quienes morían por otras causas “con resultados positivos PCR”.
Los protocolos para definir quién moría por causa de la COVID-19 fueron modificados en todos los países del mundo prácticamente al unísono. Y, abracadabra pata de cabra, las cifras de contagios y muertos mundiales por COVID, frenaron en seco su inmediatamente anterior vertiginoso ascenso.
La “vacunación” había sido legitimada en base a una nueva tomadura de pelo que, eso sí, conllevaba la jubilación de la tomadura de pelo anterior. La falacia “las vacunas son efectivas y han terminado con la pandemia”, pasó a ocupar el lugar de la falacia preliminar “los muertos por cualquier causa con positivo PCR son muertos por COVID”.
Lo que desde luego no es ninguna falacia, son los índices de sobre mortalidad que, desde que dio comienzo la inoculación de la “vacuna” contra la COVID-19, se están produciendo en el mundo precisamente en aquellos lugares donde existe un mayor porcentaje de “vacunación”.
Unos índices de sobre mortalidad cuyos motivos, por increíble que pueda resultar decirlo, los telepredicadores de la COVID-19 y sus “vacunas”, no terminan de explicarse.
Y eso que el diputado David de la Hoz, les dio la pista a seguir con sus declaraciones en el parlamento canario al hablar al respecto del exceso de mortalidad en España y Europa en los años 2021 y 2022: “¿Qué hemos hecho en estos años? ¿Qué hemos hecho para que hoy nos preguntemos qué está sucediendo? Y termino si me permite el Sr. Presidente unos segundos, con algunas gráficas pero sobre todo con una noticia del mismo periódico que nos decía hace unos meses: España y Portugal locomotora de la Unión Europea en la vacunación del COVID-19. Y ese mismo periódico ahora nos dice: España y Portugal lideran una mortalidad inesperada en Europa”.
Por su parte, el eurodiputado rumano Cristian Vasile Terhes, también se despacharía a gusto en el parlamento europeo con las siguientes declaraciones: “Ahora, si miras el mapa, que ha publicado Eurostat, no nosotros. Si miras este mapa veras que los países con la tasa de vacunación más alta, tienen ahora mismo la tasa de mortalidad más alta. Entonces, obviamente, nos preguntamos: ¿existe una conexión entre la vacunación y el exceso de mortalidad?”
Pero como no hay más ciego que el que no quiere ver, tampoco fue de esperar que los Federicos Jimenes Los Santos, Anas Rosas Quintanas y Ristos Mejides de este mundo reaccionasen con la debida coherencia a noticias como la de que en la Comunidad Valenciana los ingresos de niños por COVID se quintuplicasen tan solo un mes después del inicio de la campaña de vacunación infantil.
Estas “vacunas” no evitaban que los pacientes “con positivo COVID” desarrollasen la enfermedad grave y tuvieran que ser ingresados en las Unidades de Cuidados Intensivos. Todo lo contrario. Actuaban y todavía actúan como boletos de la más infausta de las loterías. Unos boletos que, de salir premiados, obsequian al afortunado con un trombo, un ataque al corazón, una reacción alérgica severa, o un accidente cerebro vascular entre un sin fin de posibles efectos adversos; los cuales ya fueron enumerados en un interminable listado que la FDA se vio obligada a publicar por orden judicial. Claro que de esto tampoco se ha enterado nadie, ya que mientras los “periodistas” barren bajo la alfombra las excreciones de sus amos, las redes sociales, controladas también por estos últimos, censuran indiscriminadamente a todo aquel que tiene alguna verdad incómoda que contar.
E aquí el mayor problema de estas “vacunas”; el cual no estriba en que sean ineficaces o innecesarias, sino en que son, por decirlo suavemente, inseguras.

Hasta el día 12 de marzo del 2023, en la plataforma OpenVAERS se han recogido 34.653 reportes de muertes causadas por las “vacunas” contra la COVID-19. Y, entre otros muchos reportes, también se han recogido ya los de 18.766 ataques al corazón; 26.584 Miocarditis/pericarditis; y 64.038 discapacidades permanentes.

Solo que a estas cifras hay que añadirles un mínimo de dos ceros en la cola porque el propio OpenVAERS nos informa que ni siquiera se reportan el 1% de los casos totales.
¿Pero cuánto es “ni siquiera e 1% de los casos”? ¿El 0.75, el 0.50, el 0.10, el 0.05% de los casos?
Veamos en que se quedarían las cifras reportadas con cada uno de estos porcentajes:

La cantidad de millones, quizá incluso decenas de millones de personas que habrán fallecido y/o desarrollado enfermedades graves o muy graves como miocarditis o derrames cerebrales, o que habrán quedado discapacitadas permanentemente por causa de haberse inoculado una “vacuna” que ni era efectiva ni necesaria, es interminable.

En la Agencia Europea del Medicamento (EMA) también se recogen reportes de los efectos adversos de la vacuna COVID-19. En el artículo publicado en la plataforma Periodistas por la verdad “Mortalidad general e infantil de las vacunas COVID según los reportes de la EMA 26/12/2021”, muestran los 14.794 reportes de mortalidad relacionados con estas vacunas que la Agencia Europea del Medicamento había estado recopilando desde el inicio de la campaña de vacunación hasta la fecha del 26 de diciembre del 2021. 14.794 reportes fatales que, tal y como sucede en el OpenVaers, no serán más que un porcentaje residual de los reales.

Mientras que estos reportes crecían exponencialmente en sus bases de datos, la inmensa mayoría de políticos, así como de presuntos periodistas e incluso de médicos y demás profesionales de la salud, no solo se afanaban por ignorarlos e incluso ocultarlos, sino que trataban de convencer a todo el mundo de que estas “vacunas” eran efectivas y seguras. Muchos de ellos aun hoy en día continúan llenándose la boca hablando de las muchas vidas que han salvado; una falacia que ya se ha llevado consigo la vida y la salud de muchos millones de personas. Y los que todavía estarán por venir.
Me gustaría haber visto por un agujerito la cara que se les quedaría a todos estos bellacos político-mediáticos cuando durante el pasado mes de octubre se celebró la audiencia COVID en el Parlamento Europeo. Donde la directiva de la Pfizer J. Small, increpada por el eurodiputado holandés Robert Roos, reconoció que cuando sacaron las “vacunas” al mercado no tenían la menor idea de si servirían para frenar la transmisión del virus. Para asombro de todos, admitió abiertamente que lo habían hecho todo deprisa y corriendo y que ni siquiera tuvieron tiempo para probarlas.
¡Ni siquiera las probaron! La directiva de la Pfizer reconoció que experimentaron directamente con aquel porcentaje de la población mundial que accedió a inoculársela tras creer en el fraudulento relato oficial de la pandemia y sus vacunas milagrosas. Unas vacunas que, pese a haber sido improvisadas en apenas un año desde la presunta aparición del virus, resultaba que incluso para los perros guardianes de la verdad oficial –no quiero olvidarme de las Fact-Checkings como en España principalmente lo son “Newtral” y “Maldita”– eran efectivas, seguras y en absoluto experimentales.
Toda un entramado de mentiras que fue hilvanado para conseguir que miles de millones de personas aceptasen jugar a la ruleta rusa con sus vidas y con las de sus hijos de forma voluntaria. Y aunque a día de hoy ya muy pocos accederían a tender su brazo a las BigPharmas, que nadie olvide que para los residentes de los geriátricos el pinchazo todavía continua siendo prácticamente obligatorio.
Mientras, los responsables continúan campando a sus anchas como si nada hubiese pasado.

Me refiero al mismo hatajo de esbirros de las farmacéuticas que tachaba de insolidarios y de malos ciudadanos, incluso de asesinos, a quienes decidieron no inocularse. Hablo de quienes crearon Reales Decretos ilegales –por anticonstitucionales– para discriminar y perseguir como a leprosos a los verdaderos héroes de esta historia: a quienes lucharon contra viento y marea para tratar de protegerse a sí mismos, a sus seres cercanos y queridos, e incluso a completos desconocidos.
TODO APUNTA a que las VACUNAS SON el MÉTODO ELEGIDO por las ÉLITES que PRETENDEN el GOBIERNO del ANTICRISTO (aunque ALGUNOS NO SEAN CONSCIENTES de ESTE HECHO) para COMETER un GENOCIDIO MUNDIAL que DESPUEBLE al MUNDO... porque NO CREEN en DIOS... y CREEN que el MÉTODO para SEGUIR MANTENIENDO sus PRIVILEGIOS y FORTUNAS MATERIALES... ES MATAR al EXCEDENTE de POBLACIÓN y ESCLAVIZAR a los DEMÁS que NO ESTÁN INVOLUCRADOS con ELLOS... para que les SIRVAN en sus NECESIDADES y PROPÓSITOS.

LA PROFECÍA del ANTICRISTO y SU TIRANÍA MUNDIAL como JAMÁS EXISTIÓ en la TIERRA... CADA DÍA ESTÁ MÁS CERCA.

Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad
 
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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firma una ley que da por finalizada la emergencia sanitaria declarada por la covid-19, informó la Casa Blanca...

Traducido al español (real): ya hemos engañado a cuantos hemos podido a ponerse esa mal llamada "vacuna" ... así que los que acaben por caer tan solo será cuestión de tiempo ...
 
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Ver el archivo adjunto 3325083

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firma una ley que da por finalizada la emergencia sanitaria declarada por la covid-19, informó la Casa Blanca....

Así es,

Gracias a Dios y la ciencia médica, lo más duro ya pasó.

Medidas sanitarias, vacunas y cooperación internacional llevaron a buen puerto esta calamidad que cobró la vida de millones de personas.

Pesó lo difícil, la humanidad sobrevivió pese a la obtusa oposición de los Antivaxx
 
Así es,

Gracias a Dios y la ciencia médica, lo más duro ya pasó.

Medidas sanitarias, vacunas y cooperación internacional llevaron a buen puerto esta calamidad que cobró la vida de millones de personas.

Pesó lo difícil, la humanidad sobrevivió pese a la obtusa oposición de los Antivaxx

Para tí, "c ést fini". Este juego terminó.

La realidad: ahora es cuando comienza lo peor ... ahora, y en los años venideros.

Quiero que seas testigo de que lo que digo es totalmente cierto.
 
Para tí, "c ést fini". Este juego terminó.

La realidad: ahora es cuando comienza lo peor ... ahora, y en los años venideros.

Quiero que seas testigo de que lo que digo es totalmente cierto.
Por ejemplo que “la tierra es plana”, que Jesucristo no es Dios, que la luz azul es ultravioleta, que las vacunas son experimentos o cual de las tantas mentiras que a diario traes al foro quieres que sea testigo?

Entre otras más de tus mentiras dices que yo digo que para mi “se acabó” refiriendote a la Pandemia, solo que yo no dije eso.

Dije que gracias a Dios y la ciencia médica LO MÁS DURO ya pasó.

Y eso pese a la oposición de obtusos Antivaxx.
 
Por ejemplo que “la tierra es plana”, que Jesucristo no es Dios, que la luz azul es ultravioleta, que las vacunas son experimentos o cual de las tantas mentiras que a diario traes al foro quieres que sea testigo?

Entre otras más de tus mentiras dices que yo digo que para mi “se acabó” refiriendote a la Pandemia, solo que yo no dije eso.

Dije que gracias a Dios y la ciencia médica LO MÁS DURO ya pasó.

Y eso pese a la oposición de obtusos Antivaxx.
Serás testigo.

Sólo que en esa ocasión reciclarás tu discurso para decir que se debe "a otra pandemia" o a una crisis climatóloga ...
 
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ASI QUE EL DIOXIDO DE CLORO ERA LEJÍA...??'

ACÁ HAY UN MEDICAMENTO A BASE DE ESA SUSTANCIA

 
Serás testigo.

Sólo que en esa ocasión reciclarás tu discurso para decir que se debe "a otra pandemia" o a una crisis climatóloga ...

Ríe ríe ...

Una demanda colectiva da pie al primer juicio por daños por la vacuna del Covid-19


Ya comenzarán los primeros juicios contra los daños de la "Vacuna".

 

Glorioso.
Si no sabes inglés, espera con ansiedad el momento en el que lo veas subtitulado.

Un periodista de la BBC intenta acusar a Elon Musk de permitir "el discurso de odio en Twitter". Calmadamente, el genio sudafricano le pregunta por un ejemplo de lo que dice. El periodista, acorralado ante la sencilla pregunta, da mil excusas hasta reconocer que no ha visto nada de lo que le acusa y sólo habla "de oídas". Acto seguido, vuelve a la carga y acusa al nuevo Twitter de "promover la desinformación". Musk se queda en silencio unos segundos y le contesta si la BBC va a pedir perdón por la desinformación que emitió sobre los efectos secundarios de la vacuna del Covid.

El periodista se queda lívido.


Elon Musk, educadamente, añade si van a pedir perdón por haberse plegado a las órdenes del gobierno y haber hecho dejación de sus funciones como periodistas durante la pandemia. Literalmente, Jaque Mate.

@VALENCIA
 
@OSO

'No somos antivacunas... hemos perdido seres queridos': "el viudo de la presentadora de la BBC que murió por complicaciones de la vacuna Covid-19 inicia una acción legal contra AstraZeneca en nombre de 75 personas cuyos 'familiares fallecieron o sufrieron lesiones relacionadas con la vaxx'"

"Lisa Shaw murió de 'trombocitopenia trombótica inducida por la vacuna' en mayo de 2021
El esposo dice que trató durante dos años de hablar con los líderes del Reino Unido sobre su muerte".

 
@OSO

'No somos antivacunas... hemos perdido seres queridos': "el viudo de la presentadora de la BBC que murió por complicaciones de la vacuna Covid-19 inicia una acción legal contra AstraZeneca en nombre de 75 personas cuyos 'familiares fallecieron o sufrieron lesiones relacionadas con la vaxx'"

"Lisa Shaw murió de 'trombocitopenia trombótica inducida por la vacuna' en mayo de 2021
El esposo dice que trató durante dos años de hablar con los líderes del Reino Unido sobre su muerte".

La de mayor incidencia de adversidades siempre ha sido la AstraZeneca. Pero esto no aplica al resto.

Toca investigar que ha pasado y endosar responsabilidades legales si hubiera lugar a ello.

Estábamos en una situación apremiante de vida o muerte, una carrera contra el tiempo, todas estas divagaciones pseudomoralistas se ven atenuadas sino disueltas por el hecho que hubiera sido peor no disponer de vacunas.

La humanidad no lleva vacunandose dos días, así que el mote de "vacunas experimentales" siendo que en la mayoría de ellas se ha usado tecnología probada por medio siglo es cuando menos una injusticia sino un bulo difamatorio que también merece consecuencias legales para sus autores y sus respectivos portavoces.
 
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La de mayor incidencia de adversidades siempre ha sido la AstraZeneca. Pero esto no aplica al resto.

Toca investigar que ha pasado y endosar responsabilidades legales si hubiera lugar a ello.

Estábamos en una situación apremiante de vida o muerte, una carrera contra el tiempo, todas estas divagaciones pseudomoralistas se ven atenuadas sino disueltas por el hecho que hubiera sido peor no disponer de vacunas.

La humanidad no lleva vacunandose dos días, así que el mote de "vacunas experimentales" siendo que en la mayoría de ellas se ha usado tecnología probada por medio siglo es cuando menos una injusticia sino un bulo difamatorio que también merece consecuencias legales para sus autores y sus respectivos portavoces.
Totalmente de acuerdo